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sábado, 16 de octubre de 2010

(JULIO FERNÁNDEZ) BARTOLOMÉ. ACTOR DE LO ÍNTIMO Y DE LO SOCIAL

BARTOLOMÉ. ACTOR DE LO ÍNTIMO Y DE LO SOCIAL

Por Gilbert Delgado Fernández

INTRODUCCIÓN



59 poemas, de los cuales 7 son reeditados (esto en Poemas de lo hondo del corazón y a veces de la razón -2009-); conforman Suma de pasiones (2010), segundo libro de poesía de Julio Fernández Bartolomé.

Con respecto del título hay que entender lo de Suma como una síntesis, tal como en los textos que concentraban el saber; por ejemplo el filosófico en Suma teológica de Tomás de Aquino. Pasión es el acto de padecer. Lo de pasiones, en plural, trasciende el ámbito de lo personal para instalarse en el ámbito de lo colectivo. Si la pasión de los hombres obedece al castigo de los dioses o es consecuencia de su propia debilidad, es un tema que fluye y refluye como una constante en la diacronía literaria. Así, en esta Suma de pasiones, convergen esos padecimientos que aquejan al hombre de todos los tiempos y de todas las latitudes. El poeta echa mano de sus vivencias (“…cierto que a mí me pasó…”, indica al inicio del libro) y se enviste del dolor ajeno para cantarlo (o llorarlo) como si se tratase del propio dolor.

I. ACTOR DE LO ÍNTIMO

Somos tan celosos con nuestro propio dolor que cuando lo mostramos es cuando ya no lo sentimos. Digo que el poeta se enviste del dolor ajeno porque Bartolomé se me figura el actor que asume la careta de la tristeza o de la alegría para representar las angustias o algarabías que aquejan o disipan a sí mismo, pero, principalmente, a los otros y, sin embargo, debido a su sensibilidad, termina apropiándose de ellos. Léase Marjori, para verificar. Cuando leemos El poeta pregunta por Stella de Rubén Darío, quedamos convencidos de que la muerte, en verdad, ha arrebatado a una mujer amada de brazos del autor. ¡Es tanta la melancolía que emana del poema! Hecho que, sin embargo, es difícil corroborar en la propia vida del poeta. Sólo la sensibilidad y la magia de la ficción salvarán que el dolor ajeno sepa a propio antes que a postizo. En Bartolomé, suena muy sincero este llanto por la pérdida de lo no tenido:

Anoche lloré apenas te ubiqué, soledad,

no precisamente por sentirme desolado

o con la pena de un amor abandonado

ni siquiera por haber perdido lo tenido;

fue más bien por enterarme de lo sucedido

a una niña de sólo ocho años de edad.



— Marjori —



Marjori representa la tragedia, la hostia quebrada en la representación de la misa, el cordero de la ofrenda, el elemento para el holocausto… Sólo ocho años de edad. Hacia quién va el reproche, ¿a Dios?, ¿al Destino?, ¿al propio hombre?..



• CUANDO SE CANTAN PENAS, ES CUANDO NO HAY PENAS QUE CANTAR



Concebir el arquetipo de mujer perfecta deviene en la deificación de la mujer. En el caso de Bartolomé, principalmente en el segmento Ánforas de fuego de la obra en cuestión, en el paroxismo de la búsqueda de la mujer ideal, el autor se llega a forjar un ideal de mujer más que espiritualizada; sensorial: Una mujer que ame mis pies: y mi lunar, mi estómago, mi fea barba, mis agrios sudores, mis ronquidos, mis besos salivados… En este caso, pareciera, que se aspira a una mujer cuyo amor se limite al plano físico:

“…no importa si ha de ser joven siquiera,

de familia culta o de moral religiosa…”



Digo pareciera, porque el final nos ofrece la clave para arribar al pensamiento que engloba del poema y que constituye el objeto de la enunciación: “…tan sólo quiero una mujer que entienda / que si no cambio no es porque no pueda / y que de amarla / hasta / cambiaré / por ella.”. El tono de reproche y renuncia hacia la mujer real, se puede colegir, surge de un desengaño con respecto de ésta. Pero esto constituye un tópico de la literatura romántica. En Bécquer se pueden identificar dos rimas que ilustran este tránsito hacia el desengaño de la mujer real:

1era. La decepción.

XLII



Cuando me lo contaron sentí el frío

de una hoja de acero en las entrañas;

me apoyé contra el muro, y un instante

la conciencia perdí de dónde estaba (...)



2da. La opción.

XI



(…) — Yo soy un sueño, un imposible,

vano fantasma de niebla y luz;

soy incorpórea, soy intangible;

no puedo amarte. — ¡Oh ven; ven tú!



Esa mujer del enunciador de Bartolomé, cuyo amor se limite al plano físico, es igual de inhallable y hasta, quizás, inexistente como la mujer aspirada en la opción de Bécquer.



De ahí, vendrá el amor degradado a lo pedestre en Subasta de amor, donde al igual que cualquier objeto de consumo es comprable— vendible, como en los ‘amores’ por conveniencia. La mujer bella, pero veleidosa en Observación detenida. La obsesión con el ideal y la disconformidad con la mujer real, la cual es un tropiezo y perturba la conjunción con el ensueño reaparecen en Amor animal, en la prosa poética ¡Ay, chiquita! y en los poemas Me duele tanto amarte y Mustias rosas.



Bartolomé canta lo íntimo universal, lo susceptible de ser experimentado por la mayoría, quizás parte de una pizca de vivencia personal, pero profundizada por sus lecturas románticas. En todo caso, en el poema Mujer de poesía, es de considerar el verso que dice:

“…podrás al fin intuir que fui sólo un actor…”.

