LA VIGA EN EL OJO:
La agresión ideológica de Vargas Llosa contra José María Arguedas
Guillermo Figueroa Luna
gfigueroa50@hotmail.com
1.0. INTRODUCCIÓN
1.1. Ideología y literatura
Desde que el sociólogo y profesor universitario norteamericano Daniel Bell publicó, el año 1960, su libro El Fin de las Ideologías, se ha hecho un lugar común entre políticos, periodistas, literatos y otros repetir tal concepto o afirmar, muy sueltos de huesos, que en tal o cual momento, en tal o cual segmento de la sociedad, se ha producido, se está produciendo o se producirá un proceso de "desideologización".
Como un ejemplo reciente, sin olvidar otros más destacados, tenemos a nivel local la afirmación del sociólogo Juan Montenegro de que la producción literaria de la generación de los 90 en Lambayeque se caracteriza --entre otros rasgos-- por su desideologización.
Los indicios de esto los encuentra Montenegro en "el temor a sí mismos" que mostrarían tales jóvenes literatos, "el deseo carnal, el aburrimiento, la apatía, la anomia, admiración hacia el anarquismo, el ateísmo, la contranatura, los alucinógenos, la bohemia, la imitación fácil, la transculturización rimbombante". Asimismo, en el hecho de que tales escritores presentarían a la vez "un desenfrenado afán de figuración" y un centramiento "en (los) más oscuros y recónditos lugares de su intimidad" (Metáfora Nº 2, pg. 5).
Estos rasgos son o pueden ser realmente existentes, pero ¿constituyen desideologización?
1.2. Ideología: categoría muy amplia
Son muchas las teorías existentes sobre las ideologías, pero todas coinciden en la amplitud de contenidos de tal categoría. Ubicados, pues, en el terreno de las ciencias sociales, veremos que los rasgos atribuidos a --o proclamados por-- los jóvenes noventinos son o bien ideas o bien imágenes; constituyen o bien valores o bien actitudes y prácticas sociales, elementos todos propios de las ideologías. (Ver Mencía Gonzales Ruiz en http//laberinto.uma.es).
Interpretar tales rasgos como desideologización sólo seria posible, si reducimos el alcance del término ideología a uno solo de los muchos sistemas de teoría social y política existentes en el mundo. Pero ya uno de los primeros en profundizar el estudio de tales fenómenos --A. Shutz, en El Problema de la Realidad Social (1974)-- demostró que no sólo son ideologías las teorías sistematizadas, sino también las "conciencias prácticas", que luego otros autores llamarían "ideologías prácticas", "ideologías del comportamiento" o "ideologías cotidianas".
Por consiguiente, podemos intentar comprender los rasgos citados de algunos literatos noventinos dentro de las funciones de las ideologías, por ejemplo, entre las seis señaladas por Goran Therborn (La Ideología del Poder y el Poder de la Ideología, 1987): la adaptación, los sentidos de la inevitabilidad y de la representación, la deferencia, el miedo y la resignación.
O usar cualquier otra teoría que nos aproxime a comprenderlos en relación con el contexto social. Pero no caer en el lugar común de llamar ideología sólo al pensamiento con el que estamos en desacuerdo.
1.3. La ubicua ideología
La verdad es que en todo lo que hacemos los seres humanos hay elementos o determinantes ideológicos, de uno u otro signo, de uno u otro tipo, con mayor o menor peso, etc. Como lo demuestra la investigación de la historia de la ciencia en las últimas décadas, hasta en la actividad científica más rigurosa y en el conocimiento empírico más eficaz se encuentran aspectos o determinaciones ideológicas (ver Mariano Hormigón, "Ciencia e Ideología: Propuestas para un debate", 1996, www.campus-oei.org).
Y en un célebre debate con Schumpeter y otros, el economista británico Maurice Dobb demostró que en el punto de partida de las más "duras" mediciones del cálculo económico se encuentran siempre creencias, preferencias y valores, es decir, ideología. (Ver Teorías del Valor y de la Distribución desde Adam Smith, 1973).
Resulta por tanto totalmente erróneo hablar de desideologización en la literatura, cuando los territorios propios de ésta son la subjetividad, la imaginación, el sentimiento, es decir, capacidades y actitudes humanas ideológicas a cual más. Asimismo, cuando los literatos --y sobre todo los exitosos-- se encuentran entre los más eficaces y frecuentes productores y transmisores de ideología. Desde la Biblia hasta Vargas Llosa, pasando por Cervantes y José María Arguedas.
Por último, resulta paradójico que en pleno siglo XXI, haya aún quien repita los ecos del añejo pensamiento que hace más de cuatro décadas formuló el sociólogo Bell sobre "El Fin de las Ideologías", cuando la realidad mundial muestra precisamente gran profusión e influencia de diversas ideologías, con o sin poder político: islamismo, cristianismo, nacionalismo, neoliberalismo, monetarismo, pensamiento único, globalización, imperialismo, posmodernismo, altermundismo, etc.
