MARIO VARGAS LLOSA.
Un premio Nobel desbordante
Por Nicolás Hidrogo Navarro
Este año 2010 la academia sueca de los premios Nobel ha tenido una inusitada actuación, tan misteriosa como los propios cónclaves para designar un Papa, tan desconcertante para rabia de algunos políticos que todo lo ven como lucha de clases, sin que nadie los espere en batalla.
Cuando admiradores de la obra literaria y hasta el propio designado al Nobel de Literatura 2010, se resignaban con no poca manifiesta indignación por una injusticia que hacía evocar el caso de otro insigne escritor latinoamericano Jorge Luis Borges, de pronto una noticia de impacto mundial, un boom, sienta un precedente y deja más intrigados a tirios y troyanos: para unos comunistas –acostumbrados con regocijo a ver que siempre se le concedía Nobel a los de manifiesta ideología izquierdosa-, en esta oportunidad 2010, era y es un premio indebido dado “al imperialismo yanqui”, encarnado en Mario Vargas, como si el Nobel de Literatura fuera por hacer politiquería; para los más, el regocijo era desbordante, aplastante y un triunfo de la constancia y la paciencia a lo Job. El otro extremo y golpe de mazo fue para el comunismo Chino, por la concesión al disidente chino Liu Xiaobo el premio Nobel de la Paz 2010, por lo cual se ha desatado todo el ímpetu rabioso e intransigente contra la Academia Sueca, que se ha ganado la ira de todos los retrógrados y rancios ultras de la izquierda cavernaria, aún sobrevivientes, mermados en el mundo. ¿Y no que los miembros de la academia eran fundamentalmente de línea de izquierda predominante y todos los designados debían ser como la sandía: verdecitas por fuera para las apariencias miméticas, pero rojos por dentro con pepas ideológicas negras?
Una vez más se prueba que Mario Vargas Llosa es un intelectual polémico que ha visto su camino empedrado de puyas, petardeada y gironeadas desde que por una decisión valiente y consecuente renuncia a sus ideales socialistas y mostró su desencanto por la revolución cubana- que casi todos compartíamos en los 60-70-80-, que en un inicio fue apoyada por todo el boom literario latinoamericano de la época. Pero luego vino el desencanto y esa fuerza que derrotó al abuso invasor norteamericano, esa euforia revolucionaria y romántica de los 60, se convirtió, a lo Robespierre, en un gobierno que taconeaba las mazmorras cubanas de presos políticos, con tal insanía pocas veces vista.
Mario Vargas Llosa no le pertenece ni a la izquierda ni a la derecha política; ni a los ricos ni a los pobres; ni a los blancos ni a los negros; ni a Fidel ni a Obama: un escritor, este sastrecillo valiente, de trascendencia le pertenece a todos.
Los comunistas raleados sobre la faz de la tierra no le perdonan ni le perdonarán que Vargas Llosa los haya dejado náufragos con sus ideales de los 60 –por el caso Heberto Padilla-, embozados con un lenguaje renovado –pero igual cargados de odios, resentimientos y totalitarismos ideológicos trasnochados- y envueltos en ideologías intransigentes, anacrónicas, desfasadas, rabiosas que pregonan el discurso incongruente de luchar por los pobres y a los pobres no les permiten que discrepen ni se conviertan en disidentes cuando traicionan sus ideales.
Resulta por demás mezquino que durante tanto tiempo voces comunistoides hayan hecho tanto ruido para interferir la designación de Mario Vargas Llosa por su literatura (Novelas, ensayos, cuentos, obras de teatro, etc.). El premio a Mario Vargas es por su literatura, no por sus ideales políticos. Se es pues aguafiestas cuando mezquinamente no se reconoce el valor universal de Mario Vargas Llosa y no interesa si es peruano, ecuatoriano, colombiano, argentino, chileno. Un Nobel es del mundo y para el mundo. Así que no busquemos si la frase justificatoria que emitió la Academia Sueca para designar al Nobel 2010 le corresponde o no, reclámenle a los académicos del Nobel y no al designado. Esa pequeña frase es insignificante – y hasta impropia literariamente para un novelista- para lo que significa Mario Vargas Llosa como escritor del mundo.
Primero, para poder aquilatar la valía de Mario Vargas Llosa, hay que leerlo en toda su extensión y plenitud de novelas y ensayos. Sólo esto nos permitirá sacar una conclusión por qué Vargas Llosa tiene el premio merecido.
