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lunes, 31 de enero de 2011

PARA HONRAR A UN ESCRITOR: Juan de Dios Ramírez Ruiz - Las valoraciones dentro de los mismos escritores

REMINISCENCIA PROGRAMADA
VIERNES LITERARIOS- LIMA
XX ANIVERSARIO: SEMANA 843-A

Desde Lambayeque-Perú, a nombre de Conglomerado Cultural, saludamos los veinte años de labor incesante de Juan Benavente al frente de esta tribuna y plataforma cultural donde han pasado centenares de autores peruano de la literatura: poesía, cuento, novela, teatro.
Nos aunamos desde nuestra tribuna en Chiclayo, Capital de la amistad. Y al igual que Ud. Representan para nosotros un modelo que emulamos y que a la sazón ustedes van 843 semanas, nosotros detrás con 231 semanas.
Nos mueve la promoción literaria, la integración de creadores y nuestra púnica bandera es el arte. Por eso les instamos a seguir adelante en esta ruta ya trazadas.

Lambayeque, enero 20 de 2011


PARA HONRAR A UN ESCRITOR:
Juan de Dios Ramírez Ruiz
Las valoraciones dentro de los mismos escritores


La vida de los escritores parece tener un estigma, un designio, un sino: el angustioso azar de su vida lleno de tremendismos, incomprensiones y deicidios. No todos son adorados por sus obras, sino que muchas veces su vida pasa a ser una especie de culto, emulación y mito y así la vida escandalizada y sus actitudes e irreverencias, terminan siendo objeto de veneración de la misma estirpe de escritores que ve en ellos modelos a seguir e imitar. Cuando estos mueren empieza sobre el mito otro mito en escalera y con ponderaciones y sus elementos conexos. Muchas veces entra la disputa cofradal y el jironeo de sus restos de los que lo conocieron y no, de los que lo leyeron o no y hasta sus enemigos de otrora se convierten en amigos, allí surge la teoría que el mejor escritor es el que está muerto y que hasta el diablo muerto se convierte en ángel bueno desde el mismo día de su sepelio.

Juan de Dios Ramírez Ruiz, paisano chiclayano él, consagrado a poeta e ideólogo del movimiento continental Hora Zero de los 70, hizo una carrera literaria en el inconformismo contestatario de un contexto de época donde ser rebelde se justificaba por la prevalencia de los gobiernos totalitarios, militaristas y la bipolaridad ideológica mundial de opresores y oprimidos en desproporción rutilante. Época en la que se tenía prestigio ser comunista o mínimamente socialista, donde tener barba crecida a lo Camilo Cienfuegos y llevar bajo el brazo un librito de Mao, Lenin, Marx, Trosky o tener una boina a lo Che, eran símbolos semióticos de moda y ufanación.

Juan Ramírez Ruiz capitalizó esa esencia epocal y gestó, junto a otros, en un momento, en donde la poesía era un canto dulce de un mirlo selvático, un chisco lambayecano o una urpi triste, una poesía holística y total, que comprendiera todos los órdenes: estética social, política, lingüística, educativa y que todo apuntara a sensibilizar al hombre y abrirle el imaginario rebelde de actuar ante los sucesos del mundo. Fue un corto circuito lo que propuso para sepultar a esa poesía edulcorona y en la que el poeta se enrevesa, se mira al ombligo y se acuna en sus egos líricos, en las incomprensibles hordas de una poesía abstrusa sin pies ni cabeza, que no se entienda ni se engarza en sí misma y sí mucha sicodelia efectista. Poesía concreta, poesía que respire y huela a pueblo, a vida cotidiana, a rebeldía, que coberture todos los órdenes, fue quizá la esencia de la poesía como mazo para combatir la opresión y los opresores.

Para honrar a Juan de Dios Ramírez Ruiz no necesito ocultar sus disquisiciones alcohólicas y su consumo de estupefacientes, tratando de maquillar la mortaja de su vida. Para honrar a Juan Ramírez no necesitamos expropiarlo a nadie ni a ningún grupo que reclama su legado y su exclusividad. Para honrar a Juan Ramírez no necesitamos decir que le dimos la mano y desde aún no nos lavamos, que dormimos junto a él, que le invitamos un cachito de colombiana moño rojo o que le invitamos o atosigamos con cerveza en algún huarique limeño o que tenemos fotografías junto a él o su firma. Para honrar a Juan Ramírez Ruiz necesitamos leerlo, comprenderle y “avisar a los compañeros” que su poesía sigue vigente. Para honrar a Juan Ramírez Ruiz no necesitamos prender velitas misioneras, rezar 30 aves marías y 20 padres nuestros. Para honrar Juan Ramírez Ruiz no necesitamos hacer bacanales alcohólicos en su nombre con fachada de Festival, Encuentro. Para honrar a Juan Ramírez necesitamos penetrar en su legado poético, seguir su huella, tomar la posta y hacer de la poesía esa higuera perpetua que quiera hacer del poema una integralidad, donde la poesía sea una perpetua fuente de olas torrentosas que despierte la sensibilidad humana hacia su cambio y transformación, inconformismo y rebeldía permanente consigo mismo y contra cualquier sistema opresor.

Todavía en la región Lambayeque, su tierra, le sigue siendo ingrata. Juan Ramírez Ruiz es conocido fundamentalmente entre la gente de la pluma setentera, ochentera y noventera, Y más de uno sólo conoce títulos de sus libros. Y sólo dos o tres coterráneos cuentan con parte de sus libros publicados “Un Par de Vueltas por la Realidad” (1971), Vida perpetua (1978) y Las armas molidas (1996). Es más, en la región Lambayeque existen 3 bibliotecas municipales y sólo en una existe un ejemplar de “Un par de vueltas por la realidad”. Existen 7 universidades, 6 particulares y una nacional y en sus bibliotecas, ¡oh sorpresa!, no existe ningún libro de Juan Ramírez Ruiz en sus estantes, triste destino e injustificado consuelo. En la región Lambayeque existen unas 1,200 bibliotecas escolares de educación secundaria, tampoco existen libros de nuestro autor reseñado. ¿Quién podrían honrar, conocer valorar a un autor que no se lee? Juan Ramírez Ruiz todavía sigue siendo un autor marginal, un escritor de culto, pero de una fracción de escritores e intelectuales en Lambayeque y en el Perú.



VIDEO HOMENAJE:

Una ruta de salida desde la casa de Juan Ramírez Ruiz hasta la plaza principal, en Chiclayo.

http://www.youtube.com/watch?v=5RIp2BL5xig


"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant

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