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viernes, 21 de mayo de 2010

¿MARGINADOS O AUTOMARGINADOS? VIDA Y RESPONSABILIDADES DE LOS POETAS BORRACHINES

¿MARGINADOS O AUTOMARGINADOS?
VIDA Y RESPONSABILIDADES DE LOS POETAS BORRACHINES

Por Nicolás Hidrogo Navarro

Es típico figurarse la imagen de un poeta como un atormentando del sino, involucrado en los aspectos más sublimados y defenestrados de la experiencia humana, el dolor, la estolidez y la vivencialidad aberrante. ¿Acaso para ser poeta se reclama ser incomprendido, díscolo, destornillado, raro, extravagante? ¿Acaso para ser llamado poeta debemos dejarnos ver piltrafas, mequetrefes, desorbitados, ebrios escuálidos, desgreñados putrefactos, apestosos? Creo que esa imagen de destartalez, de lumpen y submundo, màs que bien, ha maculado la imagen del “ser poeta” a través de la historia. Y es que muchos no sólo han desgraciado su propia vida y han entufado su imagen por sus propias actitudes Buenos como poetas-creadores, pero perfectos sinvergüenzas, canallas, borrachines alcohólicos, drogadictos viciosos y antisociales, irresponsables y vividores- ¿Acaso no tiene que haber cierta congruencia entre lo que se vive y se escribe? ¿Cómo podría validar un poema de amor, de paz, de candidez; si mi estilo de vida es de odio, misogenerìa y de grosera y putrefacta esperpentez sexópata? ¿Acaso nada tiene que ver la belleza de un poema con la fetidez de las actitudes del que lo crea? Por supuesto, un poeta limpio en su verso tiene que tener una mente, actitud y acciones limpias para que su verso se apareje a lo que es como artista y persona.
Cuando un poeta está ebrio no solo aflora su dolor, su llanto de sus frustraciones, sus fobias, sus complejos de inferioridad (escondido en que es el dios de la poesía y que sus creaciones son el màs perfecto néctar destilado del lenguaje y de la invención humana) sino que también brota su egomanía, sus taras y su profundad soledad y sentimiento de frustraciones e incomprensiones. Como todo borrachito, poeta o no: cuando está ebrio le brota la verdad y su mísera realidad. Pero no es que el poeta carezca y deba prescindir de problemas y miserias, quizás sea este el combustible perfecto para hacer y avanzar en cantidad y calidad en sus creaciones, el asunto es la imagen que proyecta, el asunto es lo que él crea y diferencie la bohemia de una juerga sin sentido, sólo como un atosigamiento de licor que estupidiza y lo sumerja en la tinieblas de los desposeídos y lleguen a tocar el fondo de la nada.
Cuando un poeta borrachín se queje o se autoatribuya ser un marginado social ¿acaso no le quepa responsabilidad en sus propias actitudes? En el Perú, en general y en Lambayeque en particular, si un encuentro, tertulia, recital, encuentro no termina en una reverenda juerga, el evento no fue bueno. ¿Es que acaso estamos celebrando nuestra marginalidad o nuestro propio fracaso para calar con nuestra literatura en la sociedad? ¿Es que acaso nos van querer màs, leer màs porque vendamos nuestra imagen que andamos a media noche por las calles, los parques cual piltrafas humanas a dar pena? Si Faulkner, Joyce, Hemingway, Poe, Darío, Chocano, Valdelomar, Vallejo, Bryce, han entrado a las páginas de la lectura obligadas y a los currículos oficiales, no es porque fueron borrachines, sino màs que eso: creadores. Su alcoholismo o dipsomanía sólo es un hecho anecdótico: nadie ha pasado la inmortalidad, en literatura, por ser un simple borrachito.
Hay gente que hasta hace apología y reverencia –equivocadamente- la borrachera y hasta la justifica como un acto de prender la chispa de la creatividad literaria. La borrachera quizá haga màs daño que la falta de lectores, la inexistencia de editoriales, falta de políticas culturales, pues nadie a un borracho toma en serio ni menos lo respeto ni menos le permiten entrar a la pedagogía literaria, el tufo de su “fama de saratraposo”, lo aniquila y macula a todos los que transitan por los senderos de la literatura.
Muchos versiculeros en el Perú han y utilizan la literatura como fachada para dar rienda suelta a su propia autodestrucción, sólo les ha importado en un fin de semana encontrar un alivio en el vicio cancerígeno de su seudobohemia, han creído solucionar su problemas en un noche de viernes, pero han tenido los seis días de fracaso, ha vuelto al día siguiente, meados por los perros y cagados por la oscuridad de la noche, envueltos en sus propios vómitos y atorados en su propia angustia existencial de misios, a ser los mismos: borrachines que, sin beber licor, andan ebrios de soledad, orfandad, miseria, complejos y angustias. Pudo màs el fracaso de su vicio que la belleza de su verso, no concomitante con su grandeza literaria.


