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jueves, 3 de junio de 2010

ALFREDO JOSÉ DELGADO BRAVO: CHOLO CUENTISTA DEL MAR LAMBAYECANO

ALFREDO JOSÉ DELGADO BRAVO: CHOLO CUENTISTA DEL MAR LAMBAYECANO



Por Nicolás Hidrogo Navarro



La imagen de poeta naturalista y existencial, crítico vallejólogo e himnista consumado, ocultó la faz de cuentista de don Alfredo José Delgado Bravo. Siempre hizo público sonetos, himnos, artículos, ensayos, prólogos y estudios literarios y lingüísticos, pero no se registran cuentos editados ni publicados.

En La conjura de los caballitos, brota ese sentimiento nostálgico por la niñez, la mirada inocente que toma como pretexto el mar y los clásicos caballitos de totara – tradicional y mítica embarcación de totora, unipersonal de unos 3-5 metros en la que se cree arribaron los primeros lambayecanos encabezados, según la leyenda, Naylamp- para dar vida a una historia de una catástrofe costera -maremoto que pone todo de vuelta y media embarcaciones y viviendas del malecón ¿San José? o ¿Santa Rosa?-, contada por un cholo pescador norteño don Valentín, donde aflora la inconfundible denuncia del olvido de las autoridades por todo lo que está alejado de la noticia y la población se traga su propia desgracia.



De una capacidad descriptivista para ambientar costeramente y construir retratos literarios, en la “Conjura de los caballitos” el mar, su gente pescadora personificada en Valentín y con un lenguaje encabalgado en la fonética y de localismos populares norteños –fusión del cholismo piurano y lambayecano-, Alfredo José pretende mostrar el habla coloquial sin importar responder a la norma literaria de la escritura.

La estructura y técnica del cuento adopta el sistema lineal del narrador omnisciente que cede la posta a un protagonista-narrador que relata los hechos con incisiones descriptivas del narrador general del texto. La técnica de la premonición de indicios que vaticinan una catástrofe, van preparando al lector de una conjura de hechos anunciados con signos concretos y con la típica superstición e intuición religiosa. El hecho contado, tiene un desencadenante en el pasado mismo de la historia, pero no en el momento que se evoca los acontecimientos.



Lambayeque, octubre 23 de 2008







“LA CONJURA DE LOS CABALLITOS”





Por ALFREDO JOSÉ DELGADO BRAVO



Ellos jueron, señor mestro, ellos jueron.



El anciano rubrica la frase dirigiendo vivamente brazo y rostro hacia el mar. Su interlocutor sigue con la mirada el expresivo gesto. Pero sólo divisa en el fondo de la playa a seis “caballitos de totora”, recostados verticalmente a un soporte de madera, tan carcomido como verdusco. No hay pues duda: a ellos se refiere el viejo cholo de mar



¿Los caballitos, don Valentín?

Sí, señor mestro”, don Ántero Orbegoso La Torre -- treinta años, recién casado, trujillano, algo bohemio – es el nuevo director del Centro Escolar. De espaldas del marco de la puerta, brazos cruzados en didáctico reposo, contempla admirado la realmente arácnida habilidad de ese cabal ejemplar de pescador mochica que es el dueño de casa. Septuagenario, pies en el suelo, dentadura completa, bisabuelo próspero, don Valentín está sentado sobre una vértebra de ballena, a modo de taburete. Los cordelillos de la red, tensos como cuerda de arpa, conectan el ancho pulgar del pie de las manos cetrinas están anudan rítmicamente los rombos simétricos, donde han de quedar atrapados tollitos y cachemas, sin remisión



En la playa, frente a la casa, un perro sarnoso lámese jobianamente las purulencias. Otro husmea inmundicias o se atosiga de moscas. Dos gaviotas picotean confianzudos sobre el lomo de un jumentopatiquebrado. Y más allá, como quien viene de “las peñitas“ unos cholitos desnudos, con brillo y color de charol, se entretienen lanzándose puñados de arena a carcajadas.



