LOS APARECIDOS EN LA NARRATIVA LAMBAYECANA
Por: Nicolás Hidrogo Navarro
El departamento de Lambayeque en general –Chiclayo-Lambayeque-Ferreñafe- no sólo está circundante de huacas, osamentas prehispánicas, silbadores, huacos eróticos, conchas espóndilos, plumas de papagayo, conchitas, chaquiras y mil y un souvenir moches: está poblado escatológicamente de mitos, leyendas, miedos y temores y un venerable ritual por la muerte y sus gentiles como sinónimo de castigo, perturbación a los humanos y malignidad. Cada pueblo tiene sus huacas cual guardián y regulador de sus propias costumbres. Antrológicamente el hombre sabe que vive entre sus muertos y lejos de huir utiliza sus huacas como invocación, escenario de sus rituales chamánicos y explicación de sus propios acontecimientos de vida.
Son típicos las leyenda de Naymlap, Aka Fala, Ninamasha y Pachacámac, Cerro de la Vieja, El Chiroque y la Chilala, La Huaca del oro, El río La Leche, El sol padre de los brujos; los mitos como del Dios Kom, El origen del Algarrobo, Los cerros Mulato y Chaparrí, El Inkari, etc. Todas estas manifestaciones orales y escritas expresan la cosmovisión del mundo moche prehispánico y que sustentaba la aspiración del castigo vengador contra los conquistadores durante la Colonia. Es obvio suponer que el imaginario social está potentemente influenciado por premoniciones, aparecidos, fantasmas, duendes, gentiles que no sólo explican y sustentan sus supertensiones, sus fetichismos, sino que pueblan sus noches de tradición oral. Este fenómeno sociolingüístico se da nítidamente en la zona rural, donde desde el hogar y la escuela se impregnan la conciencia colectiva de niños y jóvenes y que migrando a la ciudad en forma de leyenda urbana, metamorfoseada o aderezada con algunos giros y cambios sintácticos, conceptuales, tropológicos, actanciales y argumentales, pero conservando su esencialidad, genera una nueva especie enriquecida, con más trabajo en el lenguaje y con adaptaciones a un nuevo escenario: la urbe.
Los narradores lambayecanos emergentes en el espectro literario, Carlos Muro, Arturo Bravo Flores, Brander Gonzáles López, Dandy Berrú Cubas, Marcoantonio Paredes Brenis, Joaquín Huamán Rinza, nutridos de esta tradición mitológica y leyendezca muchik, han efectuado una metástasis y fusionado sus experiencias citadinas con la tradición oral y se vienen produciendo cuentos de factura urbana, pero con un precedente rural.
En la leyenda urbana lambayecana el matiz característico que adoptan “los aparecidos” son de a) Vengadores, porque intentan castigar al malo del cuento b) Asustadores, porque generan conflictos existenciales a los más débiles del cuento c) Tentadores, porque las aparecidas seducen con su lascivia y encantos a los hombres infieles y d) Anunciadores, porque sobreavisan acontecimientos pasados en las dos dimensiones (humana y ultraterrenal), generalmente “recogiendo sus pasos, visitando a los amigos, familiares o denunciando a sus presuntos asesinos”.
A) Zoila Gonzáles Rivas
En El anillo codiciado, Zoila vuelca su experiencia de hacedora de literatura infantil y su afán de trasladar una historia oral de reuniones familiares o de abuelas que cuentan junto al fogón una leyenda con efecto pedagógico y moralizador, atemorizador y aleccionador: el castigo al antagonista de la historia, un castigo de ultratumba. Con un lenguaje por un momento monologante, en otro anecdótico y en otro narracional, acierta en este último al finalizar la historia, pues sale a lucir el verdadero motivo y rotulado de la historia, después de haberse estancado en un marasmo farragoso en su disertación externa sobre cosas que distraen la atención de lector.
La capacidad de recuperación del lector, después del velorio inicial, lo hace al final cuando el rufián de la historia termina muriéndose del propio susto de su presunta víctima. Inicio y final, concadenantes en un vaso comunicante del previo al descubrimiento de la historia real: del asesino del anillo. Tres planos vertebran la historia: a) la presentación de la difunda Tomasita las perotas y los corifeos por la que en vida fue b) la presentación de Delfín con el rufián sospechoso, su perfil delincuencial y el hurto del anillo c) El increíble encuentro entre victimario y víctima, pasando finalmente a epifonemear con víctima A-venganza; víctima- B castigado. Una leyenda pedagógica que no sólo disuade, sino que muestra un pretexto para caracterizar parte de una realidad familiar del sobreprotegido que termina siendo, todo lo que menos imaginamos, cuando encubrimos y toleramos sus “inocentes perversiones desde niño”.