Por: Nicolás Hidrogo Navarro
(hacedor1968@hotmail.com)


Lambayeque, agosto 21 de 2006
Nicolás Hidrogo Navarro
Coordinador General Conglomerado Cultural –Lambayeque-Perú

COMENTARIOS DE CUENTOS LEIDOS

A) “SCENE-ARIES” DE MARHIE LINARES
En “Scene_Aries”, hay el intento de construir un mundo posible, una evasión humana que enarbola la esperanza de la literatura de ficción. Con varias aristas de autoparticipación, Marhie Linares edifica su universo propio, se posesiona en el futuro, pero recrear una dulce historia de amor en los tiempos circulares de los cien años como un túnel cargado de frustraciones y de comprobaciones que el mundo terrícola o en cualquier otro, las penas, las alergias, las tristezas y los amores sufren por igual sus altibajos.
No es usual que la literatura femenina lambayecana se sumerja en la pócima nebulosa de la ciencia ficción, sin embargo, en Marhie, hay un calculado y estudiado tema de la teletrasnportaciòn, de la cibernética de la teoría del holograma como minisculidad y totalidad de los seres. Marhie ubica esta historia en el espacio sideral en los agujeros negros, en las constelaciones de Orión y Rigel, casi tan futuristas como el ciberespacio hace unos cincuenta años atrás.
Dos frases de entrada y salida le dan el carácter de prosa poética y humanizan la historia al enunciarlos como la realización de la propia ficción, la connotación de la propia connotación, la metaforizaciòn de la propia ciencia:

“Mientras más me acercaba podía ver a la media luz del túnel su sombra grande doblada en una esquina, usaría seguro ese sombrero gracioso de copa color granate con los broches dorados y el traje rojo amarronado que le hacía juego.”

“el cielo anochecido se rompió con un estruendo, las bestias vociferaron y aquél que tenía cerca, aún de espaldas, recostado en la columna, ladeó la cabeza y volvió a llamarse Thiago”.

Por eso es que cuando más uno cree alejarse de la realidad y creer haber llegado a la metaficciòn, resulta que termina siendo asfixiado por la cotidianidad, lo mundano: odiamos a las cosas que se viven en la Tierra, pero al alejarlos de ella nos damos cuenta que más ala amamos y la valoramos cuan do nos avademos de ella.


B) “LA GRINGA” DE DAGOBERTO OJEDA BARTURÈN

“La Gringa” es la historia exagerada que narra la irrupción de una diletante en la escena literaria lambayecana y el corto amorío y convivencia marital que tiene con un reconocido poeta en el espacio poético lambayecano.
“La Gringa” representa una crónica con un 99% de realidad y 1% de hiperbolizada ficción. Simboliza la vida del poeta Carlos Ramírez Soto y María del Carmen Gómez-Sánchez Hamprey (+ 14-06-06). Tiene dos lecturas: la literatura, para quienes no conozcan a los personajes en vida; y, la segunda, para aquellos que ven en los poetas vidas supremas y extremas, anecdóticas, cargadas de infinitas locuras y ocurrencias exageradas y desordenadas.
Hay en La Gringa, un intento por construir una imagen lo más apegada a la realidad, la que conocen sus amigos más íntimos y la que podría perfectamente ser una caricaturizada biografía del poeta de “Puerto azul”. Pese a contener elementos muy personalizados, la historia no deja de arrancar una admiración por el amor a la naturaleza, la supervivencia humana, la filosofía de vida heterodoxa, el lado díscolo y enturbiado de la vida de la gente que vive como poeta aunque no escriba ni publique un verso. La Gringa fue en vida un personaje, y hoy, muerta ya, es doblemente literaturizable, capaz de haber remando contra la corriente y haber muerto en su ley.
Con una prosa muy periodística, narrada en tercera persona y con sabrosura, don Dagoberto Ojeda, nos presenta el más vivo retrato de dos seres que buscando en la soledad y en la compañía de sus cuerpo, viven una vida llena de peripecias, necesidades, contemplaciones, limitaciones y por encima de todo, oníricas creencias que la confunden con la realidad. Es pues, el primer texto en prosa que le rinde en vida al poeta y en el ocaso a la diletante, un fragmento fotografiado de su intimidad a la que pocos pueden llegar.

