“Mario Benedetti y Juan Ramírez Ruiz”
GÉNERO LÍRICO
1.- PRIMER PUESTO:
Poemario : “Patria desaparecida: autorretrato de una habitación”
Seudónimo : Vincent
Autor : Joan Manuel Girón Francia
Lugar : Lima.
2.- SEGUNDO PUESTO
Poemario : “Espadas del nacimiento”
Seudónimo : Scardanelli
Autor : Luis Alberto Maco Camizán
Lugar : Lambayeque
3.- TERCER PUESTO
Poemario : “Las lumbres primordiales”
Seudónimo : El Titi
Autor : Ricardo Santiago Musse Carrasco
Lugar : Sullana-Piura
Mención honrosa I
Poemario : “Odeim outeprep (miedo perpetuo)”
Seudónimo : Torvo
Autor : Cosme Editson Saavedra Apón
Lugar : Sullana –Piura.
Mención honrosa II
Poemario : “Dimensión de vida”
Seudónimo : Osiris
Autor : Edmundo Vladimir Villavicencio Angulo
Lugar : Ancash
Jurado calificador
Estuardo Deza Saldaña Javier Villegas Fernández Jorge Fernández Espino
Presidente Secretario Vocal
GÉNERO NARRATIVO- CUENTO
1.- PRIMER PUESTO:
Cuento : “Vértices”
Seudónimo : Pakatnamú
Autor : Germán Víctor Valenzuela Rodríguez
Lugar : Sullana-Piura
2.- SEGUNDO PUESTO
Cuento : “La prueba”
Seudónimo : Eucalipto
Autor : Jhony Julio Segura López (Dios dado)
Lugar : Santiago de Chuco-La Libertad
3.- TERCER PUESTO
Cuento : “Mi amigo Pepito”
Seudónimo : Lethizea Rosbi
Autor : Hilda Elizabeth Ríos Cumpa
Lugar : Chiclayo
MENCION HONROSA I
Cuento : “El origen de todo”
Seudónimo : Mister Migraña
Autor : Germán Víctor Valenzuela Rodríguez
Lugar : Sullana-Piura
MENCION HONROSA II
Cuento : “Gigli”
Seudónimo : Román
Autor : Rafael Roque Rebaza
Lugar : San Juan de Miraflores-Lima
Jurado calificador
Eduardo Gonzáles Viaña Andrés Díaz Núñez Elmer Llanos Díaz
Presidente Secretario Vocal
GÉNERO ENSAYO
(Desierto)
TEXTOS GANADORES: POESÍA
PRIMER PUESTO:
Poemario “Patria desaparecida: autorretrato de una habitación”
Autor: Joan Manuel Girón Francia (Lima)
Arena distraída
He perdido la mirada intrigada de los años
Aquel ocaso tembloroso
Antes de resucitar mi cordura
He doblegado el tiempo sobre el tiempo
He caminado rumbo a la noche
Reflejada en una vela
He bostezado la hora que anida mi calma
Sin saber quién soy por ahora
He llegado a pensar
Que solo soy parte efímera de una fotografía mal tomada
Que tu voz se inmuta en la ingravidez de mi presencia
Y que al despertar al término del día ya no quiero libertad
Porque esta aún existe en el tiempo al doblegar el tiempo
Quiero ser ese otro que tú has soñado
Esa tierra húmeda que toca a tu puerta con sosiego
Ese orgullo que medita y finge abrazarme
Quiero ser ese otro capaz de compartir tu banca
Ese otro que no puedo dejar de ser otro
Pero he perdido el sueño de navegar sin refugio
Cual ruleta que gira al azar sobre la arena distraída
He dado marcha atrás a mi designio
En busca de un nuevo camino que desbarate
Las ruinas opacadas
Por mi sentencia conflictiva
He doblegado el tiempo sobre el tiempo otro
He arrojado mi cuerpo por el vestíbulo
Quiero ser ese otro que tú has soñado
Redoblar el cenáculo de lo impredecible
Y matar cada frontera que reviste de luto tu diferencia
Quiero escuchar el preludio de nuestra sinfonía suicida
Y girar a su alrededor como la gran marioneta
Narrar miedos exhaustos
Y promesas acabadas
Quiero ser ese otro que no puedo dejar de ser
Para doblegar el tiempo
Discrepar con la Luna
Ser azar sortilegio fuego extenuante
Juego
Y vaivén de refugios
Quiero ser ese otro que tú has soñado
Tiempo otro
Tiempo mío
Arena y tiempo
Siempre a tu lado
Y era solo una arena distraída
Que podía hacer la diferencia
Tiempo otro
Tiempo mío
Blue
Deseos clandestinos
Cuando regreso la mirada
A esta sedienta plaza
Cómplice de tus ardides
Narración de una historia
Nunca escrita para mí
Revertido cansancio
Sobre mis culpas y traiciones
Paupérrimo egoísmo
Esbozado en cada cinismo de mi rostro
Sedentario gesto
Revestido de vacuidad
Desenfrenado estoicismo
Al leer tus labios
Necesidad de nostalgia
Al vaciar tu espíritu
Este sigue siendo mi cuerpo vencido
Esta la llaga putrefacta de mi ciudad
Calle cubierta de moho
Culpa arraigada en la memoria de un inocente
Eterno silencio
Haciendo el amor
Suficiente excusa para saber
Que algunas historias
Debo olvidar
Calma varada
Sigo replegado en esta madriguera
Agitado sin oído
Sin olfato
Sin máscara alguna
Que cubra mis espaldas
Sigo amordazado por miedos humanizados
Sigo abrazado a mis piernas
Ufanando trivialidad del llanto que guardo
Sin héroes
Sin respaldar
Sin cipreses
Sin tramos
Sigo varado en el azar
Sigo ausente
Sin Luna ni escenario
Abalanzado sobre el vidrio
Sobre castillos y dragones
Sobre naufragios y pistilos
Sobre balsas de cera
Y nudos encarcelados
No se me permite ser decadente
Por temor a vivir
Mucho menos replegarme en esta madriguera
Y morir sin avisar
Cambio de escena
Veo que no soy el único que trae recuerdos a su mente
Luego de este tramo inhóspito de una melodía disipada
Fotografías dilucidadas
Maniobras revertidas
Veo que no fui yo
Fue solo cuestión de perspectiva sentado en esa banca
De espaldas
Todo parece ser normal
Veo que no soy el único que declara odiar el moho
Y la limosna
Y las caras de los imbéciles que besan la frente de sus hijos
Mientras arremeten contra las espaldas de sus mujeres
Veo que no soy el único que trae recuerdos a su mente
Y a su muerte
Mientras descubre qué cortometraje montado es la vida
Tal vez
Aquí
Sí sea necesario
Un cambio de escena
Tal vez morir en ella
Tal vez seguir odiando para volverme más humano
Veo que no fui yo
Y no te culpo
Declaración de guerra
Temo desmentir mi memoria
Y atar distancias vacías en una esquina
Devastar noches abúlicas
Y clamar azar por toda la ciudad
Sincerar circunstancias vueltas reflejo
Y verme desconocido
Temo reconocer un solo gesto
En este infierno
Desvestir mi soledad
Y cubrirlas con nuevas culpas
Temo no reconocer mi cruz
Si despierto deshabitado
Temo descansar mi olvido
Ruborizar tu insana apatía
Y auxiliar los trazos caóticos
De mi garganta
Temo quedarme sin brazos ajenos
Nadar en silencio y sin compañía
Para confiar a ciegas en mi intuición
Temo cabalgar este maltrecho cuerpo
Crepitar mi libertad
Y preparar el cotidiano ritual de un regreso
Temo acercarme al mundo
E ingresar en sus fauces
Temo más aún salir de ellas
Deshabitado otra vez
Temo partir y cansarme de hacerlo
El fuego
Su prófuga melodía
Su polémica tensión
Su aroma comprimido y su
Desgastado alumbramiento
Me han declarado la guerra
Temo por tanto quedarme sin memoria
Partir y cansarme de hacerlo
Temo abrazar mis piernas
Temblar de miedo
Y no volver a temer
El fuego retornó su mirada
Y abrazó mis piernas
Y temió soltarme
Y me declaró la guerra
Temiendo dejarme sin memoria
Entre zafiros explosiones y cipreses
En esta mañana pintada con trazos imperfectos
Todos partieron a tientas
Sin dejar tregua alguna
Ya no hay casa amarilla
Dónde soportar un suicidio
Ya no hay cipreses
Ya no hay zafiros meditando
Ni explosiones danzando
En esta trémula mañana
Me despido del último autorretrato
Depositado en otro infierno
El reza por mí
Y ruboriza sus labios
Besa mis gestos
Y espera reducir
La monstruosa creación de Vincent
A solo un gemido de nostalgia
Espera con calma
Abrazando lágrimas ajenas
Y prisiones vacías
Ahora me atrevo a no ser el mismo
A esperar en una banca
Viendo pasar nuevas escenas
Girando
Y girando
Y huyendo
En esta misma banca
Ahora me atrevo a esperar otra partida
A huir como hombre
De esta creación
Demasiado humana
Falacia
Entonces fui inocente
Y gregario
Volví a ser el mismo transeúnte
Que odiaba el moho de las calles
Regocijaba nostalgia
Y bebía café en su habitación
Antes de continuar la vigilia
Génesis
Déjame ser un extraño en tu habitación
Asfixiar mis venas con el aire oxidado
De tu vientre
Acariciar el rastro de nuestros crímenes
Respirarlos antes que la noche acabe con ellos
Y qué decir del paso frío de los trenes
Que asemeja a tu espalda
De tu mano que sueña ausente
Déjame destruir la noche
Calmar su dolor
Y refigurar su inocencia solo para ti
Déjame beber un trago más en este café nocturno
Déjame ser violentado por la libido de sus rojos
Déjame aprender a depositar mi demencia
En este hospicio cuyo reloj desvanece el tiempo
La noche se va conmigo
Y yo con ella
Fui yo su creador
Y ahora no sé partir
Cuando se construye una tumba
Es mejor olvidar algunas historias
Cuando se construye una tumba
Y si es la tuya
Y eres tú el creador
Es mejor olvidar algunas historias
Y ver cómo construyes
Una distancia varada
Antes de dar paso
A otro contrapunto
Déjame ser un extraño en tu habitación
Es el principio
Y ahora no sé partir
Libertad póstuma
Otro Nostalgia
Otro Desierto Otro Levedad
Cae la brisa cruza tu mano por mi cuello
Tu piel muerta atraviesa centímetros intoxicados de calma
De calma
Otro Memoria
Caen los abismos cruza el horizonte aplastante mis venas
Otro Residuo
Otro Celda
Ataúdes minusválidos petrificando el alma
Sed a sed
Olvido a olvido
Otro Pecado
Sin nada más qué recordar
Mejor
Cubro
Mis ojos
Otro Nostalgia
Sin nada más qué perder
Mejor
Recubro
Tus labios
Que nadie vea
Ni el tatuaje de lo que se termina
Que nadie aprenda
A repetir el nombre de lo que tu noche anima
Otro Residuo
Prisionero de viento
Otro Murmullo
Agotando el desierto
Despediste tu aliento de mis ojos
Ahogaste tu vientre en mi distancia
Giraste tu cuerpo a otros tiempos
Besaste el final con tu fragancia
Otro Nostalgia
Otro Nostalgia
Sin decir más
Proyectaste el mejor de los crímenes
Lo edificaste
En silencio
Como todo buen final
Lo consumaste
Siendo extraños una vez más
Otro Nostalgia
Otro Encuentro
Otro destierro
Lluvia de abril
No me quepa duda que abril es el mes más cruel
Mientras estuve en él cobijé girasoles secos
Trituré hojas y amé cada día como si fueran los últimos
Ahora que los recuerdo
Y vuelvo a ellos
En un tiempo que se torna otro
Contemplo la verdad
De aquellos días
No quepa duda que abril abraza mi rostro
El sueño de Prometeo descansa aquí
Entre la unidad de lo múltiple
Configura un principio bajo el fuego
Que deviene en nostalgia
E ilumina el madero
En tanto lo consume
No quepa duda que abril me reconoce
Entre bruma y diáfanos presagios
El auriga pasajera del hombre regresa a mí
Hecho jaula subrepticia
Y entre aullidos de lo indeseable
Narra nuestros pasos sumido en su ego
Hilvanando rastros sin tregua
Hoy no hay lilas
Ni vértigo
No hay cordura frente a un hospital
No hay diálogos desgarrados entre mis versos
Y mi mano
No hay estaciones
Ni finales con retorno
No quepa duda que abril se sienta sobre mi cama
Bajo autorretratos sedientos
Descansa su naturaleza pendular
De una cuerda tendida
Noche y flama
Esta es la última noche
Que sobrevivo a un cielo estrellado
No pretendo callar más mis deseos
Ni exhortar mi nombre
Sobre la historia que
Hasta hoy
Nos atrevimos a narrar
Esta noche me atrevo a ingresar
En las celdas de los hijos
Que nunca vimos nacer
Los que optaron
Por no ser niños
Y tampoco dioses
Mucho menos hombres
Entonces ahora
El paradigma de nuestros sueños
Se vuelva desechable raquídeo
Sintomático y vulnerable
Como nuestra patria desaparecida
De la que todos absorben fétida carne
Para sobrevivir
Esta noche las treguas terminan
Los cipreses se vuelven a sus madrigueras
Y sin un solo respiro
Y con la cordura en mano
Y un sino de autorretrato
Esta es la última noche
Que sobrevivo a un cielo estrellado
Una mejor maniobra
Acontece bajo un nuevo lienzo
Ese que escenificamos juntos
Y el que en silencio ahora se manifiesta
Bajo la ciénaga
Como ave como cruz
Como flama
Poema reverso
Tiempo otro
Tiempo nuestro
Tiempo liberado
Tiempo derramado sobre la mesa
Y el azar develando la efigie sórdida
De un viejo aguacero
Como balsas inertes mirando pasar las aguas
Como sendos desenfrenos ahora minusválidos
Como precipicios decididos a morir
Tiempo narración
Como albatros fundiendo sus brazos con el viento
Oteando migajas humanas y malabares rosáceos
Tiempo sediento
Tiempo óleo
Tiempo hilvanando tiempo
Como celdas
Como bestias
Gestos efímeros
Como tiempo como gesto
Siempre efímero
Como tiempo
Tiempo retorno
Tiempo distancia
Tiempo escenario
Tiempo encrucijada
Tiempo otro
Desterrado
Preludio sin más
Ya no hay impronta inagotable que desvista tus sueños
Ni los míos
Las huellas que dejaste solo producen cansancio
Sin embargo puedo esperar y luego continuar cansado
Un solo preludio
Fragancia mezquina asediando mi pulso
Crepita tu voz
Crepita el hombre de la silla
La silla también
Crepita tu inocencia
Y la del hombre de la silla
Mi voz desciende sosegada
Y el hombre cae
La silla con él
Crepita su voz
Preludio
Un solo preludio
Imagen opuesta
Suelo frágil
Fragancia precaria
Ya no se escucha el crepitar de las manos
Ya no hay insomnio todo es sueño y letanía
Y la insania que se entrecruza en este bosque
Donde los opuestos intercambian versos
Sin recurrir por ello a la sospecha
Esta vez no
Re verso
Y si no es verdad
Y no camino
Y miro de reojo aquellos trazos
Dispersos en las paredes de mi habitación
Cuando creí que podría morir a tu lado
Y si arrojo realmente mi cuerpo
A este desolado mundo
Donde he dejado de ser otro
Para convertirme en un retrato
Mal dibujado
Si solo destierro señales distorsionadas
Traslúcidas en un espejo
-de esos
Abominables
Que solo
Regeneran
Marionetas-
Y si me siento a abrazar mis piernas
Como si fuera un niño perdido
En esta mi ausente patria
Que siempre fue tuya también
Identidad subrepticia
Alguien pudo ser cruel
Teniendo un doble sueño
Y no estar contigo al despertar
Alguien más ató mis brazos
Me pegó en la frente
Y salió descalzo
No esbozó lágrima alguna
Por dejarme ir
No se inmutó siquiera
Al escuchar mi nombre
Y si no es verdad y no camino
Y si solo blasfemo y me despido
Entonces alguien más pudo ser cruel también
Silla de arena
Una noche más
Bajo esta consumida silla de arena
Es momento de renunciar
A mi rostro
Y volver la mirada
Hacia el desgastado silencio
Desvestido por tus pasos
Como cuando el viento enfría las calles insanas
Y profanas de este regreso
Como cuando recuerdo a mis hermanos
Crepitando sus gargantas
Entonces clamo inocencia
Y sospecha
Y dolor
Y naturaleza
Esta no es mi patria
No es la misma que brotó promesas
Cuando mi padre
Narró su partida
No es la misma que se volvió relato
Cuando la bruma de un final
Fue solo autorretrato
Quisiera entonces quedarme dormido
Despertar y leer que ya todo ha cambiado
Pero sé que todo esto no se mueve así
Duermo
Despierto
Y todo sigue igual
Exilian a mi abuelo por abrazar la revolución
Dan muerte a los míos por creer en su propia razón
Mi voz dejó de ser mi voz
Sombra de un desierto
Libertad envejecida
Abyecta pasión
De un deseo
He perdido distancia frente a los años
Y la soledad cada vez más refleja mi rostro
Los niños juegan en las cárceles y admiran la miseria
Los hombres ya no quieren ser dioses pero tampoco hombres
Odian la Poesía y la Historia
Mi paraíso se ha vuelto un océano de gestos
Donde todos fuman sus huesos
Como la droga más pueril de mis sueños
Han reconocido las voces tenues de los astros
Donde mis pasos se pierden en la arena
Cuando tu cuerpo respira mentiras
Esta no es mi patria
Es un libro sin prefacio
Carcomido por la ausencia
Es una tumba deforme
En un burdel para niños
Es un orgasmo político
De cadáveres centinelas
Es un grito suicida
Mi patria
La que cae desdibujada
Bajo esta consumida silla de arena
Y vuelvo a despertar
-Una vida se aniquila en la carencia
Si el rostro de un niño
No es capaz de avivar los sueños perdidos
De un maltrecho poeta
Que abandonó su esperanza-
SEGUNDO PUESTO:
Poemario: Espadas de nacimiento
Autor: Luis Alberto Maco Camizán (Lambayeque).