B) Alejandro Sullón Juárez
La historia y el argumento perfecto para una feminista, el no usual caso de violencia intrafamiliar, pero a diferencia de la cultura del satanizado machismo, en Día de miércoles, la víctima termina siendo el hombre. Tomando como pretexto un mal día, en todo el sentido, familiar, laboral, social, de pareja, Carlos termina siendo víctima de las circunstancias del sino y de su propia relación de pareja: víctima de un sistema conyugal y coyunturalmente de un día en que todo le va mal y anuncia su propia condena al enclaustramiento y esclavización familiar. Narrado con un lenguaje sencillo, directo y teatral, parece una tragicomedia familiar. Ausente de todo alambicamiento y descriptivismo, la historia transcurre como una película, donde predominan los diálogos y los hechos contados gruesamente, sin detallismos, la historia mueve más a una discusión de equidad de género y a un debate sobre el grado de responsabilidad o culpabilidad en la relación. Verdad y ficción, casuística y moraleja, los roles invertidos, termina, dejando víctimas pasivas y victimarios –madre e hija- producto de una cultura de “liberación femenina”, donde todo vale o se justifica si s cumplen los dictados de la que asume el papel de mando de la casa. Una historia que debería mover a risa, por el “sacolargo” típico en el argot popular, termina siendo un caso clínico de psicólogos y sociólogos, cultura, violencia y cruda realidad. El cuento tiene el sabor de una crónica amarga, casi de un predeterminismo resignado.
La literatura permite contar las pasiones propias y ajenas; los casos y hechos que queremos que trasciendan, pero también oculta, subrepticia y sublinalmente reclama el mundo posible que quisiéramos para ahogar nuestra sed de un mundo propio a nuestra medida, ilusa pasión que mueve a los hacedores de historias y a los que se cobijan en ella en un ficciómano afán de escape de su propia realidad.
Lambayeque, octubre 22 de 2005
Nicolás Hidrogo Navarro
Coordinador General Conglomerado Cultural –Lambayeque-Perú
“Estaremos aquí, en Noches de cuento, para ver morir juntos el ocaso de todas las tardes y mirar emerger a la noche flirtera con su trasero negro y barbado y todos sus fantasmas y ficcionadores humanos.
I CUENTO LEIDO
EL ANILLO CODICIADO
Por: Zoila Gonzáles Rivas
La dulce Tomasita se ha ido dejando rotos a muchos corazones ¡pobrecita! sus grandes ojos nacarados se fueron también junto a su tristeza.
¡Qué ironía! en esta final reunión están presentes sus amigos rodeándola acongojados por su inesperada partida.
Es el momento oportuno para rendirle homenaje como un tributo digno a la lealtad y a su bondad infinita atesorando con mucho amor sus más hermosos recuerdos en lo más profundo de sus corazones. Todos quisieran alcanzar aunque sea una flor mas en el ramillete de tristezas consolidadas en una sola respuesta de amor y gratitud. Un ligero vientecillo nos envuelve de pies a cabeza con gran generosidad, la piel se nos pone áspera o tersa abruptamente, en una forma difícil de explicar, solo sé que aun se siente un extraño temblor arremolinándose en todas partes como un temor ajeno, y luego se apodera de mí haciéndome vibrar hasta roerme los huesos. Nos sentimos talvez tocados en cuerpo entero por mil pétalos de rosa seguramente marchitos del dolor por haber sido arrancados de súbito por alguna mano brusca, hostil que arrasó con toda su fuerza estropeándolo todo con sus diez, veinte …mil dedos a la vez acompasados por una extrañísima música jamás oída, en un son apresurado si dar tiempo al esplendor y seguimos allí abobados sin entender nada, ni aun exponiendo los cinco o seis sentidos que tenemos lograremos captar el lenguaje del silencio anticipado bajo cualquier carátula; es lo indescriptible, aquello que al final del camino todos los seres vivos del planeta esperamos.