Debemos de dejar de actuar como mezquinos intransigentes y envidiosos de no reconocer el valor de un intelectual cuando obtiene un merecido reconocimiento.
Mario Vargas Llosa, como Nobel, es el premio más celebrado en el mundo entero no sólo porque ha obtenido todos los premios habidos y por haber y tener más Doctor Honoris Causa que ningún otro escritor en el mundo entero, sino porque esa espera se ha prolongado por casi dos décadas –que hoy como represa enfurecida se ha desbordado en todo el orbe-, sino porque no es un escritor desconocido, como ha sucedido en los diez últimos ganadores, sus obras están traducidas a más de 36 idiomas, lo que le da un potencial de más de 2,000 millones de lectores.
Otra aspecto de esta marejada noticiosa ha sido por determinar la mejor obra de Mario Vargas Llosa –a la que hay que aclarar que los Nobeles en literatura no se otorgan por una sola obra, sino por el conjunto y es difícil determinar cual obra, porque las frases consagratorias que emite la academia son tan desconcertantes por su encriptamiento que es imposible saber cuál fue la obra, sino leamos “por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, rebelión y derrota del individuo “ lo que nos revela entrelineas la tan consabida inclinación política de los académicos.
Para muchos la mejor novela es Conversación en la catedral, un cuadro político y social de los 30 en el Perú. Para otros es La Guerra del fin del mundo, una gigantesca epopeya social de la guerra de Canudos en Brasil, donde Antonio el Consejero, un líder espiritual y religioso que lleva a su pueblo a defender sus derechos y a repeler a un ejército regular. Para otros es La ciudad y los perros, un retrato social del colegio militar Leoncio Prado en Lima, pero considerado el microcosmos peruano, donde se fusionan todas las razas y se evidencia el estilo de vida Militar. Y para los pocos, donde me incluyo, es La casa verde, esa obra temeraria y de lectores desertores en los primeros capítulos, pero donde se funden cuatro historias y se produce todo un trasvase de personajes de la selva de Santa María de Nieva a Piura, donde se reencauchan todos los trucos y técnicas de las novelas de caballería desde Tirant Lo Blanc, el eje matricial de personajes como Lituma y la Chunga, personajes embrionarios de novelas posteriores, las cajas chinas ramificadoras de microhistorias complementarias, los closp up etopéyicos y prosopográficos de los personajes, los flash back que refuerzan historias elípticas, los saltos cualitativos que generan desconcierto, los racontos que evidencian antecedentes narrativos, las mudas que desconciertan al lector, el contrapunteo de personajes, la licuación de los diálogos con el narrador en una misma estructura sintagmática, la extrapolación de los tiempos, la combinación cruzada de las historias disrruptas que rompen el hilo conductor de las historias troncales una tras otras hasta hacerlas aparecer más adelante, el manejo del enfoque del reptil verde transportando todas sus cargas semánticas de los mismos personajes a otros escenarios geográficos, etc. La casa verde es todo un portento de arquitectura barroca y la cúspide de la imageniería estructuralista del siglo XX que seduce a los lectores especializados y a los que aman retos intelectuales de lecturas de faena y de comprensión metacognitiva y contextual.
Me preguntan que a quién prefiero literariamente a Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa: digo a los dos. El dilema es como decir qué quieres toda la vida: sal o azúcar. Se necesita de ambos. Realismo mágico se complementa con realismo real. No es analogía literaria sino politicoide - Gabo: socialismo Vargas: Capitalismo. La literatura es una sola bandera, no se divide en varias ni se escribe para ricos y para pobres. El escritor debe ser un sedicioso permanente y no tener ninguna clase de amo.
Qué duda cabe que la autoestima de los peruanos está al techo por este logro, equivalente a un partido ganado como mundial de fútbol o vóley. Qué duda cabe del tremendo mensaje que el premio da a poetas y narradores que sí se puede ganar si hay un estilo y línea seria y constante de un peonaje al oficio de escribir y que las disquisiciones disolutas no premian a nada ni a nadie. Qué duda cabe que la industria editorial está a tope y que pronto todos se convertirán en lectores o por curiosidad mediática del Nobel o por seguir rindiendo culto a los buenos escritores. Qué duda cabe que ahora los libros de Vargas Llosa ya no serán quemados por militares o monjas cucufatas que prohibían sus textos y lecturas. Qué duda cabe que este primer Nobel abre una trocha a todos los escritores peruanos e iberoamericanos que es posible ganar una presea de pontificado literario cuando se le pone tesón y esmero al acto de escribir. Qué duda cabe que este Nobel ha abierto las heridas de sus detractores, pero los ha dejado al otro lado, solitarios del odio y de la mezquindad, de no reconocer el valor de los adversarios. Qué duda cabe que este Nobel pone de moda a la literatura del Perú en el mundo entero.