I
Vuelvo a mi temible floración que celebra en mí sus ramas encogidas:
Fatalidad o libertades, vuelvo sosegadamente consumado: esta prístina alegría,
Este dolor que se basta así mismo, este instrumento de sosegada arena,
Trabajando a toda racha mi origen pedregal que se bate sediento en las tierras de la ira,
Ciego y necesario:
Tenebroso interior o imaginable de lo eterno.
De regreso a la bebida de los muertos, párpados al viento,
Con tinieblas curativas en los dientes, Con la brujería del desamparados
Ungiendo cada pulso de espuma en mi garganta.
¿Y la irrupción de la pureza? ¿Y la venturosa amistad? Ah, no es sino
Ya un fétido harapo sobre la antigüedad de estos huesos,
Con la estaca del sepulcro clavada en mi pie chasqueante.
¿No está mi nacimiento sepultado en la piedra del orgullo? ¿No es el hombre
La perfecta soga o florecida que nos empuja a ahorcarnos en el centellante
Árbol de la tragedia?
Vuelvo: un enjambre de corazones explorando en el agua
La lágrima vital que urdió garras en la piedra; y en vano la armonía,
Al rayar el alba,
Es el espejo contemplado que destroza los ejércitos del imperio de la arcilla:
También el enigma de los tiempos estalla en débiles rayos de luz.
Y usted que está surgido,
Planetario,
Reverente,
Abriendo las fugaces puertas de mi pecho, por donde se sale, y bien lo sabe usted,
A calles oscuras con sus rasgos de losas perdidas,
A tierras saturadas de árboles que no crecieron nunca, a incomunicables espacios,
A huellas inclinadas que las heridas del vencido
No fecundarán de árboles eternos ¿Creer en la copa que abre la presencia de los gritos?
Usted también creerá, entonces, que jamás miré furiosas jaurías
Disputar mis ojos, jamás presumí, como el deseo, como el vino: ¡Atropellar mi hambrienta
Carne afilada! Y puesto que mirar el mar es dormir en el círculo del tiempo,
Dejar de lado el nacimiento, y sentir a plena luz,
El orden, la armonía,
El fuego, el deseo que crece en su jardín de sangre estallada,
El fuego con su esférica luz en orquesta,
Ah, el árbol seguirá desarrollando a su medida
La flotante potestad de la naturaleza, la impetuosa plantación del infinito,
Ah, y ese potente círculo que contigo florece entre la sangre,
Y la luz que desconocen las fronteras de la música. ¿Y quién vendrá a la morada del vencido
Cuando no es la soledad la única plegaria que abre la madurez de la fruta?
¡Considerad el universo de retorno a su origen!
¡Inútil! Usted o las calles de la carne, mil manos redimidas,
Usted o el sensitivo pan que el mar, con su coraje, propaga al desconocido.
Y vuelvo a tan sencilla ignorancia: “la piedra reanuda el movimiento natural
De la sangre sepultada en la roca más próxima al pasado”
¿Y quién entre las ruinas, la miseria, la transparencia del olvido,
En el corazón ulterior que alimenta el cuerpo de los hijos,
Su propia sangre en destellos de muere no ha visto? Ah ¿Y comprende el árbol
Que no basta fe alguna para existir en innumerables círculos eternos? Quien no carga
Con su racimo de vientos invernales, con su heroica duda alimentando la repartida
Carne de los años, ha renunciado a la vida, al nacimiento, a la admiración de los ríos
En las agonías de los tiempos. Ha comprendido usted que las rocas extienden
Sus frondosos dominios hasta hacernos sucumbir, ceder; rogar al estéril árbol
De la lengua no dialogue con pájaros remotos; y que la quemadura vital de la tragedia
No busque jamás entre las rosas nuestras llanuras colmadas de quejumbres,
De gritos, de rostros plenos de espinas. Y repetir:
¡Comprended el puñal que esta noche
Creará al en mi pecho al hombre!
II
No eres tú quien está atorado entre ruinas.
No eres tú quien beberá los charcos de la angustia.
No amo mis obscenos zapatos, porque sería
Amar mis pasos, y los detesto. Siento en mi garganta
La floreciente saliva de la muerte, siento cómo me vacío
Hacia la olla de la ausencia, y gozo. Gozo, pues mi cuerpo
Era o será. Mis pies que hace sólo unos días o años, eran
Un llameante trozo de destino sin importancia, no me llevarán
Hacia bosques solitarios, hacia estanques que coronan
La alegría y la creación.
El tiempo sale del reloj amarillo de tedio… ¿Qué ejerzo al vivir?
¿A quién beneficio con mis pasos que se me mueven por toda la ciudad,
Y sin embargo, no volverán ya a su origen de agua?
Ah, miro mi mano: tendrá su hueso, y poseerá su profesión; mas yo no.
Miro mis pies: tendrán sus trompicones, su zapato con olor a tumba;
Mas yo no ejerzo nada en particular.
Me dejo usar, es todo. Me dejo guiar por la madera luminosa de una barca;
Quién sabe a dónde: donde el mar se hace mitología.
Una puerta es un dios, gobernando la entrada hacia un
País diminuto; pero yo no quiero, como se me entenderá, a ese país;
Donde hay ventanas rotas, tiembla el hastío, y la tristeza: única
Lámpara que ilumina. Luego, hurtaré al espíritu mi cuerpo, para ir a pie
Hasta el primer paso que dio mi padre, y ver cuánto
Puedo hacer por él,
Que ahora quizá ya no puede retornar, es difícil retornar padre.
III
¡Y lo que el viento mueve hoy
Volverá a moverlo en otra parte!
Donde la arena no es el círculo que cae con tiempo,
Ni un garabato cualquiera la tierra que sacrifica sus flores,
Y sí el corazón un viaje perpetuo que nos lleve a la vida.
Pero nacer ¿no es arriesgar un espejo por otro?
¿No es sentirse ya asesinado en el cielo,
Y observar que la tierra quiebra sus huesos que caen y vuelven?
Oh, haber perdido el grato pasado de un reino,
Cuya precisión es el tiempo en su puro jardín,
Cuya forma o un bosque o el aire o una estrella
No atraída hacia el espacio pudo haber sido.
¡Qué ley quebranté para ser tan violentamente a la tierra arrojado?
En verdad ¿soy uno de esos ángeles inicuos
Que contra Dios guerrearon en el aire y la espuma,
Y por ello se me dijo: ¡fuera! Tu lugar está con la maldad en la tierra?
Porque el universo ha descendido se me hincha el corazón
Como un trozo de madera ardiendo,
En los gratos dones del espacio y el tiempo
Los árboles y el mar ennoblecen mi fugaz esperanza,
¡Oh, que establecida armonía me inspira la luna!
Pero si un cristal vano fuera mi espíritu
Ya me habría arrojado contra peñas y templos,
¿A qué esperar la eternidad?. Pues
Es el alma una de las formas del universo que fluye en la eternidad,
Y sabe el Amo que el universo es un árbol viejo y podrido
Que amenaza caer, y el hombre incendiarlo.
IV
1
Mañana me hablaré con un árbol,
Y no me importará de quien se trate, de dónde provenga, de qué nacimiento de estrella
Haya tomado su nombre, su ropa, a mi primera vista, tal vez taciturna o
Si también fue criado al lado de muros inseparables,
De paredes que son como palomas venidas de la oscuridad,
Pues, habrá en él,
Lámparas venidas a más por el verano de turno,
Estrellas con una mezcla de mujer amistosa,
Aquél árbol será un pedazo de tierra fértil
Donde tal vez se piense sembrar el blanco, el negro, el rojo…
Mañana pienso hablar con un árbol
Sea como fuere no le diré mi nombre
Pues es el peor fruto que he concebido en mi vida.
2
Si el rostro no poseyera
La fisonomía del árbol que desconoce el misterio de los pájaros,
Fuera una moneda para intercambiar la sed y las vergüenzas,
Si el rostro no poseyera
Ojos de sal y de arena, de tierra negra,
Fuera un barco de madera
Olvidando los bosques y que ahora está en el mar
Felizmente para uno,
La frente seduce la altura de las nubes venidas a menos.
Los ojos amarran los abrazos del padre pendenciero
Con una ternura terapéutica, si el rostro cayera en desuso
Como las alas de los ángeles antiguos,
Odiaríamos en un siete espejo por nueve imágenes
63 veces el remolino de la imagen en el espejo,
Ya vejete de paz sonora,
Levanta tu rostro oscurecido, maneja a cabalidad el ombligo
De Adán, los tipos buena racha, de buen gusto
Profanarían sus rostros por pintarlos en las aguas sucesivas.
3
¿A qué este árbol,
Que como una huesuda mano de mendigo herido,
Se estira hacia mi corazón y toma
Parte de mi edad, y
Me conduce por veredas que se desarrollan en el polvo?
V
Cualquier momento, antes que éste,
Debió ser mejor para este pueblo,
Para esta gente, para estos niños
Que me rodean sin malas intenciones…yo lo sé
Y ellos mismos están accesibles a mi cuerpo genealógico,
En el fondo de estas galerías otoñales,
En lo común de estas piedras amarillas a la tarde,
Por el ritmo primero que eleva mi estructura.
Puesto que de algún modo u otro, esta gente
Me lleva todo el día en su pensamiento:
Cuando se inicia algún lirio,
Un ocaso húmedo en las riberas posibles del camino…no lo sé ¡
Pero en tantos presentes inconclusos
Uno llega a amar lo que pudo ser odiado,
Uno toma los momentos de la tarde
Para llorarlos mejor o llorar.
En tanto que va creciendo aquí una realidad ajena,
Pero no para mi vida ni para mis huesos
Que son sólo hechos de la existencia de hoy;
Por que uno siempre es teoría de lo ajeno
Y está viviendo lo que es ajeno: esta estrella es ajena
Y después de todo, no la venden…
Pero entonces:
¿Por qué no he encontrado tu cuerpo, amiga mía,
Delante de este siguiente paso?
¿Por qué mi palabra de ladrón o de árbol seco
Es lo más lejano de tu vos?
Y en cierto sentido mis aguas corren hacia tus espejos.
Sin embargo:
Yo he oído la sorpresa de mecánicos sonidos y de los tuyos,
De hombres con el mismo apellido materno que el mío,
Y ellos también me ven a diario,
Detrás de líneas botánicas e incoloras,
Siempre en los desperdicios de aires respirados.
Quizás yo he vivido más noche, menos risas
Que aquel niño último sobre este viaje,
Que aquel latido que te pertenece con frecuencia…
Es pues cosa extraña:
Esta gente me pertenece de algún modo.
VI
1
Tendría, yo, que hacerla de barro o de fehaciente mármol;
Para mi vida acumulada en silabas de trapo
Que ella sin misericordia va dejando de inventar?
Hay una mujer para el inmenso socavar del agua,
Hay una mujer a la que el amor no consideró en su
Altar,
Y no la espera ni la fruta inmóvil
Ni el hueso azul que hay debajo del reprochable cielo,
La reyerta melancólica del las nubes campesinas.
