GESTIÓN CULTURAL EN LA REGIÓN LAMBAYEQUE:
Infructuosos pedidos para cero presupuesto
Por Nicolás Hidrogo Navarro
Por gestión cultural se entiende generar o agenciarse de recursos económicos para promover la actividad artística y cultural en un ámbito determinado. Pero la gran pregunta que se colige de las políticas culturales y de los presupuestos asignados a este rubro es ¿Puede ser exitosa una gestión cultural si habiendo generado tantos proyectos, habiendo tocados todas las puertas al Estado mismo y hasta a las empresas privadas, para obtener algún fondo y la respuesta sea un “no hay presupuesto para ello”?
Lo que para algunos es una actividad terca de “mendicidad para la cultura”, en otros países es toda una profesión competitiva: “Gestor cultural” que busca obtener los fondos suficientes para hacer realidad la promoción de la cultura en sus diversas manifestaciones. El término gestor ha tenido sus antecedentes primigenios en el proceso mismo: “Tocador de puertas a los burócratas o empresarios”, “Promotor Cultural a costa de tu bolsillo” y ahora “Gestor Cultural ante los órganos correspondientes y con un marco regulatorio capaz de hacer prevalecer lo que la ley faculta, pro realización de actividades culturales en beneficio colectivo y sin fines de lucro”.
Algunas de las premisas fundamentales de esta infructuosidad gestora es “la cultura no vende”, “la cultura es un accesorio, no esencial”, “la cultura no se come”, “a la gente no le interesa la cultura”, “Apoyar a una actividad de cultura viva no nos produce ningún rédito económico”, “Es un gasto vano, porque a las actividad culturales asisten cuatro gatos”. Esto le sucede a la cultura en el sentido restringido a las manifestaciones artísticas vivas (pintura, danzas, música, literatura, cine, etc.), más no a aquellas actividades –en nuestro caso en la región Lambayeque- a investigación, restauración y conservación del patrimonio material o arqueológica. Pareciera que el patrimonio inmaterial y la cultura viva, siguen siendo la cenicienta presupuestal. En el Perú más vale artista muerto que vivo. El valor de la promoción de la cultura y de las manifestaciones culturales está nuestra carta magna y en algunos decretos y leyes, pero como carecen de presupuestos, sólo constituyen declaraciones y buenos propósitos líricos para el discurso coyuntural, pero letra muerta al fin.
Dentro del contexto de la gestión cultural, se posiciona en dos bloques: el oficial, caso INC-Lambayeque, y el no oficial que son los diversos grupos artísticos que funcionan unidisciplinarmente y de manera desarticulada que pugnan por tener un patrocinio económico para el funcionamiento o realización de alguna actividad de proyección comunal” de alguna empresa privada. Ya se sabe que ir a una empresa del Estado (Gobiernos Locales, Gobierno Regional, Dirección Regional de Educación) es perder tiempo, la respuesta es ya archiconocida: “No contamos con presupuesto”.
Las gestiones culturales que se vienen dando actualmente en el Perú –antes de la entrada en vigencia de la ley del mecenazgo cultural y del anunciado Ministerio de la Cultura- tienen un sabor a gestión de amigos y de favores políticos, antes que una gestión oficial por derecho propio de las sociedades y organizaciones culturales. No se puede seguir haciendo gestión cultural con perfil de pena o compadescencia por parte de las empresas y del propio Estado. No se puede seguir haciendo gestión cultural sin marco de ley ni derecho promulgado. No se puede hacer gestión cultural sino existe un presupuesto de ley para organizaciones del Estado y destinado a la promoción de las manifestaciones culturales. No se puede tener éxito en una gestión cultural, si no existe entre los administradores y gerentes de las empresas una sensibilidad y amor al arte como parte de una política y responsabilidad social contemplada en sus planes estratégicos y de apoyo al fomento de la cultura. No se puede hacer gestión si el proceso o el resultado ya se sabe que será muerto. Cualquier éxito de gestión cultural, sin estos elementos básicos, será una suerte de timbero o coqueta vedette que guiña el ojo a los demás para conseguir su propósito.
