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jueves, 3 de junio de 2010

Sobre la crítica literaria en Lambayeque

Sobre la crítica literaria en Lambayeque



Por Nicolás Hidrogo Navarro



La crítica literaria, como construcción conceptual especializada es de factura reciente, s. XIX, pero como tradición preceptiva y orientadora viene desde Aristóteles (384-322 a.C.), con su Retórica y Poética. Sin embargo, desde su concepción hasta la actualidad muchos enfoques le han dado su particular maquillaje y así la triada del producto estético ha rotado en ser el centro del análisis y atención: el autor, la obra y el lector, han sido objeto de estudio. ¿Quién produce, para qué y para quién?, ¿qué tipo de obra es, qué influencias y concepciones estéticas, políticas y sociales posee, en qué contexto se desarrolla y qué busca?, ¿quién lee, cómo lee, para qué lee?, han sido las preguntas retrucadas y orientadoras de la reflexión analítica y del comentario elevado a la categoría de la crítica literaria, es decir la indagación, la valoración y sus grados de intensidad estética del texto.



En el contexto literario Lambayecano no se produce ni se promueve ninguna revista especializada en crítica literaria, consignado dentro del rigor semántico y de los estudios literarios. Las revistas que se han preciado de culturales, empezaron como tales y mazamorrearon todo en el camino hasta terminar en catálogos de anunciantes y auspiciadores, en publirreportajes de municipios o candidatos a algo o en letrinas de asepsia y desahogo personal. Se tiene la percepción que no se publicaron revistas culturales especializadas, porque éstas no pasaron del tercer o cuarto número y caducaron. Se tiene la idea que no se publicaron revistas, porque sus tirajes siempre fueron de cien o a lo mucho trescientos y sólo se vendieron cincuenta y el resto deben estar encajonado en casa del osado editor o en la ingenua imprenta de la que jamás se retiraron.



Existen tres actividades base que se confunden y pretenden semejarse a la crítica literaria:

a) El comentario de textos escolares, donde predomina la ficha bio-bibliográfica con el método Lázaro Carreter (en primaria y secundaria) y el método Ricardo Dolorier (en superior), [exceptuando la FACHSE , donde Milton Mananay ha venido liderando sucesivamente la enseñanza de nuevos métodos alternativos, como el semiótico, pragmático y deconstructivo], donde interesa la vida, el listado de obras, la ubicación de la corriente literaria, el argumento, los personajes y la selección de algunos fragmentos al gusto del lector. Esta actividad de carácter indagatoria y de búsqueda de lo que hay en el texto, sólo llega a desarrollar una capacidad: armado de un rompecabezas literario con fichas pre-establecidas, mas no logra la valoración ni comprensión estética del texto.

b) La articularía periodística con carácter reseñero, biográfico, publirreportero del algún autor o texto de turno –moda, aniversario, centenario- , donde más que análisis crítico se nos vende un panegírico dechado de paráfrasis y lirismo promocional, que con toda justicia es escueto, periodístico, pero insuficiente para alcanzar el nivel de crítica literaria

c) La ampulosa y deferenial presentación prologuera de un amigo poeta a otro incondicional poeta o la antojadiza parcial antologación. En ella prevalece toda la pirotecnia verbal adulatoria y de marketing, interesa la forma de la presentación, antes que el fondo de la obra y sus componentes referenciales inmediatos: estéticos, estilísticos, lingüísticos, estructurales.



Pero el correlato y justificación e al inexistencia de revistas especializadas de crítica literaria tiene mucho que ver con el mercado, insuficiente para agotar quinientos o mil ejemplares, cuando se quiere que el producto sea autosostenible.

Chiclayo, una plaza literaria muy débil en mercado de textos literarios, no se puede dar el lujo, ahora, de generar un mercado, amodorrado por la falta de exigencias y linealidad curricular, especializado en crítica literaria. Existen alrededor de cuarenta personas vinculadas a la literatura con seriedad, perspectiva creadora y lectora, otros cuarenta diletantes periféricos ocasionales, unos cuatrocientos ochenta alumnos de Lengua y Literatura en universidades y pedagógicos y unos doscientos treinta comunicadores en cocción, todos ellos potenciales lectores de una revista especializada de crítica literaria. Me apena, que si de los setecientos y picos docentes de Lengua y Literatura que existen en el sistema educativo de la región Lambayeque, hay veinte que leen consuetudinariamente, es todo un éxito.

La región Lambayeque, tiene escasa actividad y práctica de crítica literaria, porque casi medio centenar de autores están inéditos. En la propuesta de Literatura Regional Lambayecana sólo pululan cinco autores en los últimos grados de educación secundaria y en las academias preuniversitarias, con fines de admisión universitaria: Mario Puga Imaña, Nicanor de la Fuente Sifuentes (NIXA), Alfredo José Delgado Bravo, Mario Camino Calderón y Andrés Díaz Núñez.



Las revistas que en los últimos siete años (2000-2007), en la región Lambayeque, tuvieron una especialización estrictamente literaria fueron “Papel de Viento”-FACHSE-UNPRG, “Metáfora”-Nicolás Hidrogo; “Jarchas”-UCV, “NOTABENE”-Marcoantonio Paredes, “UMBRAL”-FACHSE-UNPRG, han servido de vitrinas para la publicación de textos creativo e interpretativos, pero ninguno de ellos ha logrado sostener aún la crítica como un fundamento y aliado estratégico de la promoción de la lectura, la valoración de los textos locales y la iniciación de nuevos hacedores literarios.



