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lunes, 7 de junio de 2010

NARRATIVA LAMBAYECANA- LEÍDA Y COMENTADA EN CONGLOMERADO CULTURAL

CUANDO EL SOL SE APAGÓ
Por: Anders

Ella ya había comprado su boleto y salía a las 8:00. El no sabía que muy bien que decirle, que hacer cuando se enteró. Tomó el teléfono, y decidió llamarla, marcó el número, lo sabia de memoria, eran tantas las veces que la llamó, tantas en las que ella pensó que solo era porque él se sentía mal. Si ella hubiera sabido, que él lo hacia tan solo por escuchar su dulce voz. El fono timbraba y eso lo puso nervioso, su decidida llamada, se convirtió ahora en mil dudas, en ese momento ella contestó, él no pudo decirle nada y colgó.

Son las 7:45 y al fin El decidió que hacer, corrió al aeropuerto, alcanzó verla instantes antes que ella pasara el último control, la llamó... Claudia!!!, ella sólo atinó a voltear y en un idioma que solo el corazón puede oír le dijo.... adios amor!!!..... paso la puerta... El no sabía que hacer.... Omar no sabia que hacer, no sabía que sentir... se iba la persona que le juro amor eterno, pero a la que el nunca aprendió a amar, se fue su gran amiga...

Para cuando salió del aeropuerto, llovía, quedó todo mojado, sólo tenia en su corazón el sinsabor de no haber tenido la valentía de decirle adios cuando la llamó.

La lluvia no parecía calmarse, se refugió cerca de la academia donde Claudia}, llevaba clases de flauta los martes en la tarde recordó...

Por un momento olvidó a Claudia, su gran amor vino a su mente, extrañaba a Vanesa, pero ella ya hacía tiempo que no quería sabe nada de él.

La lluvia no ayudó a que su depresión se calmara...

Por un momento pensó en recuperar a Vanesa, en volverla a conquistar, la sola idea de hacer eso, lo llenó de una satisfacción que no había encontrado en semanas desde que todo entre ellos terminó, lo hizo sentirse bien... el amor lo hizo sentirse bien.. el amor que él sentía... no le importaba que Vanesa no sintiera nada por él... haría todo lo posible por ganarse su corazón nuevamente....
ENTONCES PASÓ.....
Omar seguía refugiado en la academia, cuando la vio, vio a Vanesa a través de aquellos cristales, de la tiendecita de enfrente, se veía tan hermosa como siempre, sonriente, era un sol... pasaron unos minutos y ella salió de la tienda donde vendían esos chocolates tan ricos pensó...

Se alegró, no puedo describirles cuanto... quiso salir y hablarle, no pudo se quedó parado, frío sin poder moverse, ni decir nada... su amada, su gran amor ya viajaba en otro cielo, ya no azul ahora rojo, diferente al suyo...

La vio... la vio salir... por la puerta de la tiendecita con una caja de chocolates, pero no estaba sola, alguien la estaba esperando... el estaba ahí... ese sujeto al que ya había visto antes... aquel tipo que no le inspiraba confianza alguna... pero que hacia con ella que hacia esperándola qué qué qué???... después todo fue confuso... no veía con claridad... todo le parecía un sueño... era extraña esa sensación nunca antes la había sentido, una idea venia tras otra... la confusión... todo era rojo

El tipo, bajo de su auto, le abrió la puerta, no sin antes besarla... Omar seguía frío, sin moverse, ni decir nada.... Ella subió al carro.... y así su gran amor se marchó...

Él al fin entendió...

El sol se apagó
Desde el día que dijiste adiós
mi sol que eras tú, se apagó
desde el día que dijiste adiós
lo frío, lo rojo y con ellos esa idea volvió
no entiendo y digo adiós
no entiendo y digo cual
no entiendo
aunque aun allá
en lo frío, inerte
sé que te voy a amar

La silla cayó y aunque luchó por un último respiro... la soga....
Anders


EL SIGNO
Por: Joaquín Huamán Rinza
Llegó por la tarde cuando me ocupaba de limpiar el polvo de la ventana. Entró golpeándome el pecho, ¿Qué modales de llegada?, dije, como reclamándole. Continué con mi tarea de limpieza, escuchaba que el hombre paseaba todo el ambiente, iba de un extremo a otro, tal vez preocupado. Así estuvo todo el tiempo que demoré en asear todo el salón. Ustedes ven, es amplio, tiene muebles y adornos que hacen demorar; especialmente, esas antigüedades las que debemos cuidar mucho, existe desde la época que sus antiguos dueños eran jóvenes, así comentan los conocedores, yo no sé cuánto tiempo equivale aquello, desde que yo era niña este local estuvo ocupado por esta institución. Esto hace más de tres décadas.
Normalmente este ambiente está ocupado por lectores o estudiantes. Esa tarde no sé por qué motivo no había gente, el día estaba espléndidamente soleado, llegaba un aire primaveral, con olor a flores. Él continuaba dando vueltas sin ganas de conversar, por pequeños instantes dejaba escapar un suave murmullo ininteligible. Así estuvo todo el resto de la tarde.
Desde el escritorio de la biblioteca escuchaba sus pasos y sus cortas murmuraciones, en algunos momentos lo veía pasar con la cabeza gacha, con paso tardo, meditativo. Me entretuve en la lectura de un cuento de regular extensión, cuando terminé de leer, el sol rojizo brillaba antes de su despedida, a esa hora apareció un lector, pasó muy cerca del hombre, éste se hizo a un lado como dando pase; cuando estuvo frente a mí casi increpándole le dije, en la próxima tenga mucho cuidado al caminar. ¿Qué hice yo que no me di cuenta? Respondió sorprendido, inmediatamente me percaté que no todos tenemos la misma facultad; esto me está permitido a mí no más, disculpen la petulancia, si es que alguien más existe con estas condiciones naturales.
Unas cuantas vueltas más dio alrededor de las mesas, luego se retiró como renegando, apenas pude oírle “en ningún lugar se puede estar tranquilo” y desapareció por la puerta que conduce a la escalera. Acto seguido, apareció Rolando, entró diciendo que ya era hora de salida, por respuesta le dije si no se había encontrado con alguna persona, me miró sorprendido, dio media vuelta y ya de espaldas me dijo: “Tú siempre con tus visiones”, y desapareció. ¿Qué puedo hacer, si ellos me siguen? Desde niño he tenido esa virtud, nunca he tenido miedo a esos cuerpos. En muchas ocasiones he jugado con ellos o ellas, cuando era pequeña.
Debo recordar que no hace mucho a la vecina de una amiga la vi jugar bajo la sombra de un árbol, cuando así lo hice saber a ella que en esos instantes se encontraba en mi casa, ella sólo atinó a seguirme la corriente. Pasado unos días, ella me manifestó que, a quien la había visto unos días antes, había fallecido de ataque al corazón en días posteriores. En muchas ocasiones me ha sucedido lo mismo, pero lo más sorprendente es lo que me sucede en este lugar, como saben ustedes, aquí trabajo algo más de un año, este local guarda grandes sorpresas. Estoy convencida que el dueño jamás quiso abandonarlo, siempre regresa. Hace poco estuve concentrada en la lectura de un libro cuando de pronto fui sorprendida, entró de manera estrepitosa a la biblioteca y pasó casi rozándome la espalda y creo que estuvo mirándome un buen rato, al ver que no le tomaba importancia se concentró en los tomos de los libros; así lo encontré cuando giré.
— Cualquiera entra saludando —dije, por decir algo.
Me miró y nuevamente volvió a concentrarse en los libros del estante. Vaya hombrecito se tragó la lengua, pronuncié en voz baja, a pesar de ello, alcanzó a oírme y muy lacónicamente respondió.
— ¿Muchacha, te incomodo?
— Para nada —le contesté
El hombre de buen porte, casi me atrevería a decir, español o descendiente de Ibero, relativamente joven, vestía una ropa elegante. Después de observarlo bien, me concentré nuevamente en mi lectura. No sé a qué hora se retiraría, cuando terminé eran las nueve de la noche, ya no había nadie, sólo encontré una nota escrita en una de las mesas de lectura, en la que me anunciaba que en días próximos esperara su visita.
Por breves segundos, Gabriela, paralizó su relato, instante que aprovechó para sacudir su cabeza, en ese movimiento, su cabellera levantó vuelo como si el viento la soplara con violencia, por un momento hizo un revoltijo con ella, luego fue regresando a su lugar con tal delicadeza como si este le acariciara, rizo por rizo. Soltó una sonrisa que dejó ver sus dientes ordenados como si fueran una fila de soldados vestidos de blanco, linchito de limpios, su sonrisa se tornó en una estrella rutilante que a todos contagió, su rostro fue invadido por el soroche solar, se enrojeció un instante para luego pasar a un color sonrosado ideal, ese matiz que a todo varón enloquece.
Ella, sólo era la intermediaria de esa historia algo inverosímil que venía contando y que tanto a Nicodemo, Juvenal y Roberto e incluso a mí, no terminaba de asombrar. Ella estaba allí, prendada de la historia, era uno de sus personajes, no era para menos, había dejado dicho que regresaría y así había ocurrido. Se alisó la cabellera, se posesionó del salón, miró a uno y a otro lado como buscando el personaje de la historia e inició nuevamente.
Regresó un día viernes, muy temprano, quizá muy de mañana cuando llegué a las cuatro de la tarde, mis compañeros me refirieron que habían escuchado mover sillas, cerrar ventanas, e incluso habían dejado escapar exclamaciones. Lo encontré sentado de espaldas a la puerta, concentrado, mirando uno de los cuadros que adornan la sala de lectura. Al sentir mi llegada, dio media vuelta para decirme:
— Hoy sí podemos conversar, si te parece mejor quiero contarte un poco de mi historia o mejor dicho la historia de este lugar.
La intriga se acababa de abrir para mí, sin que yo lo haya buscado. No quedaba otra que escucharlo. El hombre parecía que tenía necesidad de soltarlo todo. Se mostraba un poco nervioso, antes de empezar con su relato, me miró detenidamente, me estudió, si cabe el término. Luego poco a poco fue calmándose.
Ya dueño del momento, empezó con su relato.
— Niña, mis abuelos vinieron por primera vez desde Las canarias, esa tierra que siempre extrañaron, porque a pesar que quisieron regresar, no pudieron hacerlo, sólo llegaron a México, donde se establecieron por más de veinte años; allí nací, en medio de la lluvia y guerras civiles entre españoles. Gracias a esas circunstancias quedé huérfano desde muy niño. Qué iba hacer en esas circunstancias mi madre, una mujer poco emprendedora, me crió como pudo. A los quince años me uní a una flota de aventureros del mar, para escaparme de la vida aburrida a la que me estaba condenando mi madre. Después de pasar un sinfín de penurias y varios años sobre las aguas del Pacífico, arribé al Callao, hecho ya un joven, con suficiente experiencia como para embarcarme en cualquier empresa.
Los primeros años de mi estadía en Lima, fueron muy difíciles, la pobreza casi me lleva al suicidio. En la primera oportunidad me salvó de pura casualidad uno de mis mejores amigos, él tuvo la gracia de tomarse la pócima que había preparado, creyendo que era jugo de coco. Él muy inocente murió convencido que se había intoxicado el hígado. Yo me quedaba con mis lamentaciones hasta otra oportunidad. Aquella segunda vez, había preparado en un plato de tacu tacu, para disimular mejor mi envenenamiento pero fue contraproducente, en esa oportunidad seis vecinos fueron siguiendo los pasos de la víctima, por adelantarse en comer esa comida. Así me fui convenciendo que esa vía de escape no era para mí; logré levantar mi estado de ánimo, me animé a tomar mis bártulos y emprendí viaje hacia el norte. Mi primer sorbo de alegría lo bebí en Trujillo, ahí me afinqué por escapar de cinco años, durante ese tiempo pude hacer algo de capital, como también de emparentarme con una de las mejores familias del lugar.
Ya con un poco de dinero en los bolsillos arribé a Chiclayo, este era un pueblo que recién empezaba a crecer, ofrecía mucho para aquel que se atrevía a formar empresa, cualquiera que sea. Como siempre un poco loco, quise meterme en el rubro de buscador de reliquias. Y había mucho por donde iba uno, encontraba. Mi empresa iba viento en popa. No había necesidad, tampoco de encontrar intermediarios para hacer llegar estas reliquias al extranjero, ellos mismos venían a buscarme; verdaderamente mi asombro iba en crecimiento. Sin mucho esfuerzo me iba convirtiendo en uno de los más acaudalados del lugar. Para mis amistades, yo me dedicaba al comercio de curtiembre, para ello tenía un local en el mismo centro de la ciudad. Todo Chiclayo lo conocía, incluso venían de las afueras, de las campiñas de Lambayeque y Ferreñafe. El precio de estos productos era de los más cómodos que se ofrecían; mi establecimiento paraba lleno de compradores casi todo el día, inclusive los domingos que se atendía medio día.
Durante ese apogeo comercial, se me metió en la cabeza comprar ese terreno, especie de una pequeña huaca, un cerrito que a nadie despertaba la curiosidad. La iglesia recién había sido terminada. Así que lo cerqué y empecé mi exploración. En un inicio botábamos la tierra por toneladas, cuando mis ganas empezaban a desfallecer, encontramos montañas de adobes, que aún hoy vemos; avanzando hacia su interior encontramos habitaciones que pudieron ser como recintos para las élites gobernantes; inmediatamente muy cerca ubicaron urbes de abigarrada estructura que combinaban las residencias de los señores y el pueblo con talleres de producción; como cuyes, ésta área era como una maqueta que servía de muestra para la construcción de toda una ciudad.
Seguimos avanzando, aunque mis trabajadores tenían miedo de avanzar, se atemorizaban por los constantes derrumbes, pero sin consecuencias fatales para los míos. Así, estábamos rebasando ya la frontera, cuando encontramos una pirámide invertida que escalonadamente alcanzaba 12 metros de profundidad, aquí encontramos nueve cuerpos de mujeres con todas sus indumentarias intactas, ellas sentadas representaban con su sonrisa una gran alegría, seguramente porque habían sido elegidas para acompañar al jefe; aparentemente, allí no existía un personaje principal. Continuamos con nuestra exploración, más a la cúspide nos hallamos con ocho personas entre sirvientes, concubinas y guerreros que rodeaban un atrio de madera, preparada especialmente para el jefe.
A ese nivel comenzaron a caer goteras, y en los techos brillaban fragmentos de metales. Ante el inminente peligro nadie quiso avanzar, y cada nivel que retrocedíamos rellenábamos con la misma tierra. Después de una fatigosa tarea logramos aplanar el lugar, logrando el objetivo, abrimos zanjas para el llenado de base y columnas, a los pocos años de haber comenzado esta construcción, terminamos la edificación de la casa.
Mi familia se trasladó a esta nueva casa, gozoso y feliz, ignorante de toda esa experiencia que había vivido al lado de mis obreros. El día de la inauguración festejamos nuestro secreto, nuestro compromiso de no hacer saber estas cosas a ninguna de nuestras familias.
Al poco de tiempo de ello empezó lo impensable, comenzaron a morir uno por uno los obreros que había trabajado conmigo, con una enfermedad que nadie logró detectar. Todo el cuerpo se pintaba de color morado, y al ritmo que iba coloreándose, también la respiración iba desapareciendo. Los cabellos se encrespaban, se ponían de punta y al poco rato después del último respiro empezaban a volar por los aires como si ellos se hubieran apoderado del aliento del difunto y se desaparecían por la puerta, al llevarlo el cuerpo del muerto, toda esa cabellera se encontraba en el cementerio. Allí tenían que dejar al difunto para que no se alterara nada. Cuando quisieron hacer lo contrario con el segundo de los finados, su cabellera había invadido la casa de todos sus familiares; en la noche no le dejaban dormir. Todo quedó en calma cuando el féretro fue llevado donde había sido vista la cabellera.
Tal vez conmigo fue más benevolente, me llevó casi sin hacerme sufrir, pero mi castigo parece que fue, volver del más allá a molestar a los vivientes. Siempre aparentando la edad con la cual me fui. Ya siento cansancio de volver y volver, cuántas veces tengo que padecer cuando alguien se asusta con mi presencia, es la primera vez que me he encontrado con una persona que he podido sentar a contarle todo esto”.
Terminó sudando a pesar que el tiempo estaba friolento, se levantó parsimoniosamente y sin despedirse se esfumó, allí no más.