En el aire se percibe, es verídico, nosotros lo sabemos es que aun perdura en el ambiente sus vibraciones, en un acto de presencia como una ráfaga de luz temeroso; se puede adivinar lo irrepetible, el timbre de su voz, el porte peculiar y su genial figura ¡Que adorable sería! la vida en cuerpo y alma con una secuencia de vivencias consientes o etéreas. Dios nos bendice, dicen los cristianos no importando la pertenencia a que la religión apuntamos en fin todos persiguen lo mismo y la idealización de una vida eterna; pero ya habíamos conocido la otra verdad desde nuestros ancestros en la teoría darwinista sobre el origen y evolución.
No seamos injustos quiero ser real con esa visibilidad espontánea con la que respiramos y existimos sin seguir divagando sincronizadamente debo asegurarme de poner los dos pies firmes sobre la tierra y proseguiré diciendo que estamos asumiendo una actitud antagonista del tiempo.
¡Ah! Y quién dijera en ese momento crucial de la vida del esfuerzo que prodigo en mi afán por mantener la calma acerca de mis interrogantes por no pecar de necia con mis cálculos incontrolables en desmedida sin capacidad lógica de respuestas, pero tampoco me gusta ser conformista hay algo que queda pendiente en mis costados y se desvanecen inexplicablemente sin ser nunca alcanzados, todo está cambiando segundo a segundo y por eso mejor me cubro los ojos a dos manos y me enfrascó en mis limitaciones visibles inmediatas, muy cabales y me veo así talvez tratando de reconocer entre tantos perfumes de originales flores; su aroma celestial, se puede captar toda la esencia esparcida en los aires, el haz luminoso, el centelleo caprichoso de su desplazamiento en todas partes canturriando libre sabe Dios que hermosa sinfonía, dichosa así tan igual que las propias musas remozando a plenitud y me gustaría decir :pues así quisiera veros ¡Es la verdad! A tí, al él, y a todos, sé que es utópico e impreciso, lo abstracto y no es manejable seguir mancillando en lo que es paradójico. Nos hace pensar en algún hermoso sueño, lo más rescatable que pueda suceder, un pasaje onírico a lo mejor en donde cuyos divinos personajes pareciesen escapados de un precioso cuento.
Y en este desazonado juego de pensamientos me siento relegada a los recuerdos confusos entonces nos la imaginaremos así, toda llena de fulgor allá en los cielos rodeada de ángeles y objetos espectrales. En este instante veo las agujas del reloj y siguen su curso sin detenerse ni un segundo más ni un segundo menos y resuelvo en forma instantánea sacudida como por dos palmas al aire y repito ¡Se ha ido! ¡se ha ido!, hoy dejo de anonizar tu imagen, aquel alma tuya naturalmente compleja, nuevamente a mi alrededor aparecen las cosas, están allí como tocados por una varita virtuosa y mágica, creo en la realidad respiro, observo y palpo todo en su conjunto girando en mi entorno ¡Es lo inverosímil! Estoy un tanto desalentada por el contraste de los destinos que por la experiencia sé o desconozco en esta travesía desde mi punto exacto y desde que hago uso del razonamiento y no me conformo con los llamados destinos de cada quién o de nosotros mismos.
Suspiro en el vacío inútil de si, por naturaleza con una impotencia extrema más allá del balance en donde no encuentro equilibrio de resoluciones para mi tranquilidad y veo por ejemplo en el diván las últimas mazorcas de maíz amarillando penosamente desde el interior de la tina, talvez seguían en actitud de espera, añorando de sus laboriosas manos de doña Tomasita con las que solía amansar las tardes solitarios envuelta en su orgullo amargo, y descontento por el rol que asumió toda su vida sin hallar recompensas, ahora ya no desgranará nada ni desmadejará las horas abrigando esperanzas, los maíces resecos están justamente allí ¡imagínense! Esparcidos en una extraña conjunción inconclusa; la misma suerte corrieron sus gallinas ¿Quién las alimentará mañana?. Hoy estuvieron correteando alborotadas de un lado para otro sin poder entender acaso ¿Qué podría estar ocurriendo? Por fin ahora duermen entre las vigorosas ramas de un apacible mastuerzo, cubriendo por encanto sobre la hermosísima parra, en aquella inclinada y vieja enredadera no había más luz que el pedregal que la circulaba pero ahora, sin embargo ¡Qué maravilla! sorprendentemente han cobrado vida, es verdad, nuevos capullos han brotado cuyos alegres colores no conjugan muy bien con la tristeza de esta tarde gris.
