La poeta no ha muerto, sólo duerme y sueña con todo lo que más amó
IN MEMORIAM, LEONOR
Por: William Piscoya Chicoma
(williampiscoya@hotmail.com)
Rosa Elva Suárez Mundaca, o Leonor Suárez Mundaca, nació en Ferreñafe en el año 1941 y falleció el 7 de enero del 2010. A pocos años de edad ya presentaba una inteligencia excepcional y un interés inusitado por el estudio y el descubrimiento de las entidades del mundo, lo que la condujo al aprendizaje precoz de la lectura y la resolución aritmética. Por eso, terminó la educación primaria cuando apenas bordaba los once años de edad; sin embargo, la difícil situación económica familiar de aquella época, le truncaron sus sueños de instrucción y realización educacional, pero no por mucho tiempo. A pesar de las limitaciones materiales que le imponía la vida, pronto se matriculó en el Colegio Comercial y al cabo de poco de tiempo terminó la educación secundaría y ostentó el título de Auxiliar en Administración y Contaduría Mercantil. Fue, justamente por esta época, en que nace, como una desbordante pasión juvenil, su inquieta y sólida vocación literaria, y empezó a escribir versos y pequeños relatos llenos de amor, nostalgia y admiración por aspectos diversos que marcaría la temática y el estilo de su futura obra poética.
Siempre había sido una mujer saludable y poseedora de una admirable personalidad y poderosa capacidad para el trabajo físico e intelectual; no obstante, la vida, el destino, el azar, -como se le quiera llamar-, le gastó un irreparable detrimento: le impuso una dolorosa y triste enfermedad, que le quebrantó la salud y la postraría para siempre, pero no así le arrebataría los extraordinarios deseos por vivir, su predispuesta vocación artística y su grande adhesión a la fe cristiana, los elementos del vigor que han hecho de Leonor Suárez la dama feliz, la hermana entrañable, la amiga insuperable y la inspirada poetiza que sorprende, admira y llena de orgullo a la gente que le conoce y ambiciona.
En efecto, no obstante su fuerte restricción mecánica, su ingrato padecimiento que la tiene postrada en su lecho de enferma por poco más de media vida, este notable espíritu ferreñafano ha sabido elaborar una de las obras más copiosas en interesantes producidas por autores ferreñafanos. Ha publicado entre 1995 y 2007 cuatro libros de poesía, que se pueden considerar como un ciclo de poemas de distintas épocas, con disímiles temáticas, diferentes inquietudes creacionales, desemejantes intencionalidades e intereses de mensaje, pero con un mismo estilo y un único título: Rimas y Poemas Ferreñafanos.
Precisamente, con el nombre de Rimas y Poemas Ferreñafanos, -y en cuatro publicaciones diferentes- Leonor Suárez ha dado a conocer su extensa producción poética, en la cual ha vertido toda su prolija capacidad compositiva y donde nos exhibe a una artista literaria de gran talento lírico e inventora de todo un universo poético propio, típico alcance de los poetas originales y de las obras de trascendencia en el tiempo y en el espacio. Pero, talvez, son el amor fraternal y su marcada fe en Dios, y la pasión y alegría por la vida y su amor desmedido por su tierra ferreñafana, los fundamentos de aquella palabra poética que, sin dudas, han encumbrado a su autora como un real y viviente aliento creador de importante significación en el marco de la literatura y la cultura de Ferreñafe en general.
Y es que, la poesía de Leonor Suárez Mundaca, tiene un fuerte basamento en el amor entrañable al hermano, al amigo, al hombre como ente singular de la creación de Dios. Por eso en su poética aparecen, con reconocida frecuencia, los componentes de esta temática. Ejemplo significativo de este aspecto son incontables de sus textos, pero nos basta los memorables: Niño provinciano, Quisiera, No era un adicto…, para justificar esta aseveración. Así, es en el primero de estos donde mejor se vislumbra esta particularidad de su poesía: “Niño provinciano te vi entre la gente/ con tu caminar lento e inseguro/ sin punto fijo pero contento/ ligado a ti está el futuro./ Pantalones cortos, piernas plomizas/ eres la semilla que germinará/ cholo duro y pícaro que solidariza/ que sobrevive a la realidad./ (…) Trabajas anhelando entregarte/ en cada amanecer del día/ ofreciendo tus fuerzas hasta ahogarte/ para el grandioso milagro de la vida.”.
