LOS ABISMOS Y CONFLICTOS GENERACIONALES
Por: Nicolás Hidrogo Navarro
(hacedor1968@hotmail.com)
El nacimiento de una nueva generación literaria no es un acto pasivo ni entreguista, sino irruptivo, confrontacional, cuestionador de lo anterior; y, mientras ambas coexistan, habrá una “paz armada adjetival” y una calculada apreciación de autobombo mutuo. El espíritu joven no sólo busca enterrar lo pasado, sino innovar y contravenir a toda regla o canon venerado o abusado antañamente. Para los noveles, es la búsqueda e inquietante afán de no decir ni repetir lo mismo que sus antecesores, aún cuando existan admiraciones: cada escritor quiere imponer un nuevo estilo y marcar su territorio de invasores temporales y generacionales: se cae en la tentación de un antes y un después de XYZ.
Con la revolución de las comunicaciones en el siglo XX y la acumulación, diversificación y siderización de la información, “la figura del sabio” (enciclopédico, humanista, todista, universal y gran biblioteca andante) hasta el siglo XIX, decayó y con él los apostolados literarios. Los jóvenes ya no acuden a los consejos de los “océanos zahorís”, sino a los propios manantiales aguas arriba en novelas, revistas, diarios, ensayos, tratados aristotélicos, antologías. Ya nadie lo sabe todo, la sabiduría está dispersa y al alcance de todos. Las potencias rectoras de los pontífices literarios como Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Shakespeare, Víctor Hugo, Juan Pico de la Mirandola, Luis Vives, Juana Inés de la Cruz, Goethe, Montesquieu, Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Diderot, Tomás de Aquino, etc., dejaron de tener pares o émulos que irradiaran la misma fascinación de admiración en su momento: eran dioses literarios en la Tierra; ahora son loquetes, muertosdehambre o alejados y encopetados académicos que no se contaminan asistiendo a eventos de “poca monta”, que no sean de universidad o la academia.
Todos hemos empezando admirando y deseando conocer en persona a algún autor o autores para emularlo y mirar en su rostro la magia de su escritura, como quien busca con la mirada en cualquier cueva abandonada alguna veta de oro misteriosa. Todos, al empezar como noveles en la escritura, hemos asimilado consciente o inconscientemente algún estilo y hasta se nos ha pegado el afán de ser como “él”.
Cuando uno es iniciado literario busca aferrarse a alguien para recibir su consejo y protección, estímulo y bendición literaria. Sin embargo, resulta frustrante saber que para se nos tome en cuenta o debemos de hacerlo con el escándalo del algún premio literario o con el padrinazgo o favor de algún medio de comunicación. No basta escribir bien, es necesario publicitarte bien. Hay escritores que se han hecho más famosos porque su imagen o nombre aparecen en medios que porque su escritura se conozca. Y así hay gente que recién ha empezado a escribir y ya es más conocido que alguien que durante años ha pergeñado una imagen literaria de perfil bajo, pero nadie lo conoce, porque hoy nadie busca a los escritores anóminos, enclaustrados, sino que el escritor debe ir en busca de sus lectores.
En el lapso operacional de diez o quince años se termina de perfilar una generación literaria y esta puede empezar con diez, veinte, treinta, cincuenta personas, pero siempre terminará con dos, tres o cinco como los sobrevivientes o los abanderados. Se suele empezar y proyectarse con espíritu de grupo; se termina con el síndrome de pontífice literario y anacoreta solitario, con el ánimo autosuficiente y con el pintarrajeo divesco, mesiánico y el ícono de un fantoche de barro. Los premios y los reconocimientos son buenos para estimular y valorar el trabajo, la constancia y el aporte e impulsar a mejorar la calidad y cantidad de la producción literaria, pero a veces se convierten en perturbadores y despertadores del ego maniático hasta hacer desaparecer al artista inicial y desdibujarlo en otro.
Ningún escritor quiere aceptar que su generación ha muerto o se encuentra en franca agonía y que una nueva hornada de noveles ha tomado la palestra literaria por asalto, sin siquiera pedírselos. Esto ha hecho que casi no existan recambios de postas generacionales y al contrario se genere una frecuente conflictuación de los mayores sobre los iniciados, que no solo los ven abiertamente como “mediocres o inmaduros y que les falta leer o escribir mejor”, sino que subterráneamente siente como que ellos ya son sus sepultureros y competidores que los desplazarán hasta hacerles sombra.
Que habrá conflictos generacionales, siempre lo hubo y lo habrá: nadie quiere, naciendo otros, empezar a morir; que habrá escritores o poetas que un premio en vez de hacerles bien, les perfore la humildad y su propia humanidad; que nacerán nuevos jóvenes rebeldes que atentarán con el status quo de desgastados cánones y ampulosas formas, hasta reemplazarnos, eso es cíclico; que se acabaron los patriarcados literarios y con ellos los apostolados y las influencias fundamentalistas, eso ya sucedió; que habrá siempre literatura, aunque no existan poetas, escritores ni lectores, eso es la ficción de la propia realidad.