Rosinda salpicada de coraje ha llamado iracunda a su primogénito por toda la casa, pero él no vendrá pareciera que la tierra se lo hubiera tragado de un solo bocado, ¿Qué pensamientos fluirán por la mente de este hombrecito? ¿Tendrá conciencia o emociones?. Este pobre de espíritu… ¡miserable! ¡Alma de roca! ¡Descorazonado!. Si es él, quién debería estar aquí hoy mismo inclinado a sus pies humillado, suplicándole el perdón hasta el cansancio ¡pero no! Y por su actitud desvergonzada merece el castigo ¡Basta ya de escudriñarlo!. Deberían fuetearlo, no creo que exista el perdón para este hijo de los vientos encontrados, debería acrisolarse sin más ni menos ¡Por Dios Santo! alguien debería redimir a nuestro pueblo de este salvaje y si no fuese así, ¡lo juro! será mi mano derecha tan cruel y despiadada la que caerá sobre su frente como una devastadora tormenta.
Hace falta alguien para iniciar el rezo ¡Delfín! ¡Delfín! llamaron las voces hasta desgañitarse pero él no vendrá; todos se reúnen exhaustos de dolor para elevar una plegaria al cielo mientras el incienso se va consumiendo poco a poco junto con la ingrata tarde. Rosinda durante la noche no puede conciliar el sueño, se siente abatida y muy consternada por el cruel desenlace, rodeada de luces, humus y rostros empalidecidos no puede soportar más e irrumpe en llanto “Es la negra tonderona”, así la llamaba su amiga e incomparable comadrita desde el día en que se conocieron, su voz perspicua jamás volverá a escuchar susurrándole al oído hasta marearla de recomendaciones y cuidados.
Por todo ello y a pesar del tiempo nunca olvidaría a doña Tomasita estaría por siempre agradecida recordándola; se fue sin poder tener la oportunidad de agradecerle, sin haber saldado aquella deuda de gratitud cuyo valor no tiene precio ni nombre como cuando cuidó amorosamente a su Delfincito desde cuando este era casi un bebé, ella que siempre se moría de ganas por querer apapuchar al niño con toda franqueza y el vigor de sus mejores años que no hizo nunca un solo reproche al encomendado.
Y porqué tendría que ser así Delfín nos preguntaríamos todos los que conocimos de su vida desbarajustosa, no se si era digno de repudio o de tenerle compasión ¡Tan pero tan descorazonado!. Si de chiquito le pusieron el agua bendita justo en su mollerita cuando llegó el día de San Pedro y San Pablo. ¡Ah! Y el curita Samuel tan lleno de bondad le echó la bendición con todito su corazón para que sea un hijo de Dios al igual que los demás parroquianos.
Esa viejita buena y sensata, ella que tanto lo quería, decía siempre muy alborozada, este hombrecito lindo gordacho, cuando sea grande será mi bastón y lo llenaba de besos al ahijadito, suspiraba de contenta cuando acunaba entre sus brazos a esa robusta criaturita talvez volcando todos sus esperanzas en él, por ese hijo que jamás llegó a tener y juró cuidarlo y protegerlo como a nadie en el mundo, hoy, mañana y siempre, nunca imaginó, ¡ni pensarlo! que con el tiempo se convertiría en un hosco hombre sin entrañas, malo de malos, el más diablo de todos los diablos. Yo diría que cuando él nació, en vez de traerlo al mundo tan solo su madre, pues a lo mejor vino con alguna compañía; debió haber sido alguno de esos animalitos que por desdicha dicen ser mensajeros de la mala suerte, ¡sí! ¡Claro!, eso tendría que haber sucedido en el momento del alumbramiento de su madre, él corrió una suerte de desavenencias para que de grande todas las personas lo miraron con tanto desprecio al verlo así, rasguñando a una pared o trepando por los ventanas del vecindario para robar o huir a toda velocidad perdiéndose en la oscuridad de la noche. Debió haber heredado la astucia de los depredadores la agilidad de un tigre, los calculadores ojos de un gato y toda la crueldad de un ave de rapiña, por eso ese día ni siquiera soltó una sola lágrima y se fue todo inescrupuloso haciéndose el desentendido, lo tenía todo bien calculado y siguió esperando, esperando a la bendita noche.