De igual manera, su intensa creencia en Dios, su inconmensurable fe en Cristo, entendida ésta como fin último de toda realidad humana y no humana, como causa de los efectos en este y otros mundos, es otro de los constantes temáticos que soliviantan los versos de la poesía de Leonor Suárez. Jesús amigo que nunca falla, Las obras de Dios…, Señor de Pachacamilla, San José María Escrivá, A nuestra virgen de Guadalupe, etc., etc., ratifican esta consabida tendencia, que la colindan con la poesía sacra de vasta tradición en la poesía española de los siglos XVI y XVII, y que nuestra poetiza conoce con solvencia y profundidad. En el primero de los textos citados Suárez Mundaca anhela justamente ese acercamiento con la omnipotencia, que persigue constantemente en su cotidiano devenir: “Elevo mis manos al cielo/ donde quiera que yo vaya/ mis versos son el dulce anhelo/ obra de Jesús amigo que nunca falla./ Glorifica mi lama señor/ y mi espíritu se llene de gozo/ al contemplar la bondad de Dios Salvador/ que se halla en cada día más hermoso.”.
El otro componente de permanente gravitación en la poética de Leonor Suárez, es el entusiasmo y el júbilo por la vida. No obstante su delicadísima salud, su actual estado de postración física y toda la graduación de inmolaciones que esta condición demanda en sus día a día, Leonor Suárez es un espíritu admirable por sus entusiasmadas ganas de vivir. Y estas ansias de vida, estas voluntades por existir, naturalmente, están puesta en sus obras no con implícita intencionalidad que engrande su mensaje poético, y lo circunda con lo social y lo humano. En su hermoso poema Quisiera, la poetiza anhela eternidad y el sueño que es prolongación de la experiencia vital al lado del ser amado y la divinidad: “Quisiera ser la luz en tu mirada vaga/ y convertirla en una estrella/ ser luz que nunca se apaga/ para vivir eternamente junto a ella./ Quisiera estar siempre en tu sueño/ y verte sonreír sólo conmigo/ ver que soy el único dueño/ no quisiera despertar y seguir durmiendo./ Quisiera ser como el sol para entrar por tu ventana/ y me hables con tu vos de eco del cielo/ desearte parabienes en cada mañana/ darte la vida y la felicidad es mi más caro anhelo.”.
El amor descomedido por su tierra natal, es otro de los ejes de la poesía de nuestra poetiza. Sus poemas están atiborrados de las presencias ferreñafanas: hechos, personajes, costumbres, tradiciones, etc. resplandecen en sus versos, con una luz que sólo emerge del sentimiento de amor cabal y categórico por el lar de origen. Leonor Suárez es otra hija enamorada de su tierra, que ella misma llama “de Santa Lucía”. Así como los que refieren al amor fraternal, o a su marcada fe en Dios, o a su pasión y alegría por la vida, los dedicados a esta identificación con el terruño son realmente profusos. Entre los más notables están: Poesía a Ferreñafe, Yo le canto a mi Ferreñafe, Tardes de verano en mi santa tierra, que reseñan en concreto el amor por la procedencia; y Paloma cuculí, El reloj de mi pueblo, Mango del pie, Naciste para cantar a tu pueblo, Rosita Inga, A la inmortal Carmen Pérez, que recrean lugares, tipos y costumbres ferreñafanas. Es notable el intitulado A la inmortal Carmen Pérez, porque narra y describe, muy delineada y sucintamente, a un personaje eminentemente ferreñafano de época pretérita: En mis años infantiles/ conocí una bella dama/ que a pesar de sus abriles/ adquirió muy buena fama./ Carmen Pérez se llamaba/ de tez blanca y polveada /de cabellera con listones/ era atracción de los varones./ Ella solía decir/ que era de sangre real/ de gesto dulce al sonreír/ trasmitía su ideal./ Era amante del piano/ cantaba en las novenas y misas / caminando siempre aprisa /profesaba el amor cristiano./ Era muy bella por cierto/ se adornaba con flores/ de aroma y olores/ ofrecía sus conciertos./ Es muy grato recordar/ la grandeza de los seres/ que su nombre hicieron brotar/ como la inmortal Carmen Pérez./ Pero un día partió/ a gozar el dulce sueño de los justos/ Ferrenafe vistió de luto/ gratos recuerdos ella dejó.
Leonor Suárez Mundaca ha escrito con un lenguaje sencillo, lleno de sutiles imágenes y emocionadas inquietudes personales, una obra digna y elocuente, llena de profunda espiritualidad de mujer enamorada de Dios, de la humanidad, de la vida y de los más delicado y encantador de su tierra, y por ello se constituye en otro de los orgullos ferreñafanos y voz prominente de la poesía de la tierra “del arroz carolino y las bellas mujeres”. Esta semana, nuestra poetisa partió al viaje sin tornada y ha llenado a todo un pueblo con la consternación y la desesperanza; pero, su ya reconocida obra poética nos permanece, lozana e imperecedera, como el auténtico símbolo de lucha y conquista frente a las adversidades y la realización vocacional literaria. In Memoriam, Leonor.
Ferreñafe, 07 de enero de 2010.
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