Lambayeque, enero 15 de 2006
Nicolás Hidrogo Navarro
Coordinador General Conglomerado Cultural –Lambayeque-Perú
A) Fiorela Sánchez Lapoint (Gen. 2000)
Tres poemas con temática, distantes y propuestas poéticas distintas. Poemas que recogen una rica experiencias en asuntos oníricos, lúdico y nostálgicos.
En “Colores celulosas” hay un entramado simbolista pictográfico, lleno de eufonías y melodías. Entremezcla una dualidad sonido-color, como sustratos artísticos para crear sensaciones y emociones de evocación. Hay una concepción y evocación onírica, el uso de elementos de la insociencia: el poema es un sueño en potencia contado después de suceder.
En “Ensalada”, hay un juego lúdico fónico, un bodegón literario que busca generar situaciones emotivas propias de la literatura coral e infantil. A través de las frutas se generan sensaciones biológicas propias del gusto alimenticio.
En “Niños” hay un juego entre el amor de niño y adolescente, pero hay gran trasfondo lleno de emotividad y reminiscencia. Con una fuerte influencia nerudiana y un amor evocador. De un tono romántico y un estilo dulzón, Fiorela nos vende su alma de niña y su nostalgia adolescente y nos oculta para llevarse consigo ese amor hasta su propio sueño.
I BLOQUE DE POEMAS LEIDOS
Por: Fiorela Sánchez Lapoint
COLORES CELULOSOS
Cuando los colores celulosos se apagan y el tintineo brillante enmudece entonces… No sueño más…
Y zarpan los barcos con mis amigos queridos, con sus leones muertos…
Y sin siquiera seguirlos…
Y sin siquiera llevarlos
y sin siquiera alcanzar, su ensueño añorado cerezo, zarpando tan lejos del mar.
Cuando los colores celulosos se apagan y el tintineo brillante enmudece entonces… No sueño más…
y mi padre que se estira eterno
Y yo esperando que no reviente
y que no se vaya volando como hoja de otoño de ayer, en aquellos colores vanos.
Cuando los colores celulosos se apagan y el tintineo brillante enmudece entonces… No sueño más…
Y no hay mas miradas rojas
Y los centros de los hombres negros
Y yo aquí mirando asombrada que el cielo ya no es más azul.
Cuando los colores celulosos se apagan y el tintineo brillante enmudece entonces… No sueño más…
Y entiendo que ellas lloran
y que dios las acaricia
y que en sus manos pequeñas tan solo cabe aire
Y que a mi también se me apagan los colores y se me calla el tintineo.
Cuando los colores celulosos se apagan y el tintineo brillante enmudece entonces… Ya no sueño más…
Y entonces lloro sin llenarme
y los veo caer uno encima del otro
y ellos ¡tan sonrisas, tan bellezas!
Y nosotros… ¡nosotros extinguiéndonos en sus ojos!
ENSALADA
Juégale al jugo jugando
que es la naranja el limón ,
Las rojas manzanas, ciruelas
la rica sandia el melón.
Corta las peras contando las uvas en pares de tres
formando con piña y papaya
un dulce y jugoso puré
¡que salga el mango rodando!
¡que llegue el gentil pelador!
¡que ruede! ¡que gire redondo
La ronda del gordo guindón!
Asalto de frutas rodantes
saltando en un plato dorado
La pasas, los kiwis, las nueces
Bailando de un lado a otro lado.
Pepino, zapote, mamey
¡que rico que hoy comeré!
las frutas que llegan marchando
Y mi estomago inquieto esperando…
NIÑOS
No hay niño alguno que espere
Parece que todos se han ido,
Seguro a cazar una estrella,
En esta noche de ensueño.
Parece que el alma de un verso
Ha llenado la oscuridad
De una corriente helada
Y una aurora boreal.
Se ha vuelto la noche un sueño
Dormida en un cielo frío
Volando desnuda en un beso
Soñando despierta en tu amor
Bajo el ártico aliento del hoy
Recuerdo más de un invierno
Esperando que un día llegues
Congelando mi soledad
Porque el mundo gira esta noche
Cada vez más cerca de ti
Aunque nunca pueda alcanzarte
Y aunque siga soñando en tu voz.
MICROPONENCIA
PERFIL DE POETA: ÁNGELES ENDEMONIADOS
Por: Nicolás Hidrogo Navarro
(hacedor1968@hotmail.com)
Con fervor poético a
Marcoantonio Paredes
trashumante y patético,
romántico caminante.
