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jueves, 30 de junio de 2011

LA MUERTE DE DIOS EN LA POETICA DE JOSE ABAD ESCURRA- Por Fernando Odiaga Gonzáles

LA MUERTE DE DIOS EN LA POETICA DE JOSE ABAD ESCURRA.


Por: Fernando Odiaga Gonzales



El asunto de este artículo es tratar de hallar el núcleo de la estética y de la poética propuestas por José Abad Escurra en su poemario Absolución de la noche, el cual forma parte de la primera publicación del grupo Signos, libro colectivo que recoge los primeros trabajos serios de Abad, Calle, Castillo y Boyd. Para desentrañar la propuesta de Abad, nos adentraremos en los aspectos ideológicos y semánticos del Poema breve Artificios, que reproducimos a continuación:

“Es tarde para intentar dormir:

El sueño está despierto.

Es tarde para empezar el mundo:

Dios ha muerto.

Y el hombre cree que está vivo.”

Artificios es otro de los poemas en que Abad ausculta los ciclos nocturnos cotidianos de la existencia; sin embargo es el poema en que Abad hace suya la frase de F. Nietzsche, “Dios ha muerto”; En su libro de ensayo Los hijos del Limo, el genial escritor y premio nobel, Octavio Paz, afirma que La muerte de Dios es un tema romántico por excelencia y que en ella los poetas del Sturm und drang manifestaban la angustia y la ironía (dimensiones de la estética romántica) de un mundo que se transformaba nuevamente en pagano, pero donde el cual la religión monoteísta y revelada se torna en un absurdo deleznable. Si Dios existe, no puede morir y si no existe, se pregunta O. Paz: ¿cómo puede morir alguien que nunca ha existido?

La muerte de Dios en el poema Artificios es el resultado de una construcción semántica analógica: desde el primer verso habla de una tardanza, la tardanza de un sueño que está despierto; y prosigue hablando de otra tardanza, la de un nuevo comienzo: El juego semántico alude a un imposible escape de la vigilia nocturna, que amenaza hacerse perpetua. El insomnio bohemio ha forjado las sombras de una inspiración irónica y angustiada. Dios puede morir porque a la vez puede renacer, dentro del tiempo cíclico de los días y las noches. Esa es la lógica del romanticismo; pero en Abad y su poema Artificios esa lógica se transforma en una lógica existencialista, porque el espacio de la noche insomne y la angustia, devienen en un sentimiento tanático, una sensación de mortalidad real, concreta, una creencia traicionada en la vida: “Y el hombre cree que está vivo”.

El poeta romántico retoma sus ancestros paganos y se reviste de sacerdote. Por momentos el uso de la primera persona del plural, convoca a la comunidad de receptores, a los seres humanos en general al ritual de una existencia común, al estar despiertos sobre los abismos de la muerte, recibiendo las revelaciones y los presagios para un tiempo donde la tardanza del retorno de Dios yace en el fondo de las promesas desesperadas. Para Abad hay un tiempo que no es de la creación sino que es un tiempo de inmortalidad, de goce pleno y dominio del tiempo que el hombre ha perdido a la vez que ha perdido a Dios. Esta orfandad universal es acentuada en el poema por el uso del sujeto tácito y la impersonalidad causada por la omisión de pronombres personales, a diferencia de los poemas donde es marcado el uso de la primera persona del plural que ya hemos mencionado.

La ironía y la angustia han sido temas de la filosofía del danés Soren Kierkegaard y en Nietzsche adquiere su superación en la via de la sustitución de los valores cristianos por los de la voluntad de poder. Pero en Abad no hay espacio para eso, la contemplación en la vigilia es una ventana a los abismos de la muerte. Esto último emparenta su poética con las filosofías de Sartre y Heidegger, que justamente tratan de hallar una contemplación sosegada o autodestructiva, en el caso sartriano, de la muerte, sentimiento tanático extremo en el que probamos nuestros límites reales. Abad es entonces el sacerdote de una existencia absurda, sin dioses ni Dios, en el cual la revelación es el espacio de la imposibilidad, verdadera promesa de todas las esperas.

En realidad las revelaciones de Abad sobre la muerte, la existencia y Dios figuran obsesivamente en otros muy bien logrados versos, como aquellos del poema Confidencias, donde se introduce esta problemática poética, pero guardando el enigma, la ilusión de un Dios distante, así en Confidencias, la muerte es la espía tras la puerta que devora los sueños y las imágenes, las ilusiones que crea la vigilia; ella finge compasión por la existencia del hombre en hermético y humillante silencio, pero a la vez no sospecha que ella es espiada por otro ojo. ¿Del ojo de quién habla Abad? Se trata pienso yo de Dios muerto, que retorna como un fantasma, el fantasma del que el poeta está hecho a imagen y semejanza. Dios escribe la novela del poeta, como esa presencia fantasma que también se encuentra en los versos de Hallazgo: “…descubro que mi vida/ es una novela/ que alguien escribió para olvidar/ que también le escribían. En este poema es notoria la omisión de un sujeto enigmático, un Otro que acecha fuera del tiempo, donde los espejos multiplican el espacio vacío. Ese Otro es Dios, presencia incomprensible, sustento inexplicable de lo que existe entre la muerte y el infinito. En el poema Ángel nocturno ese fantasma de lo Otro, lo irracional/racional de la existencia, es claramente un mensajero divino, Un ángel, que es “fantasma del aire”, “disolución del pecado”, etc. y que el poeta solamente intuye entre las sombras, terminando por preguntarle en el colmo del misterio: “¿A qué juegas?” La persistencia de ese fantasma, de ese Otro negado se vuelve patente nuevamente en el poema Formas, donde el poeta enuncia una no pertenencia a si mismo apelando a ese fantasma dominador y desconocido bajo el uso de la segunda persona del singular: “Ya no saldré nunca de tu voluntad irredimible/de construir celdas alrededor de mi celda.” Y al final del poema resulta que es el fantasma, el Otro, el que solamente desconoce en su lenguaje todo aquello que no es “la muerte incorruptible de los cuerpos”…el lenguaje del sacerdocio poético del Dios muerto o la revelación misma de ese Dios. Y ¿Acaso no es Dios una promesa de encuentro para después de la muerte, algo que solo conoceremos al pasar el umbral en que termina nuestra vida?

“La muerte incorruptible de los cuerpos” y “el temor de saberse profanados”, como enuncia en el poema Presagio, son la evocación de una transgresión incompleta; Abad no abraza el cristianismo romántico mas que desde su forma negativa, la que lleva al existencialismo, donde el amor es fraude ante la inminencia de la muerte y donde se teme más que nunca al otro que espera después de la muerte, al verdadero guardián en la sombra, al primer arconte que recibe las almas en los límites pleromáticos, o al mismísimo Dios, resucitado; y se le teme justamente porque se le creía muerto. En el poema Jauría “el abismo resplandecía dulce y la música era una invitación al suicidio”. Dicho sea de paso, la poética existencialista se revela en su sentimiento mas anonadado, en su angustia vacía y su ironía dolorosa, como la creación de una intimidad sin redenciones, aplastada entre la demencia del tiempo y la duda del para qué y del ser que es nada, o como dice Abad, es “Polvo y olvido”.

"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant

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