Esa misma noche lo quisieron atrapar cuando salía de su madriguera, pero escapó con una agilidad increíble, se fue como un felino a hurtadillas con sus pasos de goma huyendo por entre los rincones junto con las sombras nocturnas que le servían de escondrijos. Una vez más iba a raudales pasos todo mojigato alistando sus filudas garras para dar un certero y brutal zarpaso. Tomó un atajo, dobló una curva tras unos matorrales y se perdió quien sabe como retorciéndose por los caminos él y su mochila hecha harapos.
Se lanzó a tierra y cayó de bruces levantó la palana encendió la linterna y echóse andar.
Algunas grutas y siluetas de mármol reposaban muy solemnemente apuntando al cielo. En ese instante aparecieron volando tres murciélagos, luego muchos más y rodearon su cabeza chirriando dando aletazos, él se defendió arrojándoles puñados de tierra hasta enceguecerlos. Siguió avanzando lentamente paso a paso, de pronto tropezó en algo y empezó a rodar por una fangosa bajada hasta caer aparatosamente de rodillas ¡Uy que dolor! gritó tocándose ambas piernas y los codos que también sangraban por el impacto. No importándole esta dolorosa situación se puso de pie en el acto miró de soslayo y se dio una gran sorpresa, por una fortuita casualidad del destino estaba allí sin más esfuerzo de búsqueda ¡justo! frente al féretro de doña Tomasita que en esa misma tarde la llevaron a enterrar ¡ja! ¡ja! ¡jaaaa!, no pudo evitar lanzar una carcajada el muy socarrón, todo estaba oscuro y solitario ningún guardián o enterrador rondaban por el cementerio, pero sin embargo su cuerpo temblaba extrañamente, por eso abrió su mochila, destapó una botella de coñac y bebió unos cuantos tragos para darse valor.
El viento soplaba produciendo un raro silbido como el aullar de un perro hambriento y encerrado; los árboles se estremecían como brazos desesperados tratando de buscar auxilio perecían predecir algo horrible, las florecillas se empinaban ansiosas estrechándose entre sí como de frío. Delfín estaba seguro nada lo amedrantaba todo le iva a salir como a pedir de boca. Su gran habilidad por apoderarse de lo ajeno era desenfrenada, en su mente no había espacio para el dolor o la piedad, los valores huían de su ser como pájaros en busca de otra madriguera.
En un santiamén volvió a cavar la fosa con esa frialdad inexplicable de un robaataúdes o robacadáveres. Abrió la caja mortuoria para robarle el anillo de oro de su madrinita, por mucho tiempo lo había visto brillar en manos de la abuela y nunca pudo apoderarse de él ¡Ahora sí! había llegado el momento de cumplir con su ambiguo deseo de tenerla entre sus manos la codicia le gritaba desde el fondo de su maligna alma ¡ya estas aquí! ¡hazlo! ¡hazlo! no temas yo seré tu escudo ¡yo seré tu espada!. Pero… Qué estaba ocurriendo, el anillo no aflojaba, la linterna se averió, no pudo encender la luz que lo acompañaría a tan macabro propósito y los minutos parecían pasar a toda prisa, ¡Bendita sea la hora!, decía el muy desalmado contemplando a la luna que ya empezaba abrirse paso entre las copiosa nubes. Sus manos temblaban escurridizas queriendo ganarle al tiempo pronto perdía el control de sus actos y un extraño sudor y sensación comenzaba apoderarse de él, hasta que enloquecido cogió el cuchillo con sus nerviosas manos y ¡zass! hundió el filudo cuchillo y cortó el dedo con todo anillo, lo guardó celosamente en uno de sus bolsillos y emprendió la carrera de regreso estrellándose contra el viento caía y volvía a levantarse como un voraz felino que acababa de atrapar al ratón más codiciado, perecía volar saltando y corriendo entre los matorrales y cruces solitarias que erguían desde las lápidas de los ya difuntos. Hasta que al fin logró soltar una de las rejas y cayó a tierra fuera del cementerio, un ronquido escapaba de su boca entreabierta como un pueril, estaba asustado y mucho, el corazón le parecía reventar convulsionadamente.