La voz de don Valentín se eleva en la tarde tibia, aurificante, con inflexiones de neto sabor norteño,: con estos bajos expresivos, intensos, de boca llena, que sólo dan – además de años y la chicha - el contagio insalvable de los borborigmos del mar….“toduesto” arranca del mucho tiempo más atrás, señor. Dendemuchoantes que no ocurriera la desgracia. Todos aquí yausté sabe, tenemos el mar en los tuétanos. En todo lo que hacemos y pensamos. Vivimos en la tierra, claruésta . Pero el mar luestopánosotros: nuestro pan de cada día, de cada anzuelo, de cada red…… ¿Y cómo nos comunicamos con el mar?



Pues con algo que nos viene de muy antiguo, de nuestros pasados: en una palabra con los “caballitos”, sí, señor. Con ellos hemos recurrido durante siglos todos los caminos del mar. Con ellos aprendimos a ler ese gran libro, movible y caprichoso comounembra a distinguir la clase y número de peacaus por el color de la mareas. La variación del tiempo por el tamaño y la cresta de las olas. A perseguir entre peñas y colares los pulpos escurridizos, los condenaus ancoques, que se defienden lanzando chorros de tinta negra, o encogiéndose como puñetes….¡Y cuando amor pá fabricarlos, señor!.¡Cuánta paciencia y cuánto esmero!. Depende descoger las eneas, que han de ser largas, bien duritas, sin raíces podridas, pá juntarlas en mazos dobles, entretejidos; hasta darles esa forma de loches o de cachuetoro, con la punta bien puntiagudita pá que corten las olas. Y resbalen sobre los tumbos con quien patina. Con la base ancha, como caderechina, pá que no resista sentaus sobre los talones; y una hendidura como chucula, pá guardar allí los pescaus…





“Así hemos vivido siempre, ora en la buena de los pejes gordos, ora en la mala de los flacos… Pero un día comenzaron a llegar los botes a vela con remos de madera, las lanchas a motor con hélices en vez de remos, y otros modos forasteros de pescar. Traían grandes ventajas: más rapidez, más seguridad, más cantidá de pescau, mayores distancias, en fin, un montón de cosas güenas…. muy pronto nos juimos olvidando de nuestros antiguos “mestros”. se les veía a los pobrecitos tendidos en la arena , resecándose con el sol, hinchándose con la lluvia. O desechos en los corrales por el picoteo de las gallinas. O sin hacer tuavía en los eneales, entre chicharras, sapos y grillos. Únicamente los muchachos, como trabajo manual palescuela sus caballitos de juguete. . . Pero los grandes ya no querían sino botes y lanchas, al contau y al fío-fío. Y así cadaño _ festividad de Santa Rosita o del Patriarca San José , cada cual pintaba su bote o su lancha ; le ponía un nombre bonito , le buscaba padrinos , y esperaba el premio municipal de la mejor presentación…. Eran grandes días de fe religiosa, de jaranas, de música, de cuetes, de velas, tatachines y demás cosas…



Casualmente, en una de estas festividades era yo mayordomo del día principal. Los mayordomos tenemos que dar de comer y beber a todos los asistentes: feligreses, músicos, devotos, cura, padrinos, cueteros, penitentes: sacristanes cuantuay. La casa estaba que reventaba de cachimbos y “mayordomía“. La banda que ni mandaba a hacer pues tocaba de todo y con yapa. La chicha iba y venía en vasos y botellas, en jarras y potos. Yo señor, valgan verdades, de tanto atender ya a uno, ya a otro, me había cargau un poquito de nada más que un poquito... lo que se llama estar sarazón ... Con esto quiero decirle que me mantenía en mis cabales, pues hastora miacuerdo de todo: de quienes estuvieron, de lo que hablaban, de los bailes, de tantas cosas … En eso dentré al corral, pá lo quiusté ya se puede imaginar. Era casi media noche. La luna como el día. El mar tranquilo, roncando como gato viejo en el fogón de las olas. El corral de mi casa daba a la playa. . . .Un corralito ancho de esteras, largo de quinchas atorau de remos, timones, atarrayas, velas y sogas; bueno, como todos los de diacá....!Hum! parece que el aire miagarró un poco más, pues tuve que arrecostarme a un palo que sostenía la ramada de los patos… Entonces jue cuando escuche un ruido de voces al otro lau de la quicha….