Hoy, hasta los diccionarios de sociología señalan que tal postulado de Bell resultó refutado por la realidad y no constituyó sino una ideología más: "la ideología del fin de las ideologías" o "la ideología del consenso del bienestar". Esta última era explicable cuando los gobiernos norteamericanos aún aplicaban la política del "welfare state" o estado de bienestar, la que fue abandonada ya en la década de 1980 para pasar al "ajuste estructural" y el "Estado mínimo" de hoy, que a su vez son también ideologías que justifican y encubren políticas e intereses monopólicos muy concretos.
2.0. ¿ADHIRIÓ ARGUEDAS A UNA UTOPÍA ARCAICA?
2.1. Falta de rigor
En su libro La Utopía Arcaica: José María Arguedas y las Ficciones del Indigenismo, Mario Vargas Llosa afirma que dicho autor adhirió a una utopía arcaica, aserto que intenta demostrar aludiendo a
"los prejuicios racistas, regionalistas y anticapitalistas (que) son un aspecto central del indigenismo y aparecerán en la obra de Arguedas elaboradas de manera sutil en la urdimbre literaria de sus acciones" (pg. 73).
Asimismo, asevera que en Yawar Fiesta,
"Arguedas opta, entre las distintas versiones del indigenismo (...) por la más excluyente, la de Luis E. Valcárcel, la racial y cultural" (pg. 145).
Y llega a afirmar que dicho escritor rechazó a la sociedad industrial, la cultura urbana y la civilización basada en el mercado (pg. 39).
El problema es que para hacer tales afirmaciones --y para oponerles sus obsesivas apologías del individualismo y la superioridad de la cultura occidental-- Vargas Llosa ha caricaturizado la multifacética obra de Arguedas, extrayendo de ella arbitrariamente sólo los aspectos que parecen confirmar su tesis. Así:
a) Toma lo expresado por los personajes de sus novelas como afirmaciones de Arguedas, olvidando la elemental distancia que debe siempre tomarse en cuenta entre los personajes y el autor.
b) Omite lo principal de la obra antropológica arguediana, pionera en buscar las raíces de la comunidad andina no sólo en los Andes sino también en España. Obra que también fue pionera en estudiar la cultura andina actual como síntesis de aportes diversos.
c) Deja de lado la valoración del mestizaje cultural, al que Arguedas dedicó su tesis de antropología y varios estudios tanto sobre Huancayo como sobre Puquio. Asimismo, cierra los ojos a la práctica arguediana de utilizar elementos culturales modernos como la radio, las grabadoras, la fotografía, etc. para potenciar las expresiones culturales andinas.
d) Ignora hasta textos tan conocidos como sus poesías Oda al jet y A Nuestro Padre Redentor Túpac Amaru, donde claramente Arguedas valora el aporte de la ciencia y la industria occidentales, exclamando con orgullo "conozco ya la rueda y la máquina".
e) Pasa por alto el hecho de que Arguedas nunca se reconoció como indigenista y nunca adhirió a las tesis efectivamente racistas del joven Luis E. Valcárcel --el mismo que en su vejez trabajó con el proyecto aculturador de la universidad norteamericana de Cornell--.
Estos errores metodológicos han sido ya señalados por Alfredo Quintanilla Ponce (Domingo de La República, 20 de julio 1997) y por el conocido antropólogo Rodrigo Montoya, quien, en su libro Multiculturalidad y Política (1988), demuestra la flagrante desinformación de Vargas Llosa en literatura antropológica y etnohistórica concerniente al tema tratado.
Y esclarece también sus increíbles errores como creer que los indios de Puquio hacen volar a los toros con cartuchos de dinamita o que existen prácticas sexuales colectivas entre los ayllus kechwas de la actualidad (op, cit., pg 22). La verdad es que la primera de estas prácticas nunca existió y fue una creación literaria de Arguedas, mientras la segunda sí existió en la época de Arguedas pero ya no existe más.
2.2. Eurocentrismo vs multiculturalidad
Mario Vargas Llosa abusa de su prestigio internacional como novelista no sólo para descalificar a Arguedas por su supuesta adhesión al indigenismo o utopía arcaica, sino también para atribuir a la cultura andina primitivismo e irracionalidad (pg. 187) y afirmar en ámbitos diversos que
"los campesinos indígenas viven en un estado tan primitivo que la comunicación resulta prácticamente imposible" (Harper's Magazine, diciembre 1990).