De la pléyada de hornadas literarias vigentes: sólo están activos y asomándose a actuando en cuanto evento literario se da, produciendo en el 2007: del 60: Carlos Bancayán Llontop y Jorge Fernández Espino; del 70, Javier Villegas Fernández y Luis Felipe Arce Torres, Víctor Contreras Arroyo, Antonio Serrepe Ascencio, Rully Falla Failoc, Guillermo Ortiz Suárez; del 80, Bruno Buendía Sialer; del 90; Rubén Mesías Cornejo, William Piscoya, Luis Noblecilla Rivas Joaquín Huamán Rinza, Dandy Berrú Cubas, Nicolás Hidrogo Navarro, Luis Heredia Gonzáles, William Célis Guerrero, Juan Montenegro Ordoñez, Stanley Vega Requejo, Fernando Odiaga Gonzáles, Ernesto Zumarán Alvites, Carlos Becerra Popuche; del 2000, Marcoantonio Paredes, María Elena Flores Alvitez, Antonio Castro Cruz, Teresa Menor Alarcón, Brander Gonzáles López, Marles Eneque Solano, Paul Muro Losada, Arturo Bravo Flores, Anders Bocanegra Mendoza, Luis Alberto Hurtado Ramírez, Matilde Granados, María Elena Flores Alvitez, Naneska Alarcón, Alex Miguel Castillo Ventura, Wilfredo González Aponte, César Boyd Brenis, Edgar Ferreñán, Melissa Ramírez Arévalo, Harold Glenn Castillo Peralta, Ronald Calle Córdova, Pierre Castillo, Henger Capuñay Fenco, entre otros. De ellos, se puede hablar y esperar alguno que otro libro o destaque por una década más de prueba, para ver su perfil evolutivo, permanencia en la brega literaria o su retiro, silencioso y gaseoso como otros, absorbidos por sus actividades profesionales económicas centrales.



Indudablemente recae mucha responsabilidad en las instituciones de educación y formación superior fomentar revistas especializadas y formar profesionales con tendencia la crítica literaria. Innegablemente los docentes de Lengua y Literatura, de educación secundaria, que hoy ganan entre mil y mil doscientos nuevos soles ya no tienen justificación para no invertir en una revista especializada en crítica literaria que le puede costar entre cinco o diez nuevos soles y que enriquecería el bagaje histórico-biográfico de sus clases. Hay no sólo una pobreza lectora en los alumnos, sino fundamentalmente en quien debería dar el ejemplo, el profesor. Qué puede pedir y exigir quien nunca ha creado o publicado un texto creativo o interpretativo. Fácil es pedir y exigir, difícil predicar con el ejemplo. La crisis de lectores y creadores empieza por los mismos docentes de Lengua y Literatura que se han quedado varados con su tiza blanca, su pizarra negra y sus libritos de don Antenor Samaniego, Jorge Ventura Vera, Jorge Puchinelli o don Rubén Barrenechea Núñez, libros muy buenos, pero con los que se educaron nuestros abuelitos.



Porque ni un cuento ni un poema o un drama es ciencia, no podemos esperar que sean cuadrados redondos perfectos; porque un verdadero creador no escribe pensando en un crítico; porque la mente de un creador no tiene la misma lógica de un crítico; porque la lingüística es ciencia, pero la estética no; porque el lenguaje científico es diferente del lenguaje literario; porque literariamente los muertos pueden hablar/caminar/pensar/reír y científica y en real, no; la critica literaria no debe ser la fórmula exacta del universo caótico literario. Una cosa es lo que cree y quiere el autor, otra es lo que ve, se imagina y supone su crítico, a partir de palabras, palabras, que pueden decir sí cuando es no, que emocionan, engañan y pueden construir torres de marfil y endriagos sin que ellos existan.



Así como no basta estudiar Literatura pura para ser poeta o narrador; así como no basta aprender de memoria todo el diccionario de la RAEL para ser un demonio literario combinando metáforas con palabras infinitas y frases impensadas; así como no basta que seas un tallerónomo de creación literaria; hacer crítica literaria no basta pretender cientifizar el lenguaje que de por sí es literario y connotativamente ficcional en una obra estética, ni intentar cuadricular las estructuras narratológicas, porque un escritor escribe con emoción y pasión –una historia o un mapa filopoético de sus impresiones del mundo- que con ciencia arquitectural; hacer critica literaria no es pretender despanzurrar las frases, contar las palabras y hacerlas formar en filas de sustantivos, verbos, adjetivos, adverbios y que tengan el mismo tamaño o equivalencia entre un párrafo y otro; hacer crítica literaria no es una suerte de adivinación de las intenciones del autor; hacer crítica literaria no es sólo meterte una camisa de fuerza de la estilística de Bally o Dámaso Alonso, el morfologismo de Propp, el genetismo de Spitzer, el estructuralismo de Barthes, la pragmática de Foucault, la semiotica de Eco, la deconstrucción de Derrida, la sociocrítica de Bajtín, la hermenéutica de Gadamer o Schleiermacher, la estética de recepción de Gauss, y, más etcéteras: hacer una alucinada y deslumbradora crítica literaria es como hablar del infierno, pero habiendo estado allí una buena temporada rimbaudiana con el autor del texto.



Lambayeque, octubre 23 de 2007

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