Ella no late en la tierra en que yo vivo latiendo,
Ella teme dar conmigo en un claro lodo,
Teme la angosta fuerza de mi pelo draconiano,
No abraza los caracoles que impone la incertidumbre
Del día.
No besa, como yo, el eco felino de los vientos
Ni los pasadizos de seda en que batalla un beso.
Ella amamanta el filo rojo de los crepúsculos,
Porque soñé con iglesias fantasmas, conozco su cuerpo.
Ella es la luz idéntica del alba pero no destella el alba
Para mí.
Se esconde en un coro de inaccesibles gargantas,
Y el amor no le toca,
Pero, tal vez, yo ame su lento llegar de abeja elucubrada,
Su infame soledad de cabeza muerta y adorada.
2
Mujer que el viento recoge desde un balcón vacío,
Sólo, para, sólo averiarle el alma.
Mujer indocumentada de besos, viajando por antesalas
De sol,
Sin darme, siquiera, mi renacentista posesión de carne,
Mi sangre preñada de espinas lascivas,
Mudas,
Y referenciales de ira.
Mujer de una difunta agricultura que nadie osa cultivar,
Mujer unigénita a la el amor no ensalza en su vientre,
Y no la motiva ni la pausa rojiza del beso amante
Ni las ganas tradicionales de la piel de pieles blancas.
Tendría que reparar en ella un muñeco de cartón herido,
Posiblemente yo, bebiendo carámbanos y heridas vallejianas,
Fumando palpitaciones de ternura con la boca casi geométrica
Y doblada,
Y los esponsales de seda que arañan mundos inviolables.
¡ Dios mío ¡
Hay una mujer que danza fuera de sí, su deleitoso
Desencuentro con el amor y conmigo, qué imposibilidad…
¿ Qué haré?
VII
Yo no golpeo los cielos, la espuma, la espiga madura de soledad,
Como esos ingratos árboles que necesitando de las imposibles
Visiones del águila, toman los rayos del sol para florecer al final de la noche,
Y derramar, y sufrir, y caer con plenitud
En la perfumada, radiante semilla del retorno.
Yo no creo que el dolor se baste así mismo.
Ah pero yo tengo mi vida por una aparición,
Cuando inclina a los ojos del leñador sus agotadísimos brotes
Y que, con prontitud, los más débiles hijos de la tierra esclavizarán,
Como el poder a las resurgidas coronas, junto a los árboles
Que han perdido el brillo y la copa plena de la razón.
En hilachas de espuma, en elegantes escamas o propicias
La insustancial escritura de mi sangre
Relata la turbación de su destino, toma, no la respiración
Que vuelve con la presencia contemplativa de los hijos, sino la que aquí
Rompiendo está besos, piedrecillas, ojos entreabiertos.
¡Qué áureo florecer!: oculto en el bosque los brazos de la despedida.
¡Qué llamaradas decoran la rueda que arrastra estrellas y trayectos!
Y presiento, como hijo, la niñez y el alivio en otro abandono de piedra.
¿En la bondadosa primicia de la espiga?
¿En la semilla radical de donde toma el tiempo sus formas solitarias?
¿No ha caído ya entre nosotros la tiste cortina de piedra
Que nos separaba de plantaciones espirituales, de perfumes,
Del tembloroso pan, horneado en el brillo de la eternidad?
Oh portentos del sol, ceñidme a los gritos, y bautizadme en presagios…
Yo debí de los lúcidos árbol, ocurrente, sincero, desprender
El frágil nido de la luz.
VIII
¿No atravesé yo solo el Universo, insensible a los vívidos presagios de los bosques, di con la vida, y me asombré de su seno de tierra? ¿No fue el tiempo de vivir o la selva profunda que se nutre con nacimientos que como a un jardín entre llamas, perlas, espuma encerrado, me sacó de mi potente y florida morada de purísimo No Ser, donde ángeles, doncellas, seres elevados a luz y substancia de oro, son pilares perpetuos y templos primaverales; y la Vida un amplio corazón de entusiasmo y fulgurante perlería? ¿No es nuestra creación un ciego ensayo de vida, un torpe simulacro de arena que fluye en el tiempo, un momentáneo trabajo de criaturas errantes que invocan miserias, relámpagos, truenos de furia y desdicha; y sólo entonces las Criaturas del Seno y los hombres vendrán, a poblar la tierra realmente con su eternidad por edad, los bosques divinos por Espíritu y canto, y por amor y armonía el Universo? Perdonad que los árboles sus secretos de esencia no nos confíen, ni las águilas sus altísimas visiones, donde se alcanzaría la cumbre de todo pensamiento inmortal; de toda piedra sobre una sombra de árbol.
Considerad un instante el Universo de retorno a su origen, donde rige el corazón de los dioses puro e ilusorio; considerad un ancho jardín por la tierra y el cielo labrado donde las estrellas y los árboles equilibran sus naturalezas de viento; considerad al hombre, cuya vida es un relámpago de piedras y cantos llamado a matarlo, anudado a las olas de los huesos, por vivir bajo castigados árboles, entonces llorad, hermanados con la tierra, porque la muerte no caería dentro de nosotros como una roca en la espuma violenta. Pero corren el tiempo y la vida, desnudos de Dios a los hombres, y en la esfera de los bosques guardan silencio los cantos, las criaturas como en los días de la creación arden y mueren, y se siente inevitable la caída de los pájaros del alma a la tierra; y toda esperanza que se abrasa y se amontona en la frente, sabe a esa revocable crispada luz que transparenta las sombras y no a divinos soles y galerías de armonía y sol ni al relámpago azul que llena de brillo los astros. ¿Dudas que la Vida es una roca caída de lo Alto? La piedra aún trabaja para el tiempo.
IX
Se aguarda del flotante universo la paloma de la noche,
Engrandecida por los retintos epitafios de la tierra,
Pero está y todas la alcanzaron.
Ah, toda mi edad no alcanzaría
Para palpar siquiera de, vaga forma,
El cósmico teatro que unos ojos me han dado en contemplar,
Errar por él, como la luz lo hará por el infierno.
¿Crees, pues, que te será dado observar la dispersión de los hombres por un Jardín,
U oír el retumbar de no vistas trompetas?
¿Realmente serás testigo cuando el mar se vacíe
Y no logre llenar la memoria de los desterrados del aire y la espuma?
Procede el tiempo como no la arena,
Camina el hombre como no la sombra,
El espacio no te dejará atracar entre la muchedumbre de ángeles y demonios,
La luz no transportará tu espíritu hacia la música general de las jarcias,
Perecerás antes que esfumarse logren los ríos,
Enmudecerás y no dirás a nadie que no puedes ya comunicar
La escena circular de agua y fuego que se viene,
No tienes idea, no eres un peldaño siquiera
Para avanzar hacia el tribunal del terrible universo.
El alma de los hombres es una de las formas del agua
Que fluye en la eternidad.
X
El árbol ágil, voraz,
Impulsivo,
Como un jardín que se bambolea
En mitad de la arena,
El árbol crece, de norte a sur,
A la manera feliz,
En que la sombra de una serpiente lo haría,
Ya sobre el desierto,
Ya sobre el agua,
El árbol es como un candelabro,
Lleno de oscuridad y de noche,
Lleno de luz y de día,
Árbol, las ramas son adioses
Que golpean en la garganta del desdichado,
Y no está solo,
Hay nidos de pájaros de todos los países,
La lechuza es la más rebelde,
A pesar que es audaz para descorrer las velas del crepúsculo,
El cuervo me es más útil, dando brincos
De borracho me anuncia que para ser hombre disoluto y cobarde
No hace falta decir:”mañana habrá tiempo”,
Árbol,
¿Cuál es tu pago por hacer trabajar tus raíces
De la noche a la mañana,
Teniendo que lidiar con ardillas, piedras, obesos insectos, a los que
Que también les seducen los minerales?
Cojo un fruto tuyo y lo trago,
Un gesto agrio, escupo la cáscara,
Parpadeo, y aprieto la pulpa con los dientes… Árbol
Estoy como en los primeros días de la creación,
Completamente desnudo,
Atraído sólo por los pájaros locuaces, por esos animales
Que transitan cerca de mí como hermosos vehículos,
Y no admito que mi patria sean únicamente mis pies,
Lo es también la piedra,
El giro de aire, que golpea mis narices,
Como en los primeros días de la creación,
Y no creo que la muerte sea un hombre:
Sea Eva,
Es tanto como decir,
Mi madre me odia porque le recuerdo a mi padre,
Y allá se ensancha un árbol
Con el sexo prohibido, es el último día de la creación,
Debo cuidarme de ser Adán.
XI
La flecha no traza: sigue el sendero,
La pluma no vuela: tropieza con el aire,
La jaula no encierra: dentro se pudre la libertad,
El único pájaro,
La batalla no hiere: empieza con la espada en la fragua,
Los ojos se juntan: conspiran contra los pies,
El río fuga antes del combate: el tiempo lo lidera,
La nube está y no: la espada del viento la corta,
La sombra no nos persigue: nosotros lo hacemos,
Un cuarto es un país: la puerta es su gobernante,
El blanco no es: porque el negro tampoco,
Caín es mi brazo izquierdo: Abel ya no existe,
La noche es la sombra de Dios: el día su olvido momentáneo,
El nacimiento es el cuerpo: el cajón de madera es la muerte,
No hay inicio: el infinito no permite trazar un final,
El mar es la ola: el grano de arena el desierto,
Yo soy el pie: el pie es mi cuerpo,
Si él tropezara caigo, y hay más?
XII
1
Puede que mañana padezca
De nobles pensamientos, no por ello seré la mansa bestia
Que merodea por el jardín de los niños,
De los pájaros y de las piedras que saben enterrar a sus muertos.
Marchando, me he arrojado arrugas
No para burlar la pulpa jugosa de mis manos aún de hierro,
Sino para visitar a un amigo, en el cementerio de Oblahe.
De pronto la muerte,
Es anterior a Dios,
Lo dice mi lengua que ha bebido agua en estos tiempos finales,
Por donde ni la serpiente osaría buscar el talón de Dios.
2
A falta de aire,
El mar salió a buscar mis narices,
Me halló agitando la bandera de la locura,
Rato después, nací yo,
Las piernas como dos muertos me hundieron en la llanura,
Fresca leche era mi piel, y mi mapa verbal,
El mapa que usaría, para llegar a mi corazón,
Ese evangelio del hombre moderno, mas mi nacimiento
Era un retazo de candela alumbrando a los presentes: Dios, el tiempo, la muerte.
TERCER PUESTO:
Poemario: Las lumbres primordiales
Autor: Ricardo Santiago Musse Carrasco (Sullana-Piura)
I.
Este corazón sólo desea morirse abandonado por
/Dios,
sólo habitado por las voces de los hijos impregnadas
/en esta inmensa casa del olvido
que nadie –absolutamente nadie- ha resuelto visitar,
más que sea para brindarnos esas miradas adoloridas
o consolarnos con esas palabras que nunca pronunciaron;
es que no deseaban imbuirse dentro del alma esta maldita
soledad que ha desolado sobremanera los latidos,
pues sólo los muertos no temen este aciago desamparo:
Lennon/ Hendrix/ Morrison/Janis Joplin/ Cobain/ Freddie Mercury:
Porque hasta Dios –abandonándome a mi suerte- dejó esta
inmensa casa muriéndose en mi moribundo corazón.
II.
Los siete demonios se han metido dentro de este
/maldito corazón,
hasta los negros moscones sobrevuelan ahora alrededor
/de estas oscuras soledades;
vieran la casa cómo está: Las aciagas telarañas colgando
/de nuestros latidos,
todas las esperanzas tiradas allí donde todo llega a podrirse,
mientras los charcos se llenan de inmensos gusanos que muy
/pronto se comerán este inmundo cuerpo,
letales venenos que colmarán las más abisales tribulaciones;
pero mientras esto acontezca las canciones de Janis Joplin
/me mantienen vivo,
contemplando –oscuramente- cómo Dios permite que me vaya
condenando con este maldito corazón poblado por los siete
/infernales demonios.
III.
Pronto arribará mi hermana a nuestros abatidos
/corazones
y hallará sólo esta lluvia abandonándose implacable
/en las simientes de la tierra
donde los desfallecientes latidos llegarán a agonizar
junto con la inminente putrefacción de nuestros
/adoloridos cuerpos
para que caigan estas lágrimas sobre el alma de las
/miradas intangibles:
Las que contemplan estas soledades eternas que
legaremos al omnipotente espíritu del recuerdo
porque Clara ¿te acuerdas cuando no dejábamos de avizorar
el cielo, reflejándosenos –de pronto- en la mirada, unas
migraciones de nubes refulgidas por la nostalgia?
y me decías: No te preocupes hermano que la felicidad
/está en otro lugar y no en éste
entonces dónde ¡¿tú lo sabes?! –calló un momento- y me dijo:
-a la distancia atesorando lejanas melancolías- que ya
pronto arribaría hacia nuestros abatidos corazones.
IV.
A lo único puro que me queda.
Todos los días mis hijos construyen esos mundos,
con una insistencia que yo he perdido ya hace mucho,
con esos bloques amarillos/azules/verdes y rojos
que siguen derrumbándose por toda la casa
y esto no es una exageración –de ninguna manera-
porque hacen unos chirriantes ruidos que, sobresaltando
estos perturbados corazones, hasta la vecina se queja
/soltando cada palabrota,
pero bandidos como siempre los vuelven a juntar,
poniéndolos uno por uno o de dos en dos o erigiendo
muy alto –según ellos- para llegar arriba donde sigue
refugiándose ese Dios muy inaccesible a mi edad,
pero inocentes cuando todo empieza a temblequear
los circundan con sus manos evitando de nuevo,
aunque sea por un momento, las caídas estrepitosas,
pero llega un momento que no se sabe si se cansan
o se aburren y dejando todo a medio terminar es cuando
me cercioro –ahora de modo concluyente- que ellos
construyen sus frágiles mundos como yo construyo
-aunque ya no tan frecuentemente- estos precarios
/poemas.
V.
Estos bandidos se hacen unos moretones en
/sus rostros
que se llenan muchas veces de lágrimas inútiles,
cuando ingenuamente nos piden más de lo que
/podemos dar,
cuando su mirada y su ilusa melancolía no cesan
de avizorarnos dentro de esa eternidad que
-sin previo aviso- se caga a cada rato ensuciando
/todo el suelo
cuando se encaprichan, pero de variados colores
como el arco iris, deseando saborear hasta lo último
y engreída -como ninguna- quiere todo el tiempo sólo
/para ella;
por eso escribo y escribo como un inocente condenado
porque todo es tan efímero como estas cándidas palabras
que alguna vez pretendieron apropiarse de una inexistente
/trascendencia.
VI.