BASE: TEXTOS LEIDOS Y COMENTADOS
TEXTO Nº 01
SCENE_ARIES
Por: Marhie Linares

Mientras más me acercaba podía ver a la media luz del túnel su sombra grande doblada en una esquina, usaría seguro ese sombrero gracioso de copa color granate con los broches dorados y el traje rojo amarronado que le hacía juego. Aún seguía sorprendiéndome con su habilidad de crear escenarios a su gusto y según su estado de humor, los más irreales: plataformas de pisos de agua dorada con perlas cantantes sobre un fondo de atardecer, el cielo quemando su azul a un costado de un corazón color del cobre, las mariposas transparentes, avenidas parisinas con melodías de fondo de Vivaldi, los infinitos mundos debajo del mar... lo creaba todo, sin embargo ahora estaba asustada de estar a quince pasos de su maldad, sólo veía su sombra y estar ahí, en ese túnel de subterráneo, me parecía una pesadilla construida para el momento.
Krudoh era el amante del suspenso, me lo imaginaba sintiéndose complacido al sentirme vulnerable a todas sus ficciones y podía imaginar sus ojos bravos, enrojecidos, acechándome. Sentía que era capaz de percibir el olor de mi adrenalina… Ese escenario estaba diseñado bajo las normas de la ingeniería del miedo, todos los sonidos de baja frecuencia alcanzaban los decibeles adecuados para hacerme llorar y el estúpido músculo de mi corazón latía demasiado fuerte, sus sonidos rebotaban en las paredes cóncavas y las ondas fluorescentes caían al suelo en horribles chorros de sangre… Finalmente la indestructible naturaleza del ser humano regresaba a mí y volvía a ser aquella mujer, la de antes, de cuando nacía, envejecía y moría. Era una completa locura: luego de siglos transmutando aún me quedaba carne en el cuerpo, esa carne que pensé extinta siglos atrás y que me estaba confundiendo al sentir como sentía.
Krudoh y yo nunca fuimos iguales, aunque alguna vez él y yo compartimos una historia cuando no se llamaba Krudoh, cuando no parecía un monstruo de alcantarilla y su nombre por ese entonces era Thiago. En aquel tiempo su aspecto difería demasiado del actual, la cabellera de rizos rubios la usaba suelta hasta los hombros, ojos dulces tono ámbar, nariz recta, dedos largos y finos, agilidad de atleta, rostro de niño, inteligencia más que superior. Su planeta estaba hecho de estrellas y él también. Thiago venía de la condensación de las estrellas de los cielos de Aries, fenómeno que ocurrió mil años atrás junto con una tormenta de meteroritos; tiempo después surgió en ese espacio un nuevo territorio con un único habitante, un lugar con aspecto de plasma que fue llamado Scene Aries. No tardó mucho en darse cuenta de su condición solitaria y empezó a viajar por el cosmos, consiguió el control sobre los elementos comenzando a auto controlarse él mismo, descifró el código de conexión con los puertos de comunicación de programas externos entrando a los agujeros gusano, aquellos conectores que transportan a universos diferentes y asimiló culturas, algunas de ellas culturas muertas, lo mismo hizo en las galaxias. Todo ese tiempo aprendió mucha magia hasta llegar a fabricar mundos fascinantes proyectando sus pensamientos con ayuda del plasma y con el tiempo logró que otros entrasen y participaran en esas realidades.
Y mi nombre, ¿acaso importa ahora?... de dónde vengo ¿es relevante?...Yo fui su desgracia y no merezco ser mencionada, arruiné sus mundos bellos y lo único que le dejé fue soledad, que no se compara si quiera con la soledad de ser el único habitante de un hermoso planeta. Lo único que merezco es la imprecación porque hice del basto territorio de Scene Aries un lugar horripilante y mísero donde no sobreviven los elementos y donde no existen los sentimientos, lo asemejé a un planeta extinto. Yo destruí su hogar y él quemó mi memoria en la puerta creyendo que ya había muerto. Llámenme Azuri aunque no importe mi nombre descosido y hecho mil trizas, ni mi maldecida raza, ni las millas ni los años que lo he venido buscando porque todo aquello se diluye y se hace nada sin su perdón.
Mi historia nunca fue como la del bello Thiago, mientras él tenía un mundo de calidoscopio, yo no conocía el arco iris. Mis territorios comprendían los casquetes polares de un lejano lugar llamado Cianea donde lo más hermoso era la aurora dos veces al año y el espectáculo de la ventisca de pétalos de colores que venían remanentes de las flores de otros dominios en algún lugar del universo. En mi mundo, los cianitas conocimos a las flores por partes. Teníamos tres montañas desde cuyos picos más altos era posible acceder a las plataformas para la desconexión de los cuerpos mediante la saturación del ambiente con nitrógeno en cámaras acondicionadas.
Cuando hablamos de desconexión de los cuerpos nos referimos a la fascinante experiencia de dejar el cuerpo físico en una de las cámaras acondicionadas para tal fin utilizando la técnica de criogenización. El cuerpo queda congelado mientras la mente viaja a otros mundos y se es capaz de traspasar sin dificultad las barreras del espacio y el tiempo. Este viaje dura doscientos años, luego de los cuales volvemos a conectarnos con nuestra realidad material y transmitimos lo vivido a las nuevas generaciones. Sin embargo el acceso a las plataformas siempre fue restringido, de suerte tal que nuestra clase privilegiada vivía en una meseta y no nos faltaban los bienes físicos ni la tranquilidad; mas afuera de nuestra burbuja centenas de cianitas morían por problemas de circulación debido a que no tenían aislado, como nosotros, el gen portador de la cianosis; entonces su piel se amorataba y en algún momento fallecían. Hubo miles de decesos del mismo tipo mientras yo crecía en la meseta y no conocía el espanto. Nos habían hecho creer que ellos merecían ese destino porque empleaban “programas negros” para vivir, con conexiones a tierra no a los niveles de exosfera como nosotros. Me enteré de la verdad mucho después, a los quinientos años, mientras estaba desconectada, para entonces ya no me veía a mi misma como el primitivo ser humano, sino como una raza superior, la cianita; sin embargo él era diferente, siempre había sido diferente.
