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lunes, 31 de enero de 2011

LA LECTURA ESA GRAN NECESIDAD ESQUIVA - Leer… ¿para qué? - Por Teresa Liliana Menor Alarcón

LA LECTURA ESA GRAN NECESIDAD ESQUIVA
Leer… ¿para qué?

Por Teresa Menor Alarcón

La lectura contribuye a crear un poco de ‘juego’ en el tablero social (…) Lo que está en juego en el desarrollo de la lectura atañe a la ciudadanía, a la democratización profunda de una sociedad.
Petit, Michéle.

Al decir de Charria, E. (1993) la lectura es un acto complejo de comunicación; una forma efectiva de acercarse al conocimiento y a la información; es una posibilidad muy amplia de conocer y disfrutar; de reconstruir o configurar el mundo ideal o real. Todos debemos leer no sólo para desarrollar el pensamiento crítico y la creatividad, la capacidad de adquirir conocimientos y comprensión del mundo, de formar la autonomía y la libertad, sino también para aprender a leer.

El aprendizaje de la lectura es un proceso único, permanente y continuo. Demanda de todo un sistema de estrategias que en primera instancia el maestro debe conocer y manejar conscientemente en su campo de dominio (hablamos no sólo del profesor de comunicación o lengua y literatura); mientras que por su parte los padres, aunque no conozcan alguna de aquellas, tienen la obligación de ser un modelo lector para sus hijos. La falta de tiempo, carencia de dinero, costos elevados del libro u otros factores no justifica la ausencia de al menos alguien en casa que asuma ser el continuador cultural de la lectura. Desde la abuelita, el padrino, la “muchacha” hasta el hermano, el padre y la madre son los llamados a serlo. El contacto directo con la palabra escrita le permitirá al niño avanzar en dicho proceso y entrar poco a poco en el mundo de la lectura.

Aller, C. (1998) afirma que la lectura es el principal instrumento de aprendizaje y el núcleo central del trabajo diario con el niño lecto-escritor. Además concibe la lectura como el punto de partida de la mayoría de las actividades escolares y extraescolares. Entonces, el modelo de enseñanza de la lectura determina si ésta es necesaria, importante u obligada. Para descartar la última opción, en los estudios de Becerra y Charria (1993) se propone una relación de tipo comunicativa en el aprendizaje de la lectura, donde el niño puede construir el valor de la lectura desde su interacción con un maestro que la valora; mientras que al maestro le da la oportunidad de avanzar en su comprensión de las condiciones en que los niños avanzan en su aprendizaje de la misma. Así, se logra también la construcción de una pedagogía de la lectura.

El deseo de construir una sociedad lectora no es interés sólo nuestro. En el año 2002 el ex Ministro de Cultura de Francia, Jack Lang escribió para el diario Clarín: “Desde ahora, dedicarán dos horas y media a la lectura y la escritura hasta el ingreso a 6 grado… Por lo menos cinco horas semanales se dedicarán a los textos literarios: lectura en voz alta, lectura silenciosa, recitación, juego teatral, etc.” En el Perú, se gesta un espacio para la promoción, difusión y práctica de la lectura a inicios del 2006, pero era necesaria la obligatoriedad mediante un papel, que más adelante se constituyó en un compromiso a asumir por toda la ciudadanía.

La movilización por la lectura iniciada en nuestro país desde el 2007, no es una novedad sino una necesidad, pues conociendo lo importante que es la lectura en el proceso de aprendizaje de todo estudiante, aquélla se debería tomar como un regulador del quehacer pedagógico. Bien sabemos que profesor que lee, asume el compromiso de hacer que el estudiante también lo haga. Su labor en los primeros grados radica en enseñar cómo aprender a leer. Y eso no lo dicen las normas ni resoluciones de Plan Lector. Mientras haya muchos maestros involucrados directa y permanentemente con dicha movilización (y con ello el desarrollo de las estrategias que configuran el Plan Lector), la lectura será tomada como el puente de acceso más viable para conocer la cultura y el pensamiento del hombre, y no como mera decodificación de signos gráficos. Recomendando siempre que el Plan Lector no debe ser una moda, sino como una oportunidad para aprender a leer.



Se sabe también que, la participación de la familia es decisiva. Por eso ahora más que nunca la escuela se apoya en ella para desarrollar actividades que la involucren continua y directamente. Las normas lo mandan, los hijos lo desean, pero curiosamente llama mucho la atención ese imperativo escrito en una de las seis disposiciones complementarias emitida en las normas de organización del Plan lector 2007 que dice: “Nadie puede obligar a los padres a comprar los libros que sus hijos necesitan para lograr el objetivo del Plan lector.” Si bien es cierto que los libros utilizados en la escuela son obtenidos por gestiones propias de la institución educativa, es necesario que los padres que quieran formar hijos lectores, compren libros. Es seguro que con sólo verlos realizando tan noble acto, ya están educando a sus hijos en la formación del hábito lector.



Como se puede ver, el problema de falta de práctica de la lectura no se circunscribe tan sólo al ámbito escolar o familiar, sino cultural. No podemos pedir lectores, cuando ni en casa ni en la escuela, menos en la sociedad (medios escritos informativos televisivos, mayormente) hay ejemplo de su práctica. Tal vez, el panorama se presente a medias, porque existen muchas personas (por obligación más que por convicción y placer) que la realizan y disfrutan y aprenden con su práctica. Sin embargo, se necesita recuperar su importancia y con ella, la trascendencia humana de esta actividad, la misma que demanda de constancia en su práctica altamente constructiva; y que trae consigo el ejercicio de la libertad. Podríamos empezar por reconocer que gran parte del problema tiene su origen en no aceptar que quienes no leen, no son los alumnos sino los adultos. Entonces, cabe la pregunta poco común ¿por qué los adultos no leen? Quién sino el maestro o padre de familia en cada ámbito que le compete es el que debe asumir ese rol cultural ante la lectura. Además, es insuficiente sugerir, recomendar, o rogar al alumno que lea cuando no hay modelo lector (sea escuela, familia, sociedad). Las frases de un profesor poco habituado a la lectura como: “lean, muchachos”, “cuando estudiaba leía”, “lean, es muy bonito” no pesan más para el alumno a quien le es suficiente ver leer para imitar, luego para descubrir y posteriormente para conocer. La lectura es una actividad cultural que para su dominio no se necesitan palabras de aliento. Ni tampoco para su motivación de grandes esfuerzos. Sólo se necesita leer bien.



"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant

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