LA POESÍA EN SÍ Y PARA SÍ, COMO SUMA DE PASIONES
Por Nicolás Hidrogo Navarro
Qué duda puede caber sobre el poder de las pasiones humanas sobre el destino y el estado actual de la civilización. Las pasiones humanas, colectivas o individuales, han dominado y reorientado a todas las cosas, algunas para bien, otras para mal. Pero en el campo poético, una pasión es un constructo estético que va más allá del cúmulo de palabras rebuscadas e insensiblemente no sentidas, es el efectismo que producen las palabras en el lector y en la sensibilidad de quienes escuchan el alarido lastimero de un joven enamorado queriendo autosugestionarse con su verso y encontrar un aliciente a su dolor o su confesa dicha y felicidad fugaz.
Por eso cuando encuentro a un poeta apasionado con lo que dice y con lo que hace, podrá no estar su verso a la altura de las labradas cumbres perfectas de la metáfora como expresión pináculo de síntesis gongorina de la belleza de las palabras, pero está su pasión de escribir y sostener con sus actos en un péndulo imbatible de defender su verso con cada gesto. En poesía un solo gesto fariseo y traicionado destruye mil versos encumbrados.
Porque hay poetas que construyen fofidades y greguerismos levantando un oleaje ficcional y postizo de lo que no sienten ni vivencian, estos son aplaudidos y admirados por los que no entienden que la poesía es más allá que expresiones difíciles y de sintaxis inclasificables. Pero los hay de los que construyen sus versos con sangre de su alma, con sueños truncos y con una perínclita pasión y se lo siente como eco en cada trozo que va como parte de sí a la eufonía de los oídos. Estos poetas nacen así serenos y perviven en el alma y sentimiento de los lectores. Ese caso último es de Julio Fernández Bartolomé.
“Suma de pasiones” es el crisol de viejas deudas sentimentales y emotivas que generan un rescoldor que avivan emociones humanas como el amor y la preocupación por los demás. El poeta se enajena y por un momento la emoción lo lleva a ser un constructor social de sueños de justicia social y lleva su verso hacia la caldera misma del reclamo. Un romántico no se queda bañándose con sus propias lágrimas en su habitación, sino que tramonta el mundo para modificarlo y hacerlo digno de los demás. Un romántico es un “loco” constructor de bellezas, un nato ficcionador de prosa poética, alguien que quiere cambiar el mundo para mejor elevando la condición humana a su suprema evolución dialéctica de un mundo mejor. Un lunático perturbador, sólo busca su audestrucción y ama todo lo pervertido y quiere llevar al mundo a su propia madriguera pútrida. Poesía es belleza absoluta, en el verso y en los actos, poesía es pasión, construcción y un sueño mejor, no una pesadilla solitaria neurasténica y enfermiza underground.
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