LA POESÍA COMO ESCUDO SENTIMENTAL
El accionar poético no se rige por una única dirección de crear belleza, también es para generar desconcierto, caos verbal, expresar rabia compungida, escamotear la semántica misma del lenguaje para hacerlo sibilino y cifrado. Y tiene tantos matices en su orientación y justificación y pretexto como la rosa náutica. Algunas escriben porque no pueden vivir sin hacerlo, otros porque descargan su dolor amargo de una catarsis nocturna, otros por un despecho coyuntural, algunos por puro greguerismo artificial, otros porque quieren hacer de su vida personal un laberinto minoico, y, quizá muchos porque quieren agradar a los demás y obtener un poco de reconocimiento.
La tentación de todo poeta siempre ha sido salirse de la grey para instaurar un escuela propia, un ínfula cerrada, ganarse una gloria, parecerse raro y divergente, ser único y diferente y blandir el sable de los versos con gran desconcierto. A eso quizá se llame maldisto, ser irreverente, duro, inquebrantable, temido, temerario, iridiscente. Es un estilo de vida, es una forma de ir contra la corriente. Los poetas malditos como François Villon, Thomas Chatterton, Aloysius Bertrand, Gérard de Nerval, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers, seres que hicieron de sus oficios literarios y sus vidas formas diferentes de lo convencional y que desbordaron con sus actuaciones, para emulación y contrariedad de otros.
Nicolás Hidrogo Navarro.
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