Afuera el viento soplaba con mucho más fuerza como protestando, formando enormes remolinos que estallaban estrepitosamente sobre el pavimento, él mismo fue envuelto por uno de los remolinos que le hizo tiritar de frío, luego cayó en el borde de la acera porque sus piernas ya no le obedecían, estaban tan pesadas que ¡ya no podía más! y suspiró tratando de no tragarse la arena que se había acumulado afuera. Se sacudió despacio reclinando su enorme nuca sobre el muro, tomó un respiro y siguió cabalgando en sus zapatos cenizos.
Al doblar la esquina volvió a correr abriendo y cerrando los ojos llenos de lágrimas, se condujo por una estrecha callecita del pueblo, pero… ¡Que suerte! se dijo para si más aliviado que hasta rezó un padre nuestro de alegría. Estaba allí al fin alguien con su figura cansada atizaba ensimismada un pequeño fogón, se aproximó hacia ella y ella tan bondadosa no dudó en ofrecerle:
ü Caldo calientito señor, le dijo la humilde viejecita desde un rincón acomodándose un grueso manto se cobijó de frío.
ü ¡A ver tía! ¡Déme ese caldo que usted vende! le pidió Delfín.
ü Enseguida señor, balbuceó despacio la pobre senil, retiró la olla del fogón y volvió a decirle: ¡este caldo es milagroso! ¡Le aseguro que es muy milagroso!.
ü ¿Y qué milagros hace señora?
Sonrió el muy pillo.
ü ¡Ya lo verás! ¡Te aseguro que ya lo verás! Por eso se lo recomiendo a todo forastero, borracho, viajero, pericote, y en fin a todos quienes decidan visitarme.
Cuando la anciana puso el plato de sopa en manos de Delfín, el toco sus frías manos y le observó a los dedos. Entonces preguntó.
ü ¿Qué le ha sucedido tía? ¿Por qué le falta un dedo?
ü ¡Ay! ¡Ay! ¡Pobre de mí, si tú supieras!
¡Mi anillo! repetía una y otra vez meneando la cabeza.
ü Pero ¿Qué anillo señora? ¿no lleva usted anillo?
ü ¡¡¡Me lo robaron!!! gritó exasperada. Delfín abrió sus enormes ojazos como un búho y empezó a llorar diciendo:
ü ¿Quién se lo robó abuela?
¿Quién le robó el anillo?
La ancianita levantó la cabeza enérgicamente, avanzó un pasó hacia a él, estrujó el manto que le cubría desde la cabeza y de un solo jalón lo arrojó al suelo gritando.
ü ¡Tú me haz robado!
¡Tú eres el ladrón!
¡Tú tienes mi anillo de oro!
¡¡¡Tú robaste mi dedoooo!!!
Y cuando Delfín murió de puro susto Doña Tomasita recogió su alma y se hizo un lindo caballo para cabalgar todos los días y todas las noches por los confines del mundo.
FIN
II CUENTO LEÍDO
Día de miércoles
Por: Alejandro Sullón Juárez
Miércoles tenía que ser, dijo Carlos mientras miraba el reloj que marcaba las seis de la mañana y se envolvía en su frazada de pies a cabeza.
Carlos, padre de una niña, trabajaba en una empresa cervecera desde hacía varios años; pero últimamente, la novedad de las empresas en reducir costos y prescindir de menos trabajadores, no le dejaba dormir tranquilo, andaba con el temor que un día le dirían: Señor Carlos hasta aquí nomás.
Los cinco días de la semana se levantaba muy temprano para llevar a su hija al colegio que quedaba en la misma ruta a su trabajo. Una mañana el invierno de agosto se sentía con mayor dureza, el frío se colaba como una nube invisible por los pies para estremecer su cuerpo, pero la sabia naturaleza también esa mañana acercaba los rayos del Sol y espantaba aquellas nubes que huían a las penumbras de la noche.
-¿A qué hora te vas a levantar? La voz de su esposa le despertó bruscamente.
Carlos seguía en la cama, pero al escucharla gritar nuevamente de un salto estuvo de pie, se bañó rápidamente y en un cinco estaba en el comedor desayunando junto a su hija.
- Apúrate papá, porque a las 7:45 cierran la puerta, después no dejan entrar a nadie; dijo su hija Gracielita.