Esta es una nostálgica noche que resplandece
/todavía este oscurecido corazón:
Eso negro y que asusta no se cansa de decir
/el Emmanuel,
inmensidad misteriosa que se nos refleja sólo
cuando los ojos se cierran para contemplar esa
ave prodigiosa alcanzada –de todos modos-
por los vientos portentosos de la muerte
y esta dolorida melancolía se acalla para
que las postreras ausencias nos nombren
y nos vuelvan eternos cuando ya se oscurezca
-para siempre- la apesadumbrada finitud…
VII.
Estos garabatos que tengo en mi corazón,
aun borroneándolos de estos escritos,
no algunos sino la mayoría de sus versos
parecen como si mis hijos los hayan rayado
/con sus inocentes manos,
y seguir dejándolos así chuecos y sin corregir
es consentirles que malcríen hasta este oficio
/de circunspectas palabras;
pero, ¡díganme! qué imperfecciones no se
trasuntan en nuestras voces inmaduras,
garabatos inútiles sobre vacías superficies;
por eso ya me dan ganas que sólo mis hijos
persistan, sin cesar, garabateando todavía
/sus balbuceantes versos.
VIII.
Coger la pluma aunque ya no sea como antes
/para corregir mis versos;
crayolas/ tizas/lápices/plumones/colores:
Con las manos manchadas han pintarrajeado
con tachaduras negrísimas, azules, marrones,
rojísimas, naranjas, amarillas y verdes;
/casi imborrables,
aunque de nuevo pintemos estos desvencijados
/poemas,
sus palabras lucirán esa indescifrable caligrafía que queda
después que se quiso inútilmente esclarecer la confundida
/lengua;
antaño escribiendo entrecortadas y pueriles palabras
que hay veces que dicen que esto que leen es un poema.
IX.
Cuando las sombras moran oscureciendo nuestros
/corazones,
Aarón junta un montón de palos que recoge chamuscados,
espinudos y largos; pero también quebrantados a lo largo
/de esta desvalida existencia,
por donde yacentes los latidos se amontonan en la agobiante
/sequedad de estos estériles caminos;
pero, siendo el primogénito, con su cayado desea sostenerme
estos clamores que quieren todavía ser pastoreados hacia
/la silente curvatura de la muerte.
X.
Siempre dice mamá que de niño fui un lengua
/mocha,
que hablaba a tropezones y no se me entendía
/absolutamente nada,
que todo se me enredaba no articulando bien
/ni una sola palabra,
que sólo le quedaba entenderme con el corazón
enmudecido por los incomprensibles designios
que nos siguen trabuscando todavía algún verso
/escrito correctamente,
algún vocablo que esté estéticamente engarzado
/con lo inefable,
alguna frase vocalizando –como es debido- las
/esencias indescifrables
o simplemente algún poema que me haga
merecedor de estas inasibles palabras.
XI.
“Aun cuando clamé y di voces, cerró
los oídos a mi oración;…”.
Lamentaciones 3, 8.
¿Dios eres tan indolente con las dolorosas tribulaciones
/de tus criaturas?,
¿Eres tan imperturbable, Dios, a sus gemidos cuando sus caídas
/son tan agobiantes?,
¿Dios por qué eres tan insensible a nuestras primordiales palabras?,
¿Eres Dios tan furtivo por la inexistente poesía en estos versos
/irredentos?,
¿Por qué Dios? ¿Por qué me has confundido por completo
/la lengua como antaño?,
¿Por qué no me olvidas muriéndote para siempre dentro de este
/condenado corazón?.
XII.
“Tenía entonces toda la tierra una sola
lengua y unas mismas palabras”.
Génesis 11, 1.
Ahora les ha dado por hacer su torre,
después que esta lluvia de la víspera:
Entenebrecidas humedades cayendo
sobre los sequedales del corazón;
oscurece los negrísimos bloques que
a duras penas se acomodan uno al lado
/y encima del otro,
como estos versos que, amontonándose,
llega un momento que no encajan,
ni siquiera deletreando sus diversos
/fonemas,
ni siquiera escribiéndolos con esa lengua
/de los tiempos primordiales.
XIII.
Pero en ciertas noches cuando estoy juntamente
con mi sombra insomne desvelando estas palabras,
irrumpen en mi oscuro aposento con sus ojos velados
/por completo,
caminando hacia estos soñolientos versos,
que ya están hartos y sólo quieren dormitar así como
/están,
y no despertar ni a medianoche, sonámbulos;
como mis hijos dirigiéndose a mi corazón,
cuyas lumbres primordiales resplandecerán estos
/oscurecidos latidos.
XIV.
Sólo Esperanza, antaño muy juntita a mí,
como la primordial coloración de los sueños,
/purificaba este triste aposento,
como el perfume blanco que aún se dispersa,
sin desfallecer incluso en nuestras despobladas
/escrituras,
dentro de este irrespirable corazón abandonado,
como un despojo de huesos sobre la tierra muerta,
henchida de oprobiosos espinos;
pero Esperanza seguía olfateando el desamparo
/de mis latidos,
ofreciéndome la consolación de sus heridas,
cobijando cálidamente la inconmensurable soledad
/de mi alma,
ladrándome su muerte dentro de estos fenecidos
/versos.
XV.
Mientras este viento siga atizando
los desfallecientes gemidos del alma,
las lumbres primordiales dentro de la lejanía
que se va suscitando dentro del corazón
/cada vez más inmenso;
inefables tribulaciones y estas indecibles
palabras volcadas dentro del poema,
y la creciente fragilidad que se desborda
/como estos ríos transparentes
fluyendo hacia los orígenes,
donde la Poesía es la Intangible Lumbre
/de la Nada primigenia…
Mención honrosa I:
POEMARIO : Miedo perpetuo
Autor: Editson Cosme Saavedra Apón
PARA DESCENDER
Han bastado tus manos para traerme hasta aquí
Donde rueda la noche sus estrellas de sangre
Han bastado tus ojos para volcarme en la rabia
Para tender mis pecados en las montañas del cielo.
Ya no quiero mirar ese espejo que te traiciona puñal en mano
Porque hasta la poesía se corre de mis dedos como una hilacha de sueño
Porque es tan miserable verse uno mismo mordido por su propia tristeza
Para descender he necesitado que me destruyan y pongan en tambores mi piel
Para descender he necesitado este mal de ojos, esta diarrea inefable, este papel insurrecto que me devora las ganas de ganarle unos versos a los poetas que vendrán.
HACERNOS Y DESHACERNOS
En las duchas de la parroquia nos desanudamos
Hicimos el amor como una protesta sagrada
Me miraste con los ojos centelleantes
Y quisiste cabalgar hasta la última rosa torva que brotó en nuestro cuerpo.
Después vino el diluvio y corrimos juntos a las ventanas del infierno
Ha hacernos y deshacernos porque ya todo estaba perdido en la noche
La libertad, la vida, los pájaros no eran más que trastos viejos, fantasmas de poca monta
Hacernos y deshacernos en la ducha del amor, en el sumidero de la venganza.
POETA, A MANSALVA
Entretanto, el poeta sembró sus ojos en la tierra de nadie
Vio crecer poemas a lo largo de la tristeza
Quiso creer en la primavera y vinieron los cuervos disfrazados de palomas
Lo dejaron ciego y el poeta continuó sembrando la tierra que le mordía las uñas
Un día enterró su corazón y amaneció muerto con sus mismas palabras.
MUTACION
La palabra pierde vigencia en la niebla
El mundo, en cierto modo, tiene que acariciar la muerte de los árboles
Del último pájaro que cantó en las brasas del cielo
Yo soy el solo hecho de ser por la escritura de algún verso torvo
La cucarachita extravagante y rebelde que quiere instaurar el paraíso
Donde la basura lo cubre todo hasta el cogote y el amor es una manzana podrida
Que se disputan los cerdos que hay en mí y los que hay en mis más nobles pensamientos
Mi mundo y yo nos consumimos en la delicia de habernos perdido para siempre
Y aún hay alguien que viene, con su gran corazón de buitre, a hablarme de humanismo.
EL QUE NAVEGA CANTANDO
Este es un río que nace en la cuenca de tus ojos azules, poeta
Porque puedes entrar y salir del corazón de las piedras
Eres valiente y no temes la rasante niebla de los inviernos
Bajas, entre las hojas y los frutos caídos en desgracia
Vas serpenteando y la luna crece como una madre de luz entre tus brazos
No hay lugar en el que tu canto no cuele sus armónicas tonadas
Has venido del agua y del fuego, la tierra preña tus alas y el viento te remonta
Este es un poeta que navega en su poema más allá de todos los abismos
El que baja al mundo de los tristes y deja sus huesos cantando.
OTRAS VERSIONES
Las palabras arrojan sus cuerpos espumantes sobre el papel
Un puñado de versos gordos, vacíos, torpes.
La ciudad arroja sus calles en la memoria del tiempo
Levanta sus casas porque es necesario engendrar más tristeza.
El mundo arroja sus mares en los ojos profundos de la nada
Porque la nada es todo, hasta estos mundos que giran entre mis dedos
Este puñado de versos gordos, vacíos, torpes que acaricio con mis pies
Que en otras versiones hubieran sido aparatos frágiles para hurgar la fatalidad
Grandiosos racimos de flores que recibimos de manos extrañas
Y que no nos molesta ponerlas en los recipientes del corazón.
En otras versiones esta hubiera sido mi mano sobre el papel
Pero otra la tristeza con que miro las palabras rotas en el momento
La ciudad desfalcada por mis nervios y ese mar ancho como un barranco azul
Que viene de golpe y me empapa y creo en sus peces, en las gaviotas muertas de tanto volar
En otras versiones, en este papel que enrumba al sanitario, hubiera gritado un poema.
ODEIM OUTEPREP
Estragados y solos en el cuarto la solemnidad la intención se pierde
Estragados y solos en medio de la suciedad digital de nuestra demencia
La solemnidad es un término roto, el cuerpo murmura sus pasos a lo lejos
Nadie escucha la melodía incendiaria, como los tambores dulces a los noventa
En el filo de la vida y sobre ese caballo gordo y curcuncho que ya está ciego
Que ya la hierba le brota del vientre con sus flores grises y toda su miseria.
Nadie quiere decir algo mientras saquean la dicha, mientras matan los nardos
ODEIM OUTEPREP (MIEDO PERPETUO)
Fuimos un término roto y descalzo y da vergüenza la mañana azul al despertar sentía
Porque estamos definitivamente indefinidos, tenemos ojos, dedos y sexo
Tramamos bajo la mesa la primavera, inventamos otro idioma
Otro tipo de abrazos y gruñidos y, sobre todo, exigimos respeto porque somos
Porque seremos, porque nos da la gana blandir la espada de la cobardía
Aquí nacerán nuestros hijos, en este mismo nidal donde se despereza la infamia
Aquí, en esta amarga orilla donde se ahoga el amor sin tanta ceremonia
Donde saludamos con la misma mano con que ordenamos las desgracias del mundo
Y levantamos todo un paraíso con la sangre, con las lágrimas de los que creen
De los que no se cansarán de marchar para que vivan los pájaros, los árboles
Para que no envenenen el agua, para que todos estos miserables vivan y se vuelvan
Otra vez, los dueños legítimos del planeta.
ANGELES, PARA BIEN
¿Tienes miedo hacer cosas bajo tu vestido?
Pues arrójalo, los peores pecados se cometen con ropa de por medio
Desnudos todos somos como ángeles que buscan soterradamente el vuelo
La derrota próxima en cualquier esquina del tiempo, la danza perpetua de la Victoria
Algo nos va empujando a ese miedo sordo que golpea detrás del calendario
De tener unos días fuera de sus noches, o unas cuantas horas de vuelo prolongado
Inventando la rebeldía y reinventando la depredada dicha de las mariposas
Que tuvieron un pasado rastrero como el de todo mortal, empero ahora, Ángeles,
A toda costa, hemos de volar en la piel dorada de nuestros espasmos.
Somos ángeles, para bien de quienes quieren acusarnos de blasfemos
Somos ángeles y nos cuesta el aire, las rosas y este puñado de palabras desnudas a vuelo de pájaro.
NO ES NOVEDAD
Rosa se desnuda frente a la ventana, lava sus dientes de puta dominguera
Mira sus ojos, sus labios, sus tetas, no se cansa de mirarse
A través de un espejo hollinado.
Y no se cansan de mirarla y eso no es novedad.
Ella soñó una vez desnudarse para el marido, como todas.
Debe soportar que la mire todo el mundo porque desnuda no es tan cínica como ellos
Que se apoderan de sus ropas derribadas en el césped y se la disputan como perros y eso no es novedad.
Mañana morirá Rosa, más sincera que nosotros que mirábamos su árbol de manzanas ciegas y sus hijos de lluvia que inventaba para sí.
Se consumirá al lado de un jardín de amapolas villanas, en su ley de pájaro para otros vuelos
Y eso no es novedad.
ODA AL SILENCIO
Estamos tan callados que hasta las cucarachas anidan en nuestra lengua
Estamos apenas vivos que suceden el tiempo y la agonía y aún no aprehendemos las palabras
Estamos tan silentes que nacen arbustos grises en nuestras bocas
Estamos tan mudos que las palabras golpean como prisioneras nuestros cuerpos
Estamos tan, pero tan absurdos que de tanta absurdidad emerge la ecuación de la tristeza
Estamos tan silencio que callados es un puñal viejo que muerde la derrota.
VATICINANDO
Que mañana el cielo caiga como un pañuelo de luz sobre el mar
Que tú, que siempre planchas mi camisa, salgas a coger el arco iris en una bolsa milagrera
Que todos esos pájaros que nacen en la frontera de tus ojos beban mis lágrimas nocivas
Que te lleves mi ceniza entre los cabellos como un sueño que renuncia precipitarse
Que llegues hasta mis árboles de hiel con tus cántaros de leche fresca
Dará mucho que decir, sobre todo que eres muy joven, que el mundo será villano
Para entonces me habré saciado con los virginales vinos de tu vientre
Con cada flor que deshojada caerá sobre el lomo de mi tristeza
Vaticinando que todos quieran vernos como se miran las aves rasguñando el cielo
No van a poder porque ya tus manos han tomado mi cuerpo que cabalga el espasmo
Y hemos huido hacia ese país donde tenemos hijos y hemos recuperado la primavera.
PARAJES
Recuerda que Julia besaba tus labios de fruta pálida
Que vestía de rojo sucio y tenía el cabello como huracán desatado
Que sus ojos eran tristes como una tórtola enamorada de la lluvia.
