¿BOHEMIA LITERARIA O JUERGA EN LOS 90 EN LAMBAYEQUE?
Por Nicolás Hidrogo Navarro
Hemos pasado de largo los noventa y cronozajeado en el 2004 y recién la generación de los 90 ve su luz, su reflexión, su alto, su partida de nacimiento con los escritos de los propios artífices. Recién se está entrando en el ejercicio del balance, del cómo fue, qué significaron esas reuniones ¿una pérdida de tiempo? ¿Qué significaron esas plaquetas, esas noches de juerga alcohólica en casi la mayoría –y aceptado con un desenfado y hasta diría orgullo etiquetal, marca de poeta? ¿Se es más poeta y mejor narrador cuando te atosigas en el estómago, y luego en el cerebro, una botella de cañazo, ron o mentita o te disparas un par de cañonazos? El lector serio y conservador, diría que no, pero los protagonistas parece que sí lo creyeran, hasta argumentan y ensayan justificaciones “cómo Poe, Baudelaire, Rimbaud, Vallejo, Valdelomar, los Hora Zero, Los Kloaca, grupos marginales e irreverentes de los 80, ellos lo han hecho, han pasado a la fama e inmortalidad literaria, entonces ¿por qué nosotros, no?”. ¿Es lo mismo la bohemia -de café, cháchara, piropo, versito, un purito, servilletas, vino y muchos planes de futuro literario- que una enyoncada con saltapatrás en La Oficina -centro de la Plazuela Elías Aguirre-Chiclayo-, en La Chotana, en El Calzoncillo -desaparecido, ya,-, El Carpintero, el Vaso de Leche, Don Gasco, la famosa Cámara de Gas o en la avenida Balta cuadra 4 y 5, sin más que fútiles conversas de jodas y martingalas mixtas de fanfarria lectora y delirios megalómanos? ¿No le estaremos heredando a la generación 2000, tara, temas, estilos, juerga y pose como cosas normales y hasta signos de “buen poeta”, aceptado y reverenciado –si bien no oficialmente en la comunidad intelectual y pedagógica, pero por lo menos en la cofradía literaria local? ¿No será que esto es producto de la automarginalidad, un llamado de atención, una actitud suicida, mezclar borrachera con vida poética? ¿Se debe llegar al estímulo de una droga –cerveza, yonque, ron o marihuana- para inspirarse y ver “visiones poéticas o ficcionales? ¿Cuál es el límite de esta rutilante marginalidad y discolidad? ¿Se podrá acceder así a los círculos académicos y pedagógicos con esta “fama”?
Creo que hemos generado más interrogantes que respuestas, que las dejaremos adrede sin responder por el prurito de dejarlos aguijoneados y esperar reflexiones o pasiones.
La producción de textos en Lambayeque sigue siendo flaca, en siete meses de balance –abril/-/octubre- se ha contabilizado una hexena de folletos –ojo, libro es todo texto, según el rigor académico y la convención internacional de la UNESCO, que sobrepasa las 49 páginas, formato: mitad A4, espacio y medio, letra 9-12, no simples tiras de dos palabras cada página, pues así podríamos construir, bajo este criterio, con un libro normal, centenares de “libros chicha”.
Esto tiene su correlato en que en Lambayeque no se compra un libro si no hay expreso pedido de requisito académico por el docente. ¿Qué pasaría si la lectura fuera opcional y no obligatoria en escuelas, colegios, institutos y universidades? De seguro nadie leería nada, pero sí aumentarían las horas de visionado Tv, esquinazo o chateo.
Una experiencia de producción y venta de un libro de orientación creativa –cuentos, poesía o teatro- autocosteada puede resultar un mal negocio, sino no hay recomendación y condicionamiento institucional o de un docente. La experiencia de autores de matizar lo creativo como accesorio de lo utilitario, en el nivel pre-universitario es toda una estrategia ganada con la experiencia: los pre-universitarios compran todo aquel “texto, separata, folleto” que le induzca a su ingreso a una universidad o instituto. El buen vendedor –que vive y sobrevive de su producción artificial- es aquel que coteja preguntas de examen de admisión pasadas con contenidos del texto ofertado y si tiene el refuerzo del profesor de aula, allí está la venta asegurada. Pero este tipo de ventas es sumamente coyuntural y utilitaria, no es habitualmente literaria. Para cerrar trato de venta –después del entusiasmo “de esta pregunta su respuesta está en la pagina 6 y esta otra en la 9”- por allí se desliza el folleto de poesía o narrativa como “yapa”, sí, como simple yapa, luego servirá para el baño, porque en el baño de la academia pre-universitaria, no hay papel higiénico..
Una experiencia amarga y simbólica de la venta de un libro de poemas. Alguien manda a imprimir: 500 ejemplares de un texto de unas 35 hojas; costo: S/ 800.00, ofertado a venta: 3.00 soles; venta la primera noche de presentación: 13 libros al contado; 22: al fiado de las amistades literarias –adiós pago para siempre-; 20: al regalo para el favor publicitario a editores, periodistas, comentaristas, suplementistas, si es que por caridad se asoman, eso no hace noticia, eso no lee la gente, eso no vende; quedan en casa: 455, a dormir el sueño de la espera de algún futuro recital, encuentro, conversatorio. Si se es osado se lleva a las librerías suelo, quieren pagar como que fuera libro usado: S/ 0.50; mejor lo guarda y las polillas y el tiempo se banquetearán, el festín literario. Mala experiencia, ilusa pretensión de querer vivir de la literatura. Se lleva a los colegios “¿quién lo recomienda, quién lo pide, ah? ¿quién es Ud.?, espetan los alumnos, “ no se encuentra en la programación, el profesor no nos ha pedido ni nos pedirá, seguro estamos”; alguien por caridad le compra, le ve los pies cansados al pobre creador, iluso y fracasante vendedor; ha recorrido casi 17 colegios y sólo ha vendido seis ejemplares; todos los alumnos están en el quiosco, o guardan su plata para el nintendo o el Chat, “eso es más entretenido, se consigue jermitas que te muestran por web-cam la teterecas”.
¿Sobrevivirá la lectura así? ¿pasarán a la historia literaria los noventinos, así? ¿Dénos su respuesta sufrido y terco lector, al email: hacedor1968@hotmail.com, nosotros ya la tenemos ¿y Ud.?
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