Pero la gestión cultural tiene también sus implicancias y exigencias éticas, como cualquier actividad funcional: no se pude hacer gestiones en nombre de la cultura y destinarlo para intereses personales o familiares. No se puede obtener cien y destinar diez y el resto pueda ser malversado. No se debe, para justificar lo gastado, ficcionar que se beneficiaron 100, cuando a la actividad sólo llegaron siete. No se puede gastar en A para utilizarlo en B. No se puede hacer gestión cultural para insuflación y egocentrismo personal. La gestión cultural exige pues un código de principios y un postulado de acciones conocidas y de transparencia informativa de lo que se hizo con los recursos.
El problema de la gestión cultural no es que no se haga, el problema es que esta entra en punto muerto cuando los oficios, los proyectos o las propuestas jamás tienen una respuesta, adoptan un silencio sepulcral y es obvio que la respuesta es no. Entonces cómo calificar una gestión si el proceso se inició, pero la resolución o el resultado es negativo. El éxito de una gestión cultural no depende muchas veces de quien lo inicia, sino del punto de llegada y el feed back.
El fracaso de una gestión cultural, entonces, de los que no ostentan cargo administrativo ni tienen el respaldo de alguna institución del Estado, no está en los que inician optimistamente por primera vez una empresa de organizar un evento como proyección cultural sin costo, sino en los que han adoptado la política de no ceder ningún presupuesto a la cultura de su entorno. Es más, hasta las empresas bancarias, industrias de bebidas gaseosas y licores, procesadoras de alimentos, se han desatendido tanto que han omitido en sus planes estratégicos el rubro “cultura”. Esto evidencia, una vez más, que a la crisis de la promoción o gestión cultural se ha sumado una ausencia más en las butacas: el Estado y el empresariado.
En la experiencia a lo mucho que han llegado las gestiones culturales de los grupos culturales no oficiales ni ONGs culturales de lucro privado, es obtener un par de habitaciones de hotel, uso de un auditorio o sala de exhibiciones, un millar de tarjetas de invitaciones, un par de pasajes para invitados, pago de un millar de afiches, un catálogo, un par de vinos para brindis, un par de fuentes de bocaditos y alguna que otra bagatela más. La gestión cultural exitosa se condensa en obtención de minucias casi por pena o por insistencia de amistad, antes que una obtención digna y que corresponda y recompense el esfuerzo y el costo del arte dado de los invitados.
COLOFÓN:- Aquí en la región Lambayeque, curiosamente, en los gobiernos locales –provinciales y distritales- se han omitido “las regidurías de cultura” y las que fungen como tales han tomado por patrocinio oficial “la cultura deportiva” fomentando campeonatos interbarrios –que muy bien lo pueden hacer los clubes o ligas deportivas- y con gran pena se ha visto que desde hace un lustro los juegos florales, los campeonatos de marinera y tondero, los festivales de la canción criolla, los concursos de dibujo y pintura escolar, han dejado de pertenecer a este reino del encementado y la pasión por el asistencialismo populista electorero.
CONFESIÓN DE PARTE. Hace un par de año atrás, como Conglomerado Cultural, iniciamos una gestión, con proyecto en mano, de un Festival Internacional de Poesía “Por los caminos de Sipán” ante 59 instituciones de la región Lambayeque y la respuesta más sorprendente –aparte de las de silencio y olvido- que pudimos obtener fue de la Municipalidad Provincial de Lambayeque. El presupuesto para el año correspondiente 2009 era de 1500 nuevos soles y ya estaba destinado todo eso, 1200 para el castillo de fuegos artificiales de 7 cuerpos para la fiesta patronal de agosto del Pueblo Joven Santa Rosa y los 300 restantes era para comprar balones deportivos. Listo, la gestión del “regidor de cultura” se había terminado y así lleguen mil oficios ese año, que esperen para ver si se puede atenderlos el próximo año.
"Entré a la literatura como un rayo; saldré de ella como un trueno"- Maupassant
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