El narrador se calla de pronto, Las sombras han invadido la playa, sumergiéndola en un bosque tremente de murmullos. Fosforescentes y rítmicas ovejas de espuma se precipitan en fila del mar a la arena, en medio de un fragor suicida. Lloriquean conmovidos algunos luceros. Del fondo de la vivienda se abre una voz:



-- ¡Valentín,-- yastel chilcano! ¡Pueden pasar!

-- Pasemos, señor mestro

-- Gracias, don Valentín, yo..

-- Pues no faltaba más. Manuela a ver si le mandas un bocadito a la seña Clarita.

-- No se moleste, don Valentín.

-- Sinués molestia, pasaque yastá listo. O no lieacabo de contar.



Ambos ingresan. El pescador con sus redes a medio de hacer, arrolla al brazo. El preceptor con su modesta dignidad y su didáctico reposo. Sobre mesa basta, sin hule pero limpia, una linterna con más humo que lumbre. En las paredes, almanaques de años pasados, retratos de deportistas (Lolo Fernández, Bombón Coronado), de presidentes (Leguía o Benavides), de estrellas y astros del cine mudo espejo colgado sobre papel de lustre rojo picado como encaje.



De la cocina, viene la Manuela , admirable ceramio viviente, sesentona, todavía maciza, picada de viruelas, con la fuente de chilcano, el paño al hombro y las cucharas tintinean ávidas. El maestro y el pescador se sientan uno frente al otro en sendas bancas. La Manuela hace mutis y torna al punto con un plato hondo lleno de arroz “graniau” empedrado de garbanzos; y otro plato de pescado frito, mote y cancha.



-- Sirvasiueté, señor mestro con tua confianza, Manuela, ya liábras mandau a ña Clarita.



-- Ya, Valentín, con el Mateyo, por la puerta diatrás.



Meriendan en silencio. Tan sólo se escuchaba el repiqueo coloquial de platos y cucharas, en impar competencia con los sorbos a lo palmípedo que ejecuta don Valentín. El preceptor, en cambio, fiel a la Urbanidad de Carreño, ingiere sin ruidos el picante líquido. En los comedios del festín, el viejo pescador coge de un rincón dos botellas de chicha, destapa una, dice “a ver, pues, salú” y bebe con avidez; enjúgase luego los labios con el dorso de la mano, chasqueando la lengua en signo de aprobación. Pasa el cocurvitaceo al huésped y de inmediato corroba el brindis con un eructo formidable, al par que un frotarse pectorales y vientre con evidente satisfacción e irreprochable técnica.



El maltrato debe también pero sin pompa litúrgica alguna. Las moscas a pesar de la hora, no se recogen a dormir, y revoltean pedigüeñas, voraces, en torno a los restos de la cena. Don Valentín las oxea con el mantel que “atrasciende” a pescado y a chicha. Concluye la merienda. Nuevas libaciones, más que generosas, en el viejo, menos obligadas en el maestro. Breve y efusivo intercambio de “muchas gracias”, “todo muy rico”, de “nuay” de qué, gua, disculpe la cortedá y el relato prosigue:



