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miércoles, 12 de mayo de 2010

RECUERDOS Y NOTAS PARA COMPRENDER LA LITERATURA LAMBAYECANA DE LOS 90

RECUERDOS Y NOTAS PARA COMPRENDER LA LITERATURA LAMBAYECANA DE LOS 90

por Nicolás Hidrogo Navarro
En Lambayeque coexistió la poesía agónica de los decimistas, cumananeros y los sonetistas, con una poesía versolibrista, vanguardista, aburdista. Convivieron por separado grupos oficiales como ADEL, APLIJ, CP, Pirca, Asociaciones de Poetisas tipo reunión social o reminiscencias nostálgicas, con la de jóvenes rebeldes en su actuar y escribir, cuyas reuniones se daban más en la calle junto a una botella de ron con gaseosa, antes que en un ambiente formal, serio, con agendas y plataformas estéticas definidas. El cada vez más lejano convocar de los concursos literarios apagaba su aparición; el recital, el folleto a publicar, la reunión del viernes en el INC, la invitación y la “chancha” para el “calzoncillo” reavivaban la rutilante seudobohemia. Entre humo de medianoche, lupanar o noticias de la “jerma”, se hicieron poemas, se soñaron proyectos quiméricos de publicaciones futuras que traspasaran a allende, se realizaron disertaciones absurdas, se divagó en la imortalidad de un poema, se hizo pedanteos y cuentos que se asemejaban a la propia ficción de la misma generación: de contestataria y rebelde actuar.
¿Existió generación literaria de los 90 en Lambayeque o sólo un grupo de loquetes que se querían hacer llamar poetas? En realidad la generación de los 90 es una generación subterránea, y en algunos casos clandestina del margen oficial, con un ensortijado de pose, exhibicionismo, llamada de atención, figuretis, pero existió, tal como lo pueden probar centenares de poemas y cuentos dispersos en los muladares, en las hemerotecas y en revistas de poca difusión y tiraje. Tres grupos o círculos juveniles de creadores predominantes le dieron su nota esencial: “Argos” (Constelación de estrellas, ganadores de Lunderos), “Ubicuos Malditos” (Versión revivida de los poetas malditos franceses: Baudelaire, Rimbaud y Verlaine) y “Arboleda” (Remanentes argonianos y mixture figuretis grilletis mutandis). La presencia de UMBRAL, con Mariana Llano a la cabeza como un todis, fue casi percibida como un taller de enganche con imprentas, que invitaba, so pretexto de los concursos literarios que auspiciaba, a los nuevos ganadores “a hacerse conocidos publicando su obra en una antología”, con un costo con tirajes que oscilaba entre 100 y 500 ejemplares que nadie compraba por necesidad sino por caridad o cortesía.
Hubo círculos oficiales como el “NIXA” de la UNPRG (1992-1994) y el “Javier Heraud” (1990-1995) del ISP “Sagrado Corazón de Jesús”, que más que de estudios lingüísticos y literarios fueron de promoción y realización de eventos económicos profiesta promocional o de excursión y gestión de viajes de asistencia a eventos en otras latitudes del país: poco o nada produjeron, a lo mucho pequeños boletines o un periódico mural casi condicionado por una nota académica, de ellos nada queda como aporte creativo.
Fue una generación predominantemente poética y articulera, de recital y de juerga. Los mejores poemas se inspiraban en las juergas, antes que en el alba o en un supuesto sillón inspirador. Creo que un día antes y después de un recital se componía más poemas que en todo el tiempo que demoraba el intervalo entre un recital o un encuentro y otro.
Fue una generación muy dividida y soberbia, estaba casi compuesta por seudodivos que no querían difundir lo que producían, algo así como: “quieren conocer mi poesía síganme y les dicto de memoria lo que esta mañana se me vino a la salida del baño o en mi chupa de anoche”. Nadie los ha conocido sino en los recitales del INC o en las ceremonias de los concursos de algunas municipalidades o Lundero de La Industria. Fue una generación noctámbula, con muchas preocupaciones de no pasar desapercibido en cuanto evento se cruzara.
¿Quiénes fueron y dónde están los representantes de la generación de los 90, que mañana posiblemente estén reivindicados en las programaciones curriculares de los estudiantes de secundaria y universitaria? No hay duda que parte de ese filón ignoto empieza con esta punta de iceberg para poder determinar y descartar a quienes transitaron por este subyugante mundo de la creación instintiva, inspirativa, iluminativa, demiúrgica o alambicadamente racional, pero al fin un pedazo de vida, un rompecabezas para armar.