La denominación de poeta (vate, bardo, aeda, rapsoda, juglar) no es ni un título académico, nobiliario ni un cartón que universidad alguna te lo pueda conceder ni mucho menos es algo que se pueda comprar, transferir o heredar: o eres o no, o naciste con el efecto mágico de encandilar y jugar con las palabras o eres sólo un ramplón que fuerzas al verbo a decir lo que no eres o no sientes. La poesía no está hecha para ser comprendida, sino sentida, vivenciada. Si la poesía fuera como la prosa, con argumento, personajes, mensaje, escenario, exposición-nudo-desenlace, habría perdido su propia identidad: sería un muñeco verbal disfrazado de espantapájaros.
En la historia de la literatura siempre la atractiva denominación de “poeta” ha sino sinónimo de vida azarosa, desgraciada y desquiciada y aún cuando esté incomprendida y no aceptada como un oficio académico, serio, orgánico y coherente, sino síntoma de estulticia, desfachatez, ebriedad, nimiedad, cursilería, ociosidad, vano oficio, pérdida de tiempo, tonterías románticas y chifladez obsoleta y desfasada, el apelativo sigue atrayendo a muchos. Las historias y leyendas que se tejen en torno a este designio de sacerdote, santón o iluminado de la palabra, ha cautivado a no pocos jóvenes que ven bajo el empoderamiento autonominativo, una manera de reconocimiento social y se han atrevido a autopublicarse y autodenominarse poetas, a veces con el auspicio o auxilio de amigos o instituciones, pero en su gran mayoría de veces, con el transcurrir del tiempo y el flaco favor del aplauso y comentario de la gente, abortan y desertan. Un poeta nace y muere con la marca de la poesía en el alma: no hay jubilaciones ni deserciones, pueden haber sequías y silencios involuntarios y significativos, pero la poesía y poeta siguen allí indeleblemente marcado aún después de la muerte. Eres poeta dentro y fuera de tu habitación, a la hora del desayuno, a la hora del hola y el adiós, a la hora que vas y vienes por la calle, eres poeta mientras duermes, te bañas y bostezas, mientras agonizas y vez la propia película de tu vida, mientras te vas convirtiendo en polvo enamorado y olvidado en algún triste cajón allá donde todo es silencio y quietud.
El que tiene el verbo tiene al mundo del amor, lectores y admiradores a sus pies, las palabras ingresan calladito por el oído y por los ojos, pero paradójicamente el poeta no debe ser feliz, el día que lo sea dejará de escribir; el poeta no debe tener en demasía, el día que la riqueza llegue a sus pies, ese día habrá nacido una nueva persona feliz, pero acabará de morir el alma de un poeta.
No eres poeta porque escribas, publiques, leas, recites, declames o difundas versos: eres poeta porque estás marcado con el virus del estigma azul, del sino y la fatalidad, por tu ambivalencia, por tus demonios posesos que te obligan a escribir cual demiúrgico en trance, por tu incomprensibilidad de antítesis y por esa manía irrefrenable de perpetuar lo que otros no pueden escribir, de encontrar la frase nova que, estando en el ambiente, los demás no la saben ni oler ni decir. Eres poeta porque el tiempo, las palabras y la naturaleza chúcara te eligieron para escribir su mapa filogenético. Eres poeta porque acunas a la tarde, le prendes fuego a la noche, haces dormir a la luna en su propio manto lévano. Eres poeta porque tienes tu propio filón adjetival inacabable que cual estrellas están a la vista de todos, pero solo están a tu acceso para hacer con ellas el efecto estético de la nostalgia y la vida misma. Eres poeta así tengas tu rostro horrísono, tus cuitas interminables y lleves la marca indeleble de la incomprensión, la rareza, extravagancia y la conflictuación: son las palabras y cómo estén hilvanadas, en ese tejido extraño, cabalístico, disrupto, indescifrable, inasible, incoherente, caótico y místico de ese océano verbal del pensamiento humano.
El versificador escribe con palabras llanas y cotidianas; el poeta, con signos transemióticos. El versificador cuenta desventuras y narratea su historia personal; el poeta, holísticamente cuenta, vaticina la historia universal con el oráculo cáustico de sus versos. Un versificar fuerza su inventiva y produce un ruido estertor; en un poeta, el poema fluye como magma musical, eufónico y se queda petrificado desde la primera vez en la psiquis de la gente. El versificador quiere cantar y le sale discordancias; el poeta, lanza su estruendo de metáforas que cual concierto de cámara, descuadra la sintaxis, la semántica y la lógica mental hasta producir una efectante conmoción. El versificador recibe aplausos fatuos y de compromiso y monedas de compasión: el poeta, obtiene una mirada de asombro y reverencial, se gana el don y sólo con su otear hipnotiza y subyuga a los demás. Un versificador quiere agradar sólo al oído; un poeta, al alma.
Eres poeta porque naciste y decidiste vivir de otra manera, encerrado en la catatónica y esquizofrénica cárcel de los versos, el destino infausto y te quedaste varado entre el silencio tímido de la luna y la frágil mirada de la tarde poblada de tu ausencia.
Febril y literariamente,
hacedor
Lambayeque, enero 05 de 2006
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