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miércoles, 12 de mayo de 2010

LA IMPORTANCIA DE SER MAESTRO DE LENGUA Y LITERATURA

LA IMPORTANCIA DE SER MAESTRO DE LENGUA Y LITERATURA
Por: Nicolás Hidrogo Navarro
(hacedor1968@hotmail.com)
Para ser o profesor o enseñante ni siquiera se necesita tener vocación, mucho menos formación pedagógica ni pasión por tener seguidores: le bastaría coger un libro y repetir lorescamente lo que hay en él y hacerlo obligado sabiendo que le están pagando. La dignidad de Maestro implica no sólo hacer transferencia cognitiva, sino generar fijaciones emotivas y un conocimiento transgresor capaz de generar cambios cualitativos y una conmoción significativa en la persona por el resto de sus vidas: implica marcarle su ruta de viaje premunido de capacidades, saberes, habilidades y destrezas autónomas. El denominación de Maestro es un grado honorífico, se adquiere, no por la posesión de un grado académico cedido –con o sin exigencia- por alguna universidad (licenciatura, magíster o doctor), sino por el carácter pragmatológico, emocional, axiológico, pygmaliónico y de liderazgo que se ejerza sobre el sustrato educando. El Maestro enseña con el ejemplo; el profesor cita a ejemplos. Un maestro comparte su experiencia creativa; el profesor pide lo que él no hace. Un maestro no teme compartir su bibliografía utilizada; un profesor al esconder sus fuentes de consulta hace aflorar el miedo de perder su honestidad intelectual y mediocridad de sentirse superado.
Ser Maestro de Lengua y Literatura no basta con enseñar a leer o escribir, exigir una bonita y estilizada caligrafía y una cuidada ortografía, recordar de memoria la conjugación de los verbos y desguazar a una oración en sus mínimos morfemas, monenas, lexemas y totemas, dominio de la sintaxis, morfología, fonética, semiótica y semántica: es necesario dotar cada cosa de un significado correlativo con, de y para la vida, es buscar el rescate de la esencialidad de las cosas, valoración y recreación ultima, sin tendencias paporreteras, clónicas o repetitivas.
Un docente de Lengua y literatura no sólo debe quedarse en el exigir hablar, leer y escribir correctamente, funciones primarias del lenguaje: debe impulsar a hacer del habla un instrumento persuasivo; de la lectura un hábito permanente que enriquezca el universo ficcional y de la escritura una pasión connotativa por reescribir los mundos posibles. Si entre estos tres elementos no hay empatía y sólo es una forzosa y torturante manía memorística, he allí la fobia, el desapego y la desmotivación teorizoide-gramaticaloide en la que se suele incurrir.
Con el lenguaje estaremos hasta que muramos y con él estaremos como cursos básicos en todos los niveles educativos desde Inicial hasta Doctorado: sin embargo más que productos derivados de él, hemos aprendido a convivir sólo con sus componentes en distintos grados de intensidad, nominalidad y complejidad. Más que maestros que nos animen as hacer parir frutos al lenguaje, hemos tenido excelentes cancerberos, no de la norma social y de la exultación estética, sino del status quo académico.
Ser docente de Lengua y Literatura es desde ya la más alta responsabilidad de darle al habla y escritura de niños y adultos un valor agregado: formar individuos capaces de encontrar en el lenguaje un instrumento de desarrollo de su propia imaginación, inventiva, expresión de sus sentimientos, pensamientos y una manifestación omnímoda de su capacidad de recrear sus propio universo verbal, a partir del desarrollo de sus capacidades lingüísticas, intelectivas, creativas, comprensivas, interpretativa y valorativas.
Como Maestro de Lengua y Literatura tienes la posibilidad de generar nuevos valores literarios que llenen el firmamento literario de metáforas o catedrales estructurales narrativas o aún los que no avocándose al escribir, disfruten del goce estético de la lectura habitual como una aventura de extensión de sus horizontes culturales y enriquecimiento de su imaginación, para la clara comprensión, interpretación y solución de sus problemas personales y profesionales.
El Maestro de Lengua y Literatura siempre será el requerido para ser maestro de ceremonias, para redactar los documentos, para organizar los juegos florales, la verbena y las palabras de honor, de bienvenida o despedida, para redactar la carta o memorial, para asesorar la redacción general de las memorias de gestión educativa, el libro de actas o darle rigor a los informes pedagógicos: él siempre será el de más locuaz saber, elegante y de prístino hablar.

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