Joaquín Huamán Rinza

Posdata
Por: Brander Gonzáles López
Por cobardía o pura incredulidad, no había hablado por años, de aquella misteriosa misiva, que me marco para siempre. Estaba por aquella década proscrito por mi padre. Las continuas borracheras en que me había inmiscuido y mis romances con mujeres casadas; lo habían hartado. Una mañana no aguanto más y me desalojó a empellones de mi propia casa. De la forma más vergonzosa y vil arrojó mis maletas y pertrechos al pavimento oscuro. Ni siquiera el llanto de mi madre lo conmovió para que me diera otra oportunidad. No tuve más remedio que marcharme y dejar atrás toda mi holgazánica vida. Me despedí de mi mejor amigo-desde la niñez- con los ojos desorbitados de puro llorar; y dirigí mis pasos hacia Lima, donde hice mi nueva vida. Por años me comuniqué frecuentemente con Robert, quien era el único en saber mi paradero. Puesto que por aquel entonces el rencor oprimía aún mi dolido corazón, nada quería saber de familia. Un miércoles 22 de abril-lo recuerdo como si fuera ayer- recibí una llamada de él. Me pedía viajar de urgencia; se le notaba aturdido y lloroso al otro lado de la línea, estaba fuera de sí; solo fueron una cuantas palabras:
-¡Soy Robert! Ven te necesito, es algo muy grave que no puedo decirte por teléfono...no me falles!
-¿Qué pasa, loco?- Contesté sin conseguir respuesta.
Un sonido agudo retumbó en mi tímpano derecho, luego de que colgara nerviosamente el fono. Pero sin dudarlo, a las pocas hora estaba rumbo a Chiclayo. El viejo ómnibus que tomé en Fiori se malogró en Pacasmayo, donde tuve que aguardar a que lo reparasen. El retraso no fue el único problema; el frío fue cruel conmigo aquella aciaga noche de meditación. Me despertaron en Chiclayo al promediar las tres de la tarde. En el trayecto estuve cavilando mucho la reconciliación familiar: me decidí, lleno de temor, poner fin a esta situación que me agobiaba la conciencia y el alma. Una moto-taxi me condujo rápidamente por la polvorienta avenida, a casa. Dude en un principio, pero mi mano como si tuviera vida propia, tocó la puerta. Fuerte y repetidas veces. La puerta estaba ligeramente descolorida y las cortina de la sala eran otras. Como nadie me abría, use mis viejas llaves. Ya dentro me di con la sorpresa que mi familia en conjunto estaba fuera. Mis pies me condujeron a mi habitación, arrastrándose deliberadamente, como acariciando el piso añorado. Mi habitación estaba llena de polvo, como si después de mi violento exilio se convirtiera en un lugar prohibido y respetado. Mi vieja casaca de cuero permanecía en el ropero, igual que la última vez que la vi, y mi pequeño Godzilla me observaba impávido con las fauces abiertas y desafiantes de siempre. Mis muchos afiches se entre mezclaban con grandes telarañas en un tétrico romance de luz y sombra. Todo, como expliqué estaba lleno de polvo, menos un sector de mi escritorio donde una hoja de papel recientemente garabateada, se movía curiosamente con el aire recientemente de vuelto al ambiente rancio. Una inusitada curiosidad me obligo a leerla. Estaba dirigida a mí y decía lo siguiente:

Chiclayo jueves 23 de abril de 1999
Querido hermano estuve esperándote esta mañana y me canse haciéndolo, espero que estés bien. Tu más que nadie sabes como te estimo, y es por ello que me he tomado la libertad de llamarte. No sé lo que me a pasado, Josué, no lo entiendo aún por más de que lo he pensado mucho. Todo es demasiado raro para ser cierto. Yo estaba en esa fiesta de mierda, y he tomado como siempre “fuerte”, estaba allí Humberto, Abel, James, Jean, y toda la sarta de tarados amigos nuestros, ¡si tú sabes como me pongo con los tragos encima, pero te juro que esa noche estaba tranquilo! Nada de drogas ni nada, de nada...Luego al día siguiente, domingo me levanto como siempre y sin saber como he llegado a casa ¡y cosa curiosa hermano! En mi house ni un alma. Desayune unos panes con huevos y me eché andar. Allí estaba Humberto “el cigüeña triste”, ensimismado en la barra del “Black Pub”, me acerqué a darle la mano y me ignoró, ¡te lo imaginas! Ese pendejo. A mi todavía con esa pendejadas. Pero eso no es todo, yo no tenía ganas de pelear, sentía una paz interior única, y también lo ignoré. Algo no estaba bien. Yo que soy un animal malhumorado... Posteriormente, fui a ver a Jenny y la desgraciada tan poco me dio bola: cerró sus ventanas cuando yo me acercaba a verla, se hizo la difícil. No lo sé, eso me puso de mal humor y me fui desconcertado a casa. Y esto es lo más grave: entro, saludo y mi papá nada, sólo abrazó tiernamente a mamá y algo le susurró tiernamente al oído, mientras apagaba la luz de mi cuarto. No sé qué pasa, nadie parece estar conciente que existo. ¿Quieren darme una lección por lo grosero, poco amable e indiferente que soy a veces con todos?”.
Era todo cuanto decía la carta. La letra era indiscutiblemente de mi amigo. También se podía apreciar que la hoja estaba mojada por gruesas lágrimas. Era raro que él llorase.
De repente sentí una mirada que me sobrecogió; en el umbral de la puerta, tras de mi, estaba mi padre, que me observaba incrédulo tras sus gruesos lente bifocales de carey.
-¿Cómo te enteraste, hijo? Todo este problema ha sido muy penoso; no había forma de avisarte, lo siento mucho.
-¿De qué hablas, papá?
-De Robert ...fue un gran muchacho.
-¡¿Qué?!, ¿cómo? ¿cómo que fue? ¿De qué hablas?
-Si, hijo; Ya lo hemos enterrado, sufrió mucho el pobre...-se contuvo y prosiguió-. Pero ya han detenido al conductor que lo atropello.
Miré la fecha de la carta y me desplomé de bruces. Cuando me hube recuperado, me lo contaron lentamente todo: Robert había sido atropellado por un camión el sábado tras salir de una juerga. En su borrachera no había sentido ni el rugir de su avanzar ni las luces potentes que a otro hubieran enceguecido. Tras ser arrollado, había permanecido en coma por largos cuatro días. El día de mi llegada lo acababan de enterrar-¡llevaba un día de muerto!-. Busqué en el piso y allí estaba la carta. Pero lo que me produjo un nuevo desmayo, fue lo que decía al final donde anteriormente no había visto nada:
Postdata: Querido amigo, me tengo que ir. Despídeme de mis padres, diles que los quiero mucho ...Cuídate mucho tú también. Al final, su firma inconfundible.