Ahora ella tiene los hijos que deseó fueran para ti los mejores poemas de la adolescencia
Recuerda que ella usaba sostenes rosa y se cogía el cabello con elásticos de calzón
Que tenía un hermoso lunar a orillas del mar ardiente de sus labios
Que te cogía las manos y jugaba en la dorada puerta de tu sexo
Ahora se marcha, va detrás de los años como una manzana mordida hasta morir
Quiere que solamente recuerdes entre sus brazos de barro el color de los espejos
El agua que fue inundando los cuerpos y ese paraje donde aún los tordos silban su nombre.
Julia hasta morir, porque allí van mis pasos y mis huesos, porque llego desde lejos
A tu país derribado, porque no quiero irme mientras te toco y vuelves a la puerta de mis ojos.
LA ANGUSTIA
Una gota que derrama el vaso de la tragedia
El filo de la cuchilla que grita en la sangre
Así es este cabello que decapita los ojos de la vergüenza
Que crece en el agua como un ahogo de manos sacudiendo su esqueleto
Va por ti que has escrito su nombre en el verso más temido
Que tienes pocas banderas para declarar la bancarrota del cielo
No será bueno que permanezca tanto tiempo en el puño de tu camisa
En los geranios de la cocina, en el retrete, en el revólver del amor
Llévala a dar un paseo y luego tuércele la dicha, y ámala mientras se va
Una gota que derrama el vaso de la tragedia.
ORACION VERNACULA
La poesía fue estrangulada
Por cuatro caballos de fuerza
La poesía era valiente desde Melgar hasta Heraud
Cantaba en yaraví, vuelve mi palomita, vuelve
De los árboles tiranos la poesía cae, es un decir.
La poesía fue decapitada
Por el filoso cuchillo del miedo
Andaba vestida de pájaro y fue desplumada por el realismo de su vuelo
Andaba buscando verdades y se quedó atragantada de versos urdidos
La poesía se hizo polvo y una mañana el poeta amaneció ciego
Abrazado a sus huesos azules, a sus pupilas rotas a patadas
Y no pudieron hacer nada porque murió como muere la transparencia del río.
LA DANZA DE LA PUTILLA
De niño recuerdo que el cielo mandó una daga ardiente sobre mí
Una lanza emplumada, cerré los ojos y el pájaro de fuego quedó sobre mis párpados
El corazón lanzaba espumarajos dentro de mis dóciles costillas
Fui a lavar mis verdades en los brazos del río y a mi retorno todavía seguía allí
La putilla, atacando con furia la nada, yendo y viniendo verticalmente como un rayo quebrado
Como una rosa funesta que se balanceaba entre la carne y el polvo, entre mis ojos y el poema.
Mención honrosa II:
Poemario “Dimensión de vida”
Autor: Edmundo Vladimir Villavicencio Angulo
“Sombra que no eres mía
Yo conozco de ti
La forma cómo besas al tiempo“
Luis Hernández
“Cuando esté fuera de la
Naturaleza no tomaré ya
Ni forma corpórea.”
William Butters Yeats
CONTEMPLACION
De pronto
A somas muerte
Con tu aliento
Seco y maloliente
Siembras el funeral
Con tu palabra silenciosa
Abres la materia
Desvíes su vida profana
Con tu cabeza de golondrinas
Escondes tu voz de río
Viertes tus alas estáticas
En las raíces
Y nadie te nombra.
Porque te improviso
Te apareces
Como acuario virgen
De los pechos
Donde nadie grita
Nombres.
SOY
Soy
El viejo cárcel
Que cabalga
A cada instante
Entre sueños
Temporadas de ocio
Soledades de alegría
Con luces de bengala
Debajo de las brumas
De diciembre
Soy
La sombra
Que proyecta
Ahora su luz
La ecuación irresuelta
Cerca a la torre de los alucinados
Donde armé
Desarmado un cuerpo
Dilatado
De
Amor
En humildes
Servilletas de papel
Donde empecé a conjugar
La victoria de amar
A pesar de la mea vacía
Soy el mar sin agua
El ave sin alas que recorre canales de vida
La figura frágil tornándose
Volátil
El cuerpo místico
Copiándose lo ajeno
Buscando la poca
Nirvana
Que nos queda
Gateando
Mitad Batman
Mitad superman
Bello
En esta ribera
De feos
Cocinando
Hierbas santas
Junto a Satán
Y al San Gabriel
Boca a boca
Epiléptico
Nauseabundo
Mirando la soledad.
De tu ser con una rosa
De viento
Pues tengo la vida aguja
Los dientes retorcidos
Por extraños temblores
Soy tu boca fértil
El compendio salvaje
Del ser y la moda
Que habla a pesar
De lo plástico
En muslos flácidos
Dolorosos
Desvestido por sus pudores
Desnudo siempre
Cubierto por ese mar
Claro que une sus aguas
Al río
Para tocar la piel
Protectora
Con la propia sentencia
Viendo a trasluz
Imágenes
Soy el ángel
Maldito
Rompiendo esta piedra
Galleta
Flotando en el aire
Dibujando la sed
Con luces de meón
Para picas sin picar
Frente a los barcos
Atormentados
Por caracoles y sonidos
Besando el precipicio
Donde
El hombre
Se reencuentra
Y quiebra sus dolores
Con cigarrillos húmedos
Cuando duerme
La desnudes
Con sus vacíos
Su frescura viva
Oleaje
Ondulante
De ensueños
Para hablar
Entre razón y la duda
MORIR
Morir de pronto
En un acantilado
Bajo las aguas
Dulces
De un sueño
Tormentoso
Morir como pelícanos flaco
Entre ballenas
El estiércol seco
Del deseo secreto
Inconosible
Jugando el descuento
Jugado
Con muñones de trapo
El tiempo
A expensas del otro
Como chupete
Dibujando después
Ilusiones pasajeras
Con el Lado del aire
Invisible
PENSAMIENTO
Sentirse
En un instante
Frio
Amputado de brazos
Cabellos
Ilusiones blancas
¿Serías aquel dulce ser?
Es como
No volver
Al centro
De ese lugar
“Las personas mayores
Ya se han ido y jamás volverán”
Marco Martos.
EL MAR
El mar nos trajo
Pequeños regalos
Avenidas de hombres
Putrefactos
Brillaban en ellos
Ojos de vida pasada
Un fragmento
Vivo
Con ilusiones
Visiones
Bajo la sombra
De cantos rodados
Y la inmensa noción
De vidas
Que fueron amaneceres
Soles descubiertos
Con vestigios sonoros
Ojos carcomidos
Convertidos en cenizas
Pero un día
Llegó tu piel desnuda
Y palpitante
Y pensé en silencio
Que habías naufragado
Con el sol ardiendo
Sobre tu nombre cortado
Por igual dentellada
ENTRE LA HIERBA Y LA ARENA
EL PICO Y LA NIEVE
Se olvida del adulto
Y el niño
Trabajando
Mirando vuelos
Pequeñas desgracias
Que luego se hacen
Grandes
Dibujando marasmos
Eternas primaveras
De repente con
Golpes sangrientos
Conoce síntomas
Lo sabe todo
Mueve la cabeza
Muerde su boca
Cuando de pronto designa
A punto de gemir
Sus mentiras piadosas
Con detalles ridículos
Cascadas de oro y granito
En la noche de la luna llena
Cuando la relipín
Es divina
Humana
Al diálogo múltiple
Melancólica
Y se avergüenza del hombre
Que esta solo con sus
Ojos de muerte
CARCEL
Me encierro
En tus mejillas
De frio y lata
Debajo
De una torre alucinada
Todo es ruido silencioso
Toco tu pared
Las llagas rojas
De tu ser
El eclipse cibernético
Al nacer cuentas
Vueltas al
Siglo quince
Y al palpo tú olvido
Y soy un ermitaño
Un suicida
Egoísta
Cada vez una
Muerte
Debajo de cada fluido
Que esconde
Su guadaña
Con una sonrisa
Torpe
A la búsqueda de valores
MÁS ALLÁ
Más allá de la vida
Y su latido
Gime el aire puro del delirio
Su desilusión cubierto
Por despojos
Más allá del crepúsculo infinito
Tu amor adolece
De calores nocturnos
Es palabra dejada
Por el aire
Sin la música purísima
Del abrazo
De agua sin final
Al recuerdo liquido
De estas hojas
De tristeza
FÁBULA
¿Recuerdas?
Cómo habla la luna
Sobre el río acariciado
Por la lluvia
Recuerdas
La dormida pared
La pared dormida
Sueña
Soñó
Soñara
Revolviendo tu mano
Con tu giro animal
Acariciado por la hiena
Que toca su guitarra
Con melodías
Celestes
Esta vez
YO BUSCABA
Yo buscaba
El segundo perdido
En las hojas del árbol
Quería sus lunas
Para reflejarme
Sus huellas en dos cuerpos
Diluidos por la sombra
Sin otro afán que salvarme
Enriquecer mis
Vestigios
En esta hermosa heredad
Que me ha tocado
Y solo así seremos
Lo que somos
Millones haciendo felices
Las calles
Y solo así la sonrisa
Será pura en los niños
Con su santo y seña
Porque no quiero
“ya ser yo”
Sino otro
Flameando con los pasos
Con las últimas voces
Que no acallan la voz
Pero sí del pato Donald
Pluto
Las abejas encantadas
De este paraíso
Que ha levantado sus panderos
FUEGO DE ESPERANZA
Tú creciste
En la piedra rodante
Incendiando la pradera
Con hijos
Al suave sabor del candil
Llameante
Del poste
A la ribera
De la ribera al mar
En posesión diabólica
Te observo
Curvada de sueños
Con Venus dormida
Inmóvil a la luz de la aurora
Noble sierpe
De mar ardiendo
Con gesto celestial
Mirada
Alumbras desde el vientre
Al filo del caballo ciego
Huellas de tu paso
En señal de incendio
Con la misma señal
Al deterioro
De esta ceniza
“El poeta debe
Escribir bien”
Marco Martos.
PASAJE DE UN POETA
Le mencioné
Ven a vivir a mi lado
Yo tenía un sueño
Desfilando en sus labios intocables
De capulí
El desenfreno de la corriente al
Despedir el milenio
Y entrar de lleno
Al nuevo
Entre luces de bengala
Esperanzas rotas al inicio el estío
Un brindis de champagne
A la mirada de la luna
Las doce uvas y los deseos ocultos
En papel pergamino
Las trusas y medias de otoño
Amarillento para satisfacer esta
Suerte que no es a la orilla de
Esta garúa temprana
Escondiéndome debajo de esa mesa
A las doce con un lápiz y un
Papel de cristal
El un quijote navegando prendido
A los cabellos del amor
Un ruiseñor a la mira de
Una gitana a la orilla de los
Sueños anunciando el inicio del
Año nuevo sin las señales
Del ojo besado por Hiroshima
Ven le dije
Ven conmigo
Ella tenía el brillo
De la luciérnaga sin tiempo
Yo el desliz de una loca aventura
Opacada por la sombra del espejo
Ella la juventud
Viajando
En las manos
Del eucalipto
Y yo del otoño despidiéndose
De este infierno
Y vivo con ella
A pesar del silencio
Creciendo en todos los rincones
Vivo
Donde muero
Muero donde vivo
Con la acuarela
De esta sonrisa
Y el aroma
Más lejano
Del techo
De esta sábana.
ACASO
Acaso no existo
¡Todo!
La vida feliz
Es la infidelidad
El odio
Confundido
Con el amor
El lodo
Oculto en la claridad
De las aguas
Mientras el sol
Abre sus ojos
Para vernos
Y dejar
Las sombras
“Porque lo fugitivo
Permanece y dura”
LA VENTANA
Aquí está la única
Ventana
Que el invierno incierto
Dispuso para mí
Pasan por ella
Rostros adultos
Con un rictus desconocido
En sus mejillas
Las hojas despedazan
Al viento
Las palabras se pierden
Como fruta madura
Por el taoísmo y el dharma
Al compás de los spots
Televisivos
Que pasan al
Candidato a
Presidente en
Campaña
Sin la menor duda de tocar
Su predica de
Parasito herido
De versos
Por esta piel mía
De astrales silencios
Te recuerdo secreta
Primordial
Entre palabras de rocío
Flores de pétalo ardiente
Arcillas amorosas
Melodías celestes
Noches de exilio
Con mi árida eternidad
Irreparable
DESIGNOS
Tu cuerpo
Era luz
Invierno
Sombra fugitiva
Galleta
Dulcificada
Por la red
Sedienta
De
Mares
Y fue
Amada
Sin amor
Tu cuerpo
Era fuego
O
Nieve
Devorando
La rutina
Como debe ser
En esta noche
Oscura
“Donde el
Laberinto de los
Senderos posee
La finalidad de
Mi locura”
Toco tu mano con mi lengua disecada
Y pienso en el rincón triste de la boca
Lo que piensas
Sin pensar como un centavo navegando
En pleno siglo XXI de bares celestes
Percibo aromas desconocidos
Por la hierba que nace
Tras la pura soledad que envenena la sangre
Recordando
El puente donde fallece
Una hoja
Acuchillando al hombre por la espalda
Rodeada por labios
Lavados con agua de salmuera
Plumas flotantes
Exilios involuntarios
Suicidios
Huecos filtrados por el viento
Silencios de marfil
Colinas subterráneas
Anticuchos salados
Nauseas egoístas
Al mar desnudas con frases de poemas
Por no haber
Leído a Sartre
Manipulando el lenguaje con paradojas
De tiempo y espacio
Escuchando a Verdi
Visto a Picasso
Luego de haber
Estado en este sueño
De uvas
Cuentos de zorros
Cigarras
Princesas
Y esperanzas al canto
Del mar civilizado
Con una consigna de batalla ciega.
TEXTOS GANADORES: CUENTO
PRIMER PUESTO:
Cuento: “Vértices”
Autor: Germán Víctor Valenzuela Rodríguez
Lugar Sullana-Piura
VERTICES
Pakatnamu
LINEAS
Ahora no vas a llorar Juan. Juancito. Escucha. La vida es siempre así. Y seguirá siendo así siempre. Silencio. Es el momento exacto para dejarse llevar por esa soledad a la que nunca buscaste pero siempre estuvo metida en tu vida. Esa soledad con la que aprendiste a convivir después de todo, pero que te despertaba con lágrimas en los ojos y un abominable ardor en la boca de tu estómago. Porque ahora sólo estás...tú y ella. Y estás tan sólo que ni siquiera los latidos de tu corazón te acompañan. Entonces te olvidas que tienes un cuerpo y un alma Juancito. Te olvidas de todo y te hundes. Aunque no sepas dónde te estás hundiendo.
