LA POESIA DE LOS NOVENTA. ¿CONTINUACIÓN DE UNA TRADICIÓN?
Por: Joaquín Huamán Rinza
Ha transcurrido más de una década desde la aparición de la última promoción literaria en Lambayeque, hermosas fueron las intenciones pobladas de buena fe, pero pasadas las emociones , ahora es el momento de mostrar hasta que límite era franca la vocación. Toda la producción que antecede sólo es la base. Toda actitud tiene sus causas y consecuencias, y todo ser humano tiene que ser consecuente, esto es mucho más importante en un artista si es verdadero en el camino del arte, el resto sólo es historia para quienes deseen adornar sus conversaciones, y vivir de vanidades. El compromiso y reto convoca entregarnos con pasión y realismo a esta hermosa tarea, que si bien es ingrata en lo material, resulta gratificante en lo espiritual.
El paso de los años y las vivencias acumuladas van macerando la voz en aras de ir templando el aliento poético. Si bien es cierto que algunas creaciones de estos exponentes son meritorias y ya figuran dentro de las mejores páginas de la poética lambayecana, aun el conjunto no ha sido palpado por la gran mayoría. Esta es la deuda que aún tienen. Muchos de ellos no han publicado siquiera un poemario, especialmente los más representativos. Sus poemas se encuentran dispersos en periódicos, revistas, plaquetas o en el mejor de los casos en muestras parciales como. “Estación Arco Iris” ( 1991), “ I Muestra de Poesía y Cuento Nor Peruano” ( 1995) ambas editadas por Mariana Llano, en ediciones MALLA; “ Trinos y Aleteos de Chilalos “ (1997), “Recetario de Luceros” (1999), ambas publicaciones editadas por José Vargas Rodríguez, bajo su sello Ediciones Maribelina, siendo sus autores en el primero de los casos, los poetas Carlos Bancayán y Lucio Huamán, y del segundo, Jorge y Lucio Huamán, junto a Matilde Mesones y “Generación de los Noventa o Generación Plaqueta en Lambayeque” ( 2002) del narrador Nicolás Hidrogo Navarro. Así mismo, se pueden ubicar en las muestras: Los Besos Incrustados en la Arena” (1995), “ Entre el Fulgor y los Delirios “ (1997) y “ Ontolírica del Canto “ (2001). Todos ellos, resultado de los encuentros organizados por la CADELPO. Frente a esto nacen las inquietudes ¿ qué queda y qué es lo que se proyecta para el futuro, como huella y aporte de los 90? ¿ Cuáles son sus vertientes más resaltantes? ¿Existe una continuación de la tradición, y si no es así cuáles son sus rupturas? . Todas estas preguntas son inquietudes y esperan una respuesta.
Para hallar respuestas a todas estas interrogantes, debemos indagar en el centro del problema. Lo primero que podríamos ubicar es que los jóvenes del noventa se formaron en diversas fuentes y que éstas no involucran a los exponentes locales de décadas anteriores. A pesar de esto, quienes son mayores no sintonizaron con las inquietudes y preocupaciones de la nueva promoción literaria: parece que se les olvidó lo importante que es ser transmisor de esa experiencia, es más, ellos mismos pusieron barreras que impidieron una cercanía más próxima, o bien se sintieron cómodos con la tradición que creyeron encarnar, o la insatisfacción los ha vencido a tal punto de crearse una coraza y encapsularse en su silencio. De este enfoque se decanta lo que con gran certeza, Rodrigo Quijano conceptúa: “ El carácter de la poesía moderna peruana no parece haber sido nunca homogénea y, en ese sentido no parece haber constituido nunca una tradición, y bastante menos una tradición nacional”. Si repasamos generaciones y épocas, constataremos que los poetas representativos son una isla. El resultado de esto es la generación de los 90 en Lambayeque, en donde consta que a pesar de haber existido grupos o círculos, encontraremos heterogeneidad entre ellos. Las diferencias de estilo saltan a la vista, cada cual marcha en busca de su propio derrotero y la irradiación de esta individualidad es ser cosmopolita. El creador será un mediador en la perspectiva del lector marcado por una vivencia de similar circunstancia.
Muy a propósito el periodista y poeta Larcery Díaz, comenta lo siguiente: “ Son de una rebuscada sencillez y deliberado descoyuntamiento del verso, con nuevas fórmulas literarias que aparecen como si sus autores quisieran fugar de lo estrictamente poético...Y es que todos ellos, para qué negarlo, son poéticos por excelencia, exteriorizando sus actitudes frente a la vida ... con insólitos elementos verbales, o en una agónica búsqueda de originalidad verbal, buscando desgarradoramente expresiones capaces de traducir sus angustias y preocupaciones, pero ello muchas veces con una poesía a pura metáfora”. Estas características descritas son predominantes entre los más connotados representantes de los 90.Todos ellos, cuando menos se han atrevido a buscar un nuevo lenguaje, un nuevo espíritu a la poesía lambayecana. Ya pasó el rastreo emocional, cotidiano que ubicaba al ser humano en medio de la vorágine citadina. Esta, que golpeaba en el rostro, que era captado por los ojos, el poema sólo era el diálogo de ese instante. Ahora es el diálogo del espíritu, del subconsciente con el tiempo trascendente, Una vez más la poética vuelve a sus cauces, quiere decir, va a una reactualización del lenguaje que transmite las sensaciones más auténticas del ser humano.
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