¿UN DÍA NORMAL?
Por: Carlos Muro Yovera

El día está nublado, ya hace frío, pues en realidad mucho frío, camino despacio por las calles y no se porque me paro en una esquina, por intuición, por gusto o por cojudo. Veo que se acercan dos niñas que vienen del colegio son muy bonitas, pero son niñas. Un viejo casi sin cabello viene mirándoles el culo, viejo de mierda pienso, hijo de puta ya las estará imaginando en una cama y moviéndose como él quiera, que cagada es esta vida, pero no hay de otra. Después de tan pedófilo espectáculo avanzo lentamente, ¿Qué mierda llevo en la mano? Me la sacudo y suelto un palo pequeño, no recuerdo donde lo encontré ni porque lo llevaba, pero bueno ya está ya lo boté. Mientras camino me pongo a pensar en ¿Qué será de Cuba cuando muera Fidel? En ¿Por qué si Chita la mona de tarzán era macho lo convirtieron en hembra? Que pendejos. No se por que chucha se me pasan esas cosas por la cabeza y lo peor es que solo las pienso y no se porque no las puedo decir. Que carajo, todo esto es una completa huevada y a nadie le importa lo que piense yo, ni a mi me importa lo que piensen los demás así que mis ideas seguirán dando vueltas en la cosa esa a la que no se quien mierda le puso cabeza. Ya está casi oscuro y unas risas estúpidas llaman mi atención, y como no se van a reír si a una cuadra ya huele la hierba, quemados de mierda pienso, mientras sus padres de seguro se sacan el ancho trabajando, estos huevones se tiran la plata en paces que al final serán su pace a la destrucción, ¡wow! Me asombro, ya comienzo a pensar como un escritor, pues en realidad eso es lo que quiero ser, un puto escritor, y ya sé, ya sé, vuelven a mi cabeza las palabras que todos me decían; que voy a ser un cabrón muerto de hambre, que no tendré ni para un pan, que en un país como este la vida solo es vida si tienes dinero y si no pues con tu trabajo deberás hacer más ricos a los ricos y tú con un sueldo mísero, tendrás que mantener a una familia de por lo menos seis personas. ¿Y así quieres ser escritor? Que huevón que eres!
Me decían mis “amigos” mientras sus risas aun retumban en mi cabeza.
Crash!!!!puggg!!!!!! Suena fuerte, me asusto, levanto la mirada y veo dos autos casi destrozados, digo casi porque al menos la parte de atrás se salvó, un pitido ensordecedor invade el ambiente tensionado, es un tombo de transito, uno de esos huevones vestidos de verde que dicen que son la autoridad, ja corruptos de mierda. En la otra esquina unos niños que jugaban cerca de la pista miran asustados y tratan de acercarse lentamente mirando a todos lados, yo me acerco casi como uno de ellos, cuando escucho; Javier, Pedro, vengan acá, carajo cuantas veces les he dicho que no jueguen en la pista, ¿ya ven lo que les puede pasar? Y los pobres niños entran en la casa llorando después del jalón de patillas y los palmazos de la madre, ¡vieja de mierda!, ¡abusiva! Ojala que cuando esos niños crezcan no le den ni mierda de caso. Pero que cabro soy, solo lo pienso, ¿por qué no se lo dije? Va! que chucha, no es mi bronca.
Hay! Hay! Hay! “Ayúdenme” grita una señora muy bien vestida pero toda ensangrentada, miro un rato la sangre y me gusta, tengo ganas de ir a probarla, a tocarla, a embarrarme con ella. Pero hay mucha gente. Observo que el señor del otro carro que no resultó nada herido, está superficialmente bien, miro un momento y me voy renegando porque no hay muertos.
Luego de un rato escucho unos gritos, era una chica que parecía un poco ebria, y un huevón que le estaba sacando la mierda a golpes, me entraron ganas de todo; de meterme, de agarrarlo del cuello y ahorcarlo, mejor no, de atravesarle un cuchillo y tomarme su sangre en su delante, tal vez de arrancarle alguno de sus miembros vitales y verlo morir lentamente. ¿Qué mierda estoy pensando? Solo fantaseo y no hago nada. Me acerco un poco a él y antes que le de el siguiente puñete y sacarle otro diente a la pobre mujer, le grito: ¡maricón hijo de puta! ¡Suéltala! La vas a matar. Que mierda te metes huevón, me dijo mientras me apuntaba con un arma. Lárgate de aquí loco de mierda, si tienes tiempo de joder, mejor anda córtate el pelo y aféitate y siquiera cose esos pantalones rotos que se te ven los huevos. Luego de esas palabras baje mi mirada y me vi, estaba sucio me toque la cara y en verdad estaba con barba y con el pelo enredado. Seguí caminando, total que chucha, no es mi bronca.
¿A donde me iba? No se, no se quien mierda soy, ni se que hago, pero si quiero ser escritor, pero ¿se escribir? Que mierda, sigo caminando y me pierdo entre la oscuridad de la noche, y a lo lejos retumba el sonido de una bala, me paro y pienso; que chucha, no es mi bronca.

EL CUADRO
ARTURO BRAVO FLORES
arthurbio@hotmail.com
Luego de bailar y beber unos tragos, decidió llevarla a un hotel.
Ya las bulliciosas calles de Chiclayo lucían tristes y vacías, eran cerca de la media noche.
Ingresaron a la Cuglievan una solitaria y oscura calle; ideal para los amantes, a media cuadra estaba el hotel, una antigua casa de tres pisos comprada en remate y ahora acondicionada para ofrecer servicios de hospedaje. Sus pasos hacían eco en la silenciosa calle, donde la tenue luz de los postes dejaron ver a unos hombres que por su aspecto parecían estar locos, caminaban como zombis, como seres sin voluntad, como poseídos por algo, el temor les invadió y apuraron el paso, de pronto; de entre las sombras uno de ellos les salió a su encuentro. Un aire frío le envolvió todo el cuerpo, Diana muy asustada se aferró fuerte al brazo de Miguel que preguntaba a aquel extraño ser que es lo que quería. ¡Regálame unas monedas! Escuchó decir,Miguel recordó que tenía unas cuantas en su bolsillo, las sacó y las tiró al piso, aquel hombre desesperado empezó a recogerlas, esto les dio tiempo para alejarse.
Ingresaron al hotel muy nerviosos, el hotelero les miró algo preocupado. Miguel observó que en la acera del frente había más de esos hombres extraños que miraban como hipnotizados el hotel ¿Quiénes son esos tipos que están en la calle? pregunto Miguel aun consternado ,no lo sé, comenzaron a aparecer unos meses después que abrieron este hotel, pero descuide, son inofensivos ¿piensan quedarse a dormir? ¡sí! bueno, aquí tienen las llaves, el cuarto número 308 por favor, que pasen una confortable noche. Gracias contestó Miguel, cogió las llaves y se dirigió hacia las escaleras, Diana lo miraba con ansia y deseo, sentía que un fuego la consumía por dentro y que necesitaba apagar con urgencia. Ya se disponían a subir cuando algo atrajo la atención de Miguel, en una pared del hotel había un enorme cuadro, en cuyo lienzo estaba pintada una hermosísima joven, estaba totalmente desnuda acostada sobre un lecho de sedas; Miguel se quedo lelo al ver tanta belleza, su piel era blanca como la porcelana, unos lindos ojos celestes adornaban su tierno rostro de niña, unos labios rojos y carnosos invitaban a besarla, su larga cabellera rubia caía como una majestuosa catarata sobre sus dos generosos senos que contrastaban con la línea curva de sus perfectas caderas, las cuales descendían por sus largas piernas que parecían envolverlo. No pudo contenerse más y se acercó al cuadro pasó su mano sobre el lienzo, parecía tan real que hasta pareció sentirla ¿vas a subir o no? Le gritó Diana desde las escaleras ¡Sí! Ahora voy.
Ya en el cuarto dieron rienda suelta a sus deseos, hicieron el amor desenfrenadamente, hasta que Diana cayó satisfecha y rendida sumiéndose en un profundo sueño. Miguel se quedó despierto se sentó en una silla frente a un ventanal que daba la calle, su cuerpo desnudo sintió una fresca brisa que ingreso abruptamente al cuarto; prendió un cigarrillo y se puso a pensar en el cuadro que había visto hace algunas horas, de pronto sintió que alguien habría la puerta, de un salto estuvo allí, preguntó quien era y nadie contesto. La abrió lentamente, no podía creer lo que vieron sus ojos, era ella, la joven del cuadro totalmente desnuda; entró al cuarto y cerró la puerta, Miguel miraba preocupado a Diana.
Quizo hablarle pero ella no le dejó, se colgó de su cuello y lo besó apasionadamente, él no pudo resistirse y se dejo llevar por el deseo. Sobre la silla hicieron el amor durante toda la noche, su delicado cuerpo se movía perfectamente hasta arrastrarlo hacia un profundo transe. Cuando despertó ya no estaba, se sentía confundido y se preguntaba si todo había sido un sueño.
Bajo las escaleras desesperado a ver el cuadro y confirmó que allí estaba, brillando esplendoroso sobre la pared; no podía entender lo que estaba sucediendo. El hotelero le contó que ese cuadro había estado allí cuando compraron la casa. Ese día Miguel recibió muchas amonestaciones en el trabajo por varios motivos: llegó tarde, estuvo distraído, somnoliento y pensativo; hasta Diana se molestó con él. Pero nada le importaba más, a que llegara la noche, pues había decidido ir nuevamente al hotel a confirmar si todo aquello había sido real.
Pidió el cuarto 308 .Una vez allí se sentó esperar a ver que sucedía, había dejado la puerta entre abierta; al cabo de unas horas de espera la vió entrar toda desnuda, hermosa, delicada no podía salir del asombro pero era real, ya no le importó quien era simplemente se entregó al placer. Esa noche como las posteriores hicieron el amor sin cansancio hasta quedar dormidos, sobre la humedad de sus cuerpos que se separaban cuando llegaba el día.
Al cabo de tres meses Miguel fue despedido del trabajo, Diana terminó su relación con él, pero a Miguel nada le importaba más que llegar al 308. Pero sin trabajo el dinero se le fue acabando hasta que llegó el momento que no tenía un céntimo, entonces empezó su infierno. Comenzó a rondar por las noches el viejo hotel, su aspecto se tornó deplorable, caminaba como zombi como un ser sin voluntad como poseído, entonces sintió hambre, a media cuadra vio una pareja él le salió a su encuentro, y les pidió unas monedas. Aquel joven muy asustado sacó unas cuantas monedas de su bolsillo y las arrojó al suelo, Miguel desesperado se agachó a recogerla, mientras que ellos se alejaban temeroso rumbo al hotel.