Gama de tonos cálidos y brillantes, la estrella Torian al norte, el abrazo de mis padres, el ritual con el agua y la ceremonia nupcial. Era la última aurora que vería en aquel año… el comienzo de mi aventura fuera de Cianea. Había demostrado aptitud y desarrollo evolutivo al nivel requerido para la prueba de la desconexión, luego de ello dejaría de ser aprendiz y me convertiría en maestra. Conocí a mi esposo esa misma mañana, se llamaba Nautaro, para cuando oscureció ambos estábamos entrando a las cámaras de la desconexión. Los cianitas solo se casaban una vez aún sin amor… Ya me había olvidado del amor en la Cianea… para mí era un concepto ligado al ser humano y a su debilidad. No odiaba al amor, sólo no lo sentía… en Cianea no había amor.
Debo decir que la Cianea, aparte de ser lejana, se encuentra cercana a un agujero negro del universo, junto con las estrellas marrones. Para desconectarse mediante el procedimiento de criogenia se precisan de avanzados programas estimuladores de la corteza cerebral los que hacen posible que la mente sintonice con la región del agujero negro y podamos viajar mentalmente a través del canal comunicador externo denominados “agujero gusano” y vivamos en mundos diferentes al nuestro.
Jamás le había revelado a cualquiera que no fuese cianita los mundos sorprendentes y los secretos que descubrimos todos aquellos que participamos de la experiencia... Primero hay un silencio y se anda en vaivenes y rebotes en medio de la oscuridad, sin gravedad, hasta que te cansas y abres la boca para gritar con todas tus fuerzas y romper el silencio y lo único que sientes es tu boca abriéndose entumecida sin sonido alguno, sientes el vacío del universo y tú como su único elemento. Ahí descubrí lo que era la soledad. Luego, impotente, sin mis sentidos, me dejé llevar por el interminable conducto donde de un momento a otro empecé a oír vocecillas y vozarrones de todas partes que cortaban como cuchillas la paz negra de ese túnel. Una vez que hube llegado a los bordes del canal me encontré con un espectáculo majestuoso, fue como ver una gran explosión multicolor sin sonido. Y me dejé llevar. Pronto estaba dentro de esa luminaria y era como una más de esas partículas de colores que nunca había visto. Al final de ese recorrido de transición entre dimensiones me encontré a mí misma volando hacia cualquier parte, registrándolo todo en la memoria. Ya no sentía mi cuerpo, ahora tenía la misma densidad del aire y era un holograma andante.
Hice ese viaje por el universo y adquirí conocimientos técnicos y científicos de mundos desconocidos aprendiendo de seres nuevos para mí, pero sus rostros cambiaban de expresión pasando de la serenidad a la preocupación o acaso la compasión cuando les mencionaba que venía de la Cianea. Al principio pensé que sería por la lejanía y las difíciles condiciones del territorio sin embargo luego intuí que ellos me ocultaban algo y se esforzaban en hacerme sentir alegre mientras estaba en sus lugares. Se me hacía difícil pasarla bien cuando esos desconocidos me miraban con sorpresa sino con lástima.
Pasaba una temporada en Briyidul, en las fiestas de culto a la constelación de Orión y Rigel, su estrella más grande, brillaba blanca y azul… Me recordaba a la fea Cianea… tan de blanco, tan de índigo, tan grande, tan lejana… aún así el único lugar del universo que me esperaba.
El culto a Orión es uno de los eventos al que concurren gran cantidad de viajeros venidos de todas partes y por una siete días Briyidul se llena de alegría, rodeándose de una luz violeta. Ahí fue donde conocí a Thiago; me habló de Scene Aries, de las proyecciones, de su habilidad para hacer que otros entrasen en sus escenarios, y el último día me invitó a visitar su territorio. Habrían transcurrido más de una centena de años de mis viajes y después de haber vivido experiencias sorprendentes un fenómeno inusual más no estaba de más y me preparé para la aventura con Thiago.
De lejos, Scene Aries emite destellos rojizos y, como dije, tiene la contextura del plasma, material con el cual Thiago diseña los escenarios. Cuando llegamos había un enorme palacio rodeado de jardines de flores hermosas que yo había visto llegar a mi planeta por pedazos, criaturas exóticas, seres pequeños que jugaban en los campos, mares turquesas, aromas deliciosos y sonidos nuevos para mí. Recuerdo que ese día llovía escarcha rosada. Recuerdo haber tenido ganas de morir ahí, en ese paraíso. Recuerdo haber volteado para mirar a Thiago y éste dijo:
- “Es mi mundo, ojos violeta… La soledad me rodea… todo lo que ves es invento mío para sobrevivir a la monotonía” – luego agregó: “Soy un ser demasiado sensible e influyente en el mundo en el que vivo, todo aquí cambia según mi estado de ánimo. Soy la fuente generadora de mi propio ambiente, si algo triste me llegara a pasar todo alrededor se deprimiría conmigo, si llegara a morirme este lugar se extinguiría conmigo; así que debo ser feliz y estar alegre para que en Scene Aries vivan la magia y la fantasía”
- Imagino que se te hace difícil enfrentar el hecho de ser el único habitante real, ya que el resto son como espejismos ¿cómo olvidas la soledad?
- En este mundo no se puede olvidar la soledad, ella existe aunque nosotros no. Si yo muriera no se acabaría la soledad; sólo puedo hacer lo posible para no dejarme vencer por ella y viajo mucho y conozco otros seres. Ya había conversando antes con hologramas parlantes como tú jaja.
Entonces sonrió y empecé a debilitarme como si su mirada, su sonrisa, sus palabras, tuviesen un efecto poderoso sobre mis nervios y mis sentidos. Sentía que alguna parte de mi voluntad se adormecía al solo hecho de estar tan cerca el uno del otro, sólo sabía que necesitaba de más aire en mis pulmones, que las pulsaciones se salían del promedio normal y pensaba en la semana del ritual en honor a Orión y que los mejores momentos vividos habían sido con Thiago, al que tenía frente a mí.