En última instancia --ignorando la realidad y la gran cantidad de investigaciones internacionales, nacionales y regionales que demuestran lo contrario-- el laureado narrador arequipeño llega a confundir sus deseos con la realidad al sostener que
"Aquella sociedad andina tradicional, comunitaria, mágico-religiosa, quechuahablante ... ya no existe" (La Utopía Arcaica, pg 335),
Resulta entonces --como señaló el novelista y crítico literario Miguel Gutiérrez en el Encuentro de Narradores realizado por la Universidad Pedro Ruiz Gallo el año 2001-- que la sofisticada actitud de Vargas Llosa constituye la permanencia del euro centrismo que, desde el virrey Toledo hasta la "globalización" imperialista actual, apuesta por la erradicación de las culturas andinas y orientales, identificando el progreso y la modernidad sólo con la cultura occidental.
Lo cual es diametralmente opuesto a la utopía arguediana, que no tiene nada de arcaica, pero sí es una propuesta ambiciosa al postular un país multicultural, plurilingüe y socialista: un país de todas las sangres.
3.0. LA VERDADERA UTOPÍA ARGUEDIANA
3.1. Un país multicultural
A noventa y dos años del nacimiento de José María Arguedas (18.1.1911) y 3 décadas después de su muerte (2.11.1969), Todas Las Sangres, título de una de sus novelas, se ha convertido en todo un programa para los peruanos: construir un país pluricultural, multilingüe y solidario, sin exclusiones, discriminaciones, ni explotación.
Parece sencillo, pues en el fondo no es más que un programa democrático en las condiciones de un país geográfica y étnicamente diverso. Pero ha sido siempre un difícil desafío, porque hasta su misma concepción se ha tenido que abrir paso contra ideas y fuerzas sociales que no sólo dominaron el pasado, sino que hasta el presente prolongan su presencia echando sombras sobre el futuro.
3.2. La subordinación y el apartheid
La Colonia no reconoció la enorme diversidad entre los pueblos andinos (no eran todos incas, ni todos moche, etc.), sino atribuyó a todos los pueblos originarios la supuesta condición de "indios" y en la práctica fue construyendo este grupo social, no como cultura, pero sí como casta social inferior al servicio de la casta española invasora (que incluía a los criollos).
Así, buscó destruir las religiones andinas y sus sistemas de parentesco y de gobierno, impuso los campos de concentración llamados reducciones o pueblos de indios, la mita, el tributo y los diezmos, el menosprecio a su tecnología, arte y costumbres, etc.
La Colonia llevó la desigualdad política y jurídica entre invasores e invadidos hasta el grado de apartheid, separando las repúblicas, legislaciones, cabildos y centros poblados, siempre en dos: los de españoles y los de indios.
A pesar de lo que dicen hoy los historiadores y literatos que embellecen la Colonia, el sincretismo entre las dos culturas y el mestizaje biológico, fueron moral y legalmente condenados, calificándose en bloque a los mestizos como “bastardos”. Hasta Garcilaso de la Vega fue así excluido cuando su padre abandonó a su madre india, para casarse con una dama española de 4 apellidos, de modo que el cronista sólo llegó a tener el apellido de su padre estando ya en España. Mientras, dicha madre india --abandonada en el deshonor y el desamparo-- fue obligada a casarse con un sirviente del padre, el escudero "Pedrocho".
3.3. La exclusión y la asimilación destructora
La República criolla tuvo dos fases: En la primera, hasta mediados del siglo XX, canceló --de palabra pero no en la práctica-- el apartheid, manteniendo excluídos de de la tierra, del sufragio, de la educación y de los derechos civiles a los indios, a quienes Arguedas consideraba
“nación acorralada, aíslada, y sobre la cual los acorraladores hablaban mirándola a distancia con repugnancia o curiosidad” (No soy un aculturado, octubre 1968).
En la segunda, que dura hasta hoy, la política predominante es la de asimilación, que no es el sincretismo o integración de culturas distintas, sino la destrucción de una de ellas para imponer la otra, lo que para Arguedas consiste en que
“la nación vencida renuncie a su alma... y tome la de los vencedores, es decir, que se aculture” (Ibíd.).
La situación se hace más grave aún cuando desde el ámbito internacional y montada sobre la expansión económica y política imperialista --llamada globalización--, se pretende imponer la uniformización mundial no de la cultura occidental sino de sus aspectos más autoritarios y excluyentes, con la colaboración de intelectuales como Vargas Llosa.
3.3. La integración arguediana
Toda la vida y la obra de José María Arguedas estuvieron dedicadas a combatir dichas políticas de exclusión y de asimilación. Lo hizo no sólo a través de su obra literaria y antropológica, sino también en la política cultural, cuando efectuó planteamientos pioneros durante el breve año en que fue el primer director de la Casa de la Cultura (hoy Instituto Nacional de Cultura). Los objetivos que él estableció fueron muy claros:
“1) Difusión de los valores indígenas en los sectores sociales que los ignoran o menosprecian; y
2) Difusión de los valores, --letras, artes, ciencias-- de la cultura llamada occidental entre los medios indígenas, a quienes se negó el acceso a este caudal de sabiduría”. (Ver Jorge Cornejo Polar, “Arguedas y la Política Cultural”, pg. 145).