Con los pasos apurados salieron, Carlos llevaba la mochila; a tres cuadras se dio cuenta que no estaba en su bolsillo el recibo de pago del colegio.
- Espérame aquí, - el papá regresó corriendo.
- Lucy, el recibo, ¿lo has visto?
- ¡Te estoy diciendo que está encima del televisor! Como no la dejen entrar, mejor ni me digas, no sé qué vas a hacer, la llevarás a tu trabajo; recriminó su esposa, que tenía el porte y carácter de militar, no era para menos, pues era policía y trabajaba en la comisaría de mujeres; en sus operativos había golpeado a muchos maridos a quienes les gustaba maltratar a sus esposas.
A mitad de cuadra del colegio cierran la puerta; corre desesperado, pero era inútil, ya había pasado las 7:45.
- ¡Y ahora hija! - el desconsuelo nubló su mente.
- No sé papá; mi mamá se va a molestar, además hoy tengo examen.
Fue más el miedo a su esposa que a su intuición, lo que hizo que solucionara el problema.
- Tomó un taxi hasta al hospital, una vez ahí, le digo a su hija: - Mira Graciela, voy a sacar una consulta de emergencia, quiero que pongas la cara así como cuando no quieres tomar la que sopa que cocina Carmen, voy a decirle al señor que te duele él estómago. Por favor, señor, quiero una atención de emergencia para mi hija está con un malestar en él estomago; no nos ha dejado dormir casi toda la noche.
El asistente de las consultas no hizo preguntas, más que las necesarias para la identificación de la niña, para darle lo que solicitaba. Carlos hizo avanzar a Graciela hacia la puerta de salida, mientras él salía disimuladamente detrás de ella; una vez en las calles apuradas tomaron un taxi y regresaron al colegio.
Eran casi la 8 y 30 de la mañana, cuando llegaban a la puerta del colegio, en ese instante salía la directora: Señor es muy tarde.
Disculpe directora, lo que pasa es que la traigo del hospital, tenía una cita medica a primera hora, aquí tengo el ticket de consulta –contestó Carlos.
La directora que ya era una persona que pasaba el umbral de los 50 años se puso sus anteojos y miró el ticket. - Está bien, que pase.
Carlos en el mismo taxi se dirigió a su trabajo.
Bajó desesperado a marcar su tarjeta, buscaba y buscaba, - no está, pero si es el primer día que llego tarde, no creo que por eso me la hayan retirado -, se dijo así mismo.
Se dirigió al vigilante : - Disculpe ha visto mi tarjeta -.
- Me parece que el jefe de personal la cogió, un momento voy a comunicarle; el vigilante tomó el intercomunicador y avisó al jefe de personal, colgó el teléfono, se dirigió a Carlos y le digo: Pase usted, el señor lo esta esperando en su oficina.
Entre la puerta principal y la oficina del jefe de personal, el tiempo para Carlos fue eterno, su corazón era un nudo de preocupación, muchos pensamientos e imaginaciones pasaron por su mente, cada paso que daba era como si caminara sobre nubes; no sentía la suavidad del piso rojo recién encerado, tropezada con compañeros de trabajos que tristemente devolvía el saludo.
- ¡No puede ser, hoy creo que no, pero bueno!, dijo en un silencio que retumbó en sus oídos hasta que llegó a la oficina.
- Tome asiento -, le digo con voz ronca el señor Guillermo Velásquez jefe de personal.
Señor, Carlos, usted es buen trabajador, pero la empresa ha decido prescindir de sus servicios. Aquí somos aves de paso, algún día también me tocará a mí. Estoy seguro que pronto conseguirá un empleo, quizá en condiciones mejores que acá, pase por caja por favor allí la contadora le tiene su cheque de liquidación.
Caminó por las calles hasta llegar a la plaza, se sentó en la primera silla que alcanzaron sus pasos, por su cabeza sus pensamientos eran como las hojas cuando se desprenden de sus ramas, mientras unas volaban junto al viento, otras caían al suelo en un vaivén interminable. Esperó ahí sentado hasta que saliera su hija del colegio.
- Mira papá mi examen, si no hubiera entrada habría perdido mi AD
Carlos cogió la hoja, besó a su hija y de la mano partieron a casa.
- Le voy a decir a mi mamá, que me deje ir a la casa de mi amiga, como me saque buena nota, si me va a dejar; le decía Graciela a su padre mientras caminaban juntos y movía su mano.