UNO
La tarde de ese Martes hablaste con tu tío y tus amigos. Les hablaste con tu expresión más sincera y con tus ojos más abiertos que nunca. ¡Me voy a casar¡- dijiste. Todos se rieron y festejaron contigo.Te vieron feliz y si la felicidad existe comenzó a diseminarse porque cada uno de ellos expresó sus más sinceras felicitaciones y comenzaron a dar algunas sugerencias sobre cómo vivir feliz en el siglo XXI con una carrera recién iniciada y con el mundo-menos ellos, que te abandonaría para siempre. Porque ese mundo, el mundo en el que estabas inmerso o al menos éso habías sentido, era un mundo extraño de odios, contradicciones, intolerancia y desamor. Pero al diablo con todo Juancito. Muchos se han ido en parejas a otros lados. Al inicio vivirán ajustados pero la fuerza del amor les ayudará a hacerse más fuertes. Lo importante es que en ustedes crezca el amor y que el amor sea alimentado cada día-dijeron.
Tú te hiciste más fuerte aunque sabías bien que sólo cinco mil podían ingresar y que sólo mil realmente podían ingresar a lo que querían. La competencia era cada año más dura porque por estos tiempos España se había convertido en el lugar escogido por los médicos peruanos recién egresados para completar su formación, entrenándose en una especialidad médica. Y no era una moda. Era la oportunidad del escape de la mediocridad en la que se había convertido la profesión médica en el País, con hospitales de laboriosidad de cinco lucas la consulta, con mentes miserables vendiéndole mentiras a adolescentes con retardo mental, con deseos de ser los personajes de ER, Dr. House o Grey’s Anatomy. Sí...Juancito....has estudiado bien de los libros que te enviaron tus amigos que están allá, y estás seguro que la haces porque fuiste un buen alumno. Y como dirían tus maestros eres un doctor humanitario que nunca deberá cambiar. Sólo tienes que mirar atrás y ver que te enamoraste de María, rostro de virgen, cuando fuiste a hacer una campaña de salud en un asentamiento humano cualquiera. Y María te recibió más linda que nunca y ése día sentiste a tu corazón latir más fuerte que nunca, y con un ritmo extraño, como el del animalito atrapado en la caja de cartón antes de ser liberado para escoger cuál será su nuevo destino. Y un año después le dijiste a María que viajarías a dar el examen y ella con sus ojos grandes, de almendra dulce, te había dicho que sí.
Una tarde cualquiera horas antes de la partida, con tu maletín deportivo sobre tus hombros que era todo lo que tenías, caminaste con ella por unas calles viejas hasta detenerte con miedo, porque no le habías dicho nada, en un hostal que parecía confiable porque alrededor de él se situaban cuatro o cinco bodegas, y lo que buscabas era un sitio tranquilo donde pudieras prometerle con la fuerza de tus palabras y el lenguaje de tu cuerpo, que ella, María, la de los ojos llenos de vida y mirada sincera, se convertiría en tu compañera de luchas, aquella que te acompañaría en la guerra santa que pensabas iniciar. Esa guerra en defensa de Osler, Surós y Marañón, que era la defensa de la destreza y la selección racional contra el totalitarismo mediocre y sus banderas blancas, pero que precisamente no eran banderas de paz.
Y esa tarde descubriste debajo de su blusa negra y su jean de siempre lo que sus ropitas interiores viejas no podían ocultarte más. Y besaste su cuerpo suavecito olor a jabón Camay e ingresaste una docena de veces en ella con tu corazón latiendo fuertemente porque sabías que cardiólogo era lo que debías ser, y pintaste su cuerpo mil veces con tus fluidos cuando sentías el dolor del placer intenso, explotando dentro de tu vientre.
Llegada la noche la despertaste diciéndole que debía regresar a casa de su tía y que irías al aeropuerto sólo. Así sería mejor. Fuiste tú el que derramó un par de lágrimas y ella te dio un beso sincero y un abrazo fuerte que por un momento te dejó sin aire. Esa noche mientras veías su rostro detrás de la ventana del taxi sabías muy bien que no la volverías a ver. Sin embargo, cuando obtuviste el puesto número 75 y escogiste el mejor hospital de Madrid, decidiste llamarla por última vez diciéndole que las llamadas se harían cada vez más separadas dado que habías ingresado, y ella comenzó a reir de alegría, y continuaba riendo, creo después de que colgaste el teléfono. Luego, te acomodaste el cuello del mandil, y te refugiaste en ese sitio sagrado que para ti era, ha sido y es, ahora más que nunca, la sala de emergencia Luisito. Sólo que ahora estás sobre una camilla, el cuerpo todo cubierto, y en dirección a un lugar que no conocías, pero que sientes que está oscuro y frío.
DOS
A la putita la conociste una noche en una galería de arte. No era bonita pero por primera vez unos lentes bonitos engañarían al lado más cuerdo de tu conciencia. Te le acercaste por detrás y le regalaste una copa de champagne que habías tomado para ella. Brindaron. Nada tenían en común excepto haber estudiado francés juntos. Pilar te recordó diciendo...¡ah¡ Eras el novio de “la petit”. Ese mismo...dijiste tú....ése mismo.
Dejaron de verse un tiempo, ese tiempo que tenías de sobra porque habías terminado la carrera y tu única oportunidad de conseguir un trabajo digno era hacer el Servicio Nacional Rural de Graduandos o esperar un llamado del cielo. Entonces dormías hasta tarde, estudiabas un poco cuando se te daba la gana y salías en la noche a cualquier lado, sin un paradero fijo, buscando algo distinto, algo que calmara la tensión de los ocho últimos años de estudio donde debías devorarte los libros, página tras página, pasar la noche sin dormir en algún hospital o en la casa de un buen amigo estudiando juntos para desafiar el paso de las horas, juntar conocimientos en la cabeza y al día siguiente, casi sin poder caminar, llegar con dificultad a la silla sobre la cual se tomaría el examen. Un último esfuerzo durante el examen y después de él, el sueño profundo, la redención.
Esa noche te la encontraste en “pollos Pier’s”, te sentaste a su lado, te invitó docenas de cervezas y al final comenzaste a acariciar su mano, para después, excitado, comenzar a delinear con tus manos las prominencias de sus glúteos, escudriñar en el agujero pegajoso en medio de sus piernas y al final de todo, darle un besito de buenas noches que ella no te había pedido y que le había parecido tan extraño como a ti, cuando en tu adolescencia te enteraste de que las putas podían dejarte poseer sus agujeros comunes, sus agujeros escondidos, pero nunca dejaban que les dieras un beso.
Luego vinieron mil y unas noches juntas, y setenta veces siete más días juntos. Lo hicieron en cualquier hotelucho inmundo, en tu casa, en la cama de sus padres–porque a ella le parecía muy excitante-, en la piscina de un hotel, en el baño de un bar, en cien ascensores, en un taxi, en un bus interprovincial, por adelante, por atrás-que era su sitio predilecto, y hasta ése momento no el tuyo, sin temor a dejar huellas sobre las sábanas, sobre los colchones, en las paredes, y tú contemplando sus orgasmos explosivos en los cuales experimentaste el calor exótico de una lluvia dorada o la extraña suavidad o dureza del contenido más profundo de sus entrañas.
Por aquellos días te acostumbraste a gritar cuando la penetrabas porque sabías que para ella sería más placentero, pero lo hiciste más cuando en una noche cualquiera, sin ser invitado a su casa, y después de un mes de internamiento en la fría sierra peruana, llegaste a visitarla. Llevabas las zapatillas azules que te había regalado y cuando te acomodabas los pasadores, la encontraste acariciando y besando al viejo que la había pervertido , pero que nunca hasta ese momento imaginaste que sería su tío, aquel de los hijos en la universidad, la frente llena de arrugas, el bastón en la puerta y la mirada profunda, como si quisiera hipnotizarte. Frente a ella, y sin el tío cerca, en la puerta del edificio donde vivía la llamaste por su nombre: P.U.T.A. y te retiraste llorando, maldiciendo el día en que habías conocido su seudónimo (Pilar), en la Alianza Francesa, ese día en que les entregaron el diploma por haber aprobado el examen DALF.
TRES
Maldita seas y maldito sea el día en que te conocí loba asquerosa. Tus hechizos y mi extremada concentración en mis estudios médicos, me impidieron ver la miseria de tu alma. Me di cuenta demasiado tarde arpía. ¿Sabes? Nunca nadie me hizo tanto daño pero quiero que sepas que tu boca tiene el olor horrible de la sangre de nuestros intestinos rotos, que tus ojos están llenos de telarañas inmundas y aunque te maquilles mil veces nunca podrás devolverles algún toque de paz porque nunca lo han tenido, que tu vagina tiene colmillos y hubiera preferido mil veces que me hubieras separado la piel, golpeado en mis órganos huecos, clavado alfileres calientes en los ojos, pero no fue así porque me los clavaste en el alma. Me hiciste creer que era un ser inservible, una dicotomía de ser inservible porque el hospital era mi guarida, y en él era un médico feliz, con una vida feliz y una familia feliz; pero fuera de ella era un pedazo inservible que había dejado de existir para ti, porque con el paso del tiempo nunca quise estar cerca de ti, ni mucho menos dormir contigo. Arpía. Tampoco pude mirar a los ojos a esos cuervitos que enseñabas a volar, porque estaba seguro de que no podían ser míos, que jamás en ti pudo crecer mi semilla. Perra. Te juro Concepción. Te juro que me vengaré de ti y no volveré a pagar tus excesos, ni a intentar comprar tu amor.
Cuando leas esto sabrás que sólo te dejo un millón de deudas maldita, pero que pasará un buen tiempo hasta que vuelvas a engañar a otro miserable como yo porque he rezado mucho y le he pedido a Dios que perdone a todos los miserables buenos del mundo y que no nos haga sufrir más. También le he pedido perdón por esta decisión, pero esta tarde mis venas están tan claras que la aguja puede encontrarlas fácilmente y el veneno que pusiste en mi alma comenzará en breves minutos a detener mis últimos latidos buenos.
Te dejo, española de mierda. Hostias.
SEGUNDO PUESTO
Cuento: “La prueba”
Autor: Jhony Julio Segura López (Diosdado)
Lugar: Santiago de Chuco-La Libertad
LA PRUEBA
(Cuento)
Autor:
EUCALIPTO
Cuando Paquito empezó a llorar, Margarita miró el reloj, suspiró y se encaminó al dormitorio. Eran las 7:30 de la noche. El bebé había estado fastidiado todo el día, y teniendo en cuenta que el estómago le había dolido desde la madrugada, tal vez no se sentía bien.
Se acercó a la cama escasamente perfumada, se agacho hacia el rostro congestionado con el seño fruncido, reparó en los pequeños puños crispados que se agitaban en el aire, y murmuró palabras que trataron de ser consoladoras. Pero Paquito no se consolaba tan fácilmente. Decidió entonces levantar el cuerpecito de apenas ocho meses y lo meció junto su pecho.
En ese momento la figura de Miguel llenó el umbral. Su rostro moreno y abultado reflejaba sudor y disgusto e hizo un gesto de total frustración al preguntar:
- ¿No puedes hacer algo para que se calle?
Margarita movió la cabeza tratando de calmarlo:
- No hables tan fuerte -le dijo en un susurro.
Mientras, mecía al niño en brazos. Éste no lloraba ya, sonreía ahora casi complacido.
Con un exasperado movimiento de hombros Miguel desapareció, balanceando su magra figura, alta y huesuda. Margarita lo miró irse mientras un malestar se le agolpaba en el pecho. Era difícil relacionar a este hombre irritable con el enamorado con quién tantas veces había planificado la mejor manera de tener una familia.
¿Se estaba equivocando con Miguel? Si era así, recién lo descubría. Acarició al bebé que nuevamente se había dormido. A la luz mortecina del dormitorio: su carita tenía un aspecto angelical, de agradables facciones, con unos hoyitos dulces en los cachetes y unos rizos castaños adornando su frente acanelada, aunque no del todo era un angelito. Silenciosamente volvió a acostarlo en su cama.
Cuando regresó al salón. Miguel estaba sentado en una silla leyendo el periódico del día. La miró abatido. Luego pareció emerger desde debajo de sus pobladas cejas.
- Gracias a Dios por este momento de paz- dijo. Pensé que nunca iba a tranquilizarse.
Margarita estaba visiblemente contrariada y su rostro lo delataba. Trató de ocultarlo, pero no lo logró. Sentándose frente a él, exclamó:
- ¡Pues si mal no recuerdo, eras precisamente tú quien hablaba de niños!
- Claro. ¡Me gustan los niños, sí, como a todo el mundo, pero también tengo nervios!
Margarita se indignó:
- Paquito es apenas una criaturita, debes entender eso.
- Está bien, querida.
Miguel se inclinó y la abrazó tiernamente por la cintura.
- Lo que pasa es que toma su tiempo acostumbrarse. Deberíamos de estar disfrutando de esta hora, por ejemplo. ¿No te parece?
Los ojos negros de ella tenían una expresión idílica:
- Ya habrán muchas noches en el futuro para disfrutarlas, amor mío.
El se sentó de nuevo en la silla:
- Claro que sí. Y te juro que para entonces será diferente. Tú sabes cuánto te adoro, Margarita.
- A veces llego a dudarlo -dijo ella- y una escena como esta no me convence naturalmente.
Él se incorporó perturbado y empezó a pasearse por todos lados junto a ella.
- ¿Sabes? Este niño lo ha malogrado todo. No puedo comprender, que dediquemos todo nuestro tiempo a él. Por más que sea tan adorable como tú dices.
- El amor, el matrimonio y la paternidad responsable son la esencia de un hogar. Es imposible estar en desunión -dijo Margarita con firmeza.
- Pues sí que es dura la cosa -argumentó Miguel con autocomplacencia-. Por mi parte, necesito tiempo para hacerme entender. Y en todo caso, naturalmente, no a todos los hombres nos gustan los niños.
- Empiezo a comprenderlo -respondió ella mirándolo fijamente.
Hubo silencio. Él mantuvo la mirada en sus ojos sándalos e inteligentes de leoncita de circo, en su rostro hermoso de proporcionadas facciones, en su cabello largo y frisado que en cascada le caía hasta media espalda, en sus senos crecientes cual lunas nuevas fulgurantes, en la ebanistería de sus caderas torneadas en madera fina, en la sensualidad que irradiaba, en sus garbo, en sus gestos medio adolescentes, en la plenitud de sus figura… Sin duda, Margarita era bella.
- Margarita, no riñamos. Hemos vivido siempre bien. ¿No nos amamos acaso? ¿No nos importamos?
- Por supuesto, Miguel. Qué bueno que lo entiendas así.
En ese preciso instante un chillido agudo se oyó desde el dormitorio. Miguel se puso rígido y la mente se le nubló:
- ¡No puedo! –exclamó-. ¡Lo juro que no aguanto más!