UN IMPERIO PARA SU CANIDAD
Por: Antonio Castro Cruz
V
en, junto conmigo, dame tu mano, deja tus enseres (por ahora), mírame a los ojos, fijamente …
Mira y dime si llegan tus ojos, allá en donde todo se hace oscuro ¡el universo!, estructura total de todo lo que existe, desde un átomo hasta las galaxias. ¿Has observado el cielo en una noche clara y sin nubes?, allí el “Señor Universo” senos presenta como una bóveda oscura en la que hay estrellas, planetas, nebulosas, rocas y polvo interestelar que tienden a agruparse en galaxias.
Las galaxias contienen millones de estrellas, además de planetas, satélites y polvo interestelar.
Las nebulosas son nubes gigantescas y difusas formadas por nubes y polvo interestelar.
Se que todo esto lo sabes porque has llegado a tu sexto de primaria, ¡Pero!, ¡Pero!, la mayor parte, cerca del 90% del universo esta formada por cuerpos y materias aun desconocidas por los científicos.
Oculta, muy oculta entre ese 90% de materia desconocida, se hallaba una estrella que estaba habitada. Es que las estrellas son los cuerpos celestes más importantes del universo. Esta era una estrella supergigante y de color rojo, porque al inicio las estrellas son pequeñas, blanco azuladas, muy brillantes y están muy calientes.
Pero después de millones de años de actividad, gastan su combustible y cambian de color, si la temperatura es intermedia producen luz amarilla y las menos calientes, es decir las más viejas son de color rojo.
En nuestra “estrella roja” habitaban muchos salvajes, barbudos, colmillos grandes, pies fuertes y eran antropófagos; que rendían culto a Selene y sabían que era la diosa de la Luna, ellos eran Selenitas, allí se explicaba toda su historia.
Llegados, quien sabe, de otros lugares del universo, estaban los Perseidas, como su nombre lo indica (Lluvia de estrellas fugaces) una vez más llegarían para iniciar un imperio, curiosamente entendían su destino; pero ya no tenían un líder, su antiguo emperador agonizaba envenenado quizá por algún polvo interestelar, todavía tuvo una brillante idea, hizo traer a su perro (el que más lo amaba) y se lo empezó a comer. Absolutamente nadie vio la metamorfosis y un día apareció:
-Era un ser mitad hombre y mitad perro; guardaba las cejas arqueadas hacia abajo (señal de su maldad) tenía un enorme colmillo (el otro se le había caído) era enorme (dos metros y medio) sus orejas paradas y su cola peluda. Sus garras eran poderosas, llevaba aun el vestido de emperador, sus fuertes pectorales y velludos brazos resaltaban, debía pesar algo de 300 kilos. Todos al verlo se arrodillaron y él con su voz de trueno llamó al comandante:
-Helios, dame el reporte de la situación.
Helios se acercó y haciendo una reverencia expresó:
-¡Su canidad! Los millones de hombres que ves aquí te sirven y estamos próximos a conquistar todo lo que es Estrella Roja … el emperador sacó su enorme lengua y se la pasó por todo su hocico, los ojos le brillaron y recostándose en el trono le dijo:
-Helios, comandante en jefe de mis ejércitos, yo Emperador Supremo y Señor del Universo, te ordeno que una vez que te retires de mi presencia, tomes bajo tu mando un ejército de hombres de reconocida valentía: 120 millones de soldados de infantería y 12 millones de caballería y luego ponte en marcha contra todos los que no quisieron rendirse antes.
-Ve, Helios y ocupa en mi nombre todos los territorios y guárdamelos hasta que yo los castigue. Pero no tengas compasión con los que se resistan, entrégalos a la matanza y al saqueo a donde quiera que vayas ¡cumple mis órdenes sin tardanza!
Apenas Helios salió de la presencia del rey se apoderó rápidamente de casi toda Estrella Roja, solo un grupo de Selenitas, los Ceres, se opusieron tenazmente.
La batalla final tuvo lugar en la constelación de las Tres Marías, allí Helios impuso su caballería e infantería por demás impresionante, pero Perseo, soberano de los Ceres, combinó su reducido ejército en tres partes: una ala derecha defensiva, una ala izquierda ofensiva y un centro de empuje, además de una reserva de caballería. Ese día pelearon hasta muy tarde, se lanzaban meteoritos pequeños, se rociaban con polvo interestelar y se clavaban entre si con rayos finos y largos.
El mismo Helios fue herido y firmó un acuerdo con Perseo, éste había logrado civilizar más a los Selenitas de su grupo Ceres.
Apiadándose del enemigo, Perseo se presentaría como vencido a cambio de recibir más civilización y tecnología.
Los perseidas recibieron a los vencidos con júbilo, por primera vez en su vida Perseo y sus generales vieron a un emperador así.
-¡Su canidad! exclamó Helios, traigo nuevos súbditos. El emperador pasó su lengua por todo su hocico, los ojos le brillaron, se recostó en su trono y rascó suavemente su oreja, entonces con voz de trueno expresó:
-¿Cómo te llamas?, ¿quién eres?.
-¡Su canidad! Señor Supremo del Universo, soy Perseo, soberano del grupo de Selenitas, llamados Ceres y ahora soy tu súbdito.
Estas palabras agradaron al emperador, quien hizo trato con Perseo.
Los ejércitos imperiales de Helios y la táctica de Perseo, fueron materia prima de la conquista de Estrella Roja, por su parte Perseo le enseñó a Helios y al mismo emperador el trato generoso hacia sus subordinados.
Lo que pedían se les daba, a cambio ellos entrenaban para conquistar otras estrellas.
Los súbditos pedían “energón” y esto debía cumplirse, ya no dormía el emperador, todas las mañanas se reunía en el Areópago, aquella colina, en donde se reunía el Consejo Imperial.
-¡Su canidad! le decían a una sola voz, hemos de conquistar el cinturón de asteroides, tan valioso y lejano y al oír esto lavaba con su lengua su hocico y le brillaban los ojos.
Los súbditos pedían traer porciones de lenguas de gases incandescentes que se elevan como llamaradas en la superficie solar y el emperador se los cumplía.
Se atrevieron a pedir colonias modernas, costó millones de trozos de energón, materia que alimentaba a cualquier planeta, pero en un instante estaban construidas sendas colonias, pobladas de lujosos palacios.
Pero sucedió lo inevitable, fieles a sus instintos, los Selenitas, que pasados miles de años, habían olvidado todo, encontraron entre los juguetes del niño Hefestión una maqueta vieja, que mostraba a Selene con una luna en su mano y muchos otros hombres en la otra, se notaba que los iba a depositar en esa luna, cuya letra inicial era “CH”, la llamaron luna CH, fueron a ver a Celón y le dijeron:
-Nosotros, del grupo de Ceres, los más destacados de los Selenitas, vemos como Perseo, el soberano, sirve a su canidad, no tenemos queja de él, pero sabemos que nuestro destino es llegar a la luna CH; tú, Celón, jefe del grupo secreto de resistencia contra los Perseidas puedes derrotarlos, oblígalos a que nos lleven a nuestro destino, marcha adelante y nosotros te seguiremos.
-¡No! ¡No!, replicó Celón, Perseo ha sido siempre fiel a nosotros ¿cómo hemos de traicionarle?
-Entonces habla con él y luego avísanos …
Oculta fue la entrevista entre Perseo y Celón, al siguiente día irían a ver al emperador.
-¡Su canidad!, le dijeron, toda Estrella Roja está descontenta quieren llegar a … y le explicaron todo.
Esta vez el Areópago fue centro de discusiones, Celón, Perseo, Helios, Ascalón, Diógenes; todos ellos generales y consejeros no sabían que decirle al emperador, este disolvió el consejo y se quedó solo.
Día a día se enfermaba, sus ojos legañosos, sus orejas caídas y un leve moquillo que obstruía su nariz … ¡de pronto apareció! ¿Quién le había dado permiso? Era un alienígena de 3 metros, cuyo rostro no se veía, las orejas le arrastraban hasta el suelo, en ves de pies tenía lechugas, sus largos brazos eran torcidos y pesaba a la sazón 30 kilos. Habló con un tono de flauta débil:
-¡Su canidad! me llamo Sputnik, yo tengo la solución a sus problemas, resulta que los Selenitas desean volver a su lugar de origen, deben ir a Plutón, el planeta más pequeño del sistema solar. Además es el más distante y el más frío.
-¿Allí quieren vivir? rugió el emperador …
-No, gran Señor, resulta que Plutón posee un satélite conocido llamado Charonte, que es casi de su tamaño y esta tan cerca de él que algunos llaman a Plutón “El planeta doble”.
-Llévelos a Charonte y desde allí ha de conquistar todo el universo … al emperador le brillaron los ojos y se le retorció la lengua.
-Solo que debe darme 3 billones de trozos de energón. El pacto fue realizado y así como vino el alienígena se fue.
Al día siguiente el emperador reunió a todos los Selenitas y les dijo:
-Yo, Emperador Supremo y Señor del Universo los llevaré a su destino, a la luna de Plutón, de donde algún día los expulso Selene (su diosa), por sus fallas, yo los llevaré a Charonte porque soy más supremo que su diosa y cualquier otro, vengan conmigo y vayamos a Charonte ¡vayamos a Charonte!.
-¡Ha Charonte! Gritó toda Estrella Roja, pero el niño Hefestión preguntó ¿Cómo llegaremos?. El silencio fue total, el emperador valiéndose de la improvisación dijo: -Hagamos una escalera alta que llegue a Charonte.
Miles de horas trabajaron, pero al llegar a millones de kilómetros esta se dobló y billones de Selenitas murieron. Otra vez querían matar al emperador, éste se refugio en su enorme palacio.
Nuevamente la improvisación lo haría salvarse, colgaron una soga de una estrella a otra y fueron deslizándose, luego la colocaron en otra estrella y así sucesivamente, pero luego de millones de kilómetros esta se rompió y millones de Selenitas quedaron flotando en el universo.
El peligro de derrocar al emperador era inminente, pero apareció nuevamente Sputnik:
-¡Su canidad! debes construir un transbordador, tengo los planos y te costará otros billones de energón. Algo oculto hacía que el emperador obedeciera al alienígena.
Después de un intenso trabajo el Columbia fue a cumplir su misión, sin embargo a medio camino explotó.
Ante este hecho el emperador volvió a su moquillo, a las orejas caídas y a las legañas, otra vez el alienígena entró en su sala imperial.
-¡Su canidad! el diseño del transbordador es incorrecto, debe tener una gran bodega de carga y un brazo robótico con control remoto que se usará para lanzar, recoger y reparar satélites en el espacio. La bodega de carga puede llevar un laboratorio espacial. Con todo ello se mantendrá informado y no fallará en nada; le dejó los planos, ahora por muchos, muchos más billones de trozos de energón y nuevamente fue obedecido.
Al fin partió el Discovery, gran expectativa había en Estrella Roja, sin embargo la señal se perdió, de un momento a otro; el emperador se reunió por última vez en el Areópago y llegaron también: Helios, su comandante en jefe, Holofernes, conquistador de Orión, Ceres, segundo al mando de los Selenitas en general, Celón, jefe de la resistencia secreta, Ascalón, el más intrépido de los perseidas, Mir, líder de la más importante estación espacial. De todos fue Perseo quien habló:
-¡Su canidad! Estrella Roja ha entrado en etapa de Supernova, durante esta etapa la Estrella alcanza temperaturas muy altas que la harán estallar.
-Yo Señor Supremo, replicó el emperador, daré solución a esto y la solución fue un engaño tramado con Ascalón y Helios, proyectaron imágenes en las cuales los generales a bordo del Discovery pisaban Charonte, todos los veían por el telescopio espacial Huble.
La muerte de una generación, que se tragó este cuento, fue motivo para que la nueva generación hiciera una revolución más grande, aun los lideraba el viejo Perseo y Ceres; Celón les aconsejó hacer un clon del emperador e infectarlo con sarna, este logró infiltrarse y alegrar los tristes días del emperador.
Cuando todo estuvo consumado entraron al palacio sin resistencia alguna, Helios lloraba, pero la furia se desvaneció porque en su gran sillón estaba un “perro”, por demás cosquilludo, legañoso, sarnoso, los chinches lo devoraban junto a las garrapatas, el moquillo lo ahogaba, los dientes estaban en el suelo, pero aún tenía vida y aullaba de manera lastimosa. Según ellos para honrarlo lo quemaron en una porción de sol.
El resto de la historia es rápida: todos se reunieron, Perseo habló, coordinó, dirigió y toda Estrella Roja se reunió; no para buscar un nuevo emperador, sino para averiguar la manera de llegar a Charonte, deliberaron, discutieron y al rato Perseo y Helios levantaron la mirada, era Sputnik, que entraba un grueso fardo de hojas de metal… todos se quedaron en silencio … al rato Perseo y Helios a una sola voz le preguntaron:
-Y bien alienígena ¿ahora cual es tu plan?, algo iba a decir Sputnik pero se quedó callado por mucho tiempo …
Yo seguía mirando el cielo porque ahora es noche clara y sin nubes y buscaba más en esa inmensa bóveda oscura, ahora que tú estas conmigo desde hace mucho tiempo, pero me mandaron a dormir (mi padre) y por ello hasta más tarde, ya amaneció ojalá mañana sueñes con Charonte o con su canidad.
ANTONIO CASTRO CRUZ
Autor
18/03/05 – 12:30 a.m. – 3:30 a.m.

(Extraído de mi libro: “Nocturnas Parejas Narrativas”-Próximo a publicarse)

ANTONIO CASTRO CRUZ (30/11/79)
Profesor de Lengua y Literatura y Escritor.
Referencias Artísticas:
Miembro activo del Grupo “Conglomerado Cultural”.INC.- Chiclayo.
Publicaciones en las Revistas: “El Parnaso de Apolo”– Mayo 1999, “La Ceremonia de los Maestros”- Julio del 2001, “El Maestrante”-Mayo del 2004.
Jurado Calificador y Declamador en las Instituciones: I.S.P.P. “Ricardo Palma”, I.S.P.P. “Sagrado Corazón de Jesús”, I.S.P.P. “Peruano Canadiense”, Municipalidad de José Leonardo Ortiz y Penal de Picsi.
Dirección de Talleres de Teatro Infantil.
I.E. “COSOME”, I.E. “Ramón Espinoza Sierra”
Ex profesor de Educación Superior en el I.S.P.P. “Peruano Canadiense”.
Actualmente Profesor de Educación Artística en la I.E. “Paula Frasinetti”.
Comentarios o referencias: anthonydesaint@hotmail.com