II. ACTOR DE LO SOCIAL

• EL PROSCENIO DE LA IMAGINACIÓN

Partiendo de esto, surge la sospecha que Suma de pasiones es una obra inspirada más en la poética del teatro que en la de lo estrictamente lírico. Abrir el libro es abrir el telón y las ideas irán poco a poco ubicándose en el proscenio de la imaginación.



Bartolomé Torres Naharro, poeta del teatro prelopesco, instauró la loa como segmento con el cual se iniciaba una representación (el entremés de acto en acto y el sainete para el final). En el momento de la loa, se exaltaba la obra misma, a un personaje egregio de entre el público o a uno, aunque desaparecido, digno de admiración. Suma de pasiones inicia, aparte de la ofrenda, con un responso a Mario (Benedetti), donde el tono discursivo y laudatorio abona en favor de lo que estamos sosteniendo.



El final del poema es emotivo, como un desenlace teatral:

(…) y a pesar de que para siempre te fuiste de aquí

tus versos con nosotros se habrán de quedar

gozando los que te esperan,

los que quedan

y los que vendrán.



— Mario—



• POESÍA PARA ESCUCHAR Y MIRAR

El mismo Bartolomé ha calificado su obra de “relatos poéticos” como otorgando privilegio a la oralidad. Sus poemas no han de ser solamente leídos, sino también escuchados. Como recursos para la eufonía, Bartolomé recurre al ritornello. Todas las estancias del poema Galletas de lodo, por ejemplo, inician con el verso: Los niños de Haití no son sólo pobres… El primer verso de la segunda estancia admite la variante: Los niños de Haití conviven con la muerte… Inquietantes, puesto que es un anticipo de que la degradación material terminará afectando, finalmente, la espiritualidad de los hombres; a punto de que el hombre terminará tragándose su propia materia formativa “comer galletas de lodo” (lodo como el del intento fallido en el Popol Vuh o el barro en el Génesis). Nos remonta a “El hombre es el lobo del hombre” tan categórico de Hobbes.



La rima (consonante y asonante) contribuye también a enfatizar la oralidad:

(…) se bañan en las calles en aguas estancadas,

duermen a la intemperie

y en casas rudimentarias.



La mayor parte de estancias rimadas de manera alterna, a lo romance, como la anterior y a lo monorrimo, como en la última:

(…) pero juegan y hasta creen en Dios deseosos

que algún día aplacará su ira con todos



(y entretanto, comen galletas de lodo).



La onomatopeya de efecto simbolista también está presente como recurso sonoro. Específicamente en el verso “Silencio, que estoy esperando la paz.”. Donde la fricación reiterada en los sonidos /s, c, z/ = [sssss] reproducen, al instante, en nuestra conciencia, el sonido característico para mandar a guardar silencio. Es el mismo efecto que logra Valdelomar en el poema XV, Salmos: “Recemos en silencio: arrodillados, musitando la primera oración”. Igual en el poema XII, Ella me explicará lo inexplicable: “Con pasos lentos, en silencio, sobre las hojas los dos.”.

El tono discursivo de los poemas evoca los monólogos y diálogos en verso pergeñados por los dramaturgos clásicos (Monólogo en: Loa a mi madre por morir; invitación al diálogo en: Encargo de un padre; y diálogo explícito en La habitación), como fragmentos de piezas mayores arrancados del gran teatro del mundo, difíciles de compenetrar apartándolos de su placenta alible que es la vida misma.



Nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde. Reza el dicho popular. Loa a mi madre por morir, parte de esta premisa. Es un Poema en el cual el sujeto enunciador te invita a montar una farsa, aunque macabra, en la cual asumas que has perdido a tu madre. Así, desde el inicio, el amor, fiera acorralada, es provocado. Lo de loa, de seguro, ha de sonar inadecuado, mas hay que entenderlo como una exaltación a la madre, ahora, aunque viva, pero próxima a morir como finalmente lo estamos todos. A veces, el amor precisa del flagelo de la vida — o de la muerte — para acometer con más fuerza:

(…) luego, cuando llegue el momento final,

destinaré mis olvidados rezos

a que no añore que la hice sufrir

y entienda, en lo escaso de su memoria,

que nunca la dejé de amar, que hubiese

querido regar siempre el jardín,

volar entre sus nubes y cantarle

sus canciones… como lo hago hoy.



Nuevamente, el hombre en busca de respuestas se muestra decidido a entablar un diálogo. A manera de apóstrofe, se lanza la interrogante y el reproche, pero ¿a quién? Los sobrados rezos podrían movernos a pensar en Dios, mas el pronombre “te”, en minúsculas, del primer verso, parece descartar esa posibilidad. ¿El destino, acaso?:

¿Por qué te la has llevado a Marisel?

Si era tan joven y aún no la amábamos lo suficiente,

Si ni siquiera gustó del sabor de la vida;

acaso, no te diste cuenta de que ella no era sólo tuya

y que ofrecimos sobrados rezos

para impedir su partida;



¡Estabas distraído o qué…!



— Encargo de un padre —



Y si hemos sostenido que Bartolomé se presenta en éste, su segundo libro, como actor de lo íntimo y de lo social y que la poética de Suma de pasiones se encuadra mejor dentro de la poética del teatro, será, acaso, porque el mismo autor, en la presentación del libro, califica su obra de “…relatos poéticos que brotan con apresuramiento del alma...” y enfatiza en que son “… para gritar o calladamente ser vistos”. (Subrayado nuestro).



"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant

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