Fue hacia la puerta y salió dando un portazo. Margarita completamente asombrada, se quedó inmóvil por un momento. Sin atinar a hacer nada hasta que el llanto prolongado de Paquito la hizo correr al dormitorio, de nuevo lo tomó en brazos y fue hacia la ventana a tiempo, vio a Miguel doblar la esquina.
Eran ya las diez. Le había dado su biberón y el bebé dormía cuando Miguel regresó. Su rostro irradiaba amabilidad.
- Ahora sí que hay paz y sosiego- dijo.
Ella asintió sin responder.
- Fui a la bodega y compré dulces- explicó él nervioso, ensayando una sonrisa mientras le alcanzaba un pequeño envoltorio.
- No es necesario que me lo digas- respondió ella.
Miguel abrazándola la besó en los labios y en la frente:
- Bueno, que no sea esto una pesadilla. Perdí el control, lo sé. Además a cualquiera le ocurre. Discúlpame, amor mío.
Margarita lo miró fastidiada:
- Quién tiene la culpa soy yo; no tú.
En eso la puerta se abrió y entró una mujer mayor, gorda y de color trigueño. Su aspecto era de una madre trabajadora. Saludó. Y se dirigió a una habitación contigua.
Desde allí preguntó:
- Oigan… hijos, ¿cómo están?
- …
Luego, volvió a preguntar en tono maternal:
- ¿Lo han pasado bien hoy?
Hubo silencio en la habitación.
- ¿O es que están disgustados? –preguntó una vez más.
Miguel se sonrojó, al mirar a Margarita.
- No. Primero me muero -contestó.
La mujer siguió hablando:
- ¿Y el bebé cómo está? ¿Sigue dormido?
Margarita se apresuró a contestar:
- Sí. Sigue dormido, mamá. Aunque estuvo fastidiado todo el día.
- Tráelo a mi habitación, hija-. Inquirió la mujer.
Mientras Margarita cogía al niño en brazos, hubo un clima de aparente calma.
En eso la mujer prosiguió:
- Me tinca que ustedes serán dos padres ejemplares. Muy ejemplares ¿verdad?
Mirando a su marido, Margarita respondió:
- Ven a cenar, mamá. Debes estar muy cansada.
- Díganme la verdad -insistió la mujer-. ¿O es que no me lo quieren decir? Yo quiero de ustedes un nietecito.
- Sí, sí -dijeron ambos mirándose. Lo tendrás.
Unas horas después Margarita y Miguel ya en su dormitorio se miraban extrañados, tensos. Era más de la media noche.
Mientras luchaban contra el sueño, Miguel rompió el embarazoso silencio:
- Tu madre es una gran persona, ¿no?
- Sí -dijo Margarita-. Es una buena persona.
Miguel se sentía ofuscado:
- ¿No estás molesta porque salí?
La mirada de ella se clavó fija en la de él, vista apenas por el reflejo de la luz que entraba desde la calle a través de la ventana:
- Molesta no. Nada más, me he dado cuenta que estamos equivocados, perdemos el tiempo. Mejor sería separarnos, de una vez.
Miguel la miró sorprendido:
- ¿Por una cosa así? ¡Esto es absurdo!
- Tu proceder -dijo Margarita-. No es de un hombre normal. Es mejor que cada uno siga su rumbo. Además tu actitud conmigo y con mi hermanito, claramente me hace entender que el día en que tengamos nuestros hijos vamos a ser muy infelices. Tú no estás preparado para tener un hogar.
Sollozaba encolerizada.
- Coge tus cosas y vete de una buena vez –sentenció con decisión.
La madre, desde su habitación, mientras jugueteaba con la cabecita menuda y pelada del bebé, pudo comprender claramente, una vez más, que su hija tenía agallas y que este juego llegaba a su fin.
La prueba, sutilmente impuesta por ella, estaba dando resultado.
Trujillo, 18 de Julio de 1990
TERCER PUESTO
Cuento: “Mi amigo Pepito”
Autor: Hilda Elizabeth Ríos Cumpa
Lugar: Chiclayo
Mi Amigo Pepito
Todos pasan a mi alrededor como pretendiendo que no me ven, “una monedita por el amor de Dios” les ruego, a veces les oigo decir: “mentiroso de mierda, me doy la vuelta y cuentas la plata que te han dado todo el día”, “seré cojudo para regalarte plata”, otros si se apiadan me echan diez céntimos en mi tarrito, “pobrecito, Dios no te dio fortuna, fuerza hermanito, el reino del señor esta cerca”, claro y mientras tanto me tengo que joder, muriéndome de hambre; “gracias hermanita, Diosito te lo pague”, “pobre hombre, da asco solo de mirarlo”, claro, les doy asco pero nadie conoce porque estoy así, ni les interesa, solo saben que siempre estoy tirado en la calle pidiendo dinero, es que no puedo hacer nada mas, nunca estudié, me crié en la calle pidiendo dinero, pero eso a nadie le importa, ellos solo se acuerdan de mí cuando me ven; “¡trabaja conchudo!, ¡plata!, ¡plata!, que crees que soy tu banco”, yo lo haría si pudiera pero un hombre que jamás terminó de estudiar ni la primaria no encuentra trabajo y peor si es como yo, un monstruo: cuando yo nací ya estaba así, deforme, mi madre me abandonó en el hospital, después me mandaron a un albergue, ahí tampoco me quisieron, la forma de mi rostro, esa protuberancia, hasta yo que la tengo a mis treinta años aproximadamente le tengo repugnancia, mis piernas parecen los de una criaturita debilucha, por eso nunca he caminado, solo me arrastro, un plástico grueso que alguien puso sobre mí una noche mientras dormía me acompaña y hace de paraguas cuando llueve, de cama cuando no, lo pongo debajo para no gastar mis pobres harapos sucios, es bueno mi plástico, no se rompe, esta viejito, pero viviendo en la calle todo se hace viejo rápidamente, yo tengo la apariencia de alguien de sesenta más o menos, “tenga abuelito” me dicen siempre un niño cuando pasa del colegio a su casa, esos centavitos, solo Dios sabe cuánto los aprecio, claro que no todos son santos, siempre hay de los malandrines que al ver mi pobre figura débil agarran mi tarrito, y se llevan la platita que tenía, muchas veces vienen de noche, son siempre los mismos, si no me encuentran en la esquina de siempre me buscan, “porque te escondes”, y ¡pum! Me cae una patada, “ya, ya pasa la plata conche tu mare”, “viejo e mierda, carajo tovia nos hace buscarlo”. “Por favor jovencitos”, les ruego llorando, “es todo lo que tengo, tengan piedad”, “dirás: es todo lo que tenía”, me dan un par de patadas y se van riendo a carcajadas, nadie me ayuda, al contrario, cuando pasa serenazgo o la policía a varazos me hacen moverme, “muévete abuelo, acá no te puedes quedar”, “no sea malo jefecito”, “no abuelo acá no porque me jodes a mí”, “ no tengo a donde ir”, “ese es tu problema, no mío, ya, ya muévete, o quieres que te mueva”, entonces tengo que agarrar mi plástico, y arrastrarme, hasta algún lugar oscurito para que no me boten como a perro sarnoso, tempranito me levanto, para ir a mi esquina, porque si no, hay otros que llegan y entonces me quitan mi sitio y de una patada me botan, la gente se ha vuelto indiferente porque hay mucho mentiroso, el otro día, una cuadra mas allacito de donde yo estaba, agarraron a una señora, se la llevaron a la comisaría, el bebito que tenía recostado en sus brazos era alquilado, no sé cómo puede haber gente así, yo no tengo familia, pero tampoco soy un amargado, y pensar que muchas veces ayudé a esa mujer, pensando que ella, como yo, tampoco tenía donde ir, pobrecita esa criatura, pasar frío y hambre para que su mamá y esta tipa tengan plata, yo también quería ir a decirle unas cuantas cosas a esa mujer, pero se la llevaron, no sé qué pasaría con esa criatura, tampoco con esas dos.
He tratado siempre de ser una buena persona, allá en el albergue me di cuenta cómo se siente si te tratan mal, si no te quieren, la gente que me regala un pancito o un sol cree que me gasto la plata en bebida pero no es así, siempre me acuerdo de ellos, siempre le doy gracias a Dios por esas personas que me dan alguito para comer, solo rezo la única oración que me acuerdo: “papa lindo que estás en el cielo, venga a nosotros tu reino, danos el pan de cada día, cuida de esas personas que hoy me cuidaron y señor… cuídame a mí también”.
A veces han venido de grupos de caridad a querer llevarme, o jóvenes de comunidades a regalarme alguito de ropa o comida, pero jamás me voy con ellos, sé claramente lo que en realidad piensan, están haciendo una buena acción, pero no me ayudan porque de verdad les nace.
Siempre es igual, me miran con asco y pena: “una monedita, hermanito, bríndame una monedita por el amor de Dios”, y nuevamente empieza mi día, sin tener nada más que mi plástico y mi tarrito, “tenga abuelito mi mami le manda este pancito”, “gracias Pepito” y se va riendo porque le digo Pepito pero es que no sé su nombre, pero aun así Pepito es siempre muy bueno conmigo, siempre me da alguito, “mi mami le manda” me dice pero sé muy bien que no es así, una vez venía con su mamá, él me saludó levantando su manita y yo le dije “hola hijito”, su mamá lo reprendió: “¡porque le hablas al loco!, no ves que te puede hacer daño, esa es gente mala”, oía al pobre Pepito llorar y decirle a su mamá: “no mamita el abuelito es bueno, me da mucha pena siempre está sucio y no puede caminar”, apenas tendrá ocho o nueve añitos, pero tiene un gran corazón, “una monedita, ayúdeme por favor”…
Al pasar el tiempo dejé de ver a Pepito, aunque lo conocía poco, lo extrañaba mucho, claro que él no fue el único en toda mi vida que había sido bueno conmigo, pero yo sentía, aunque parezca tonto que él me quería. La última vez que lo vi se me acerco con un pedazo de torta, en un plato descartable, y me dijo “abuelito ayer cumplí 10 años, toma, no te pude invitar a mi fiesta porque mi mamá se hubiera molestado, pero aquí te traigo tortita, pero ya no voy a verte, porque mi mamá y me va a llevar a Cuba a estudiar porque quiero ser médico”. “gracias Pepito, eres un gran muchacho” y como siempre empezó a reír y yo también sonreí o al menos trate de hacer una mueca con lo que me permitió el bulto en mi cara “siempre te ríes cuando te digo Pepito, ¿Cuál es tu nombre?”. “no abuelito, no quiero decirte porque a mí me gusta que me digas pepito, cuídate mucho abuelito cuídate de las personas que te pegan”
Yo casi lloraba, “¿Por qué dices eso?” le dije, “es que a veces te veo todo golpeado abuelito, tu nariz sangra…”, saqué una moneda, que siempre guardaba, sé que no era una moneda común, me la encontré una vez y la guardé, tenía un diez, se la di a Pepito: “ yo sé que esto no debe valer casi nada pero me gusta, creo que es lo más preciado que tengo, siempre la guardo para que no me la roben, porque hay gente mala como dice tu mama, y ellos vienen a robarme y cuando no encuentran nada me golpean, tómala te la regalo, por tus diez años”. “Gracias abuelito, y tú, ¿me vas a decir tu nombre?, yo me llamo Felipe, pero no tengo apellido, cuando vuelvas de tu viaje te contaré porque, estudia mucho, tal vez algún día puedas curarme” le dije casi llorando, “te lo prometo abuelito Felipe”. Y ambos casi, casi llorábamos.
Siempre recuerdo ese día pero ya han pasado como diecinueve años, y yo jamás volví a ver a Pepito; mi vida seguía Igual, días que comía, días que no, cuando los pandilleros que me robaban se fueron vinieron otros y así, para mí era algo ya común tres veces por semana yo tenía que darles plata, y aquella vez que llegaron, yo no tenía plata, ellos pensaban que les escondía el dinero, y me golpearon, me golpearon tan fuerte que me desmayé.
Al despertarme estaba acostado en una cama, me sentía muy adolorido, una señorita vestida de blanco se me acercó: “¿cómo se siente señor?”, asustado le dije: “señorita, déjeme salir, yo no tengo dinero, no quiero causar molestias”.
“no se preocupe su amigo el doctor Acuña se ha ocupado de su caso, ¿Qué puede recordar?”, me dijo mirándome con pena, “que llegaron a robarme y como no me encontraron plata me pegaron, me duele mucho mi cabeza”, tranquilo, voy a colocarle un calmante para que descanse…”
Coloco una ampolla en un tubito que habían metido en mi mano, me quedé mirando la botellita de la que caían gotas de agua, creo, hacia la manguerita de mi brazo, de pronto me sentía medio dormido, oí que alguien entraba, era un señor con traje blanco, muy blanco, hasta se parecía a un angelito.
“¿cómo se siente?”, “me duele todo doctor” le dije, me miro y acarició mi cabeza, “voy ayudarte como te prometí abuelo”. Era difícil distinguir bien su rostro porque casi se me cerraban los ojos, parecía mentira: ¿era pepito?...
“¿Pepito?” le dije casi sin aliento: “¿eres tú?”
“si abuelo soy yo” y me enseñó la monedita que le regalé cuando tenía diez años, “Pepito”, solo podía decir: eres tú Pepito…
Al despertarme estaba todo oscuro, pero alguien estaba sentado medio dormido a mi lado, al ver que me movía se sentó bien y me observó, y al verme tratando de sentarme se levantó, y encendió una lámpara, yo nunca había estado en una habitación tan bonita “abuelito ¿ya te sientes mejor?”, me tocaba mi brazo y miraba un reloj. “¿qué haces Pepito?”, “tomo tu pulso” no le entendí pero no me importó, aun estaba muy asombrado de verlo, luego se puso unas mangueritas en las orejas que en el otro lado eran una sola y terminaban como en una chapita y empezó a tocar mi pecho, al verme avergonzado me dijo: “ estoy escuchando tu corazón Felipe, ¿quieres escucharlo?, “si” le dije porque no le creía, y me colocó las mangueritas en mis orejas y se escuchaba: “pun pun, pun pun, pun pun”, abuelito quiero operarte de tu carita, quiero ayudarte”, “gracias Pepito, pero ¿tu mamá no se molestará?, ella murió hace mucho abuelito”, “perdóname Pepito, no quise hacerte sentir mal”, “no te preocupes abuelo Felipe”.
