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domingo, 8 de mayo de 2011

LA “OTRA” LITERATURA FERREÑAFANA - Por William Piscoya Chicoma

LA “OTRA” LITERATURA FERREÑAFANA


Por William Piscoya Chicoma

(chcarmen2010@hotmail.com)



Desde los tiempos precolombinos y, aún antes, muy al principio de la historia de nuestros pueblos, una literatura oral -cimentada en la religión, la magia y las más reales e inverosímiles existencias humanas y sobrehumanas-, ha estado en persistente tránsito de viaje por épocas y sucesos que, después de algunos miles de años, han llenado de historias y canciones la vida de este continente propicio y único.



Todos los pueblos de esta latitud, desde sus épocas más remotas, guardan sinnúmeros de narraciones y canciones con acaecimientos y personajes que van desde los más simples y naturales, hasta los más complejos y misteriosos: toda una gradación de textos verbales que nos muestran, en el caso de nuestro país, un universo vasto de realidad y ficción, los cuales, ciertamente, sorprenden al mundo por su peculiarísima diversidad y sus grandezas históricas y literarias. Particularmente, la tierra ferreñafana es, dentro del contexto lambayecano, el lugar donde la tradición oral ha producido, tal vez, el referente más legítimo y substancial de literatura oral, en virtud, probablemente, a la tradición oral procedente de las dos zonas cordilleranas de esta provincia: los distritos de Kañaris e Inkawasi.



Esta “otra” literatura ferreñafana, que se funda en el temperamento histórico y el realismo maravilloso de nuestras primitivas sociedades, y que se ha transbordado a través de los siglos por la tradición oral local, nos ha legado un rico y enigmático compuesto de piezas líricas y narrativas -canciones, poesías, fábulas, leyendas y mitos-, que todavía yerran en los conciliábulos de labriegos y pastores, allá, en las profundidades más agrestes de nuestra serranía ferreñafana. Gran parte de ella, gracias a la comisión y seriedad investigativa de estudiosos y artistas, propios o foráneos, ha sido acopiada en libros y otros materiales impresos y, hoy, ha conseguido la difusión meritoria de su importancia literaria y cultural en general.



Dentro de aquella progresión de obras, que recogen la admirable literatura oral de la tierra llamada De la Doble Fe y, específicamente, del ámbito de Kañaris, se cuentan, entre las más originales y significativas: Ninamasha y Pachcamc, Pachcamc y el viento y El viento de Jottapetej, o el conflicto, temporalmente resuelto, entre estas tres entidades divinas de la gentilidad andina, que, de muchos modos, simboliza la eterna lucha del juicio contra la sinrazón, de la verdad contra la falsedad, o sea, la antiquísima y universal guerra del bien contra el mal -como ya se sabe, de honda raigambre en las literaturas de todas culturas del mundo de todos los tiempos-; los relatos El cerro de Kutilla y Qasay Rumi, que registran la historia de los cerro dadores de fortuna y buen clima, que actúan con cierta conciencia de la moralidad y la ética humanas; los mitos: La huaca Jorotshko, El espíritu del cerro Angash y El encanto del cerro Huanta, La laguna encantada de Quirichima, La laguna encantada de Shin Shin, y El encanto del cerro con cruz; las leyendas: El antiguo templo y El origen de las campanas del antiguo templo, dos cuentos cañarenses que refieren el origen del templo principal del distrito Kañaris y su famosa campana, pero, sobre todo, reseñan el inicio de la antigua veneración a San Juan, sagrado patrón de esta comunidad altoandina ferreñafana; igualmente, El fraile de la huaca Jorotshko y Los monolitos de Congona, dos relatos de una trilogía legendaria auténticamente congoniana, donde el enigma de una huaca, muestra el deseo de justificación de una fe idólatra y la historia de unas piedras sagradas; Aya Rumi y Nina Rumi, que despliegan el relato de un par de piedras fabulosas, y aparentemente extintas, retoman la visión fanática de la tradición oral kañarense con el fondo del ya avistado trance entre el dios y el demonio, pero, esta vez, representado con la batalla de los espíritus de algunos guerreros históricos, cuyas facultades sobrenaturales infestan de males las precarias vidas de los pobladores, sólo a salvo por intersección de las artes brujeriles de adiestrados “maestros”; El túnel de Angash, La vasija de oro, El rapto de la criandera y El toro encantado de Angash, son tradiciones locales que amplían la presentación de la visión cosmogónica andina, y que van a determinar las actitudes y los comportamientos del poblador montañés frente a la vida, la muerte y la naturaleza en colectivo. En todas ellas, los elementos del entorno -la lluvia, el calor, la tierra, el cielo, las bestias, el hombre, etc.-, llenan de cierta atmósfera de irrealidad y encantamiento que, en verdad, son simbolismos propios de la cosmovisión andina, influenciados, apenas, por algunos pocos componentes de la cultura occidental. Son, también, relatos que exhiben el asunto del génesis de los pueblos, particularmente, de aquellos pertenecientes a la zona de Kañaris, los llamados Cuatro Historias de Pandache -que guardan los relatos: Origen de Pandache, La peña del oso, La leyenda de Joriloma y la Leyenda de Apaypetej y Suruyaco-; de igual contenido, son textos notables, las leyendas: Dos historias de cerro Tunas -conformadas por: La ciudad del cerro Tunas y Las botijas de Tunacerca-; las Dos leyendas del cerro calabozo -comprendidas, a su vez en: Las bolsas del dinero y Las serpientes guardianas-; otras, de características temáticas variadas, son: El duendecillo, La historia del camino, Las piedras de la serpiente, La piedrita del alcalde y Mamahuaca.