- Es que así somos cuando viajamos por el universo, nuestro cuerpo de materia se queda en casa y lo que ves es un holograma. – añadí.
Descubrí universos fascinantes en el tono ámbar de sus ojos, había tomado mi mano y en ese momento salió una aureola boreal en el cielo, un viento suave nos envolvió; yo sólo tenía ganas de vivir ahí con él para siempre y sentía que el corazón se me oprimiría si ese momento acabase. Nunca había tenido esa sensación de casi un vértigo, estaba en el limbo con una alegría inexplicable.
- Siento como si el tiempo se hubiera detenido. Quisiera que te quedases aquí conmigo y compartirlo todo. A pesar de haber conocido tantos seres y de haberlos hecho entrar con la mente en mis mundos, o de manera directa como te traje a ti, ninguno de ellos me había hecho sentir como ahora me siento.
- ¿Qué es?... Me pasa algo, siento una angustia terrible al pensar en la idea de tener que irme y no volver a verte, Thiago.
Él se acercó y sus brazos rodearon mi cuerpo… Mis manos en sus hombros… Nuestros rostros acercándose… y los labios rindiéndose el uno al otro.
Habité en Scene Aries cincuenta años más, compartiéndolo todo con Thiago, sin embargo dos meses antes de cumplirse los 200 años de mi desconexión, pesadillas empezaron a mortificarme: Otra vez regresaba al destello de colores, luego al canal del agujero gusano como transición hacia mi cuerpo dejado en la Cianea, empezaba a sentir demasiado frío y se acercaba el momento de la salida de la cámara de criogenización… entonces, ya unida al cuerpo, salía. Luego los maestros cianitas hacían elevar la temperatura de mi cuerpo y yo fallecía al cambio brusco de temperatura. Al último aniquilaban a Nautaro y a toda mi familia.
Influenciada por estos repetidos sueños horribles, un día difícilmente decidí que lo mejor sería dejar Scene Aries y volver a mi destino en la Cianea… El programa de desconexión es un programa automático, caduca a los 200 años, lo que quiere decir que sino regresaba el día en que se cumpliesen los 200 años, sería el mismo programa el que acabase conmigo.
- Finalmente te vas…
- Debo regresar a Cianea. Soy un holograma, no soy real.
- Para mí sí.
- Mi cuerpo no está aquí, sino regreso a Cianea en tres días el programa me eliminará.
- No puedo perderte. Si te conectas a tu cuerpo dime cómo haré para recuperarte. Te necesito… te amo…
Hubo una promesa que iba más allá del espacio y del tiempo. Volveríamos a vernos cuando recuperase mi cuerpo. El conocía las coordenadas para ubicar Cianea y en una semana nos encontraríamos en Briyidul, listos para huir a Scene Aries.
Llegado el momento atravesé el canal gusano y ya estaba de regreso en Cianea. Recuperé mi cuerpo. Viví con mi esposo Nautaro cincuenta años más, fuimos Grandes Maestros de la Cianea y tuve dos hijos. Sin embargo sucedían cosas raras cuando enseñaba y me tocaba relatar experiencias, sentía como si buena parte de mi vida afuera se hubiese perdido de la memoria. Me parecía que Nautaro contaba con más recuerdos que yo. Y por alguna razón sentía como si me apretasen el corazón tan pronto presenciaba una aureola boreal. Se llamaba nostalgia… inducían a los sentimientos humanos, obstáculos no permitidos en la Cianea. Algo había ocurrido en la desconexión, algo que yo no conseguía recordar. No me explicaba porqué en mis sueños había tanta belleza y de un momento a otro todo se derrumbaba y daba paso a la destrucción, a lo lejos, como un eco alguien decía:”el paisaje está matándome”. No podía estar tranquila.
A pesar que no estaba permitido, hurgué en los archivos de los programas y encontré que los Patriarcas de Cianea tenían uno registrado como “Suprem” “programa supresor de recuerdos”. Según la sinopsis, este programa servía para la eliminación de recuerdos no científicos que pudiesen afectar la naturaleza de la raza cianita”… Ahí estaba la clave, habían deleteado parte de mi vida a su antojo y no paré hasta que encontré mi registro personal de los últimos cien años: … ¿Briyidul?, ¿Scene Aries? No recordaba que ese último nombre haya sido importante para mí. Sólo tenía recuerdos de las fiestas del culto a Orión y que ahí conocí a Thiago… me invitó a Scene… Aries… y luego, nada más.
Huí de la Cianea y pregunté por todo el universo donde quedaba Scene Aries, mi viaje no fue tan fácil, ya no era un holograma que en segundos estaba en el planeta más próximo. En la travesía me encontré con los seres que mencionaba al comienzo de esta historia, me veían con compasión y ahora sí me podían decir porqué, porque a todo cianita les borraban parte de sus recuerdos, eso era lo único que sabían. Les hablé de “Suprem” y supe que yo había sido la única en desertar de aquella tierra. Tenía que saber qué pasó después del rito de Orión, si es que alguna vez llegué a Scene Aries. Seres de un extraño territorio del cual, por seguridad, prefiero no decir el nombre, me ayudaron. Estimularon mi corteza cerebral y en una semana comencé a recordarlo todo y como resultado, a sumirme en la depresión más terrible. Para entonces, ya había transcurrido un siglo desde que dejé a Thiago en Scene Aries, para entonces ya tenía en la mente el camino a sus dominios, para entonces Thiago se llamaba Krudoh.
No fue fácil caminar en ese escenario de pesadilla y antes de que lo ubicase a él, él me ubicó a mí y me hizo entrar en una espantosa realidad subterránea. A cierta distancia le conté mi historia y mientras avanzaba en mi discurso, el túnel se derritió, el cielo anochecido se rompió con un estruendo, las bestias vociferaron y aquél que tenía cerca, aún de espaldas, recostado en la columna, ladeó la cabeza y volvió a llamarse Thiago. Dos lágrimas habían caído al suelo, resquebrajándolo. Después de cien años aún seguíamos siendo los mismos.

