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jueves, 3 de junio de 2010

LA MAGIA INSUSTITUIBLE DEL LIBRO-IMPORTANCIA DEL LIBRO EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

LA MAGIA INSUSTITUIBLE DEL LIBRO-IMPORTANCIA DEL LIBRO EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO





Por Nicolás Hidrogo Navarro





Lo fundamental en un libro es que su sola presencia produce un sentimiento casi místico de conocimiento y saber y una conmoción misteriosa que sólo la tinta, el papel, los grafemas, los capítulos y subcapítulos, deben de saber sin ser. Los buenos libros invitan a adentrarse en las profundidades de ese túnel del saber, que antes y después de nosotros ocurrió y deberá ocurrir de la misma o diferente manera. Un texto es un fantasma que ronda entre la mirada de todo aquel que posa su atención en él.

Cuando compramos un libro, no compramos una ruma de papeles tipografiados, engomados, refilados, compaginados, ilustrados y encuadernados primorosamente: compramos un microuniverso, una galaxia de experiencias que te pueden cambiar y hacer vibrar de emoción cuando avanzamos lento o veloz por la supercarretera de la literatura connotativa o del conocimiento denotativo.

La cercanía de los libros y la visita frecuente a sus páginas hacen que uno se vea empequeñecido ante el saber, pero al mismo tiempo nos hace grandes ante los demás. La gran diferencia entre las personas y los profesionales de cualquier campo del saber humano, está entre lo que uno lee y cuánto ha leído, pero fundamentalmente cuánto ha comprendido y ha aplicado metacogntivamente a su realidad. Leer te hace más grande y extenso en tu conversación, en tu fundamentación, en tu parlar. A quién lee se le escucha con más atención y respeto: su lenguaje, sus ideas, sus argumentos, son más potentes y convincentes. Se puede aprender más de quien lee más. La lectura es y será la gran brecha y diferencia entre los que estando en igualdad de condiciones sociales, económicas, políticas y culturales, se alejan del límite de la ignorancia, el facilismo y el conformismo. Se puede ser tan magister o doctor ignorantón por el disfuncionalismo de sus lecturas; como docto o zahorí por ser un autodidacta y lector voraz. Ni el grado o pos-título, ni la universidad te garantiza que seas buen y consumado lector.

Leer te abre infinitas posibilidades de ser rico en el saber aunque seas paupérrimo en lo económico. La lectura te enriquece y te abre el seso del entendimiento. Leer es estar más avisado que los demás. Leer es estar un paso adelante de los demás.



Podrá la imagen y el audio de la televisión y el internet estar de moda y hasta pretender destronar al libro físico. Podrá ser más fácil y cómodo mirar “Los Miserables” de Víctor Hugo, “La guerra y la paz” de León Tolstoi o el más glorioso de los libros de literatura del mundo entero “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha ” de Miguel de Cervantes, por televisión; o, “Moby Dick” de Hernán Melville, por radio; u, ojear como hipertexto por internet “El mundo es ancho y ajeno” de Ciro Alegría. Pero ninguna de estas experiencias modernas será tan enriquecedora que leer, teniendo el libro físico entre tus manos, tratando de decodificar esa maraña garrapateada de signos ordenada en una lógica conceptual y argumental. Leer comprensiva es un reto no tan fácil como ver o escuchar. Para leer hay que tener activo todo tu potencial: vista, oído, mente, respiración, atención, concentración, memorización.