“Escuché que te llaman doctor Acuña, pero ¿cómo te llamas?”, “me llamo José abuelo, y siempre reía porque a los José les dicen Pepe, pero a mí nunca me llamaban así, siempre me decían José o Josecito, abuelo… yo estoy cumpliendo mi promesa pero tú aun no me cuentas porque no tienes apellido…
MENCION HONROSA I
Cuento: “El origen de todo”
Autor: Germán Víctor Valenzuela Rodríguez
Lugar: Sullana-Piura
El origen de todo
Mister migraña
“Aunque te laves con lejía y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado, permanecerá aún delante de mí”
Jeremías 2:22
No me gusta este lugar. Sé muy bien que dentro de poco me encontrarán. Me juzgarán con sus propias reglas, como siempre. Como lo vienen haciendo desde que llegué a este mundo equivocado a donde no pedí que me trajeran.
Creo que acabo de despertar de un sueño profundo y no puedo identificar cómo vine aquí ni cuándo comenzó este sueño. Mis piernas no funcionan. Tiemblan cuando he intentado ponerme de pie. Mejor no hacerlo. Las ventanas están cerca y podrían divisarme a través de ellas. Mejor quedarme sentado. Presionando mis manos y mis piernas contra mi estómago como si fuera un insecto a punto de morir.
Al hacerlo percibo que mis manos están pintadas con una sustancia extraña. No hay luz aquí. No puedo ver nada. Pienso que tampoco podría ver nada si escapara. Es imposible escapar. ¿Habré olvidado el color de la luz?.
Siento un dolor intenso pero no puedo identificar de dónde viene. Ya entiendo. No puedo ponerme de pie y me duelen las piernas. No es sólo eso. Me duelen los brazos también. Un incendio inagotable desintegra mis entrañas. Mis ideas vienen lentas. Ya no soy el de antes. Hoy temo no poder convencerlos. Tal vez ni siquiera consiga que me escuchen.
Eramos de una sola forma. No nos parecíamos a ellos. Algo recuerdo ahora. Felipe y Mercedes. El Don y la Doña. Nosotros. Yo. Mis padres. Mis hermanos que eran como yo. Los Felipitos y las Mechitas. Mis hermanos con nombres diferentes. Sus trajes blancos y sus zapatos de charol. Sus vestidos bordados y sus carteras de cuero. Nuestros ropas de colores pálidos como nuestras almas. Nuestros nombres. El temor a ser despertados y a ser encontrados. Los juegos malos. Sus juegos malos. Yo les decía que no jugaran, que se escondieran pero ellos no me creían. Decían que no era posible escapar. Que Don Felipe nos encontraría persiguiéndonos con sus escopetas. Que Don Felipe no era malo porque nunca nos había disparado. Que era bueno porque sólo dejaba que los Felipitos nos tiraran piedras y nos patearan cuando caíamos al suelo.
Doña Mechita era distinta. Ella manejaba la escopeta y mataba pajaritos. Era bonita- decían, pero yo no me acuerdo porque jamás la miré desde abajo. Dicen que tenía unos cabellos dorados y unos ojos de cielo con estrellitas, pero que no nos quería. Ella nos había disparado. Había matado a dos de mis hermanitos, y también a mis primos, porque en esa pequeña casita vivíamos como cien y todos éramos hermanos o primos-hermanos, pero finalmente hermanos porque a veces dormíamos juntos, pegaditos, sobre un riachuelo de esteras perdido en el suelo.
Ella nos examinaba al nacer y buscaba encontrar esa mancha en nuestra espalda que a veces se prolongaba hacia abajo y que indicaba algo que sólo después pude comprender.
Yo tenía esa mancha y todos los que pudimos sobrevivir también estábamos marcados. Mis hermanos muertos nacieron diferentes. Uno de ellos nació con el cabello rojo como el de una manzana madura. El otro aprendió a mirar el mundo con sus ojos de cielo. Sin embargo, el cielo y la manzana y otros que nunca supe por qué, se acabaron un Jueves, porque todas las cosas malas sucedían los Jueves y hoy me he dado cuenta que Jueves es también.
La Doña salió de la casa y esperó que estuviéramos dispersos. Escondido observé una sombra etérea que se fusionaba con la escopeta. De ella emergieron las balas que atravesaron nuestros cuerpos. Derribó doce o trece. Luego, se llevó las manos al rostro que nunca pude ver y empujó los cuerpos hacia el abismo, con vigorosos movimientos de sus piernas protegidas por esas botas marrones. Cuando terminó el trabajo, limpió sus manos con las aguas del río donde tantas veces nos habíamos bañado libres, felices, cuando los Felipitos y las Mechitas estaban dormidos, o habían salido de excursión con otros niños que como ellos, caminaban por la hacienda como si estuvieran siempre vestidos para una fiesta.
Ahora llevo mis manos al rostro cambiando mi posición de animalejo inerte. Saboreo la sustancia pegajosa y tiene un sabor salado. Jamás había probado tanta sal en mi vida, pero mis labios están resecos. He vuelto a recordar a través de su sabor, el olor y el color de esa sustancia roja que tantas veces pintó nuestros cuerpos. No sé cuánto tiempo ha pasado. No sé si acabo de escapar de allí. Sin embargo, debe haber transcurrido algún tiempo porque ya no soy un niño. Sigo teniendo miedo pero he hecho justicia. Esa justicia que a veces Dios olvida porque Dios está ocupado siempre y no debe preocuparse mucho por nosotros, por los que nacimos en el mundo equivocado y con una mancha azulada en nuestro culo cobrizo.
No me gusta este lugar, pero he aprendido a esconderme. A trabajar por las noches en compañía de otros que piensan como yo. Para hacerles saber que estamos aquí y que por lo menos, como insectos intrépidos podemos perturbar sus sueños a pesar de sus protectores oculares, sus muros de concreto, sus tapones en los oídos, sus enrejados eléctricos y sus miles de vigilantes armados. Algunas veces, hemos entrado a sus casas y como aprendí de Doña Mechita los hemos obligado a correr como ratones, como ratones condenados porque mis hermanos y yo, habíamos bloqueado todos los lugares que sus blancas mentecitas les hubieran señalado para escapar.
Pronto vendrán por mí. Podrán ser mis hermanos, los que llevan esta mácula divina en sus cuerpos y sus almas. Podrán ser sus soldados y sé que no están obligados a escucharme, pero me pondré de pie desafiando el temblor de mis piernas débiles. Volveré a hablar y a sentir el tono de nuestras miles de voces en mi cabeza. Hablaré desde adentro. Les diré que ellos también llevan la mancha pero aún no lo saben.
MENCION HONROSA II
Cuento: “Gigli”
Autor: Rafael Roque Rebaza
Lugar: San Juan de Miraflores-Lima
Gigli
Seudónimo: Román.
- Cara de poto.
- No, tú cara de poto.
- Jeje, tú cara de pedo.
La abuela había ganado esta vez, Piero se resignó a ser cara de pedo, pues no se le ocurrió qué contestar, le parecía tonto decirle cara de taza o cara de puerta, no, cara de pedo necesitaba una mejor respuesta para la abuela, que ahora juega como niña de cuatro años.
Su padrastro no tardaba en llegar, seguro con mal humor, vaticinaba la abuela, que nunca se equivoca. Llegó, con la molestia de un pésimo trabajo, con la certidumbre que no tendrá esposa nunca más, pues ésta la abandonó, y con la carga de un niño y una vieja suegra que no hace más que joderle la vida. Llegó sudoso, cansado y gritó el nombre de su hijastro, que reaccionó en el acto. Le acomodó el cabello y le dio un beso en la mejilla. Cariñoso ha venido el impertinente, pensó la abuela. El padrastro se resignó, hace ya muchos años, a quedarse con ellos; con el niño pues lo quería, con la abuela porque necesitaba de alguien que cuide del pequeño, y mejor aún si no tenía que pagarle.
Estaba furioso, aunque creyó conveniente no tomársela con el niño, lo hizo con la vieja. Empezó una discusión acerca de nada, primero sobre lo descuidado que está el muchacho, que está sucio y despeinado, que usted está vieja y mejor se me va yendo hacia el infierno. Ella, por su parte, sólo atinaba a mirarlo, pensar y, finalmente, ignorarlo. No tenía ganas de pelear. Él continuó, después, con la comida, que es una porquería, que perdió la sazón, que ya no diferencia sabores, vieja de mierda. Eso sí que no lo aguantó, con cualquier cosa, menos con su toque, con el secretito y el buen gusto. Empezaron a llover las mierdas y los carajos, ella le dijo granputón y él le contestó vieja podrida.
Al final, en aquel pequeño departamento, quedaron tres rostros agobiados; el padrastro con la desazón de haber perdido -o por lo menos de no haber ganado- la discusión con una vieja que está a punto de morirse, la abuela que estaba harta de tanto maltrato y el niño que no quería que eso siga ocurriendo.
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- Cara de poto.
- No, tú cara de poto.
- Ja, tú cara de pedo
- Jeje, tú cara de gigli.
La abuela quedó desconcertadísima. Piero había ganado esta vez, por marcador amplio, pues reconoció en su abuela una tremenda ignorancia de lo que significaba gigli. Por más que preguntó y preguntó, Piero sólo respondía con una sonrisa, natural en un niño que tiene algo de control y de poder. Hasta que desistió, la abuela, por supuesto.
Al terminar la tarde llegó nuevamente el padrastro. Esta vez lo hizo con una plancha de triplay que reemplazaría la cortina que tenía como puerta. Para que toque la madera y no meta las narices la vieja, se dijo. El departamento es pequeño. En realidad se trataba de una cochera a la que se le acondicionó un baño. Una habitación amplia era cocina-comedor-dormitorio separados por planchas de madera. La abuela dormía cerca del baño, por esos apuros que le venían todas las madrugadas. Si parece que la vieja no duerme, pensaba el padrastro. Al otro extremo, se encontraba la cama de Piero, junto a la de su padrastro, quien no quería que el niño durmiera con la abuela, no lo vaya a mariconear, repetía siempre que podía.
Los juegos continuaron en las tardes, también las conversaciones de lo lindo de la vida y lo bello del tiempo pasado. Ella le contaba sobre Lima antigua, sus calles señoriales y la cordialidad de la gente de ese entonces que se fue perdiendo con el paso del tiempo. Él la observaba maravillado y sorprendido, pero tan sólo por unos instantes, después se aburría y lanzaba un insulto a la abuela, un insulto lindo, sin maldad, con cariño. Así vivían sus días luego que recogía a Piero del colegio. Ahí la maestra le dijo a la abuela que Piero andaba medio raro, muy extraño. La abuela se percató que así estuvo en la casa los últimos días, un tanto triste, ausente. ¿Extrañaría a su mamá? Alguna noche no pudo dejar de escuchar un lamento triste que provenía del otro lado de la división y un gemido provocado por el llanto del pequeño.
Al día siguiente la abuela quiso hablar con el padrastro pero este la mandó hasta la mismísima mierda, y le dijo que estaba loca y que no se crea ideas tontas, vieja cojuda. Ella dudó. Revisó al niño buscando algún golpe, no vaya a ser que ese desalmado golpee a mi muchachito. Pero nada. Ni un rastro de golpe ni herida. Ella recordó que a pesar de ser un malhumorado padre, nunca tuvo nada en contra del niño, ni siquiera cuando su hija, la esposa, lo abandonó, dejándole el hijo de otro. Y es que Pierito es tan lindo.
- Cara de gigli.
- No vale abuela, tú no sabes que significa, no puedes decirlo.
Tenía razón, no valía, pensó la abuela.
Pero los sollozos nocturnos continuaban, alguna vez intentó acercarse para consolarlo, avanzaba sigilosa y silenciosamente, pero sus sesenta años no se lo permitían, movía una silla, golpeaba algún jarrón o sus articulaciones hacían ruidos interminables. Madera vieja, pensaba a veces. Y de pronto se encendía la luz en el lado del padrastro y tenía que inventar una excusa, un ratón, un ladrón, o algo.
Hasta que todo cambió. El padrastro, de muy buen humor por un ascenso en el trabajo, le explicó que aquellos gemidos y llantos nocturnos se debían a las pesadillas que atacaban a Piero, por lo que le pidió consejo y la abuela, contenta, se lo dio. Que no coma de noche, dijo con rostro de sabiduría. Nombró algunas hierbas para infusiones futuras y rezos para alejar a los malos espíritus. De repente tiene susto, dijo la abuela en forma de sentencia. Él anotó lo dicho por la abuela en una agenda y se fue con una sonrisa inusual. La abuela no podía creerlo, era un momento nunca antes vivido y, por un instante, sintió plena felicidad. Recordó que antes del abandono de su hija, el padrastro siempre se portó bien con ella, con regalos o frases bonitas, pero después todo cambió para mal.
Los juegos con su nieto continuaban, ella no entendía lo que quería decir gigli pero se resignaba a perder y estaba feliz con la alegría de su nieto, aunque a veces Piero quedaba callado de un momento a otro, mirando el reloj, esperando que el tiempo no avance. La abuela entristecía pero se hizo la idea de que el motivo de esa aparente tristeza era que, al caer la noche, él tendría que volver al otro lado de la división y se terminarían los divertidos juegos con ella. Ese pensamiento la halagó.
En cierta ocasión, Piero se aburrió de ganar con tanta facilidad al juego de tú cara de, así que decidió contarle a su abuelita el secreto que mejor guardado tenía, pero en el oído ¿si? Ella lo escuchó con asombro y una sonrisa.
La tregua aparente con su yerno la consolaba, la ayudaba a esperar su final con tranquilidad. El yerno se esmeraba por hacerla sentir importante y ella le cocinaba a su gusto y mimaba como a un hijo, felicidad.
Una noche, los sollozos se hicieron más fuertes. La pesadilla está dura, pensó la abuela, cogió un vaso y lo llenó con agua, al mismo tiempo guardó un huevo rosado en el bolsillo de su camisón de dormir y se dirigió, pensando en su rosario que había olvidado en la cabecera de la cama, hacia la división del departamento. Rezaba a cada paso, como alejando a los malos espíritus, destruyendo la mala espina y asustando al susto, los alejaba con mierdas y carajos, pues es la única manera de espantar a las ánimas malditas. Iba a pasarle el huevo. Cuando llegó, sigilosamente, a la división y específicamente a la cama de Piero, solo atinó a dejar caer el vaso y su contenido, rezando, en todo momento.
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Por más que lo intentaba, no podía convencer, ni por las buenas ni por las malas, a un oficial, ni más tarde a un sargento, el cual igualmente seguía sin entender. La abuela pensaba y repensaba la manera más inteligente, sensata y, sobre todo, exacta de explicarle al oficial, al sargento y a toda la comisaría en general, que el padrastro del niño no dejaba, ni un solo instante, de tocarle y besarle, al pobre e indefenso niño, su delicado, y todavía minúsculo, gigli.
Y no tendrán algunas fotos de ese día??? Ojalá sí. Saludos
ResponderEliminarJoan Manuel