EL PANORAMA DE LA INVESTIGACIÓN LITERARIA EN LA REGIÓN LAMBAYEQUE
Por Nicolás Hidrogo Navarro
Una de las preocupaciones de los creadores en la región Lambayeque, como en cualquier otra región del Perú, es que su obra se valore, analice, interprete y se estudie de manera crítica, epistémica, sistemática, dado que ello implica un engranaje de reloj para mover la difusión de los textos, el reconocimiento de los autores y el surgimiento de nuevos creadores y la afianzación de lectores.
La crítica literaria y la investigación literaria, son ejercicios intelectuales equivalentes y convalidables con la creación de textos poéticos o narrativos. Son un complemento de la valoración e interpretación y el ejercicio metodológico de un abordaje de asedios con una herramienta del método científico. Son tan necesarios para catapultar la actividad literaria y darle su valor agregado de difusión y eclosión.
Este ejercicio intelectual y académico de la investigación en el contexto de las universidades con facultades de educación e institutos pedagógicos, hoy es incierto, anacrónico y hasta descontextualizados. El análisis de las currículas formativas y los planes de estudio dan cuenta que la investigación como producto acreditable – de manera general en las universidades, no es la opción favorita y muy por el contrario las clases magistrales o los informes de suficiencia profesional se han convertido en las prácticas predominantes de titulación, remolonería y facilismo a su servicio.
Este problema es estructural formativo, de diseño curricular y de manejo de los perfiles profesionales, impregnados en las propuestas que se mueven a paso de caracol y con renuencia a cambiar de paradigmas. Por supuesto que hay una dosis de facilismo y prontitud convenida para seguir titulando con la vertiginosidad de una fábrica de chocolates, ante la inminencia del verano.
Nuestro caduco y muy bien sustentado esquema positivista, ha dado pie a que se sigan validando y condicionando investigaciones de tipo cuantitativo a meterlos como camisa de fuerzas en la investigación cualitativas, de las que preferentemente suele utilizar el ejercicio crítico del análisis de una obra o un periodo de nuestra literatura. Como corolario de esto los ejercicios con los cursos de investigación de seminario de tesis o de investigación, han parido y putificado temas trillados hasta el hartazgo con modelos emparentadas y archiconocidas variables dependientes de “autoestima”, “desnutrición”, “rendimiento académico”, “comprensión lectora”, “producción de textos”; emparejados con las variables independientes como “métodos de estudios”, “técnicas de compresión lectora”, “estrategias didácticas”, que no han hecho más que tomarlos como modelos clonados, donde sólo cambia la denominación de la I.E. y el aspecto cronológico. Lo demás es calco, copia y pega.
Se suma a ello el elemento que la investigación literaria se restringe porque las carreras profesionales están orientadas a la formación pedagógica y no necesariamente la especialización purista de la lingüística o literatura como superespecialización. Esto ha dado pie que en una facultad de educación, con la especialidad de Lengua y Literatura, Comunicación o Lenguaje y Literatura sus perfiles y los planes de estudio, se orienten a formarlo como un profesor de aula con tiza y pizarra para enseñar gramática o historia de la literatura más que para investigar o generar espacios de creatividad verbal y comprensión lectora. El perfil del futuro docente está programado para la transferencia informativa, pero no para recrear la creatividad y la fantasía de los estudiantes, amén de la investigación literaria y los elementos de valoración y apreciación estética, dado que no se manejan estas herramientas.
De allí que el plano de la investigación literaria esté huérfana a la esperanza de la constitución alguna vez de una facultad con especialidad pura de lingüística o literatura o que los planes curriculares y los perfiles profesionales se reestructuren y se permita titularse con tesis con títulos como “Carácter de la literatura lambayecana de la década del 60”, “El sindicalismo como espacio estructural en la novela Puerto Cholo”, “El aporte de las crónicas periodísticas y de efemérides de NIXA en la segunda mitad del siglo XX”, “Análisis estructuralista de la obra los mitimaes de Mario Florián”, “Análisis semiótico de la lírica de Alfredo José Delgado”, “Análisis sociológico contextual y sindicalista de la poesía del poeta monsefuano Orlando Uceda Campos”, “Análisis lírico de identidad en la letra de las composiciones de Luis Abelardo Núñez Takaashi”, “Análisis transaccional de la décima sañera desde principios del siglo XIX-XX”, “Valoración del aporte a los estudios folklóricos de Alfonso Tello Marchena”, “Análisis deconstructivo del romanticismo tradicional en la obra de Emiliano Niño Pastor”, “Espiritualidad y religiosidad en la obra El Daño de Carlos Camino Calderón”, “Análisis semiótica en la poesía de JELIL, en el contexto de la poesía lambayecana”, “Marcas estéticas en la poesía y la narrativa de los 90 en Lambayeque”, etc.
Si por un momento se cambiaran los formatos positivista y correlacionales en los productos acreditables de pre-grado, las maestrías y los doctorados, por estructuras sociocríticas y de investigación acción aplicadas, estas tesis imaginarias ahora, podrían servir para catapultar los estudios literarios y generar toda una corriente de valoración de lo nuestro y por ende como método de estudio para aplicación a cualquier obra regional, nacional como universal. Pero esta utopía, es lo que es. Aún las universidades y los institutos con estudiantes raleados de Lenguaje y Literatura, que están condenados a desaparecer paulatinamente, están destinados a realizar clases magistrales de cincuenta minutos que no ve sino el jurado y el aula que sirve como medio para el logro de estos facilismos mediáticos y economicistas y no cambian nada.
La investigación literaria sigue siendo una oportunidad muerta, una puerta infranqueable por obra y gracia de un currículo que lejos de ser flexible se ha convertido en una camisa de fuerza que quiere convertir lo connotativo en denotativo.
Es hora ya que los “profesores de investigación” dejen de estar amarrando el macho y seguir haciendo investigación de pizarra y de diagnóstico sin uso ni beneficio para nadie, sólo para rellenar el tremendo forado que se desdice de los grados y titulachos de “licenciados de clases tradicionales, especialista en…”, pero no licenciados de investigación. Sin investigación, como ejercicio pedagógico y epistemológico formativo; y, sin salida como requisito sine quanon de producto acreditable para obtener un grado o título profesional, siempre se toreará a la investigación y los discursos de calidad y liderazgo educativo serán tan sólo emasculaciones líricas de un poeta atormentado o discursos autocomplacientes que no convence ni al propio orador de turno.
"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant
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