Buscar este blog

miércoles, 12 de mayo de 2010

APROXIMACIÓN A LA NARRATIVA LAMBAYECANA DEL NOVENTA

APROXIMACIÓN A LA NARRATIVA LAMBAYECANA DEL NOVENTA

Por: Joaquín Huamán Rinza (Juan Congona)
Poeta, narrador.


Si bien es cierto que nuestra tierra lambayecana, siempre ha sido vista como tierra de versistas y poetas, también a lo largo de más de un siglo de existencia como departamento, sólo ha tenido representantes aislados, podría decirse que esta ha sido un oasis en medio del desierto. Pero donde con mayor nitidez esto se ha percibido es en el género narrativo. Lambayeque no ha contado con novelistas de talla internacional, menos de un cuentista. Para constatar esta aseveración, y una conformación a la regla de excepciones, aparece la solitaria figura de Enrique López Albújar. Partiendo de este concepto, Lambayeque no tiene narradores, para aclarar mejor nuestra posición diremos: Lambayeque no cuenta con una tradición narratológica. Pero, en todas las décadas precedentes se a escrito cuentos, a pesar de ellos no han tenido trascendencia, creo que por falta de calidad, por un lado; por otro lado, por la desidia de los propios creadores para difundirla.
En los años noventa se presenta un caso excepcional. En estos años aparecen en el espectro lambayecano un buen número de narradores, de los que he visto por conveniente llevar a cabo una breve aproximación, y para tal efecto de he abordar sólo aquellos que han publicado en forma de libros y algunas excepciones como en los casos de Rubén Mesías, Luis Alarcón y Luis Facundo Neyra, quienes han publicado lo suficiente como para formar un libro.
En un primer término, iniciamos con los libros de cuento “El Shulka” y “La última decisión” de Dandy Berrú Cubas. En los cuatro textos de “El Shulka…” eminentemente se respira una identificación con las visiones y sentimientos del hombre andino. La lucha secular que sostiene el hombre de esta parte geográfica de la región contra esa fuerza opresora que es el sistema implantado por el occidente. También es la confrontación entre el deseo de liberación y la fatalidad que es el hilo conductos hacia la rebeldía. Este espíritu es reflejado, aún en “La última decisión”, bajo otras aristas que enriquecen el pensamiento e idealismo de su autor. Encontramos también textos en los cuales se tocan temas como el amor, el tema político como una vertiente en la cual se trata de mostrar su preocupación de los temas sociales, todos estos se tratan con tanta sutileza donde está presente “el dardo agudo de la ironía”, vestido con un humor ácido, por ello se pinta cuadros que presentan: frustración, fatalismo y tragedia.
En estos dos primeros libros, vamos notando que Dandy Berrú, además de comunicarnos una fuerte preocupación frente a una realidad circundante, cargada de infinitos bemoles, se dirige con pasos seguros hacia su madurez estilística.
Otro de los narradores que publicó es Gustavo Hidalgo Campos, “El libro perverso”, un libro que circuló de manera muy restringida, de un contenido muy diverso, en el que se encuentran cuentos de extremada limpidez narratológica, como también de logrados microcuentos, en las que se bucea en las profundidades del alma humana, a través de actitudes que lindan en los márgenes de la perversidad. Para ellos se recrean temas tan antiguos como actuales, en casos específicos como de las historias bíblicas u orientales, así como de su propia experiencia.. Como una suerte de paradoja, todo ellos envuelto de incredulidad y pesimismo.
Debemos también referirnos al libro “El niño que quería un caballo”, de Pedro Manay, once cuadros cuentísticos en los que se describen diversos momentos y emociones, donde los personajes principales son adolescentes de distintas condiciones sociales, para los se sirve de un lenguaje sencillo y elástico, de una paisaje colorido, el cual sirve como un aura de positivismo. Este espíritu que nada contra la corriente, también en sus cuentos “El chasqui”, “El templo de Bangu” y “El origen del crepúsculo”, desarrolla en estas, a pesar de tocar temas tan disímiles, impregnaciones de esperanzas en momentos en los cuales los personajes pasan experiencias difíciles y dolorosas.
Debemos también tomar en cuenta al narrador Nicolás Hidrogo Navarro, con su libro “A esa hora del día”. En sus cuentos nos enfrentamos a un autor que ha hecho el motivo de sus fabulaciones, la adolescencia y el lugar, nuestra selva. En ella las motivaciones son diversidad, los hechos múltiples, la recrea casi apologéticamente. Entre sus líneas se percibe un halo de onirismo desde el que objetiviza el motivo de su cuenstítstica, aun cuando su narración discurre en tiempo inmediatamente presente, encontramos contándonos pasajes ocurridos en su adolescencia y para ello hace uso constante de la técnica del flash back, con saltos de espacio-tiempo. Esto nos puede estar indicando “una gran dosis de nostalgia”, y como atmósfera se sirve de un elemento natural como es la lluvia, elemento que se encuentra presente en más de un cuento. Pero así como estos elementos existen otros, principalmente, afectivos-emocionales.
Toda creación artística en su fondo viene a ser la expresión del alma del artista, su cosmovisión externa e interna. El tema del cuento puede ser variado, muchos los pretextos, pero en sustantivo es la condición humana el objetivo. Desde este punto de vista, el conjunto de cuentos que conocemos de Rubén Mesías muestran la preocupación en la condición del ser humano, haciéndonos partícipe de ello, trastocando con pericia el tiempo y los espacios. Tal vez la densidad del lenguaje o la técnica del monólogo vaya en desmedro de un mejor resultado. Los personajes cumplen una presencial fantasmal e ilógica, de ahí que sobrevenga aquello que sea un “drama que nos golpea con su ética del absurdo” o “es el azar quien decide los duelos y su teología”. Uno de los atributos mayores es su capacidad descriptiva de parajes, paisajes y elementos ornamentales que complementan el panorama y para ello se sirve de un lenguaje exquisito, muy cercano al barroquismo. Lo fantasmal e ilógico sea tal vez por la constante búsqueda de sí mismo en cada cosa que lo rodea, de allí que sus personajes den la sensación de una personalidad difusa, aun cuando cumpla dentro de la ficción, la función para lo que fue creado.
“La fiesta del Chino”, de Jaime Mendoza, es la primera entrega de este joven narrador lambayecano, en la que se sirve como pretexto la década fujimontesinista para describirnos el proceso de descomposición de la clase política, de la sociedad peruana, y como artista, la lucha de razas como el origen a esta crisis de valores. Propugna a una limpieza de razas; busca que responder a una interrogante que aún persiste a pesar del s. XXI, época que ya se creía que el pensamiento racista ya había sido superado. Esta novela es un grito de la estepa. En nuestra sociedad existe la mala costumbre de agazaparnos y comportarnos hipócritamente, al menos surgió alguien que dice su verdad.

1 comentario:

Powered By Blogger