Yo recuerdo que la Generación del 90 dio a luz jóvenes inquietos ganadores de los Premios Lundero entre los que figura Antonio Noblecilla, Ernesto Zumarán Alvitez, Carlos Cachay entre otros, bajo la figura paterna de Juan Congona en la primera etapa entre 1990 y 1995. “Argos” constituyó la primera marca referente, sin embargo no dejó consolidado un manifiesto, no se pudo apreciar un trabajo de equipo, una idea de grey o un ideal estético que tuviera un mismo vértice. Fue una reunión casi de patas, de amigos de fin de semana que creyeron encontrar en el INC Chiclayo la mejor vitrina para ser admirado o seguido por los demás. Cada recital, cada evento era aprovechado para leer un poema, intercambiar obras, conocer sobre eventos o juegos florales y para establecer marcas territoriales y supremacías, es decir buscar la admiración, la adulación.
Cuando en 1993 se organiza el Primer Encuentro de Poetas Jóvenes bajo el auspicio de Freddy Cabanillas Terán, muchos jóvenes concurrieron por primera vez sin embargo, no todos tuvieron éxito, pues lo que producían no podían denominarse literatura y algunos sólo se limitaron a ser meros espectadores sin embargo, por encima de estos sobresale la figura de un Becerra Pupuche, un Stanley Vega que hace su aparición, Franco Ñañez, Willian Célis bajo la paternidad de Juan Congona el más veterano pero al mismo tiempo el más preocupado porque la imagen que se proyectara fuera la de un poeta embargado de misterio, con una opinión o una crítica que perfilara a ese nuevo representante. Por estas épocas el representante más importante por los premios, los reconocimientos y cobertura que tenía en La Industria de Chiclayo era Carlos Cachay, que resultó siendo la oveja negra del grupo dado que se descubrió que sus trabajos eran grandísimos plagios.
Dentro del grupo “Argos” fue el caso más sonado y podríamos decir que esto marcó su escisión, fue una especie de decepción para Antonio, Ernesto y el mismo Pupuche que por entonces le pisaban los talones. Este Cachay tuvo la desfachatez que después de haber sido descubierto probadamente, de presentarse al mismo Lundero, a la revista Caretas, a la UNPRG, es decir engañó prácticamente a medio mundo y puso al descubierto, dejando mal parados a más de un jurado de los certámenes literarios de la época. Aún recuerdo la cara de palo que puso Oscar Vilchez cuando se enteró que el premio Poeta Joven no le debería corresponder a Carlos Cachay, aún recuerdo su cara de yo no fui de Andrés Díaz Núñez y otro curita metido en este certamen. Todos guardaron silencio, no convenía hacer público este plagio, a todos le salpicaba un poco del laurel de la infamia. El final de “Argos” casi se da en el último Lundero del 94 donde logré obtener por allí una Mención Honrosa en Cuento y donde Pupuche se logra encumbrar en Poesía. Era una situación chistosa en poesía en algún momento se intercambiaban los órdenes de mérito a veces iba primero Becerra Pupuche luego Antonio Noblecilla y luego Zumarán, a veces Zumarán, Noblecilla y Pupuche. Esto demostró que indiscutiblemente fueran los favoritos. Y podríamos hablar de que ellos representaron desde el 90 hasta el 95 y quizás un año o u par de años más una especie de círculo ruletero de los premios literarios. Aún recuerdo el entusiasmo de Antonio y Ernesto en un hotel trujillano cuando nos alistábamos en el 92 para ir hasta el diario La Industria a recibir el premio. Antonio decía “somos los antipoetas”, la gente hablará algún día de nosotros, le estamos a los trujillanos respondiendo, especialmente a Luis Eduardo y a Duncan Sedano que en Chiclayo también se hace buena poesía. “Pide lo que quieras” fue una frase que la hice célebre entre los ganadores de Lundero, la escuché de la directora de la Industria María Ofelia cuando nos agasajaba en cada uno de los premios y diría que la gente casi no le interesaba el diploma y el regalo de libros o una computadora, sino sentirse en algún momento dueño del comedor o el bar a donde nos llevaran. No comíamos, tragábamos; no bebíamos sino chupábamos.
Del 95 hasta el 98 la presencia de “Arboleda” fue casi la continuación de los remanentes de “Argos”. Stanley.- Vega manejaba en su casa una buena estrategia de “atraer a las moscas”. Invitaba a sus primas, a alguna poetisa que tenía más gracia en sus carnes que en su verbo, y lógicamente esto despertaba al panal. Una vez fui invitado y aparecí con Lucho Yomona. Me hizo acordar, de mis lecturas del gran Balzac, una especie de tertulia ofrecida por alguna condesa donde todos llevaban, en este caso no sus mejores prendas o galas, sino blandiendo algún nuevo poema exótico que dejara maravillados a todos o algún comentario de algún libro draculesco para dejar perplejos a los demás sin saber de qué se hablaba, de quién se hablaba. El ideal era impresionar, era fanfarronear más que una motivación a promover una corriente estética o establecer patrones comparativos de valoración de obras medianamente conocidas.
Fue la única y última impresión: había mucho figuretismo pero escasa producción y difusión literaria.
Otro círculo del cual fui partícipe fue “Los Ubicuos Malditos” de los cuales éramos miembros Luis Ernesto Facundo Neyra, Luis Yomona Yomona y quien habla. Aquí podríamos hablar de una actitud irreverente, antipoética no solamente por la escritura sino por la forma del comportamiento. Estábamos como aguafiestas en cualquier espacio en cualquier evento e imponíamos nuestro criterio de abierta y desafiante crítica contra la formalidad. Sentíamos que la presencia de Baudelaire y Rimbaud estaba con nosotros. Los habíamos invocado a través de la ouija, de la cual éramos una especie de santones entre todos nuestros compañeros de la universidad. Jodíamos a todo el mundo impunemente, revelábamos desfachatadamente secretos, más basados en nuestra intuición de observación que lo que nos pudiera decir la ouija y de no haber sido porque la literatura era primero hoy fuéramos unos charlatanes ouijeros.

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