TEXTO Nº 02
LA GRINGA
Por: Dagoberto Ojeda Barturén
Una noche de invierno llegó al Instituto Nacional de Cultura de Chiclayo, una mujer apuesta, alta, cuerpo esbelto, blanca, pelo rubio, ojos azules, vestida de terciopelo negro y entrada en años, pero no perdía su belleza. Se acercó al cafetín donde, generalmente, se encuentran artistas sirviéndose algo del menú de aquel establecimiento de tertulias nocturnas.
Ocupó una mesa solitaria, pidió un café, fumaba plácidamente y observaba a su alrededor con el deseo de que alguien se acercara a conversar con ella. Y así fue, el poeta y pintor Jorge Fernández se acercó a entablar conversación con aquella mujer desconocida para todos los que frecuentaban esta casa cultural.
Jorge la trajo a la mesa donde estaban sus amigos. Al instante, ellos se contagiaron de su buen humor, de su risa y alegría que irradiaba en su tema de conversación. Venía de la capital con el propósito de pasar una temporada en esta ciudad de sus ancestros.
Pues, se hizo desde aquel instante amiga de todos los presentes, en especial, de los que conformaban el grupo artístico “Cromolíricos Trazos”. Pertenecía a nuestra agrupación el poeta Aurelio Ravines, y desde el momento que la conoció a la “Gringa” que por sobrenombre le pusieron, - su verdadero nombre era Carmela del Pilar Schustermann, -, se enamoró de ella y esa misma noche, a pesar de tomar, diariamente, sus somníferos, no pudo dormir hasta el amanecer. Y si bien es cierto de que no hay mal que por bien no venga, en aquella noche desvelada Aurelio hizo un hermoso poema, que a la noche siguiente se lo mostró a la Gringa.
-Para ti, Carmela del Pilar, recibe estos versos que han brotado de lo más profundo de mi alma.
-¡ Ay, Dios mío ¡ ¿Qué dirán? Me emocionas – exclamó la Gringa.
Aquel poema comenzaba así:
“¡Oh! ¡veme siempre! Tus ojos son tan bellos
que en vano envidia el cielo su dulce claridad
me miras con el alma; cuando me ves con ellos
amor está en tus ojos como una eternidad.