“Como le dije enenantes, escuché unas voces. Creí que se trataba de gente de la fiesta que había salido a la playa por alguna necesidá. Pero al oírlas mejor, no me sonaron a voces conocidas, a voces de cristianos, mejor dicho, no, señor. Lo digo porque un no sé qué de raro y sustoso me corrió toititito el cuerpo. Picau por curisidá miasequé a la quincha…. ¿Otro potito de dicha? ¿No? ¡Yo sí ….entonces percibí claramente que allá, en la playa, unos bultos grandes, altos, encorvados, hablan entre sí …. .Me froté los ojos, sacudí la cabeza me jalé los párpados, y díme bien duro en los cachetes. Volví a mirar: No podía equivocarme, eran ellos, los caballitos. Sí, señor mestro, por estas que son cruces. Los caballitos que conferenciaban, que discutían reunidos punta con punta, como los muchachos cuando juntan sus cabezas para hablar en secreto. Me quedé pasmau. Quise recular o gritar. Pero el mismo pánico me impulsó a seguir mirando y a callarme la boca. Eran nueve o diez caballitos. Uno de ellos, el más alto, les dirigía la palabra…



No podía oír bien, pero algo me llegó a través del aire fresco. Fue una palabra, una sola de todas las que decía: “¡Venganza!”, la que resonó en la noche con furia de tempestá, con rabia del mar picau. Los demás caballitos se movían inquietos repitiendo esa palabra, coléricos, balanceándose de babor a estribor como guanayes gigantes. Uno de ellos levantó un remo, no sé cómo, y lo dirigió haciacá, digo haciel lugar donde estaba yo, hacila casa, haciel pueblo.



“No puede aguantar más. Las piernas empezaron a temblarme. Un sudor frío, espeso, me empapó toel cuerpo. Las ganas diorinar ni siadonde se me jueron. Y pá mayor susto, los perros secharon aullar en una forma que yo sentía que los pelos se me movían de un aullido a otro, como siguiendo por su cuenta el compás. Temblando de pies a cabeza , igualito quiuna Managua, y curau completamente de la borrachera , miarmé de valor , sí señor mestro, sudau perdido, avancé con el corazón queme chocaba en la garganta, yalcacé la playa…. .Pero no puede continuar… Algo así como un golpe de remo o puñado diarena me cegó por completo.



“Cuando me levantaron botaba espuma por ñatas y hocico. Allí acabó la fiesta y me quedé solito con mi mujer. Porque hasta mis hijos se jueron con sus mujeres, colgando dellas, bien abrazaus. Llorando tristes de fuga de tondero.



Ya en la cama la Manuela me dio una frotación de timolina mezclada con ajo macho y otras cosas que ella sabe. Mientras me frotaba, yo le conté mi aventura. Entonces me refirió que ella también hacía dos días, creyó ver la misma cosa mientras lavaba y descamaba pescau en la playa. Pero no dijo nada de temor y yo la riñera “por embrollona” o por haberse pescau de la cuenta en el asiento del almuerzo…Demás está decirle que no pudimos pegar los ojos en toditita la noche.”



“Al día siguiente, a pesar de la fiesta, me hice a la mar, con mi Mateyo, el mayor de los sietecitos. Habíamos logrado regular pesca, como pal’almuerzo , y ya nos proponíamos regresar, cuando por un costado del bote siasomún caballito. Luego, por la popa, otro; y cerca del timón, un tercero. De pronto nos vimos rodiados de caballitos por todas partes. El bote se movía asustau como sacudido por tiburones o cachalotes. Y asiera, en efecto: los caballitos golpeaban el bote; sí, señor mestro, créyame por Dios: lo sacudían, le daban coletazos, lo levantaban, lo dejaban cayer y lanzaban chorros diagua helada contra nosotros. El mar se picó tanto que las olas chocaban unas contra otras. El Mateyo siabrazó a mí, tan asustau como yo. El bote, sin timón ni remos, pues los había perdido en el laberinto, se jue a la deriva, de tumbo en tumbo, ora bajando, ora subiendo; ya hundiéndose en un abismo de espuma y de rugidos; ya empinándose sobre las olas hasta toparse con los alcatraces que huían en desbandada. Pero lo pior de todo juel rugido, la voz horrible que escuchamos con todititos los pelos paraus como tachuelas: “Pronto cairá la venganza sobre todos , Cuando la luna se complete en el cielo dos veces”. Poco a poco volvió la calma. El mar se aquietó. Las olas recogieron su cólera espumosa. El viento cerró sus abanicos de rabia. y los caballitos , esos mostros de totora , se hicieron humo, o mejor dicho, espuma; pero yo estaba sin timón y sin remos y el bote siguió a la deriva, impulsando sólo por la corriente … .Así logramos finalmente tocar la playa……





