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jueves, 3 de junio de 2010

EL LEGADO DE AMOR de Ángel Ramos Mejía

EL LEGADO DE AMOR de Ángel Ramos Mejía



Por: William Piscoya Chicoma
(williampiscoya@hotmail.com)

Con una poesía juvenil amorosa y desconsolada, “ecológica” y efusiva, cívica y emocionada, entrañable y humana -de estilo sencillo, coloquial y confesional-, Ángel Eduardo Virgilio Ramos Mejía (Ferreñafe, 1991), ha ingresado, feliz y auspiciosamente, al expectante ámbito literario, específicamente poético, de su tierra ferreñafana.

Y es que, en efecto, Legado de amor y otros poemas (2010) -el germinal libro de poesía del joven estudiante y vate “arrocero”-, a través de un carácter llano, conversacional y confidencial, nos presenta, en primer término, aquella forma de amor juvenil, que, originariamente, es una pasión sublime y alcanzada, que llena al amante de una complacencia singular y vasta, y que lleva al poeta, en Ayer en la noche, a enunciar: “Ayer en la noche,(…)/ estaba pensando en ti./ Ayer en la noche/ mirando a las estrellas/ te veía a ti./ Ayer en la noche,/ hablando con la luna/ le pregunté por ti./ Ayer en la noche/ la luna y las estrellas/ me confesaron el amor/ que sientes por mí.” Pero esa misma satisfacción impar e inmensa, muy pronto, se ha de convertir en un sentimiento de amargura, sufrimiento y dolor que ha de extenderse a lo largo de toda esta gran parte del conjunto de textos. Y las razones que motivan esta tan abrupta conversión de alegría a tristeza, de felicidad a tribulación, están determinadas por dos indicios expresos: el alejamiento o la distancia, y una contraposición ideo-religiosa. Por eso, en El tiempo y la distancia, nuestro poeta exclama: “La gran distancia que nos separa./ Mi mente esta vacía./ mi alma fría,/ Mi vida no tiene sentido (…)/ Yo me pregunto qué será de tu vida/ qué será de tu vida, vida mía (…)/ Y me consuelo/ con ver tus fotos y leer tus cartas.”; y en Lo nuestro ahora, la otra causante de la separación es presentada por medio de un contrasentido con gran carga emocional: “No aceptas mi religión/ y eso me hace dar un paso atrás/ para que tú y yo podamos seguir./ Somos dos caras de una moneda, un contraste;”(…) yo, yo soy sello/ y tú, tú eres cara;/ yo soy mar/ y tú arena;/ yo soy fuego/ y tú agua./ …dos ideologías distintas/ y eso nos hace ser diferentes.”. A partir de entonces, la expresión y el estremecimiento de Ramos Mejía, han de sufrir una inversión que lo orientarán al descontento, la aflicción, el dolor. Así, en Solo y triste sin ti, un estado de pesadumbre, de absoluto desconsuelo abordará la lírica de nuestro poeta: “Ahora estoy muriendo de tristeza,/ de tristeza porque no veo tu belleza,/ tu belleza que ilumina mi camino,/ mi camino ahora es un desatino,/ un desatino que vivo todos los días,/ todos los días cuando recuerdo que por el jardín corrías,/ corrías para atrapar a las mariposas,/ mariposas que se posaban en las rosas,/ rosas que se han marchitado,…”

El subsiguiente gran tema que aborda Legado de amor y otros poemas, de Ángel Ramos, es el asunto “medioambiental”. Un pequeño grupo de poemas con esta temática nos proyecta la adhesión, el compromiso y la más completa filiación, del joven escritor ferreñafano, con las esencias de la naturaleza y la problemática de la contaminación, la devastación de los recursos originales, el cambio climático, etc. Así, pues, El valle, es el texto que, notoriamente, destaca en su conjunto. Este es un poema breve y “ecologista” -tan de usanza en la recientísima lírica postmoderna-; pero, sobre todo, es la manifestación fidedigna, espontánea y vívida, del grande amor de su joven autor por la naturaleza, por la vida y, en general, por toda la creación universal.
Y es que sólo a partir de la pasión por los elementos naturales y la dilección por la belleza de la creación divina, se puede expresar aquel sentido de concientización, admiración, valorización y denuncia expresa que, Ramos Mejía, alienta en sus sobrios y delicados versos. Porque, únicamente así, a partir del amor por la obra universal, se puede llegar a plasmar una realidad adversa a lo que debe significar la participación bienhechora del hombre frente a su hábitat. Es decir, sólo partiendo de la fuerza y el valor de un espíritu contemplador de la maravilla creadora de Dios, se puede entender un poesía cuya finalidad absoluta es la de revelar el agravante, quizá, irreversible, que el hombre mismo efectúa contra su propio mundo, contra su propia naturaleza de ser: “Iba caminando/ Caminando por la calle/ Cuando de repente estaba llegando/ Llegando a un valle/ Valle que estábamos contaminando/ Contaminando con la basura de la calle/ ¿Qué es esto? Me pregunté/ Y una respuesta a mi pregunta hallé./ Es la muestra de que nosotros los hombres/ No cuidamos lo que Dios/ Dios nos ha dado/ Con tanto sacrificio y esfuerzo Él ha logrado/ Y nosotros como si nada/ Sin nada/ Sin nada lo estamos dejando.”.
Desde la perspectiva del poeta, el valle es la representación del hábitat, del entorno, del mundo y, además, de la magnificencia y magnanimidad de Dios, de quien reconoce que: “con tanto sacrificio y esfuerzo Él lo ha logrado...”. El componente basura (impureza, corrupción, inmundicia), por su parte, simboliza la acción del hombre sobre aquella excelsitud de carácter celestial, y que va consumiendo y exterminando con su voracidad depredadora e irracional. Sin embargo, en las expresiones: “Y nosotros como si nada/ sin nada/ sin nada lo estamos dejando.”, nos enfrenta a un implícito llamado a la atención de ese mismo accionar irresponsable y malsano del hombre contra el medio y su propia condición y género humanos. Tal vez, en esta actitud de Ramos Mejía, se presenta la verdadera calidad e intencionalidad de su discurso poético: declarar, con un estilo sencillo -sin incurrir en elucubraciones innecesarias y tecnicismos fútiles, y valiéndose, apenas, de un escueto conjunto de imágenes-, la realidad de un mundo (el “valle”, del poeta) que, los hombres, vamos desnaturalizando y que, también acaso, algún día convirtamos en un paraíso “sin nada” o de la Nada.

El amor a la patria, a la madre -y la admiración, en universal, por la naturaleza femínea- así como la idolatraría y la evocación por los arquetipos y contextos de su propia tierra, son otros felices argumentos que explaya, Ramos Mejía, en su novel poemario. Todos, nos develan un espíritu sensible y creador que se mantiene en constante ebullición dentro del esquema ideológico y vocacional lírico del poeta. De esta progresión de textos de profundo contenido emocional y placentera lectura, destacan: A mi madre, Loa a la mujer, Un verdadero amigo, Sólo te pido, Orgullo santaluciano, Querer es poder, Niña bella, Coloquio con la abuela, ¿Quién es él? y Felicidad.

Por su carácter grácil y candoroso, por su temperamento juvenil y donativo, pero, sobre todo, en virtud a su lozana palabra -llana, emocionada y transparente, como la ofrenda maravillosa de un serafín- Ángel Eduardo Virgilio Ramos Mejía, ya ha ingresado al grupo de poetas ferreñafanos que, desde su propia o colectiva producción literaria, están constituyendo la nueva lírica de la llamada Tierra de Sicán.



Ferreñafe, 7 de marzo del 2010.

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