LA VISITA
Por: Carlos Muro
Llovía y los pasos en el agua sonaban fláccidos, metió nerviosamente la llave y entró, todo estaba oscuro y solo brillaban las gotas de agua sobre el cubretodo negro que llevaba desde hacía tres meses y que juró que siempre vestiría. Dejó las llaves sobre la mesa junto a la puerta y prendió una lámpara con una luz muy tenue, la puso sobre la mesa tardó un poco en acostumbrarse a la luz pero cuando miro a la mesa sus ojos se engrandecieron de sorpresa pero era un híbrido entre rabia y satisfacción,
-Otra vez tú aquí, pensé que nunca más vendrías después de cómo te trate la última vez. Qué es lo que quieres……….. Un silencio invadió la habitación por casi diez minutos, hasta que jaló una silla y el sonido rompió el hielo.
Puso sus manos sobre la cara y las movió hasta la cabeza, muy rápidamente y se comenzó a jalonear los cabellos. !!!!Pum!!!! -un fuerte sonido estremeció la mesa- la golpeó con sus dos manos fuertemente, ¿Por qué demonios tuviste que irte?, ¿por qué me dejaste si te amaba tanto?, ¿Por qué tuvo que cursarse ese maldito en nuestras vidas?, ¿Por qué de tantas mujeres en el mundo tuvo que elegirte a ti?
¿Sabes? Te ves muy bella esta noche, esa luz que irradias te hace única. Realmente te sigo amando. Y sus lágrimas comenzaron a brotar, parecía un niño sin consuelo.
-¿Pero por qué no te mueves? Te has vuelto tan fría desde que te fuiste, ¿es que tanto has cambiado? ¿Me has dejado de amar ya? Maldita sea que hago si solo estoy en este mundo deambulando sin saber que hacer, ni siquiera como, casi ni duermo y si duermo, en mis sueños esta tu imagen, en esta casa esta tu olor, tu presencia sigue aquí y siempre lo estará. ¿Por qué no vuelves? Gritaba mientras golpeaba la pared con ambos puños. ¿Por qué no vuelves?, ¿Por qué no vuelves?, ¿Por qué no vuelves?.......... y su voz se fue apagando. Su expresión era cansada tenia ojeras, y la casa estaba totalmente descuidada.
¿Dónde está es Dios al que tanto llamabas por las noches? ¡Bah! Puras mentiras porque si ese Dios de verdad nos amara no hubiese dejado que te vayas.
Al maldito ese no lo he encontrado aun, porque créeme que si lo logro ver lo mato, me ha robado la vida entera, me ha dejado en la más absoluta soledad, no te culpo a ti. Es más tú no tienes la culpa de nada. Puedes venir cuantas veces quieras, puedes estar aquí el tiempo que quieras, pero no te lleves mis recuerdos, que son lo único que me acompañan en las mañanas cuando estoy sentado en la mecedora, aquella junto a la ventana que da al jardín, ¿La recuerdas? Solías decir que la luz del sol hacía ver mis ojos más claros y venias corriendo a mis rodillas a sentarte y me pedías casi como una niña que te cuente una historia. Nunca supe si en realidad te gustaban o solo lo hacías por hacerme sentir bien. ¿Puedes contestármelo ahora? Pero que pasa por que no me contestas. Dime por que siempre vienes a atormentarme, ¿es solo para recordarme que ya no vives conmigo? O tal vez porque un día de estos ya no vendrás más y quieres llevarte una imagen mía y de mi sufrimiento.
¿Qué estoy haciendo? Tienes la amabilidad de venir por mí y me porto así contigo, Perdóname, te pido que me perdones mi amor. Dime algo ¿hoy como siempre te iras cuando den las tres? Pues aun faltan quince minutos y no te he dicho todo lo que sufro por ti, aunque creo que es obvio. El silencio consumió un poco más de la noche y la voraz ansia penetró a Oscar. Solo faltan unos minutos para las tres.
¿Vendrán por ti hoy? o ¿te iras sola rápidamente perdiéndote en la nada como siempre?
No hubo respuesta y una idea nació para matar su pena. – note vayas por favor espérame, quiero ir contigo, solo recogeré algo y me iré contigo, no me hagas esos gestos, ¿No ves que no puedo vivir sin ti? Déjame ir a tu lado, solo espérame un momento.
El sonido de los zapatos contra la madera de la escalera rompía el silencio de la madrugada, llegó a su habitación, se paró frente al armario y dijo “ahora es cuando debo demostrar mi valor y mi amor por ella” abrió el armario y saco una cajita que estaba con llave, se metió la mano dentro de la camisa y saco la llave que le colgaba del pecho, introdujo la llave y abrió la caja, en la parte superior interna de la caja había una pequeño espejo en el cual se reflejó y notó su desagradable aspecto descuidado, metió la mano dentro de la caja y sacó una pistola luego cogió una rosa que estaba en el florero sobre el buró. La casa estaba totalmente en silencio y en la habitación de Oscar se escuchó un disparo. Los perros comenzaron a ladrar y pronto se calló todo otra vez.
Hacia tres meses que la esposa de Oscar había muerto atropellada por un conductor ebrio.
Él fue hallado muerto a la mañana siguiente en su habitación y al lado de él había una rosa marchita.


DÍA DE MIÈRCOLES
Por: Alejandro Sullon Juarez
Miércoles tenía que ser, dijo Carlos mientras miraba el reloj que marcaba las seis de la mañana y se envolvía en su frazada de pies a cabeza.
Carlos, padre de una niña, trabajaba en una empresa cervecera desde hacía varios años; pero últimamente, la novedad de las empresas en reducir costos y prescindir de menos trabajadores, no le dejaba dormir tranquilo, andaba con el temor que un día le dirían: Señor Carlos hasta aquí nomás.
Los cinco días de la semana se levantaba muy temprano para llevar a su hija al colegio que quedaba en la misma ruta a su trabajo. Una mañana el invierno de agosto se sentía con mayor dureza, el frío se colaba como una nube invisible por los pies para estremecer su cuerpo, pero la sabia naturaleza también esa mañana acercaba los rayos del Sol y espantaba aquellas nubes que huían a las penumbras de la noche.
-¿A qué hora te vas a levantar? La voz de su esposa le despertó bruscamente.
Carlos seguía en la cama, pero al escucharla gritar nuevamente de un salto estuvo de pie, se bañó rápidamente y en un cinco estaba en el comedor desayunando junto a su hija.
- Apúrate papá, porque a las 7:45 cierran la puerta, después no dejan entrar a nadie; dijo su hija Gracielita.
Con los pasos apurados salieron, Carlos llevaba la mochila; a tres cuadras se dio cuenta que no estaba en su bolsillo el recibo de pago del colegio.
- Espérame aquí, - el papá regresó corriendo.
- Lucy, el recibo, ¿lo has visto?
- ¡Te estoy diciendo que está encima del televisor! Como no la dejen entrar, mejor ni me digas, no sé qué vas a hacer, la llevarás a tu trabajo; recriminó su esposa, que tenía el porte y carácter de militar, no era para menos, pues era policía y trabajaba en la comisaría de mujeres; en sus operativos había golpeado a muchos maridos a quienes les gustaba maltratar a sus esposas.
A mitad de cuadra del colegio cierran la puerta; corre desesperado, pero era inútil, ya había pasado las 7:45.
- ¡Y ahora hija! - el desconsuelo nubló su mente.
- No sé papá; mi mamá se va a molestar, además hoy tengo examen.
Fue más el miedo a su esposa que a su intuición, lo que hizo que solucionara el problema.
- Tomó un taxi hasta al hospital, una vez ahí, le digo a su hija: - Mira Graciela, voy a sacar una consulta de emergencia, quiero que pongas la cara así como cuando no quieres tomar la que sopa que cocina Carmen, voy a decirle al señor que te duele él estómago. Por favor, señor, quiero una atención de emergencia para mi hija está con un malestar en él estomago; no nos ha dejado dormir casi toda la noche.
El asistente de las consultas no hizo preguntas, más que las necesarias para la identificación de la niña, para darle lo que solicitaba. Carlos hizo avanzar a Graciela hacia la puerta de salida, mientras él salía disimuladamente detrás de ella; una vez en las calles apuradas tomaron un taxi y regresaron al colegio.
Eran casi la 8 y 30 de la mañana, cuando llegaban a la puerta del colegio, en ese instante salía la directora: Señor es muy tarde.
Disculpe directora, lo que pasa es que la traigo del hospital, tenía una cita medica a primera hora, aquí tengo el ticket de consulta –contestó Carlos.
La directora que ya era una persona que pasaba el umbral de los 50 años se puso sus anteojos y miró el ticket. - Está bien, que pase.
Carlos en el mismo taxi se dirigió a su trabajo.
Bajó desesperado a marcar su tarjeta, buscaba y buscaba, - no está, pero si es el primer día que llego tarde, no creo que por eso me la hayan retirado -, se dijo así mismo.
Se dirigió al vigilante : - Disculpe ha visto mi tarjeta -.
- Me parece que el jefe de personal la cogió, un momento voy a comunicarle; el vigilante tomó el intercomunicador y avisó al jefe de personal, colgó el teléfono, se dirigió a Carlos y le digo: Pase usted, el señor lo esta esperando en su oficina.
Entre la puerta principal y la oficina del jefe de personal, el tiempo para Carlos fue eterno, su corazón era un nudo de preocupación, muchos pensamientos e imaginaciones pasaron por su mente, cada paso que daba era como si caminara sobre nubes; no sentía la suavidad del piso rojo recién encerado, tropezada con compañeros de trabajos que tristemente devolvía el saludo.
- ¡No puede ser, hoy creo que no, pero bueno!, dijo en un silencio que retumbó en sus oídos hasta que llegó a la oficina.
- Tome asiento -, le digo con voz ronca el señor Guillermo Velásquez jefe de personal.
Señor, Carlos, usted es buen trabajador, pero la empresa ha decido prescindir de sus servicios. Aquí somos aves de paso, algún día también me tocará a mí. Estoy seguro que pronto conseguirá un empleo, quizá en condiciones mejores que acá, pase por caja por favor allí la contadora le tiene su cheque de liquidación.
Caminó por las calles hasta llegar a la plaza, se sentó en la primera silla que alcanzaron sus pasos, por su cabeza sus pensamientos eran como las hojas cuando se desprenden de sus ramas, mientras unas volaban junto al viento, otras caían al suelo en un vaivén interminable. Esperó ahí sentado hasta que saliera su hija del colegio.
- Mira papá mi examen, si no hubiera entrada habría perdido mi AD
Carlos cogió la hoja, besó a su hija y de la mano partieron a casa.
- Le voy a decir a mi mamá, que me deje ir a la casa de mi amiga, como me saque buena nota, si me va a dejar; le decía Graciela a su padre mientras caminaban juntos y movía su mano.
Espero hasta la noche para darle la noticia a su esposa.
- Lucy, tengo una mala noticia, me despidieron, en la empresa ya no quieren más mis servicio, así me lo dijeron en la mañana. – Creo que al final, te han hecho un bien, con ese sueldo que te pagaban, ahora date un tiempo, de todas maneras le diré a la empleada que tome sus vacaciones. Te quedarás en la casa; porque si no, no podremos pagar el colegio de Graciela. Nos ajustaremos un poco; le contestó Lucy.
Carlos desde ahora tendría que levantarse dos horas más temprano que lo acostumbrado, todas las noches programaba su reloj despertador. Ni bien sonaba, ya estaba de pie, recordaba la diana cuando estaba en los cuarteles del ejército y todos los reclutas se vestían, arreglaban su camarote y salían corriendo a la formación. Los primeros días en la cocina lloró mucho, hasta que sus ojos se acostumbraron al olor de la cebolla, en el Ejército se miraba la cara en sus botas, ahora lo hacía pero los fondos de los platos que lavaba.
Lo primero que hacía era poner a hervir el agua, mientras abría el refrigerador y pensaba lo que prepararía para la lonchera de su hija, luego levantaba a Graciela para que se fuera vistiendo, había unos días que Lucy, su esposa le ayudaba cuando no le tocaba turno en la comisaría.
Una noche se acostó más tarde por quedarse a mirar una película, aunque era repetida la vio hasta el final. El reloj marcaba casi las dos de la mañana, se fue directo a su cama y con su ropa puesta se quedó profundamente dormido.
-¿Todavía durmiendo? Son casi las siete de la mañana, y la bebe a qué hora va a ir al colegio! le gritó Lucy, que recién llegaba de su trabajo.
Con los ojos entreabiertos corrió a la cocina, abrió el refrigerador, cogió una papaya que era lo primero que alcanzó su mano la llevó a la mesa, puso a hervir la leche y preparó un jugo.
De la mano por la calle iba haciendo tomar el jugo a su hija.
- El pan te lo comes adentro, y toma tu propina para que te compres algo en el recreo.
- Sí, papito – respondió la niña.
Dejó a su hija en el colegio y regreso a casa, en la mesa desayunó junto a su esposa.
- Hoy vamos hacer práctica de tiro, no te puedo ayudar con el almuerzo, Lucy se paró, y llevó los servicios a la cocina. –Ya vengo – le digo a Carlos mientras cerraba la puerta.
Solo en casa nuevamente, prendió la radio para escuchar música, porque no podía estar sin ella por temor subjetivo a escuchar su silencio interior. Buscó su estación favorita, donde pasaban música de viejos clásicos románticos, que le hacia recordar a su amor de adolescente.
- Para que me casaría, bien me dijo mi padre; suspiró hondamente y siguió con sus quehaceres.
El Sol brillaba y sus primeros rayos que entraban por la ventana hacían pronosticar que iba a hacer un día caluroso, quería aprovechar el día al máximo. Mientras preparaba el almuerzo, remojo la ropa que tenia que lavar. Iba de la lavandería a la cocina, seleccionaba la ropa de color de la blanca.
- Hoy les daré una sorpresa en el almuerzo, prepararé un rico arroz con pollo; se decía a sí mismo
Desde la lavandería un olor a quemado le hizo correr a la cocina, pero era tarde, el arroz se había echado a perder, se había quemado; por más que lo cambió de olla, el olor a quemado estaba presente. Cuando regresó a la lavandería la lejía se había regado sobre el uniforme nuevo de Lucy, que era con el que desfilaría el domingo.
A mediodía, fue a recoger a su hija, cuando regreso, Lucy estaba en casa.
- Parece que no fue tu día -, le digo a Carlos mientras se llevaba una cucharada a la boca, dejando casi medio plato sobre la mesa. - Tengo que salir nuevamente -, dijo Lucy.
No escuchó ningún “gracias”, y Graciela también esperó un descuido de su padre para ir al baño con el plato.
Al día siguiente se levantó a su hora que se venía acostumbrando, cuando llegó a la cocina encontró a Lucy dándole ordenes a Carmen, la empleada, lo que iba a preparar en el almuerzo. Dio media vuelta y regreso a su cama. Sintió que su familia lo había despedido, y ese día era un miércoles.