EN FABULOSO TEMPLO MASÓNICO DE CHICLAYO CONGLOMERADO CULTURAL CELEBRA DESIGNACIÓN DE MARIO VARGAS LLOSA COMO NOBEL DE LITERATURA 2010
Es la primera vez que gente del Conglomerado Cultural de la región Lambayeque-Perú entra a un templo principal sacratísimo y misterioso de una logia masónica por el puro contento de celebrar allí un conciábulo sobre la designación del premio Nobel de Literatura 2010 a Mario Vargas Llosa.
Me manera muy misteriosa el masón Mario Viteri Fernández nos tuvo en una sala de espera y a la media hora se abrió un recinto como una cueva misteriosa plagada de signos y símbolos masónicos solo vistos y oídos en las novelas de Dan Brown. Una luz roja dejaba ver todo ese recinto como una nave espacial con espadas curvadas egipcias y cimitarras árabes, libros, escuadras, inscripciones misteriosas en el techo representando las estrellas y una sillería con distintos grados para simbolizar a los iniciados y luego a los más destacados de esa linajuda y mística gente del francmasón.
Allí celebramos una larga perorata de loas en honor a Mario Vargas Llosa. Nunca imaginé estar sentado por un par de horas en esa silla mayor con cuero repujado y un mullido tapiz y como una especie de casita de trono que me hacía recordar al templo de Salomón o Carlomagno en las historias.
Gilbert Delgado Fernández dio un discurso espectacular y heterodoxo zahorí sobre novelas de caballería y sobre la designación de Mario Vargas Llosa que todos creemos que al autor de Conversación en la Catedral se le da el Nobel por sus novelas, pero que aún no habiendo escrito eso, sus fabulosos ensayos lo habrían empujado igual al mismo Nobel.
Jorge Fernández Espino, con singular e inusual discurso cabalístico demostró con la numerología por qué Vargas Llosa había ganado el Nobel este año 2010. Todos atónitos.
Cuando admiradores de la obra literaria y hasta el propio designado al Nobel de Literatura 2010, se resignaban con no poca manifiesta indignación por una injusticia que hacía evocar el caso de otro insigne escritor latinoamericano Jorge Luis Borges, de pronto una noticia de impacto mundial, un boom, sienta un precedente y deja más intrigados a tirios y troyanos: para unos comunistas –acostumbrados con regocijo a ver que siempre se le concedía Nobel a los de manifiesta ideología izquierdosa-, en esta oportunidad 2010, era y es un premio indebido dado “al imperialismo yanqui”, encarnado en Mario Vargas, como si el Nobel de Literatura fuera por hacer politiquería; para los más, el regocijo era desbordante, aplastante y un triunfo de la constancia y la paciencia a lo Job. El otro extremo y golpe de mazo fue para el comunismo Chino, por la concesión al disidente chino Liu Xiaobo el premio Nobel de la Paz 2010, por lo cual se ha desatado todo el ímpetu rabioso e intransigente contra la Academia Sueca, que se ha ganado la ira de todos los retrógrados y rancios ultras de la izquierda cavernaria, aún sobrevivientes, mermados en el mundo. ¿Y no que los miembros de la academia eran fundamentalmente de línea de izquierda predominante y todos los designados debían ser como la sandía: verdecitas por fuera para las apariencias miméticas, pero rojos por dentro con pepas ideológicas negras?
Una vez más se prueba que Mario Vargas Llosa es un intelectual polémico que ha visto su camino empedrado de puyas, petardeada y gironeadas desde que por una decisión valiente y consecuente renuncia a sus ideales socialistas y mostró su desencanto por la revolución cubana- que casi todos compartíamos en los 60-70-80-, que en un inicio fue apoyada por todo el boom literario latinoamericano de la época. Pero luego vino el desencanto y esa fuerza que derrotó al abuso invasor norteamericano, esa euforia revolucionaria y romántica de los 60, se convirtió, a lo Robespierre, en un gobierno que taconeaba las mazmorras cubanas de presos políticos, con tal insanía pocas veces vista.