Igual de famosas y, por supuesto, de estupendo arraigo en la tradición oral lambayecana, pero, en estos casos, típicamente inkawasinas, son las narraciones: Acâkay o la universal historia del ogro espeluznante o la bruja espantosa, abominables y antropófagos, que van imponiendo -por los caminos, las calles y los lugares más distantes y desolados- el miedo, el terror y la muerte; Juan Puma, que narra la historia del macho híbrido -cruce del humano con la bestia, de naturaleza demoniaca y cuya llegada acarrea vergüenza, dolor y muerte en el pueblo-; Tirulutintinku y Waychawan surru -par historias legendarias con el zorro como personaje central, que narran, llenas de humor, picardía y no profusa magnanimidad, la popular historia del “zorro tonto”, de amplia difusión en la literatura occidental (con su presencia desde las tradiciones medievales europeas, con Caperucita roja, de Charles Perrault, como arquetipo axiomático), aquel que, bajo el engaño y la burla, padece los rigores del abandono, el hambre, el frío, las palizas y hasta la propia muerte-; Lluychuwan surru o la historia del “zorro andino” -donde el célebre canino, a diferencia de su par occidental, debe su popularidad y prestigio a su espíritu sobrio e inquieto, su carácter festivo y bienhechor y la agudeza de su inteligencia extraordinaria, pero, sobre todo, a su astucia sobrenatural y su sagacidad sorprendente: siempre será él quien eluda los peligros y ayude a los apesadumbrados, domine los elementos de la naturaleza y doblegue a la adversidad, burlando a la maldad, la contingencia, la enfermedad, la muerte, y triunfe, definitivamente, en su inmortal enfrentamiento con el animal ruin, el hombre inicuo o el componente conspiratorio de la naturaleza, representaciones del humano poderoso, abusador y explotador del pueblo-; y otras más de estas piezas singulares de la tradición oral lambayewcana son: Yacapa, Qishpisirka, Kulebrawan warmi, Allquwan warmi, Chikchipa parlun, El cerro de Kutilla, etc.



La música, el canto y la poesía, constituyen formas expresivas artísticas de profundas raíces en el espíritu creador del poblador andino ferreñafano, y aunque para su estudio e interpretación son plausible de división en sus concepciones temáticas, estilísticas y estructurales, sin embargo, en su expresión interpretativa esencial, resultan de naturalezas indivisibles, por aparecer indistintas en sus propias composiciones. Muestra de esta aserción son: Kañaritaki, Inkawasitaki, Jankitaki, Uyurpampataki -formas de danzas y cantos, típicos de los pueblos de Kañaris, Inkawasi, Janque, Uyurpampa y otras comunidades, que se ejecutan luego de cumplir determinadas actividades propias de nuestros pueblos andinos (techado de casas, limpia de acequias u otras labores domésticas o agrícolas) y donde, como es previsible, se muestra el espíritu comunitario, solidario, dicharachero, del hombre y la mujer serranos-; Kinranpinkullu, Lanchipinpinkullu, temas singulares y representativos de la tradición musical de la sierra ferreñafana, mezcla de canto, música y lírica, donde los prototipos, usos, ideologías, idiosincrasia de la cultura norteandina se privilegia como eje tematizador y transversal, y donde el hombre andino expresa su emoción y entusiasmo, llevados al paroxismo de su goce con la tierra, con su experiencia existencial y su fe en la vida más allá de la muerte, es decir, de su tan ambicionada trascendencia; y, finalmente, los dos más famosos ceremoniales: Jaynayu y mishukasharu, textos sacramentales de amplio dominio en el universo religioso inkawasino y que, como canciones, se interpretan en honores al niño Jesús y otras santidades cristianas, pero, fundamentalmente, como loa a la Virgen de las Mercedes, Patrona del pueblo de Inkawasi.



Aunque, como ya lo explicáramos anteriormente, una considerable parte de esta “otra”, primordial, esencial, literatura de los ferreñafanos, aún continúa dispersada en el devenir de las colectividades de nuestra serranía -y, en muchos casos, conservada en su cualidad más original e íntegra-, una gran parte de ésta ya es édita en textos escolares, libros y otras publicaciones de autoría individual o colectiva, y se instituye como material importantísimo y de estupendo valor aportativo para la nomenclatura de la literatura tradicional local, regional y nacional. Entre los autores de estas selecciones, recopilaciones, colecciones, antologías, etc., presentadas en lengua vernácula o de traducción al español, destacan: Hipólito, Evaristo y José Cajo Leonardo y Cronwel Cajo Calderón -como institutores de la corriente recogedora y traductora-; Joaquín Huamán Rinza (o Juan Congona), Luis Cajo Chunga, Javier Hoyos Medrano, Marcial Huamán Sánchez, Armado Sánchez Céspedes, Agapito Calderón Manayay, Víctor Vilcabana Sánchez y Cruz María (o Marycruz) Pantoja Mori -como la generación intermedia de autores y recreadores-; y como la nueva serie de autores-investigadores: Oscar Bernilla Carlos, María Cristina Calderón Manayay, Francisco Lucero de la Cruz, Pedro Quispe Rodríguez, Martín Sánchez Purihuamán, Libia Sánchez Céspedes, Francisco Elmer Efus Linares y Florencio Huamán Rinza.


Ferreñafe, 3 de mayo de 2011.


"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant

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