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martes, 8 de febrero de 2011

LA AGENDA CULTURAL OMITIDA EN LA PRÁXIS Y EL DISCURSO POLÍTICO

LA AGENDA CULTURAL OMITIDA EN LA PRÁXIS Y EL DISCURSO POLÍTICO


Por Nicolás Hidrogo Navarro

 
Hemos llegado a convertirnos en una sociedad pragmatizada, cosificadora, interesada hasta dejar atraparnos en la vorágine del juego político –pese a asquearnos en nuestra cotidianidad post-electoral- como un clientelaje convenido y consabido. Por eso el voto electoral en el Perú no es un ejercicio consciente sino coaptado o condicionado, con el maquillaje de “un derecho”. Votamos por quién tiene la capacidad demagoga de ofrecer el oro y el moro; votamos por quien puede llenar nuestra desesperanza, aunque no estemos preparados para ejercerlo ni merecerlo meritoriamente, sino por un canje: un voto por un puesto de trabajo o algún beneficio. Así la política, se ha trocado en el arte ya no del buen gobierno, griego; sino en el arte de cambalachear ilusiones y promesas a futuro por votos, ahora.

El accionar electoral de un candidato no es una cosa del azar, sino basado en ejes temáticos de “estudio de mercado electoral”. Todo su discurso mediático está pauteado por problemas coyunturales de asistencialismo, padrinaje populista, antes que por un discurso desarrollista de autogestión y potenciación de las capacidades productivas y organizativas. En la cultura del elector está inyectado que su candidato le va solucionar todos sus problemas: laborales, de subsistencia y tribales. La Inseguridad ciudadana, corrupción, desempleo, construcción infraestructural civil, agua, desagüe, etc., todo estos problemas sentido y expresados, configura la orientación discursiva, menos lo cultural. Lo cultural no es un discurso que venda en una sociedad como la nuestra y probablemente sea interés de una minoría que no es redituable o poco significativa en votos. Esto demuestra que no necesariamente lo sustantivo es prioritario ni que lo educativo y cultural interese mucho a los políticos, porque probablemente el caudal electoral está más centrado en bolsones de pobreza a los que hay que ofrecer “cambiarles la vida de pobreza”; o, en su contraparte, en bolsones de los grupos de poder, como una posibilidad de hacer buenos negocios en nombre del partido ganador de turno y “en nombre de los pobres”.

Si esto ocurre en un clima pre y electoral, en el post electoral el accionar parlamentario es más que conocido: una agenda parlamentaria descentralizada tiene más o menos esta configuración: 20% a atender reclamos sindicales, 30% gestión de obras de infraestructura física y atenciones de necesidades comunales; 30% de denuncias y 20% de audiencias para impulsar iniciativas de ley. Esto nos da una idea que es más fácil gestionar la construcción de un parque, una carretera, un local comunal, agua y alcantarillado, veredas o canchas deportivas, pero tan difícil un proyecto cultural con presupuesto incluidos, como la implementación y funcionamiento de una biblioteca, la creación de un círculo cultural de estudios folklóricos, un círculo de estudios lingüísticos y literarios, la implementación de una feria anual de libros, un festival anual de poesía, cuento, teatro y cine, la existencia de un fondo editorial para publicar todo el acervo cultural literario e intelectual de una región, un taller de danzas y música tradicionales, la implementación de juegos florales en todos los municipios para mantener viva la creatividad y la revaloración y vigencia de sus intelectuales.

A siete meses, después de la promulgación de la ley de creación del ministerio de Cultura, Ley Nº 29565, el 21 de julio de 2010, ha quedado sólo la sensación que ha sido una mera fusión administrativa de una docena de entidades presupuestalmente languidecientes como la Biblioteca Nacional del Perú, el Archivo General de la Nación, el Instituto de Radio y Televisión del Perú (IRTP) y la Academia Mayor de la Lengua Quechua y se fusionaron, bajo la modalidad de absorción, el Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuano (INDEPA); el Proyecto Especial Complejo Arqueológico de Chan Chan; el Proyecto Especial Naylamp-Lambayeque; la Unidad Ejecutora Marcahuamachuco, el Consejo Nacional de Democratización del Libro y de fomento de la Lectura - PROMOLIBRO y el Consejo Nacional de Cinematografía (CONACINE). Después de un auspicioso entusiasmo de esperanza, todo ha vuelto a su estado real y la cultura ¡ay, siguió muriendo”.

Es indudable que existe cierta incompatibilidad hacer política vendiendo un discurso cultural –así como no es buena combinación hacer politiquería sindicalista bajo la fachada de literatura- porque un discurso cultural demanda de un conocimiento más profundo de las comunidades sus manifestaciones artísticas y las vivenciales, leyendas y tradiciones de los pueblos. En el discurso político con ribetes de demagogia, basta saber la necesidad coyuntural y clamorosa de la población y alimentar la esperanza –aunque mentirosa- de los demandantes, para poder convertirlo en un autómata votante programado.

Post –data: En el Perú ocurre un fenómeno social curioso digno de un diván de siquiatría, en los días pre-electorales. Cuando a la gente se le pregunta sobre los políticos y los estilos de actuar de los políticos, hacen unas muecas de asco y reprobación y en más de un 95% se oyen adjetivos condenatorios que deja la sana impresión que nadie querrá meterse a político por temor a ser condenado a la ignominia social de su apellido y sus descendientes. Sin embargo, cuando se prende la chispa electoral, esa apatía de ignominia política-social, arremete con más fuerza y más gente quiere ser candidatos a alcaldes, congresistas, presidentes regionales que ya parecemos el gran circo del mundo. Somos un país masoquista, nos gusta vernos engañada campaña electoral tras campaña. Somos una país donde democracia es ir como borreguitos a votar una vez cada cierto tiempo, como obligación y no exactamente como derecho.

"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant

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