¡Encanto de mi vida! Mujer idolatrada,
la diosa y soberana que impera en mi existir
que no me falte nunca la luz de tu mirada
para sentirme tuyo, para poder vivir.”
………………………………………………..
Al terminar de leer todo el poema, con una dibujada sonrisa y emoción profunda, lo abrazó tiernamente y le dio un beso en la mejilla al poeta que tenía el rostro curtido por los años, blanco como ella, alto, bien plantado, serio y fumaba a menudo.
El poeta Aurelio al percatarse que la Gringa no se encontraba cómoda en el lugar donde se había alojado, le ofreció su casa, pues, él vivía solitario. Ni corta ni perezosa, la Gringa aceptó. La casa que antes estaba triste, al fin, le llegó la alegría y el poeta pudo ahuyentar la soledad que desde hace tiempo lo agobiaba y lo deprimía. La vivienda estaba descuidada, el poeta no era amante del orden y la limpieza. Las cucarachas se paseaban por la cocina y el comedor, las arañas merodeaban en las partes altas de los ángulos de las paredes. Había un sofá destartalado con agujeros grandes de los cuales entraban y salían ratones. Felizmente que la Gringa no era aracnofóbica, pues, el techo y las paredes del cuarto de baño tenían bastante telarañas. Aurelio se molestaba si alguien que lo visitara matara un animalito de su casa, él afirmaba que eran almas de difuntos.

