LA GENERACION LITERARIA DE LOS NOVENTA
Juan Montenegro Ordoñez
Sociólogo
Aunque para algunos, la generación literaria de los noventa, no ha tenido mayor presencia ni representantes de renombre en la ciudad de Chiclayo, puedo atestiguar que si existió. Quizá no —como puede haberse esperado en movimientos de su tipo y de otras décadas y siglos pasados, dentro y fuera de nuestra patria—, con las características típicas a su naturaleza, tales como una vasta difusión y distribución de sus producciones literarias; elaboración y publicación de manifiestos que representen un pensamiento y una postura propios frente a la realidad que le tocó vivir; un movimiento más o menos permanente del ejercicio de la palabra, de ideas y de propuestas académicas, culturales, políticas y hasta ideológicas. Pero existió.
Me permito esta terquedad, y porque sospecho de la facilidad con la que puede despertar la polémica, a partir de pertenecer a esta generación, y doy fe de su presencia y dinamicidad —poco perceptible, lo admito, y hasta dispersa en términos de uniformidad de pensamientos, ideas y conceptos—, de sus intensas contradicciones e incontables tertulias, así como de su producción literaria en diversos géneros —aunque mi generación, sugirió una postura de rechazo y de cuestionamientos abiertos hacia la tradicional clasificación de los géneros—, que fueron publicados artesanalmente y con poca y casi risible inversión.
Y no sólo existió, existe; ahora y con más fuerza, voluntad, cohesión y objetivos más claros y mediatos, observables y medibles. El “Conglomerado Cultural” es el nombre que los identifica. Un tipo de asociación civil de carácter, todavía, informal, pero que hace suya la promoción del quehacer literario y la intención clara y manifiesta de constituir un espacio abierto para todas aquellas personas que de una forma u otra, se identifican con el quehacer literario y con toda otra práctica que presuma de crear y recrear, de construir y reconstruir, cultura. Y tomando en cuenta lo expresado por quienes pueden considerarse sus promotores, las actividades que realizan y promueven, se insertan en ese complicado y pocas veces comprendido y casi siempre ignorado, así como inevitable, afán de construir una propia identidad local, regional y nacional.
Sin ánimo de volver, por ahora, a los móviles que despiertan la discrepancia y la polémica dentro del quehacer literario y cultural en general, como son los usos y abusos unilaterales de las concepciones y definiciones de generación, arte, literatura, calidad literaria, cultura, identidad, etc.; me reafirmo en mi apreciación de que sí existió la generación literaria de los 90 en la ciudad de Chiclayo. Fue una generación que constituyó un movimiento social de nuevo tipo, teniendo en cuenta la realidad y el contexto totalmente diferentes en los que se ubicó, en relación a las etapas y contextos ideológico políticos pasados y de orden global. Más precisamente, en una época donde la guerra de las ideologías ingresó a una faceta de declinación y reducción de sus manifestaciones, reconfigurando un orden mundial en el cual, las alternativas de un reordenamiento sociopolítico en la construcción y reconstrucción de una determinada sociedad, fueron reduciéndose o transformándose radicalmente. La globalización, sugiere ahora, nuevas expectativas en toda intención de reordenar las sociedades; así como, en el sostenimiento y difusión de las ideas.
Entonces, la generación de los 90 en la ciudad de Chiclayo, en mérito a su presencia, siempre manifestó —de una y mil maneras—, el afán de construir una identidad propia, así como el deseo de volverse visible e influir en la retórica predominante de los académicos más renombrados de la época. Pudo expresar insalvables deficiencias y contradicciones, pero estuvo allí, siempre.
Chiclayo, 12 de octubre del 2004
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