Espero hasta la noche para darle la noticia a su esposa.
- Lucy, tengo una mala noticia, me despidieron, en la empresa ya no quieren más mis servicio, así me lo dijeron en la mañana. – Creo que al final, te han hecho un bien, con ese sueldo que te pagaban, ahora date un tiempo, de todas maneras le diré a la empleada que tome sus vacaciones. Te quedarás en la casa; porque si no, no podremos pagar el colegio de Graciela. Nos ajustaremos un poco; le contestó Lucy.
Carlos desde ahora tendría que levantarse dos horas más temprano que lo acostumbrado, todas las noches programaba su reloj despertador. Ni bien sonaba, ya estaba de pie, recordaba la diana cuando estaba en los cuarteles del ejército y todos los reclutas se vestían, arreglaban su camarote y salían corriendo a la formación. Los primeros días en la cocina lloró mucho, hasta que sus ojos se acostumbraron al olor de la cebolla, en el Ejército se miraba la cara en sus botas, ahora lo hacía pero los fondos de los platos que lavaba.
Lo primero que hacía era poner a hervir el agua, mientras abría el refrigerador y pensaba lo que prepararía para la lonchera de su hija, luego levantaba a Graciela para que se fuera vistiendo, había unos días que Lucy, su esposa le ayudaba cuando no le tocaba turno en la comisaría.
Una noche se acostó más tarde por quedarse a mirar una película, aunque era repetida la vio hasta el final. El reloj marcaba casi las dos de la mañana, se fue directo a su cama y con su ropa puesta se quedó profundamente dormido.
-¿Todavía durmiendo? Son casi las siete de la mañana, y la bebe a qué hora va a ir al colegio! le gritó Lucy, que recién llegaba de su trabajo.
Con los ojos entreabiertos corrió a la cocina, abrió el refrigerador, cogió una papaya que era lo primero que alcanzó su mano la llevó a la mesa, puso a hervir la leche y preparó un jugo.
De la mano por la calle iba haciendo tomar el jugo a su hija.
- El pan te lo comes adentro, y toma tu propina para que te compres algo en el recreo.
- Sí, papito – respondió la niña.
Dejó a su hija en el colegio y regreso a casa, en la mesa desayunó junto a su esposa.
- Hoy vamos hacer práctica de tiro, no te puedo ayudar con el almuerzo, Lucy se paró, y llevó los servicios a la cocina. –Ya vengo – le digo a Carlos mientras cerraba la puerta.
Solo en casa nuevamente, prendió la radio para escuchar música, porque no podía estar sin ella por temor subjetivo a escuchar su silencio interior. Buscó su estación favorita, donde pasaban música de viejos clásicos románticos, que le hacia recordar a su amor de adolescente.
- Para que me casaría, bien me dijo mi padre; suspiró hondamente y siguió con sus quehaceres.
El Sol brillaba y sus primeros rayos que entraban por la ventana hacían pronosticar que iba a hacer un día caluroso, quería aprovechar el día al máximo. Mientras preparaba el almuerzo, remojo la ropa que tenia que lavar. Iba de la lavandería a la cocina, seleccionaba la ropa de color de la blanca.
- Hoy les daré una sorpresa en el almuerzo, prepararé un rico arroz con pollo; se decía a sí mismo
Desde la lavandería un olor a quemado le hizo correr a la cocina, pero era tarde, el arroz se había echado a perder, se había quemado; por más que lo cambió de olla, el olor a quemado estaba presente. Cuando regresó a la lavandería la lejía se había regado sobre el uniforme nuevo de Lucy, que era con el que desfilaría el domingo.
A mediodía, fue a recoger a su hija, cuando regreso, Lucy estaba en casa.
- Parece que no fue tu día -, le digo a Carlos mientras se llevaba una cucharada a la boca, dejando casi medio plato sobre la mesa. - Tengo que salir nuevamente -, dijo Lucy.
No escuchó ningún “gracias”, y Graciela también esperó un descuido de su padre para ir al baño con el plato.
Al día siguiente se levantó a su hora que se venía acostumbrando, cuando llegó a la cocina encontró a Lucy dándole ordenes a Carmen, la empleada, lo que iba a preparar en el almuerzo. Dio media vuelta y regreso a su cama. Sintió que su familia lo había despedido, y ese día era un miércoles.
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