Parafraseando al cliché que una imagen vale por mil palabras, sostengo que una palabra poética vale por mil imágenes. En la televisión lo verás, en la radio lo escucharás, en el internet lo leerás, pero no lo podrás tocar. La lectura de un libro entra por los ojos, los dedos, la mente. La lectura es maravillosa porque polisémicamente una misma historia puede suscitar distintos efectos estéticos y puede tener diferentes interpretaciones y aplicaciones, según el tipo de lector, formación y ocasión. Allí está la magia del libro, porque cada vez que leas y releas una misma obra,, los personajes y los escenarios estarán revoloteando en tu mente sin más ayuda que tu propia imaginación y materia gris: no necesitarás de electricidad, ni línea de sistema que se cuelgue, ni ondas hertzianas interferidas, ni satélites, para vivir esa gigantesca magia de transformar las palabras en imágenes que perduren para siempre en los recovecos en los sólo 1,400 cm cúbicos de masa encefálica, constituido por 100.000.000.000 de neuronas generando una red estructural que es unas cien veces más compleja que la red telefónica mundial, alojadas sólo en 1.3 kg de tu peso total, tu cerebro.

Cuando uno lee un libro no sólo le pone la marca de su mirada, algún doblez en la esquina donde uno hace sus pausas para retomarlo más tarde o los subrayados, notas y sobreescrituras explicativas y dubitativas, sino que en la hoja física se van quedando las huellas de la yemas de nuestros dedos y el sudor de nuestra emoción momentánea al leer e ir figurando cinematográficamente todo el argumento o el paisaje y diacronía de la historia o sucesos contenidos en grafías.



La magia del libro está en que uno lo puede tocar como se acaricia algo amado: en las noches lóbregas, en las tardes solariegas o en las mañanas coloridas. La magia del libro está en que uno puede leerlo en cualquier lugar con sólo abrir sus hojas a la luz del sol, de una vela o de una bombilla de neón o alógena, sin mediar otra cosa más que tu mirada, tu mente, tu emoción. La magia del libro está en que los pasajes que más te han emocionado puedes volver a releerlo cuantas veces quieras y sentir nuevas emociones por cada vez que lo hagas. La magia del libro está en que puedes volver a sentir similar emoción al coger un mismo libro de tu biblioteca o la biblioteca del pueblo después de 70 años, de cuando tenías ocho años y ahora tengas 78 años y quizá allí encuentres el propio reflejo de tu mirada nostálgica de niñ@ inquiet@, entre las líneas. La magia del libro está en que entre sus hojas puedas encontrar la misma lágrima de emoción que te suscitó la trama de la historia o del desenlace inesperado aún cuajada por el rocío de la niña de tu éxtasis de lector.



Un libro es el resultado sistematizado de una experiencia estética, científica, social, familiar y emocional. Un libro es la culminación de una etapa en la vida de todo escritor, profesional o persona de a pie que quiere transmitir y perennizar sus experiencias y dejar como legado a sus futuras generaciones sus propias cuitas, descubrimientos y emociones. Un libro es un ente vivo cuando pensamos y nos buscamos en él. Un libro es como un hijo concebido, que se quiere toda la vida sin discriminación ni preferencia. Un libro es un producto que sale de sí para ir a los demás a colmar la necesidad vital de ensanchar el universo verbal y ser útil para colmar la vida y hacerla más cómoda y feliz. Un libro es la consolidación de experiencias terrenas que se trasmite de generación en generación y pasa a ser el legado de la historia universal.

Escribir un libro, editarlo y difundirlo es una de las experiencias más gloriosas a las que puede aspirar quien quiera preciarse de ser escritor. Un libro se escribe una vez y para siempre. Un libro está poblado de seres, de hechos, de vida y experiencias. Un libro que se abre deja huellas en el alma, en la psiquis del lector. Un libro es un canal conductor del túnel de la experiencia del tiempo y hace constar que antes que nosotros, otros ya vivieron experiencias similares o disímiles de las que vivimos ahora como lectores.

Podemos tener y asumir la experiencia y el placer de escribir o leer, igual, se necesita creatividad y concentración, motivación y deseo irrefrenable de perennización. Podemos asumir el papel en algún momento de lector; pero también podemos animarnos a asumir el reto de ser unos perfectos escribas u quedar inmortalizado en la memoria viva de los lectores.



Lambayeque, abril 21 de 2008

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