En este ambiente fue recibida la gringa, que no se sabe cómo pudo adaptarse, pero lo cierto es que vivió por algún tiempo. Ella se pasaba los días leyendo buenos libros del añejo estante de la casa, aunque varios estaban apolillados, la mayoría era de poesía.
Aurelio cocinaba, a veces lo hacía la Gringa, el caso es que ambos se ayudaban en el arte culinario. Un día pasó por la casa un vecino y al ver que salían columnas de humo por la ventana de la sala, creyendo que había incendio, tocó la puerta, apuradamente. Aurelio la abrió, echándole humo en la cara; el vecino tuvo que pedir disculpas por su equivocación, lo que ocurría es que los dos estaban fumando como si estuvieran en una competencia.
Días van y días vienen, no faltó la discusión: la gringa se dio cuenta que mejor alimentada que ella estaba la gata de la casa, el poeta le daba a ésta lo mejor de la carne que compraba, pues, creía que su mamá se había reencarnado en este animal.
-¿Quién te ha dicho que las almas de los muertos se reencarnan en animales? –inquirió la Gringa, fruncida y enojada.
-Así es , y, también se reencarnan en seres humanos –replicó el poeta.
-¿Y, porque crees que ese animal es la reencarnación de tu mamá?
-¡Escúchame! Cuando murió mi mamá la gata que teníamos, que no es esta gata que ves, al siguiente día parió siete gatitos y poco a poco se iban muriendo, de la cría sobrevivió uno, la gata también se murió. Ese uno, es esta gata que me acompaña.
-Todo está bien, pero porque crees que es tu madre – le increpó ella.
-Porque ella mismo me lo dijo.
La Gringa creyó que le estaba haciendo una broma, pero se dio cuenta que hablaba en serio. Y lo siguió escuchando:
-Una noche, yo esta sentado aquí donde me ves, y la gata que ya era grande, porque había pasado un año del fallecimiento de mi madre, ella me habló y me dijo: “Aurelio, hoy no me has dado de comer, y eso no debes hacer con tu mamá”. Y me tuve que ir a comprarle carne y por eso no me descuido de ella.
-¿Y ya, no te ha vuelto a hablar desde ese día, Aurelio?
-No, porque ya no he vuelto a soñar con mi mamá- contesto el poeta.
La Gringa que se había emocionado tanto con el relato quedó desilusionada porque creía que a su vida le iba a dar un nuevo rumbo con ese misterioso descubrimiento.

-Entonces, todo lo que me has dicho fue un sueño.
-Claro, pues, mi mamá me habla en sueños- dijo Aurelio, medio molesto.

Un día Aurelio friendo un bistec, vio una cucaracha que caminaba cerca de la sartén, agarró un tenedor, la pinchó, la puso en la candela retirando un poco la sartén, se achicharró, la metió a su boca, la masticó y dijo “está crocante” y se la tragó. La gringa que lo estaba observando quedó anonadada y lo amonestó:
-¡Aurelio, porque haces eso, me das asco, eres repugnante y así me besas!
-Son ricas, yo como cucarachas asadas, quiero que tú también aprendas a comer, espérate que salga otra y te invito y vas a ver que es sabrosa.
-Ni que estuviera loca como tú, ¡cómo crees que voy a comer esa porquería!
-No es porquería, es comida de inteligentes, lo que pasa es que la gente común no sabe comer. No saben que las cucarachas, los grillos, saltamontes se comen y cualquier insecto sabiéndolo preparar.
Desde ese día la Gringa cocinaba, no dejando en lo posible que el poeta lo hiciera, más bien lo mandaba a comprar todo lo necesario a un mercadillo cercano.
De noche ambos se iban al INC para distraerse con los amigos y tomar su cafecito. Iban regresando tarde la noche a dormir, a veces hacían el amor, y cuando esto ocurría ya no era necesario que el poeta tomara su pastilla para dormir.
Una noche Aurelio no tenía deseos de ir al INC y la Gringa se fue sola y al llegar al recinto cultural se encontró con otro poeta, Daniel Beltrán, quien también sentía atracción por ella. Él le propuso viajar a la Sierra de Cañaris, donde trabajaba en un centro educativo de primaria y como único docente que era en aquel plantel, necesitaba una auxiliar para que lo ayudara, y que le pagarían los padres de familia. La Gringa que tenía espíritu turístico aceptó la propuesta con mucho entusiasmo.
Esa noche, la Gringa no regresó a la casa de Aurelio, el cual no podía dormir por su tardanza. Salió a buscarla a las dos de la madrugada, comenzó a llamar, a gritos, al guardián del INC.
- ¡Jesuuuuús… Jesuuuuús… Jesuuuuús…!
Apareció el guardián y le dijo: ¿“Has visto a la Gringa”?
-La vi sentada en una mesa del cafetín con Daniel Beltrán- No le dio más información. Aurelio regresó angustiado presintiendo que lo había abandonado y así fue al confirmar por las averiguaciones que hizo al llegar la siguiente noche.
Pasaban los días y las noches tristes para el poeta, no podía dormir, pensando en el amor de su vida, y se iba debilitando de tanto desvelarse, las pastillas que tomaba no le hacían efecto, hasta que llegó el día fatal y trágico: se cortó las venas de las muñecas de ambos brazos y un corte en el lado derecho del cuello, se desangró toda la noche.
Al día siguiente que llegó su hermano a visitarlo lo encontró sin un hálito de vida y bañado en un charco de sangre.

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