“Esa misma tarde me puse al habla con las autoridades: con el alcalde, los mayordomos, el jefe del puesto, en fin con toda la gente importante de la caleta. Pero naides mizo caso. Me tuvieron por loco, por chiflau, por invencioso .por qué sé yo. Y así pasaron los días y las noches … ¡Guarde, caracho !.¡El frío estarreciando! ¿Un copite de juerte? ¡Es cañazo de los güenos! … ¿Tampoco…?. ¡Pues yo sí!.”



“En la caleta muy pronto empezaron a ocurrir cosas muy rara, que me jueron dando la razón y alarmando a todos. Por ejemplo: varaban grandes árboles que jamás habíamos visto; botellas con etiquetas raras. Las gaviotas caían muertas, dendelualto de su vuelo, Cundió el pánico en el pueblo. Se llamó al Taita cura , que no vive con nosotros, sino en otra parte….. El Taita cura nos sermonió a su gusto. Siaprovecho del pánico pa’ predicarnos sobre el pecau de nuestras almas cochinas ; sobre la perdición y el paganismo en que habíamos caido ; sobre las borracheras criminales queran el verdadero motivo de nuestras procesiones ; sobre el concubinato de muchos que vivían arrejuantus , comuanimales, y animalas ; sobre la ingratitú diotros que se llenaban de plata sin dar una limosnita , ni hacerle una misa pa’ las ánimas benditas del purgatorio; sobre el hediondo negocio de pescar con pólvora o con cloroformo, sobre ya ni miacuerdo de cuántos apocalipsis más. Pero entre sermón y sermón, eso sí, nos cobró por cada misa y cada vigilia, limosnas, juera de tarifa…..” Pa’que los santos perdonara pronto”…. Sacamos a San Pedro, a Santa Rosita, al Patriarca San José, en procesiones. ¡Matachín, tatachin ! por todo el pueblo. Los velamos varios días junto a la playa, mirando al mar. Nosotros por nuestra cuenta, dejamos de pecar, de tomas chicha, de arrejuntarnos como bestias, hasta de lanzar un ajo…. Toduera un rezar, un suspirar y un andar despacito, con las manos juntas, la cabeza bajita, pidiendo perdones y saludando contritamente hasta a los perros y a los piajenos , disculpando la mala palabra….”.



“No contentos con ello y pasegurarnos más, juimos en comisión a ver las Autoridades Políticas y otra instituciones. Allí se nos habló de una recatafila de cosas técnicas: Que la ictiología, que la Ocionografía , quel zócalo continental, que la corriente diun Niño que estaba mátame que te mataré con la de un gringo Jumbol, questo, questiotro . No entendimos ni jota; pero al último se nos ofreció mandar a unos peritos en todo lo que decían…. .Mientras tanto el mar seguía enfermo, vomitando sapos y culebras. Y el pescau seguía escaso, la luna siabía completado una vez en el cielo; las redes se rompían enentre las peñas; los remos se doblaban como trapos, la gente cada día más alarmada, vagando por la playa, sin saber quiacer “.



“Entonces, como ni con botes ni con lancas se conseguía nada, unos intentaron volver a los caballitos, a los que yo me opuse. Sin embargo, el Rosendo Huamanchumo, que siempre jue un porfiau, se metió en un caballito… y no salió más. Dos o tres que también se arriesgaron, volvieron, sí, pero hinchaus y desfiguraus, como bufeos podridos. Entonces siacordó retirar a todos los caballitos de la playa. Unos se propasaron y resolvieron, quemarlos…. ¡Jesucristazo ! pa’que loicieron, señor mestro!. Tolitita la noche rugió el mar como circo de fieras; las olas se venían hasta las primeras casas; el viento zapatiaba sobre los techos un tondero infernal, inacabable. Por esos días la luna ya estaba completándose otra vez en el cielo…”.