Mario Vargas Llosa no le pertenece ni a la izquierda ni a la derecha política; ni a los ricos ni a los pobres; ni a los blancos ni a los negros; ni a Fidel ni a Obama: un escritor, este sastrecillo valiente, de trascendencia le pertenece a todos.
Los comunistas raleados sobre la faz de la tierra no le perdonan ni le perdonarán que Vargas Llosa los haya dejado náufragos con sus ideales de los 60 –por el caso Heberto Padilla-, embozados con un lenguaje renovado –pero igual cargados de odios, resentimientos y totalitarismos ideológicos trasnochados- y envueltos en ideologías intransigentes, anacrónicas, desfasadas, rabiosas que pregonan el discurso incongruente de luchar por los pobres y a los pobres no les permiten que discrepen ni se conviertan en disidentes cuando traicionan sus ideales.
Resulta por demás mezquino que durante tanto tiempo voces comunistoides hayan hecho tanto ruido para interferir la designación de Mario Vargas Llosa por su literatura (Novelas, ensayos, cuentos, obras de teatro, etc.). El premio a Mario Vargas es por su literatura, no por sus ideales políticos. Se es pues aguafiestas cuando mezquinamente no se reconoce el valor universal de Mario Vargas Llosa y no interesa si es peruano, ecuatoriano, colombiano, argentino, chileno. Un Nobel es del mundo y para el mundo. Así que no busquemos si la frase justificatoria que emitió la Academia Sueca para designar al Nobel 2010 le corresponde o no, reclámenle a los académicos del Nobel y no al designado. Esa pequeña frase es insignificante – y hasta impropia literariamente para un novelista- para lo que significa Mario Vargas Llosa como escritor del mundo.
Primero, para poder aquilatar la valía de Mario Vargas Llosa, hay que leerlo en toda su extensión y plenitud de novelas y ensayos. Sólo esto nos permitirá sacar una conclusión por qué Vargas Llosa tiene el premio merecido.
Debemos de dejar de actuar como mezquinos intransigentes y envidiosos de no reconocer el valor de un intelectual cuando obtiene un merecido reconocimiento.
Mario Vargas Llosa, como Nobel, es el premio más celebrado en el mundo entero no sólo porque ha obtenido todos los premios habidos y por haber y tener más Doctor Honoris Causa que ningún otro escritor en el mundo entero, sino porque esa espera se ha prolongado por casi dos décadas –que hoy como represa enfurecida se ha desbordado en todo el orbe-, sino porque no es un escritor desconocido, como ha sucedido en los diez últimos ganadores, sus obras están traducidas a más de 36 idiomas, lo que le da un potencial de más de 2,000 millones de lectores.
Otra aspecto de esta marejada noticiosa ha sido por determinar la mejor obra de Mario Vargas Llosa –a la que hay que aclarar que los Nobeles en literatura no se otorgan por una sola obra, sino por el conjunto y es difícil determinar cual obra, porque las frases consagratorias que emite la academia son tan desconcertantes por su encriptamiento que es imposible saber cuál fue la obra, sino leamos “por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, rebelión y derrota del individuo “ lo que nos revela entrelineas la tan consabida inclinación política de los académicos.
Para muchos la mejor novela es Conversación en la catedral, un cuadro político y social de los 30 en el Perú. Para otros es La Guerra del fin del mundo, una gigantesca epopeya social de la guerra de Canudos en Brasil, donde Antonio el Consejero, un líder espiritual y religioso que lleva a su pueblo a defender sus derechos y a repeler a un ejército regular. Para otros es La ciudad y los perros, un retrato social del colegio militar Leoncio Prado en Lima, pero considerado el microcosmos peruano, donde se fusionan todas las razas y se evidencia el estilo de vida Militar. Y para los pocos, donde me incluyo, es La casa verde, esa obra temeraria y de lectores desertores en los primeros capítulos, pero donde se funden cuatro historias y se produce todo un trasvase de personajes de la selva de Santa María de Nieva a Piura, donde se reencauchan todos los trucos y técnicas de las novelas de caballería desde Tirant Lo Blanc, el eje matricial de personajes como Lituma y la Chunga, personajes embrionarios de novelas posteriores, las cajas chinas ramificadoras de microhistorias complementarias, los closp up etopéyicos y prosopográficos de los personajes, los flash back que refuerzan historias elípticas, los saltos cualitativos que generan desconcierto, los racontos que evidencian antecedentes narrativos, las mudas que desconciertan al lector, el contrapunteo de personajes, la licuación de los diálogos con el narrador en una misma estructura sintagmática, la extrapolación de los tiempos, la combinación cruzada de las historias disrruptas que rompen el hilo conductor de las historias troncales una tras otras hasta hacerlas aparecer más adelante, el manejo del enfoque del reptil verde transportando todas sus cargas semánticas de los mismos personajes a otros escenarios geográficos, etc. La casa verde es todo un portento de arquitectura barroca y la cúspide de la imageniería estructuralista del siglo XX que seduce a los lectores especializados y a los que aman retos intelectuales de lecturas de faena y de comprensión metacognitiva y contextual.