EL ANILLO CODICIADO

Por: Zoila Gonzáles Rivas
La dulce Tomasita se ha ido dejando rotos a muchos corazones ¡pobrecita! sus grandes ojos nacarados se fueron también junto a su tristeza.
¡Qué ironía! en esta final reunión están presentes sus amigos rodeándola acongojados por su inesperada partida.
Es el momento oportuno para rendirle homenaje como un tributo digno a la lealtad y a su bondad infinita atesorando con mucho amor sus más hermosos recuerdos en lo más profundo de sus corazones. Todos quisieran alcanzar aunque sea una flor mas en el ramillete de tristezas consolidadas en una sola respuesta de amor y gratitud. Un ligero vientecillo nos envuelve de pies a cabeza con gran generosidad, la piel se nos pone áspera o tersa abruptamente, en una forma difícil de explicar, solo sé que aun se siente un extraño temblor arremolinándose en todas partes como un temor ajeno, y luego se apodera de mí haciéndome vibrar hasta roerme los huesos. Nos sentimos talvez tocados en cuerpo entero por mil pétalos de rosa seguramente marchitos del dolor por haber sido arrancados de súbito por alguna mano brusca, hostil que arrasó con toda su fuerza estropeándolo todo con sus diez, veinte …mil dedos a la vez acompasados por una extrañísima música jamás oída, en un son apresurado si dar tiempo al esplendor y seguimos allí abobados sin entender nada, ni aun exponiendo los cinco o seis sentidos que tenemos lograremos captar el lenguaje del silencio anticipado bajo cualquier carátula; es lo indescriptible, aquello que al final del camino todos los seres vivos del planeta esperamos.
En el aire se percibe, es verídico, nosotros lo sabemos es que aun perdura en el ambiente sus vibraciones, en un acto de presencia como un ráfago de luz temeroso; se puede adivinar
lo irrepetible, el timbre de su voz, el porte peculiar y su genial figura ¡Que adorable sería! la vida en cuerpo y alma con una secuencia de vivencias consientes o etéreas. Dios nos bendice, dicen los cristianos no importando la pertenencia a que la religión apuntamos en fin todos persiguen lo mismo y la idealización de una vida eterna; pero ya habíamos conocido la otra verdad desde nuestros ancestros en la teoría Darwinista sobre el origen y evolución.
No seamos injustos quiero ser real con esa visibilidad espontánea con la que respiramos y existimos sin seguir divagando sincronizadamente debo asegurarme de poner los dos pies firmes sobre la tierra y proseguiré diciendo que estamos asumiendo una actitud antagonista del tiempo.
¡Ah! Y quién dijera en ese momento crucial de la vida del esfuerzo que prodigo en mi afán por mantener la calma acerca de mis interrogantes por no pecar de necia con mis cálculos incontrolables en desmedida sin capacidad lógica de respuestas, pero tampoco me gusta ser conformista hay algo que queda pendiente en mis costados y se desvanecen inexplicablemente sin ser nunca alcanzados, todo está cambiando segundo a segundo y por eso mejor me cubro los ojos a dos manos y me enfrascó en mis limitaciones visibles inmediatas, muy cabales y me veo así talvez tratando de reconocer entre tantos perfumes de originales flores; su aroma celestial, se puede captar toda la esencia esparcida en los aires, el haz luminoso, el centelleo caprichoso de su desplazamiento en todas partes canturriando libre sabe Dios que hermosa sinfonía, dichosa así tan igual que las propias musas remozando a plenitud y me gustaría decir :pues así quisiera veros ¡Es la verdad! A tí, al él, y a todos, sé que es utópico e impreciso, lo abstracto y no es manejable seguir mancillando en lo que es paradójico. Nos hace pensar en algún hermoso sueño, lo más rescatable que pueda suceder, un pasaje onírico a lo mejor en donde cuyos divinos personajes pareciesen escapados de un precioso cuento.
I en este desazonado juego de pensamientos me siento relegada a los recuerdos confusos entonces nos la imaginaremos así, toda llena de fulgor allá en los cielos rodeada de ángeles y objetos espectrales. En este instante veo las agujas del reloj y siguen su curso sin detenerse ni un segundo más ni un segundo menos y resuelvo en forma instantánea sacudida como por dos palmas al aire y repito ¡Se ha ido! ¡se ha ido!, hoy dejo de anonizar tu imagen, aquel alma tuya naturalmente compleja, nuevamente a mi alrededor aparecen las cosas, están allí como tocados por una varita virtuosa y mágica, creo en la realidad respiro, observo y palpo todo en su conjunto girando en mi entorno ¡Es lo inverosímil! Estoy un tanto desalentada por el contraste de los destinos que por la experiencia sé o desconozco en esta travesía desde mi punto exacto y desde que hago uso del razonamiento y no me conformo con los llamados destinos de cada quién o de nosotros mismos.
Suspiro en el vacío inútil de si, por naturaleza con una impotencia extrema más allá del balance en donde no encuentro equilibrio de resoluciones para mi tranquilidad y veo por ejemplo en el diván las últimas mazorcas de maíz amarillando penosamente desde el interior de la tina, talvez seguían en actitud de espera, añorando de sus laboriosas manos de doña Tomasita con las que solía amansar las tardes solitarios envuelta en su orgullo amargo, y descontento por el rol que asumió toda su vida sin hallar recompensas, ahora ya no desgranará nada ni desmadejará las horas abrigando esperanzas, los maíces resecos están justamente allí ¡imagínense! Esparcidos en una extraña conjunción inconclusa; la misma suerte corrieron sus gallinas ¿Quién las alimentará mañana?. Hoy estuvieron correteando alborotadas de un lado para otro sin poder entender acaso ¿Qué podría estar ocurriendo? Por fin ahora duermen entre las vigorosas ramas de un apacible mastuerzo, cubriendo por encanto sobre la hermosísima parra, en aquella inclinada y vieja enredadera no había más luz que el pedregal que la circulaba pero ahora, sin embargo ¡Qué maravilla! sorprendentemente han cobrado vida, es verdad, nuevos capullos han brotado cuyos alegres colores no conjugan muy bien con la tristeza de esta tarde gris.
Rosinda salpicada de coraje ha llamado iracunda a su primogénito por toda la casa, pero él no vendrá pareciera que la tierra se lo hubiera tragado de un solo bocado, ¿Qué pensamientos fluirán por la mente de este hombrecito? ¿Tendrá conciencia o emociones?. Este pobre de espíritu… ¡miserable! ¡Alma de roca! ¡Descorazonado!. Si es él, quién debería estar aquí hoy mismo inclinado a sus pies humillado, suplicándole el perdón hasta el cansancio ¡pero no! Y por su actitud desvergonzada merece el castigo ¡Basta ya de escudriñarlo!. Deberían fuetearlo, no creo que exista el perdón para este hijo de los vientos encontrados, debería acrisolarse sin más ni menos ¡Por Dios Santo! alguien debería redimir a nuestro pueblo de este salvaje y si no fuese así, ¡lo juro! será mi mano derecha tan cruel y despiadada la que caerá sobre su frente como una desbastadora tormenta.
Hace falta alguien para iniciar el rezo ¡Delfín! ¡Delfín! llamaron las voces hasta desgañitarse pero él no vendrá; todos se reúnen exhaustos de dolor para elevar una plegaria al cielo mientras el incienso se va consumiendo poco a poco junto con la ingrata tarde. Rosinda durante la noche no puede conciliar el sueño, se siente abatida y muy consternada por el cruel desenlace, rodeada de luces, humus y rostros empalidecidos no puede soportar más e inrrumpe en llanto “Es la negra tonderona”, así la llamaba su amiga e incomparable comadrita desde el día en que se conocieron, su voz perspicua jamás volverá a escuchar susurrándole al oído hasta marearla de recomendaciones y cuidados.
Por todo ello y a pesar del tiempo nunca olvidaría a doña Tomasita estaría por siempre agradecida recordándola; se fue sin poder tener la oportunidad de agradecerle, sin haber saldado aquella deuda de gratitud cuyo valor no tiene precio ni nombre como cuando cuidó amorosamente a su Delfincito desde cuando este era casi un bebé, ella que siempre se moría de ganas por querer apapuchar al niño con toda franqueza y el vigor de sus mejores años que no hizo nunca un solo reproche al encomendado.
Y porqué tendría que ser así Delfín nos preguntaríamos todos los que conocimos de su vida desbarajustosa, no se si era digno de repudio o de tenerle compasión ¡Tan pero tan descorazonado!. Si de chiquito le pusieron el agua bendita justo en su mollerita cuando llegó el día de San Pedro y San Pablo. ¡Ah! Y el curita Samuel tan lleno de bondad le echó la bendición con todito su corazón para que sea un hijo de Dios al igual que los demás parroquianos.
Esa viejita buena y sensata, ella que tanto lo quería, decía siempre muy alborozada, este hombrecito lindo gordacho, cuando sea grande será mi bastón y lo llenaba de besos al ahijadito, suspiraba de contenta cuando acunaba entre sus brazos a esa robusta criaturita talvez volcando todos sus esperanzas en él, por ese hijo que jamás llegó a tener y juró cuidarlo y protegerlo como a nadie en el mundo, hoy, mañana y siempre, nunca imaginó, ¡ni pensarlo! que con el tiempo se convertiría en un hosco hombre sin entrañas, malo de malos, el más diablo de todos los diablos. Yo diría que cuando él nació, en vez de traerlo al mundo tan solo su madre, pues a lo mejor vino con alguna compañía; debió haber sido alguno de esos animalitos que por desdicha dicen ser mensajeros de la mala suerte, ¡sí! ¡Claro!, eso tendría que haber sucedido en el momento del alumbramiento de su madre, él corrió una suerte de desavenencias para que de grande todas las personas lo miraron con tanto desprecio al verlo así, rasguñando a una pared o trepando por los ventanas del vecindario para robar o huir a toda velocidad perdiéndose en la oscuridad de la noche. Debió haber heredado la astucia de los depredadores la agilidad de un tigre, los calculadores ojos de un gato y toda la crueldad de un ave de rapiña, por eso ese día ni siquiera soltó una sola lágrima y se fue todo inescrupuloso haciéndose el desentendido, lo tenía todo bien calculado y siguió esperando, esperando a la bendita noche.
Esa misma noche lo quisieron atrapar cuando salía de su madriguera, pero escapó con una agilidad increíble, se fue como un felino a hurtadillas con sus pasos de goma huyendo por entre los rincones junto con las sombras nocturnas que le servían de escondrijos. Una vez más iva a raudales pasos todo mojigato alistando sus filudas garras para dar un certero y brutal zarpaso. Tomó un atajo, dobló una curva tras unos matorrales y se perdió quien sabe como retorciéndose por los caminos él y su mochila hecha harapos.
Se lanzó a tierra y cayó de bruces levantó la palana encendió la linterna y echóse andar.
Algunas grutas y siluetas de mármol reposaban muy solemnemente apuntando al cielo. En ese instante aparecieron volando tres murciélagos, luego muchos más y rodearon su cabeza chirriando dando aletazos, él se defendió arrojándoles puñados de tierra hasta enceguecerlos. Siguió avanzando lentamente paso a paso, de pronto tropezó en algo y empezó a rodar por una fangosa bajada hasta caer aparatosamente de rodillas ¡Uy que dolor! gritó tocándose ambas piernas y los codos que también sangraban por el impacto. No importándole esta dolorosa situación se puso de pie en el acto miró de solayo y se dio una gran sorpresa, por una fortuita casualidad del destino estaba allí sin más esfuerzo de búsqueda ¡justo! frente al féretro de doña Tomasita que en esa misma tarde la llevaron a enterrar ¡ja! ¡ja! ¡jaaaa!, no pudo evitar lanzar una carcajada el muy socarrón, todo estaba oscuro y solitario ningún guardián o enterrador rondaban por el cementerio, pero sin embargo su cuerpo temblaba extrañamente, por eso abrió su mochila, destapó una botella de coñac y bebió unos cuantos tragos para darse valor.
El viento soplaba produciendo un raro silbido como el aullar de un perro hambriento y encerrado; los árboles se estremecían como brazos desesperados tratando de buscar auxilio perecían predecir algo horrible, las florecillas se empinaban ansiosas estrechándose entre sí como de frío. Delfín estaba seguro nada lo amedrantaba todo le iva a salir como a pedir de boca. Su gran habilidad por apoderarse de lo ajeno era desenfrenada, en su mente no había espacio para el dolor o la piedad, los valores huían de su ser como pájaros en busca de otra madriguera.
En un santiamén volvió a cavar la fosa con esa frialdad inexplicable de un robaataúdes o robacadáveres. Abrió la caja mortuoria para robarle el anillo de oro de su madrinita, por mucho tiempo lo había visto brillar en manos de la abuela y nunca pudo apoderarse de él ¡Ahora sí! había llegado el momento de cumplir con su ambiguo deseo de tenerla entre sus manos la codicia le gritaba desde el fondo de su maligna alma ¡ya estas aquí! ¡hazlo! ¡hazlo! no temas yo seré tu escudo ¡yo seré tu espada!. Pero… Qué estaba ocurriendo, el anillo no aflojaba, la linterna se averió, no pudo encender la luz que lo acompañaría a tan macabro propósito y los minutos parecían pasar a toda prisa, ¡Bendita sea la hora!, decía el muy desalmado contemplando a la luna que ya empezaba abrirse paso entre las copiosa nubes. Sus manos temblaban escurridizas queriendo ganarle al tiempo pronto perdía el control de sus actos y un extraño sudor y sensación comenzaba apoderarse de él, hasta que enloquecido cogió el cuchillo con sus nerviosas manos y ¡zass! hundió el filudo cuchillo y cortó el dedo con todo anillo, lo guardó celosamente en uno de sus bolsillos y emprendió la carrera de regreso estrellándose contra el viento caía y volvía a levantarse como un voraz felino que acababa de atrapar al ratón más codiciado, perecía volar saltando y corriendo entre los matorrales y cruces solitarias que erguían desde las lápidas de los ya difuntos. Hasta que al fin logró soltar una de las rejas y cayó a tierra fuera del cementerio, un ronquido escapaba de su boca entreabierta como un pueril, estaba asustado y mucho, el corazón le parecía reventar convulsionadamente.
Afuera el viento soplaba con mucho más fuerza como protestando, formando enormes remolinos que estallaban estrepitosamente sobre el pavimento, él mismo fue envuelto por uno de los remolinos que le hizo tiritar de frío, luego cayó en el borde de la acera porque sus piernas ya no le obedecían, estaban tan pesadas que ¡ya no podía más! y suspiró tratando de no tragarse la arena que se había acumulado afuera. Se sacudió despacio reclinando su enorme nuca sobre el muro, tomó un respiro y siguió cabalgando en sus zapatos cenizos.
Al doblar la esquina volvió a correr abriendo y cerrando los ojos llenos de lágrimas, se condujo por una estrecha callecita del pueblo, pero… ¡Que suerte! se dijo para si más aliviado que hasta rezó un padre nuestro de alegría. Estaba allí al fin alguien con su figura cansada atizaba ensimismada un pequeño fogón, se aproximó hacia ella y ella tan bondadosa no dudó en ofrecerle:
 Caldo calientito señor, le dijo la humilde viejecita desde un rincón acomodándose un grueso manto se cobijó de frío.
 ¡A ver tía! ¡Déme ese caldo que usted vende! le pidió Delfín.
 Enseguida señor, balbuceó despacio la pobre senil, retiró la olla del fogón y volvió a decirle: ¡este caldo es milagroso! ¡Le aseguro que es muy milagroso!.
 ¿Y qué milagros hace señora?
Sonrió el muy pillo.
 ¡Ya lo verás! ¡Te aseguro que ya lo verás! Por eso se lo recomiendo a todo forastero, borracho, viajero, pericote, y en fin a todos quienes decidan visitarme.
Cuando la anciana puso el plato de sopa en manos de Delfín, el toco sus frías manos y le observó a los dedos. Entonces preguntó.
 ¿Qué le ha sucedido tía? ¿Por qué le falta un dedo?
 ¡Ay! ¡Ay! ¡Pobre de mí, si tú supieras!
¡Mi anillo! repetía una y otra vez meneando la cabeza.
 Pero ¿Qué anillo señora? ¿no lleva usted anillo?
 ¡¡¡Me lo robaron!!! gritó exasperada. Delfín abrió sus enormes ojazos como un búho y empezó a llorar diciendo:
 ¿Quién se lo robó abuela?
¿Quién le robó el anillo?
La ancianita levantó la cabeza enérgicamente, avanzó un pasó hacia a él, estrujó el manto que le cubría desde la cabeza y de un solo jalón lo arrojó al suelo gritando.
 ¡Tú me haz robado!
¡Tú eres el ladrón!
¡Tú tienes mi anillo de oro!
¡¡¡Tú robaste mi dedoooo!!!
Y cuando Delfín murió de puro susto Doña Tomasita recogió su alma y se hizo un lindo caballo para cabalgar todos los días y todas las noches por los confines del mundo.
FIN