El viejo pescador interrumpe la nuevamente la historia. Bebe un poco de chicha y la ofrece a su interlocutor. Este acepta hondamente impresionado, tal vez convencido ya, pues el alcohol lo ha ido liberando de los difusos límites, que separan en la conciencia, la realidad de la fantasía, lo cierto de lo onírico, la normalidad de la rareza. Empero, los ronquidos de Ña Manuela, verdaderamente aterradores y el asfixiante humo de la linterna, obligan al pescador y maestro a levantarse de la mesa. Don Valentin cuelga la linterna en el dintel de la puerta, se sienta en el quicio, con una botella en la mano. El maestro fuma en silencio recostado a la pared. El cholo de mar prosigue: “después que pasó toduelo, la calma volvió a la caleta , Respiramos aliviaus , si bien tuavía recelosos. El pescau volvió a abundar. Las redes ya no senredabanen las peñas. La vida se normalizaba. A la luna le faltaba ya un cachito para completarse por segunda vez. Y esta circunstancia, me puso nuevamente en guardia. Pero ya nadies siacordaba de los peligros: quiaqui somos desta laya. Hasta quiuna tarde, como a las seis, yo zurcía mis redes en lo alto del malecón, cuando escuché un horrible bramido. Alce la vista y vi que las aguas se retiraban, dejando el fondo del mar lleno de peñas, de palos, de pescaus que saltaban. Allá en el fondo, las aguas se hinchaban formando una montaña de vidrio negro y rugiente. Me di a correr dando voces de loco. Alguna gente salía ya de las casas cercanas pues los bramidos continuaban. Me encaminé a la iglesia con la intención de lanzar repiques de campana “.



“Le juruaste que no sé como subí luchando con las tablas podridas de la escalera, con mi terror inmenso, y con los murciélagos que caían en mi cabeza como pedradas. Cuando por fin llegué oí un estruendo de terremoto debajo casi de mis pies. Me asomé a la ventana: la ventana de vidrio negro se había derrumbado sobre la caleta totalmente. Las aguas llegaban hasta la puerta de la iglesia que está en lo alto, entraron sin ningún respeto tumbando la puerta , llenas de espuma, de palos, de remos, de muebles . Por todas partes se escuchaban lamentos, gritos,…“.



Entonces vi algo que me espantó mucho más que el maremoto: los caballitos que mezclados con otras cosas flotaban diaquípara’lla se pusieron en rueda y empezaron a danzar, sí señor, lo juro por las cenizas de mis pasados, que se salga de nuevo el mar si miento… Se pusieron a bailar, a dar saltos como docas, y hasta le puedo asegurar que se reían a carcajadas… Yo no atiné a bajar. Me quedé tolitita la noche en lo alto de la iglesia, consumido de frío, de murciélagos, de terror. La luna, completamente redonda, brillaba sobre las aguas. Los caballitos continuaban haciendo piruetas insolentes”.





“Tal vez me quedé dormido, no lo sé, pero cuando volví a auaitar, era ya de día, las aguas se habían retirado. La caleta parecía un cementerio de techos caídos, puertas derribadas, mesas volcadas, lodo espumoso, perros y piajenos muertos, gallinazos sobre ellos escarbando fieramente las partes blandas. Como a mediodíaela tragedia, la gente fue volviendo para llevarse lo que había quedau .Nada estaba en pie casi. Únicamente seis caballitos en la playa, recostados a un travesaño. Sí, esos quiusté ha visto antes que ahora. Bueno, el resto ya lo sabe: la gente volvió. El Gobierno ofreció ayuda. Se nombró una Comisión Pro-damnificados que vino dos o tres veces para inspecciona “los daños y perjuicios “y tomo fotos de la catástrofe; vinieron diputados, suprefectos, alcaldes a retratarse junto a las víctimas. Se formó un Comité Local de Ayuda Mutua. Se habló de miles, tal vez millones de soles colectados; se habló de víveres, de medicina, de carpas y barracas, de un montón de cosas que le juruasté nunca vimos, que no juera de palabra… De modo quenverdá no tuvimos más remedio que volver a los eneales y construir caballitos, ya que lanchas y botes estaban destrozados, su reconstrucción costaba un dineral y los préstamos del gobierno era para gente que tenía amistá con los emistros lpero nada tenía que hacer en la caleta. Con ellos hemos vuelto all mar, nos hemos amistado, mejoir dicho, hemos podido levantar otra vez nuestras casitas, y hasta hemos güelto algunos a comprar lanchas, pero sólo pa’los viajes largos a las islas. Sí, señor, mestro, aquiacaba listoria. Con ellos tal vez, la vida, la fe en Dios, con nuestros antiguos y celosos caballitos “.







