Para Tirios y Troyanos, es Peruano
Por Marcoantonio Paredes*
A Nicolás Hidrogo, compañero ineludible del quehacer cultural.
A César Boyd Brenis, compañero generacional y literario.
Para nadie es un secreto, mi reticente opinión, cuando se trata de la performance literaria de nuestro galardonado escritor Mario Vargas Llosa. Nunca, con el afán de aureolarme de afanoso y acucioso lector, dije que había leído la “Casa Verde”, novela que por demás, para mi gusto, resulta tan agotadoramente difícil de leer. Por el contrario, siempre admití el haberla iniciado, para nunca terminarla. Y no porque no comprenda su compleja estructura, que a mi sazón aún tengo mis dudas con el cómo fue escrita, sino, porque lo enrevesado y barroco de su lenguaje, termina por hacerme rendir ante el cansancio y el aburrimiento.
Muy por el contrario, el recuerdo que tengo de la “La ciudad y los perros”, novela que me impresionó mucho, dado que la primera vez que tuve noticia de ella fue en una película, que fue expuesta en una semana de setiembre cuando cursaba la secundaria y estaba de aniversario mi colegio, me dejó una grata complacencia del trabajo del afanoso director de cine Francisco Lombardi. Mucho después, pude leerla y no menos apasionarme y corroborar, al leer página por página, la realidad que bullía en sus líneas, pues muchas de sus situaciones, en charlas y comentarios de compañeros que habían cursado parte de la secundaria en alguno de esto dichosos colegios premilitares, me habían alertado de la compleja convivencia en sus recintos de preparación.
La “Tía Julia y el escribidor”, me hizo gozar entre sus párrafos y líneas, las vicisitudes de “Marito”, quien me alentaba a confesarle a la tía Liliana (esto nunca lo había dicho antes), mis sentimientos y pasión por su existencia, de la cual por aquella época aún andaba enamorado. Cómo olvidar a “Pedro Camacho”, sus guiones para las radio-novelas, su locura y el enredo de las mismas, haciendo que los actores que las locucionaban terminasen confundiendo situaciones, personajes y expresiones. Me fastidió mucho el ir verificando, poco a poco, en el lenguaje, el final de la novela. Hubiese querido que sea un texto interminable.
En la “Fiesta del Chivo”, que leí hace unos años, cuando aún la entrada a nuestro Instituto Nacional de Cultura – Filial Lambayeque, era libre, sin tener que ir de frac o con invitación orlada, o D.N.I., recuerdo haber entrado gritando al recinto que fue de todos los lambayecanos, un 30 de mayo, ¡Mataron al Chivo! ¡Viva la libertad! ¡Abajo Trujillo!, pues fue tal la conmoción que causo en mi la novela, que no pude hacer menos, que celebrar aquel dichoso día que justo coincidía con la finalización de la lectura y el aniversario del derrocamiento y muerte del dictador: “Se le hizo justicia a Urania”.
Con todos los compañeros del arte con quien he charlado, saben de mis desacuerdos con la opinión de nuestro afamado y virtuoso escritor Mario Vargas Llosa, con relación a la legalización del aborto, la legalización de las drogas, y todas esas opiniones un tanto inflexibles para un espíritu como el mío, que piensa en la naturaleza, su poder y sus divinidades latentes en todo lo que existe y hacemos. Nuestro Mario es Agnóstico, yo soy Gnóstico, y siempre dije que se iba a encontrar con los dioses antes de recibir el Nobel. La Academia, tiene su tufillo socialisticoide, fuera de tiempo para mi opinión, pero, esta vez, para alegría y orgullo de todos los peruanos, y mucho más aún para los que hemos hecho de las letras nuestro modo de vivir interna o externamente, le han concedido el Nobel, premio, fastidiosamente esquivo, pero que ahora lo debe hacer sentir como se siente cuando se gana algo y ya sabes de ante mano que eres bueno, porque un premio no hace el escritor, un galardón o una medalla no hace al poeta, la comodidad del dinero, no te hace sentir conforme, cuando tu corazón tiene el color de la tinta y sus pulsaciones dependen de las veces y la cantidad que presionamos las teclas de la máquina de escribir o del teclado del computador o, para los románticos, las veces que la punta del lápiz o lapicero, presiona el papel en blanco.
Mario era y es un escritor, antes y después del Nobel, puedo leer en su mirada y en su rostro, al menos la televisada, que el Nobel lo emociona, lo satisface, pero no lo hace. El tenía todos los premios, faltaba el Nobel, ahora lo tiene, y a la vez los ha perdido todos, pues para alguien como él que recibe el premio afincado en su posición neo-liberar que todos conocemos, es mucho más alentador, que si lo recibiera alguien que siempre ha colegido con las opiniones de la Academia. Entonces necesariamente, Mario al ganar el Nobel, que es el máximo galardón literario, tiene que perderlo todo, siempre lo ha hecho, para poder empezar de nuevo, como si nunca hubiese ganado nada, para poder sorprendernos, a Tirios y Troyanos, peruanísimos, con otro trabajo de la calidad que sólo Mario lo sabe hacer, disculpándome el tuteo, pues tengo la gran necesidad de hacerlo con el Nobel de Literatura 2010. Me dicen que con el “Sueño de Zenda”, ha regresado Mario a su época de la “Ciudad y los perros”, sería fascinante que haya trabajado el tema del luchador de los nativos del Congo y de la Selva del Perú, como lo hizo con una de esas novelas primigenias. El Nobel 2010 es peruano y se llama Mario Vargas Llosa. Esto me hace expresar de manera imperiosa “Nunca se jodió el Perú” ¡Allí estamos! ¡Viva el Perú… Carajo!
*Miembro Sociedad 13
Miembro Conglomerado Cultural
Miembro Fundador Plaza XXI
"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant
No hay comentarios:
Publicar un comentario