CUANDO LA NOCHE PREFIERE SER PÉRFIDA
Por: Marcoantonio Paredes
..mirándome al espejo,
he descubierto un extraño,
por que al fin y al cabo,
yo mismo no me conozco.
A nadie le debo nada,
pero yo mismo me embargo,
los míseros ideales,
que no he cumplido con pagar sus reales...
De la canción “Confesiones” (Los Mojarras)

¡Uyyy! ¡Ayy! ¡Hasta el fondo mi amor! ¡Empuja! Y su trasero gordo y blanco se movía de modo insospechado para ella y mucho más para él. ¡Mi amor! Interrumpió la mujer. Mátame el zancudo que tengo en la pierna derecha. Ella no podía, estaba agachada, muy agachada. Marcelo palmoteó la pierna de Ana con una satisfacción pasmosa. Las nalgas de Ana al batirse iluminaban el rostro de Marcelo quien podía ver como estas rebotaban a cada agitación. ¡Los zancudos mi amor! Le decía ella mientras las sensaciones le ganaban a las picaduras. Un vientecillo frío endurecía las nalgas de ambos y a su lujuria. Pero nada interrumpía el momento. Los cañaverales cual paredes mudas, acompañaban la escena con movimientos y sonidos del rozamiento de sus hojas, como sí ellas también sexuaran. Marcelo sujetaba muy fuerte a Ana. Ella con las manos en el alto borde de un surco se colgaba de todo el ímpetu de él. El vestido le cubría la cabeza, pues había sido levantado hasta dejar los senos colgando, expuestos al bárbaro manoseo de las manos de Marcelo. Este se dio cuenta que los zancudos hacían un festín del trasero de Ana. ¡Debe ser que es tan blanco, y como la luz les atrae! Se dijo Marcelo mientras espantaba a los insectos.

¡Mamáaa! El llanto jodía a Marcelo. ¡Mamáaa! El llanto atormentado abría un sendero en los cañaverales. ¡Mamáaa! Tengo miedo... ¡Los zancudos me pican! ¡Mamáaa! ¡Mi hermanito se durmió! Y el llanto solo era oído por la noche ciega, sin luna y sin estrellas. ¡Mamáaa! Y su angustia quebrantó todo en la profundidad de su alma y sus ideas. Todo quedaría marcado para siempre por esa infausta circunstancia. Ella no entendía. No concebía nada. Sólo oía gritos y graznidos de posesos. ¡Mamáaa! Y su grito sofocado por sus mocos no alcanzaba a nadie... A nada... Ni a su madre...
¡Caray! Otra vez ese sueño, otra vez retratado yo en esa imagen. Marcelo se despertó confundido en ese conflicto de emociones: la angustia de los niños y la lujuria de esa mujer. Si solo fue mi suspicacia. Se repetía en sus adentros. La oscuridad de su cuarto le impidió evadir las visiones. Y todo apareció de nuevo. La noche del domingo recorrió su mente.

¡Sube, sube! ¡A Mochumí... A Mochumí! Hay asiento atrás señora... ¡Señor! Hay asiento atrás. Dos juntos. El cobrador insistía. La hora pasaba carajo. Wilbor y yo teníamos que llegar pronto. Por fin la pareja subió. La mujer de por lo menos treinta y siete años llevaba a sus dos pequeños. Un varón que tenía apariencia de cinco años, con un corte redondo, parecía un menudo y rechoncho curita. La niña tenía ocho años, de colas como de historieta, carita muy redonda. Los globos que llevaban en la mano, aporrearon el rostro de todos al subir. El niño se parecía mucho a la mujer. Su pareja, que se quedó en la entrada detrás del asiento del chofer, masticaba chicle. Tenía el rostro de ebrio nervioso. Era un cholo piel curtida y miraba el exterior todo el tiempo.

¡¿Mamá, a dónde vamos?! Inquirió la niña angustiada. ¡Calla... Calla! Le dijo la madre susurrándole preocupada, la que estaba a mi lado. Llevaba a su niño en las faldas al que besaba de vez en vez en la mejilla. La mujer olía a licor. Es un hecho que habrían salido de una fiesta: un bautizo, un cumpleaños, algo así. La combi avanzaba entre la oscuridad de la carretera. Por esos lares sólo se podía ver lo que la luz del móvil alumbraba. Una estridente y bulliciosa canción de Tony Rosado sonaba en la radio del vehículo, eso distraía a fuerza a los pasajeros. El rostro del hombre surgía como más embriagado en cada metro que avanzaba la combi. Iba en silencio, como concibiendo un pecado.

¡¿Mamáaa, a dónde vamos?! Inquirió la niña más angustiada aún. ¡Cállate...! Le susurró nuevamente la madre, esta vez molesta. La niña avergonzada opta por observar también el camino desconocido. Aún estábamos lejos de Mochumí. Ya eran las ocho y cuarenta y cinco de la noche.

De súbito. ¡Baja... Baja!. Gritó el cobrador. Bajó el borracho y lo siguió la mujer y sus dos niños. El paraje aún era oscuro, todo estaba colmado de cañaverales verde endrino y no había ninguna casa a la vista. La combi arrancó y dejó que la pareja se esfumara en el horizonte oscuro. Y mi pensamiento se sofocó en mis angustias de humano, de alma, de ser. Y estos no alcanzaban a nadie... A nada... Ni a la madre...









