CARLOS RAMÍREZ Y SOTO Y CARLOS BANCAYÁN LLONTOP
Por Nicolás Hidrogo Navarro
Por Nicolás Hidrogo Navarro
Los poetas, y los artistas por extensión, se vuelven más interesantes cuando son otros los que inician valorándolos en su dimensión y aquilatación exacta. Cuando se vuelven ególatras propagandistas de sí mismos inmerecidamente, todo cae acre y huele a banalidad pedante y narcisismo fútil.
El surgimiento de un sólo libro es un hito en la vida de todo autor: en él se va envuelto todas sus pasiones, sus obsesiones, sus mensajes subliminales, sus esmeros por socializar su intimidad, por ganar lectores y su admiración. Uno escribe para perennizar su nombre en la historia, para ganar más amigos, para acompañar la soledad y otredad de los demás, para hacer catarsis, para compensar nuestras carencias emocionales o compartir el rebose mismo de nuestros llantos y de nuestras efímeras risas.
Un sólo poemario es la suma algebraica de todos los retazos sensoriales dispersos en nuestro subconsciente, es la búsqueda de la lógica temática y la línea emocional de una época de nuestra historia personal y social.
Un poema es una radiografía encriptada que a los ojos de los lectores tiene una valoración diferenciada, según la formación y emoción estética, según el código y filosofía hermenéutica inconsciente que uno maneje, según las empatías y vivencias aludientes.
Un poeta está hecho para procrear un poema como un semental y dejarlo libre que se sostenga y vuele por sí mismo: son los lectores circunstanciales y los especializados los que le concederán la gracia de llevarse las orejas, el rabo, el escapulario o salir sin pena ni gloria y abucheado. No es objetivo y de mal gusto que un poeta deba ser propagandista elogioso de su propia condición y creación autoconcediéndose hiperbolizado sitial. Los buenos poemas se defienden solos, sobran las palabras necias cuando el poeta dice que él es el mejor y su poema es la columnata que sostiene al mundo y a todo el parnaso universal.
En esta entrevista a dos dignos representantes de la generación del 60, Carlos Bancayán Llontop (1943-?) y Carlos Ramírez Soto (1943), chiclayanos de pura cepa, para los cuales reclamo ya la incorporación en los estudios literarios universitarios y colegiales y un sitial preponderante en el parnaso literario lambayecano y nacional, responden y perfilan un bosque variado de situaciones sobre su vida y obra, su pensamiento literario en torno a su época y las que les toca vivir actualmente.
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