Acciones sugeridas para la alumna

I.- Lectura silenciosa y expresión escrita:

1.- Investiga el significado de las siguientes palabras :


Conjura

remision

jumento

septuagenario

cetrina

simétrico

cucurbitáceo

pompa

liturgia

borborigmos

eneas

forastero

sarazón

guanayes

descamaba

tiburones

laberinto

totora

mareas

barracas

catástrofe

confianzudo

lumbre

toparse

trapo

travesaño

giros

murmullo

paganismos

atarrayas

deriva

alcatraces

caleta

ceramio

ávidas

fragor

sendas

mutis

libaciones

efusivo

babor

estribor

cachalotes

managua

popa

tumbó

varaban

interlocutor

vívveres

bohemio

retrato

tondero

zócalo

estruendo

bocaditos

lumbre

gaviotas

mochica

concubinato

cundió

ictiología

vigilia

onírico

bufeos

malecón

red

bramido

piajenos

atiné

peritos

ballenato

difuso

playa

dintel

eneales

cloroformo

florido

taburete

recular

aquietar

comisión

piruetas

hendidura

hule

redada

paganismos

focas

apocalipsis

remos

maremoto

quicioi

oxea

charol

mazos

tremente

feligrés

pánico

efusivo

graneado

pasmado

quincha

deriva

hediondo

cundió

bajo

purulencia

ñatas

contrito

ayes

repique

suicida

fragor


“De tal manera está hecha la vida

que una brizna de luz puede matarla,

la mas leve presión encadenaría

y un aroma dejaría mal herida.” ……

ALFREDO JOSE DELGADO BRAVO

II.- Lectura oral y diálogo :

1.- Transcribe los giros, modismo y palabras usados por los personajes en el relato.

En tu grupo dialoga y establece sus significados reales.

2.- Lee en voz alta respetando la dicción y explica que motivó la cólera y la “conjura de los

caballitos de totora”.

3.- ¿Cómo describe don Valentín la importancia que tienen los “caballitos de totora” para

el hombre de mar.

4.- ¿Cuál es tu opinión respecto al tema anterior?.

5.- Redacta (personal), para exponer, una composición creadora en base a la vida y costumbres

del pescador lambayecano.

6.- Coordinar (asesorados por tutor o profesor) visitas grupales a las caletas o puertos para

recabar información de pobladores y pescadores experimentados referentes al tema.



NOTICIA DEL AUTOR :





ALFREDO JOSE DELGADO BRAVO

Natural de Monsefú , nació el 04 de marzo de 1924 , profesor de Lengua y Literatura , periodista literario, conferencista, poeta laureado en varios certámenes, y crítico. Se inició literariamente hacia 1950 con la promoción poética denominada : “LETRAS PERUANAS”, al lado de Alberto Escobar, Washinton Delgado, Pablo Guevara, Francisco Bendezú. Su producción literaria es amplia en prosa y en verso. (Se detalla en tema anexo).



Mi vestido marinero,

¿dónde, Madre, hoy estará.

ése que tú me tejiste

con las espumas del mar.



Ese mismo que tenía

solapas de pleamar,

botonadura de yuyos,

corbata y puños de sal?





ALFREDO JOSE DELGADO BRAVO

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