LOS APATRIDAS
Por: Rubén Mesías Cornejo

Es viernes aquí debajo del domo y coincidentemente es el día de mi cumpleaños. Para mi desdicha la computadora que acompaña mi encierro ha puesto en el éter esa estúpida canción titulada “Happy Birthday to you”con la intención de producirme nostalgia por una infancia que ya olvidé, por el contrario aquella melodía solo consigue estimular la aversión que siento hacia aquella máquina. En este momento deploro que el maldito ordenador sea el único medio disponible para comunicarme con el exterior, pues si no fuera así hace tiempo que la hubiera arrojado por el ducto que transporta los desperdicios que mi casa produce a diario. Influido por esa imagen me acercó a los monitores que me rodean por doquier, mostrándome una visión de la heterogénea acumulación de residuos que bordea los contornos de la urbe cupulada. La imagen sugiere un vislumbre fugaz de aquel ambiente sometido a la radiación del sol enloquecido, sin duda aquella visión siniestra me conturba, haciéndome recordar las lecciones de historia que recibo cada noche mediante la hipnopedia. Bajo la influencia de este estímulo lo aprendido fluye cual una confidencia susurrada al vacío.: “Hoy, cinco siglos después de la desaparición de la capa de ozono continuamos padeciendo los efectos que semejante pérdida trajo a nuestro planeta. Precisamente el domo que protege a nuestra ciudad se erigió con la finalidad de preservar la vida de todas las criaturas vivientes que lograron escapar de las inundaciones que se abatieron sobre las costas continentales…”. Estas palabras son suficientes, no es necesario recordar el resto de la historia. Cualquiera sabe que afuera impera la asfixia, producida por los venenosos gases que polucionan la atmósfera, y que resulta imposible transitar si no se tiene la protección de una escafandra. Un servicio que no puedo pagar por falta de crédito y de buenos antecedente que avalen mi conducta.
Todo eso me recuerda que, por ahora, no puedo salir del campo de fuerza que constriñe mi paso hacia el resto de la casa. ¿Qué puedo hacer entonces? Estoy seguro que no podría seguir soportando la canción, aunque tal vez ese fuera el único medio para eludir el momento de alegría que han preparado para mí. Después de todo la Oligarquía no desea que el desaliento se apodere de sus súbditos, aunque estos permanezcan exiliados pese a su mayoría de edad. Personalmente me disgusta tener un onomástico, es decir, una fecha de inicio que prefigura lógicamente mi fin. Claro está que podría consolarme diciéndome que mis tres décadas cumplidas merecen celebrarse acudiendo al casco de inducción que, por ahora, permanece ocioso sobre la consola de mi ordenador. Y aunque se, por experiencia, que aquella virtualidad resultaría grata para mis sentidos, ahora me digo que recurrir a ese placebo me excluiría todavía mas del curso de la realidad. Y no tengo el temple de Harry Haller para continuar por aquella senda..
Estoy convencido de que a estas alturas de mi vida preciso de alguien que sepa escucharme, que sea capaz de sostener una conversación coherente bajo el peso de esta horrible angustia alojada en el cerebro. Solo así, creo, conseguiré exorcizar al Asphix que me ronda a diario, pues la practica del dialogo alivia, distrae y, sobre todo, aleja la tentación del suicidio.
Casi de inmediato recuerdo el nick de alguien, una exiliada femenina claro está, y la emoción me impele a decirle al ordenador que silencie la difusión de aquella melodía odiosa. Hecho el silencio me acerco al teclado y digito con vehemencia las letras que componen aquel seudónimo.. Luego aquellas letras aparecen sobre la pantalla semejando una fulgida procesión de signos que le otorgan una esperanza a mi soledad cuando el ordenador me dice que el mensaje se ha enviado. De pronto la espera encoge mi corazón, pues esta vez no deseo ser rechazado. Con lentitud, debido a la deficiencia de las comunicaciones con otras ciudades, la conexión empieza a establecerse, pues ella ha aceptado mi invitación . Unos segundos después su imagen se me presenta llenando por entero la pantalla de mi ordenador.
Se trata de una mujer a la que conocí hace un lustro, justo por la época en la cual la Oligarquía considero necesario exiliarme por mi actitud antisocial, y que se intereso en mi precisamente por ese rasgo de mi personalidad.. Cleo, ese es su nombre, gustaba como tanto como yo de las conversaciones etéreas, y esa preferencia le valió ser exiliada cuando evidencio esa inclinación ante los demás. Después de siete años de exilio Cleo todavía conserva incólume la gracia de su primera juventud, pues conserva el porte y los rasgos de una madona de la decimoquinta centuria. Mientras la contemplo siento que su belleza núbil emana una cuota de sensualidad que ciertamente me atrae todavía, aunque resulta evidente que ha recurrido, en demasía, a la cirugía para ostentar el lozano aspecto de una adolescente. Precisamente esta característica suya me permite advertir que ambos abrigamos el mismo temor a la incertidumbre que afecta a los de nuestra condición. Por eso hemos preferido cobijarnos en este presente sin cambios manifiestos, dentro del cual nos permiten comunicarnos pese a la constante intromisión de los dispositivos que los agentes de la Oligarquía emplean para censurar nuestra hora de charla.
Y así la conversación fluye haciéndose torrentosa y variada discurriendo en medio del las cortapisas que nos envuelven., pero aun así sabemos llevar el dialogo por senderos placidos para ambos pues, en realidad, lo que decimos carece de importancia para los agentes que nos espían. Simplemente el procedimiento se mantiene vigente como una forma de recordarnos que no disponemos de libertad absoluta para decir todo lo que nos gustaría pues, como se sabe, los exiliados son considerados individuos nocivos cuya existencia adulta debe permanecer bajo la eterna inspección de la policía psiquiatrica.
Y empiezo a reflexionar diciendote, como si no lo supieras, porque me he convertido en un apátrida, es decir, en alguien que vive aislado pues no sienten apego alguno por las controversias de la vida, pues francamente me aterran las condiciones existentes mas alla del campo de fuerza.. Afuera, es decir en la realidad adyacente, hace tiempo que los empresarios consiguieron quebrantar la estructura republicana del país, organizando el territorio en una serie de ciudades-estado que se hicieron del control de grandes porciones de la antigua republica que terminaron gobernadas por los magnates locales .En la actualidad con el subcontinente parcelado en centenares de estados regionales las transnacionales foráneas mantienen un férreo control sobre esta aglomeración de poderes contrapuestos y las oligarquías que los dirigen , convirtiendo, a estas comarcas, en dóciles satélites económicos del Imperio Septentrional.
Mientras tanto los apatridas esparcidos en todo el subcontinente nos servimos de la benéfica Red que vincula a todos los continentes del planeta para apuntalar nuestra inconformidad hacia este sistema de cosas inaugurando, ante las narices de los represores, un hedónico ciberpais que nos otorgue la posibilidad de segregarnos de un sistema que definitivamente nos odia. Tal vez esta labor subterránea sea el inicio de una mítica Edad Áurea para el género humano, en suma el fin de su antagonismo con el espíritu. Todo lo que he dicho resume para mi interlocutora la ficción de aquel mañana en el cual seremos libres de manifestarnos virtualmente sin temer las cortapisas de los agentes oligárquicos, pues estos habrán desaparecido de la faz del planeta.
Lamentablemente ella no parece compartir plenamente mi punto de vista y se limita a sonreír condescendientemente. Una forma cortes de manifestar su incredulidad ante el cambio. No la culpo, y soy capaz de comprender su escepticismo pues yo mismo ignoro cuando se decantaran las cosas. Pero si de algo estoy seguro es de que el cisma se producirá, pues cada día que pasa la presión de los agentes de la Oligarquía se acrecienta y pareciera que el régimen deseara acabar con nuestra presencia, no suprimiéndonos físicamente pues todavía nos encontramos en una edad hábil para trabajo, sino asimilándonos dentro de su sistema de cosas.. Personalmente creo difícil declinar mi condición, pues cuando uno ha vivido tantos años como apatrida resulta imposible concebir una realidad diferente. Ahora mismo considero que esa absoluta libertad para moverte dentro de tu habitación lejos de las servidumbres del reloj y las obligaciones con el Oligarquía resulta un paraíso si lo comparo con mi estado anterior. Le cuento a Cleo si no ha percibido como el tiempo parece detenerse a su alrededor creando un clima propicio para imaginar las condiciones imperantes en el mas allá.. Sin embargo Cleo presume que llegara el momento en el que el paria clamara desesperado su necesidad de un amo para eximirse de su impuesta soledad. Los psicoinductores que también nos acompañan en nuestra reclusión preconizan, después de cada sesión, la inminencia de ese divorcio con su predica insistente, tenaz y seductora llena de placeres holográficos interactivos. Te replico que rendirse ante ese alarde de fantasías seria envilecerse, y admitir debilidad ante nuestros carceleros.. Sin duda la superchería es atrayente, pero oculta una pérfida celada que puedo discernir sin dificultad.
Eso pienso, y también te lo digo para que adviertas la sutileza del señuelo empleado para destruir tu convicción. Otra vez percibo la incredulidad en tu faz y me atrevo a pedirte que me jures que nunca abdicaras de nuestra mutua condición, y que siempre permanecerás dispuesta a hablar conmigo cuando lo necesite sin que nada altere la majestad de nuestros rostros, sintiéndonos perfectos en medio de un mundo imperfecto y escapando así de quienes pretenden engullirnos..
Pero tu me dices que todo seria mas sencillo si estuviéramos bajo la férula de un amo, desde esa perspectiva tendríamos acceso a la fracción de felicidad que el sistema permite a sus súbditos mas obsecuentes, y el transcurrir del tiempo se presentaría menos tedioso. Te vuelvo a decir que obrar de esa forma implicaría aceptar su seducción, y te percibo molesta por mi insistencia en mantenerme mi condición actual. Con diplomacia me dejas entrever que has considerado la posibilidad de rendirte para mitigar así el sufrimiento que te condena a una vida sin mayores emociones. Tus palabras me hacen sentir la proximidad del peligro. ¡ Cleo ha considerado la rendición como alternativa!. Realmente jamás paso por mi mente que ella se dejara persuadir alguna vez por la misma voz omnipresente que intenta hacer lo mismo conmigo desde hace siete años. Para colmo me dices que la Oligarquía siempre ha brindado oportunidades a los súbditos descarriados ofreciéndoles una posibilidad de vivir satisfactoriamente mediante un dispositivo instalado permanentemente en el hipotálamo. Un milagro tecnológico que, sin duda, reparara nuestra angustia si nos atrevemos a ceder. ¿Acaso no seria mejor eso a esta charla monotemática y meditabunda?
Sin ocultarlo más me dices que el psicoinductor te ha convencido de que te alejes de mí por tu propio bien como una reintegrada. Eso quiere decir que me abandonas para siempre. Pese a todo me atrevo a digitar mi replica pero ya no respondes y otros mensajes enturbian la comunicación. Pronto tu imagen termina diluida entre una vorágine de propaganda enviada por esos malditos espías que siempre me vigilan. Poco después la resolución se pierde, desvaneciéndose entre una tormenta de píxeles. Un mundo destruido me contempla desde la pantalla.Game Over. Finalmente las soledades se alejan como olvidándose, y un silencioso abismo se instala entre nosotros definitivamente. Otra vez la desazón del destierro me invade, mientras la canción del Happy Bithday resurge como si deseara infiltrarse insidiosamente en mi ser.
Empero no deseo escuchar más estupideces. Estoy decidido: saldré de mi ostracismo y descenderé a la calle para huir del domo, aunque carezca de la escafandra que necesito para sobrevivir entre el metano que infesta el ambiente. Desde mi monitor diviso al sol como un frágil disco emergiendo subrepticiamente sobre la montaña de desperdicios que rodea esta miserable ciudad. Un claro indicio de que la madrugada ha terminado y que debo ponerme a trabajar. Rápidamente hago un inventario de lo que me pertenece, y descubro un cortador de plasma que servirá perfectamente para mi propósito. Luego me envuelvo en mi gabán, y me atrevo a destruir el dispositivo que controla el campo de fuerza que limita mi acceso al exterior. Completada mi sabotaje el campo cede y puedo salir. Paso como un bólido ante mis asombrados padres que hacia tiempo no tenían noticias mías , y me encamino hacia la calle. Hace mucho que no respiraba el aire de la ciudad , y hacerlo me llena de ánimo para la tarea que tengo entre manos. Sigilosamente me acerco a una de las áreas no vigiladas del domo, justo allí donde nacen las arcadas en cuyo cimiento se guarecen los orates y los mendigos. Una vez cerca, pongo el cortador a trabajar, y el plasma se encarga de quebrar la resistencia del vitrolux. Pronto la despresurización afectara el interior del domo, y el aire envenenado hará estragos entre los imbeciles que esperan el despertar. Entiendo que la catástrofe también me alcanzara, pero no me importa pues ellos destruyeron el único vínculo que me ataba a esta existencia. Sin Cleo la senda fúnebre me atrae definitivamente. Sin duda he vencido al temor larvado en mí. Soy libre.

Chiclayo 1997-2004



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