Así, pues, no sólo se trata de educar a los campesinos con los aportes universales --como plantean unilateralmente quienes les culpan del atraso-- sino también de educar a todo el país --y al mundo ¡por qué no!-- con los aportes andinos. Esta constribuciones no son sólo la papa, la quinua, la kiwicha, la maca, la kañiwa y cientos de cultivos y conocimientos más, sino sobe todo la actitud holística y la convivencia armónica con la naturaleza, en lugar de su dominio y depredación como sucede actualmente.
Porque estos aportes de la cultura andina para el mundo han sido creados frente al desafío de una naturaleza tan difícil como diversa. Como afirmó el gran escritor:
“No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana, todos los grados de calor y color, de amor y de odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores”.
3.4. Arguedas predicó con el ejemplo
La obra arguediana refleja precisamente una gran diversidad.
a) En narración: Agua, Yawar fiesta, Diamantes y Pedernales, Los Ríos Profundos, El Sexto, Todas las Sangres, Amor Mundo y Todos los Cuentos, El Zorro de Arriba y el zorro de Abajo.
b) En poesía: A nuestro padre creador Túpac Amaru, (himno-canción) y Oda al jet.
c) En antropología: La capacidad de creación artística del pueblo indio y mestizo, Un método para el caso lingüístico del indio peruano, Cultura mestiza de Huamanga, El complejo cultural del Perú, La sierra en el proceso de la cultura peruana, Estudio etnográfico de la feria de Huancayo, La evolución de las comunidades indígenas, Puquio: Una cultura en proceso de cambio, Bibliografía del folklore peruano, Dioses y Hombres de Huarochirí, Las comunidades de España y del Perú (tesis doctoral en antropología).
d) En edición de tradición oral: Canto quechua, Cuentos mágico-realistas del Valle del Mantaro, El sueño del pongo, Poesía quechua, La Amante del Cóndor y la amante del bandido, Mitos quechuas posthispánicos.
e) En música: Numerosas recopilaciones de músca y canto de cantantes y conjuntos campesinos y provincianos.
Así, pues, Arguedas no sólo planteó la multiculturalidad, sino que la vivió, desarrollando lo mejor de todas las culturas. Y no tuvo nada de arcaico, pues utilizó el alfabeto, la imprenta y aún el mercado: logró publicar varias ediciones de sus libros, porque se vendían y daban ganancias a las editoriales. Y hasta aceptó trabajar en un Estado con el que estaba en desacuerdo, para defender desde él a sus hermanos de las comunidades y barrios marginales.
Lo que no hizo --y en eso reside la superioridad de su ideología frente a la de Vargas Llosa-- fue absolutizar ni adorar el mercado, ni defender al Estado excluyente y antidemocrático que hoy sufrimos.
3.5. Arguedas socialista
Lo que tampoco hizo nunca Arguedas fue enaltecer el capitalismo, porque él adhirió al socialismo hasta su muerte, como se revela en una escueta enumeración de hechos bien conocidos:
a) En el encuentro de Narradores en Arequipa (1965), él expresó que las ideas de José Carlos Mariátegui le dieron sentido a la rebeldía que sintió en su interior desde muy joven.
b) Cuando fue recluido en el penal El Sexto, no se juntó con los apristas sino con los comunistas.
c) Fue siempre admirador y amigo de la Revolución Cubana.
d) Fue amigo del dirigente sindical y político Hugo Blanco, defendiéndolo contra la pena de muerte que pesaba contra él.
e) Toda su obra --incluyendo su libro póstumo El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo-- constituye una crítica profunda contra los sistemas feudal y capitalista.
f) No le gustaba convivir con la élite, sino con la gente pobre, los obreros, campesinos, artesanos.
4.0. CONCLUSIONES
1ª) Toda actividad literaria contiene y expresa determinantes ideológicos, por lo que no tiene sentido hablar de desideologización de la misma. Los autores que atacan o critican a otros por sus planteamientos ideológicos lo hacen siempre desde posiciones también ideológicas.
2ª) La pretendida descalificación de José María Arguedas como indigenista y arcaico que Mario Vargas Llosa pretende hacer revela no sólo la ideología individualista y capitalista de este autor, sino su pretensión de que la cultura occidental es superior a las demás, demostrando además desinformación y falta de rigor en la crítica.
3ª) Si entendemos las ideologías utópicas como aquellas que postulan un cambio profundo y la esperanza de un mundo mejor, puede incluirse a José María Arguedas dentro del amplio campo de las utopías multiculturales y socialistas.
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