Me preguntan que a quién prefiero literariamente a Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa: digo a los dos. El dilema es como decir qué quieres toda la vida: sal o azúcar. Se necesita de ambos. Realismo mágico se complementa con realismo real. No es analogía literaria sino politicoide - Gabo: socialismo Vargas: Capitalismo. La literatura es una sola bandera, no se divide en varias ni se escribe para ricos y para pobres. El escritor debe ser un sedicioso permanente y no tener ninguna clase de amo.
Qué duda cabe que la autoestima de los peruanos está al techo por este logro, equivalente a un partido ganado como mundial de fútbol o vóley. Qué duda cabe del tremendo mensaje que el premio da a poetas y narradores que sí se puede ganar si hay un estilo y línea seria y constante de un peonaje al oficio de escribir y que las disquisiciones disolutas no premian a nada ni a nadie. Qué duda cabe que la industria editorial está a tope y que pronto todos se convertirán en lectores o por curiosidad mediática del Nobel o por seguir rindiendo culto a los buenos escritores. Qué duda cabe que ahora los libros de Vargas Llosa ya no serán quemados por militares o monjas cucufatas que prohibían sus textos y lecturas. Qué duda cabe que este primer Nobel abre una trocha a todos los escritores peruanos e iberoamericanos que es posible ganar una presea de pontificado literario cuando se le pone tesón y esmero al acto de escribir. Qué duda cabe que este Nobel ha abierto las heridas de sus detractores, pero los ha dejado al otro lado, solitarios del odio y de la mezquindad, de no reconocer el valor de los adversarios. Qué duda cabe que este Nobel pone de moda a la literatura del Perú en el mundo entero.
EN FABULOSO TEMPLO MASÓNICO DE CHICLAYO CONGLOMERADO CULTURAL CELEBRA DESIGNACIÓN DE MARIO VARGAS LLOSA COMO NOBEL DE LITERATURA 2010
Es la primera vez que gente del Conglomerado Cultural de la región Lambayeque-Perú entra a un templo principal sacratísimo y misterioso de una logia masónica por el puro contento de celebrar allí un conciábulo sobre la designación del premio Nobel de Literatura 2010 a Mario Vargas Llosa.
Me manera muy misteriosa el masón Mario Viteri Fernández nos tuvo en una sala de espera y a la media hora se abrió un recinto como una cueva misteriosa plagada de signos y símbolos masónicos solo vistos y oídos en las novelas de Dan Brown. Una luz roja dejaba ver todo ese recinto como una nave espacial con espadas curvadas egipcias y cimitarras árabes, libros, escuadras, inscripciones misteriosas en el techo representando las estrellas y una sillería con distintos grados para simbolizar a los iniciados y luego a los más destacados de esa linajuda y mística gente del francmasón.
Allí celebramos una larga perorata de loas en honor a Mario Vargas Llosa. Nunca imaginé estar sentado por un par de horas en esa silla mayor con cuero repujado y un mullido tapiz y como una especie de casita de trono que me hacía recordar al templo de Salomón o Carlomagno en las historias.
Gilbert Delgado Fernández dio un discurso espectacular y heterodoxo zahorí sobre novelas de caballería y sobre la designación de Mario Vargas Llosa que todos creemos que al autor de Conversación en la Catedral se le da el Nobel por sus novelas, pero que aún no habiendo escrito eso, sus fabulosos ensayos lo habrían empujado igual al mismo Nobel.
Jorge Fernández Espino, con singular e inusual discurso cabalístico demostró con la numerología por qué Vargas Llosa había ganado el Nobel este año 2010. Todos atónitos.
"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant
No hay comentarios:
Publicar un comentario